Capítulo 5: Sentimientos encontrados.

♠️♠️♠️

Jenna tuvo que salir corriendo después de matar a la furia.

Maryse había estado tan furiosa que intentó perseguirla por los pasillos, pero detrás de toda esa fachada que se esforzaba por crear, Jenna notó las lágrimas que querían derramarse de sus ojos azules. Estaba conmocionada, lo supo casi de inmediato. Y ese mismo sentimiento era una pestilencia que cubrió todo la biblioteca, así que hizo lo que sabía hacer muy bien.

Huir.

Huyó de la escena porque no podía ver la decepción tatuada en sus facciones, no quería que los ojos de Alec reflejaran ese miedo y furia que estaba segura que estaba sintiendo, no quería que Jace la mirara y la culpara por su herida, y tampoco quería que Izzy la viera con horror.

Estaba harta de lo mismo.

«Jamás debí volver», pensó Jenna.

Pero aún así tenía la duda. ¿Por qué enviaron a la furia a asesinarla? Se suponía que los humos de Zeus se habían disipado en cuanto se enteró que ella nunca cumpliría los dieciséis años, ¿por qué no la dejaban tranquila?

Se suponía que estar en el Instituto le ayudaría a disipar todas esas horribles preguntas que rondaban en su cabeza desde que robaron el yelmo de oscuridad.

«¿Qué está pasando en el Olimpo?»

Corrió lo más rápido que pudo, y en cuanto estuvo en su habitación, ni siquiera intentó tomar su ropa. Tomó su bolso púrpura y fue metiendo todas las cosas que creyó que necesitaría. Néctar, ambrosía, sacacorchos, navaja plegable, estela, el libro gris, cuchillos, dagas, su espada de hierro Estigio que solía dejar al pié de su cama, su viejo iPod y un montón de cosas que sabía que usaría después.

Estaba por meter su cepillo de dientes cuando un golpe en su puerta la hizo detenerse.

Un golpe más bajo se escuchó.

-¿Jenna?

Su corazón se detuvo y se sostuvo del lavado.

Salió del baño, dió grandes zancadas hasta la puerta de mármol oscuro y se detuvo enfrente de ella sin saber que hacer.

-¿Sí? -preguntó con duda.

No sabía lo que estaba pensando en esos momentos, pero cuando duró unos segundos sin contestar, supo que estaba buscando las palabras indicadas.

-¿Puedo... pasar?

Tragó en seco.

-No creo que sea lo propicio -murmuró, pero supo que la escuchó-. Debes irte.

-No, Jenna. Necesito saber que fue lo que pasó. Por favor, necesito saberlo.

Jenna.

Pudo sentir la desesperación en su voz y eso le partió el corazón. No pudo soportar el peso de sus piernas por mucho más tiempo y se dejó caer apoyada contra la puerta. Se le hizo un nudo en la garganta y se dió cuenta que hace mucho tiempo no se permitía llorar.

«Debo ser fuerte», pensó.

-No debí quedarme tanto tiempo, Izzy -dijo con la voz rota, era como un quejido-. No debí ser tan egoísta como para ponerlos en peligro. Perdóname, suzzi.

-No entiendo que es lo que está pasando, realmente no lo entiendo. Pero estoy segura que lo resolveremos juntas.

No era tan inocente como para creer lo que decía.

-¿Jace está bien?

Hubo una pausa.

-Lo está -respondió con duda-. Siempre lo está. No fue tú culpa.

Soltó una risita sin gracia que pronto se convirtió en una telaraña de improperios en italiano.

Levantó la cabeza del piso y observó su habitación. Había reído y sollozado muchas veces en ese lugar, quejándose de lo injusta que era su vida y tratando de ser una joven normal cuando en realidad no lo era.

Supo que debía tomar una decisión.

-Debo irme -dijo Jenna con los puños apretados-. No debí arriesgar sus vidas de una manera tan descarada, no debí permitirme bajar la guardia. Debo pagar por mis acciones apresuradas, Izzy. Debo volver a casa.

-Podemos ayudarte, Jenna, podemos estar contigo en esto...

-Cuando era pequeña creía que podía cambiar el curso del tiempo -ignoró lo que dijo Izzy-. Pensaba que si ponía la suficiente fé y esfuerzo, todo saldría bien y... me equivoqué Izzy, me equivoqué y mi madre pagó el precio...

-Jenna, abre la puerta... -la escuché sollozar.

Izzy nunca lloraba.

-Ahora sé que no puedo huir de mi destino. Ya no.

Y mientras la escuchaba llamarla entre quejidos y sollozos silenciosos, hizo lo que tenía que hacer.

Desapareció en un viaje sombra.

-No me dejes sola -Fue lo último que logró escuchar.

-Perdóname.

No volvió a verla en mucho tiempo.

(...)

Para cuando llegó a Central Park, había logrado controlar las lágrimas que habían logrado escaparse de sus ojos.

Se limpió las mejillas con su pañuelo negro y decidió ignorar que muy probablemente estaba hecha un desastre. Al verse en el reflejo de la ventana de una cafetería, pudo ver como su maquillaje estaba corrido, su delineador cubría su rostro haciéndola ver como un mapache y su cabello negro como la tinta estaba hecho un lío de pájaros.

Se veía tal y como se sentía.

Cargó su mochila con demasiada fuerza en sus manos y se dejó caer en una pila de piedras. Solo tuvo que murmurar un canto en griego para que el montón de piedras empezaran a caer hacía abajo y moverse para dejar paso a un hoyo que contenía unas escaleras frías y solitarias.

La puerta de Orfeo.

Lanzó la mochila por las escaleras y ésta comenzó a rodar como si fuera un balón de fútbol. Se sintió aliviada de no tener que cargar con ningún peso por más tiempo, pero seguía sintiéndose como si fuera a contraer una gripe.

Lo cual era imposible.

Duró una hora bajando las escaleras antes de que empezara a disciparse la profunda oscuridad en la que se hallaba el pasadizo. No le daba miedo la oscuridad, de hecho, era una de sus cosas favoritas a la hora de ir al Inframundo. Siempre creyó que la acercaba más a lo que en realidad era.

Tal vez por ello es que le atraían las cosas malignas.

Al entrar por las murallas del castillo, nadie se atrevió a detenerla. Estaban demasiado familiarizados con ella como para creer que era una intrusa. Además, no creía que los muertos confederados quisieran volver a pasar por la experiencia de morir. No estaba de humor para soportar miradas vacías con cuencas sin fondo.

-Padre -dijo entre dientes cuando entró al salón del trono.

Hades estaba en su típico trono de esqueletos, su ceño estaba profundamente fruncido y Jenna supo que no era buena idea empezar una discusión. Pero tampoco le importó mucho su estado de ánimo, ella estaba demasiado llena de ira como para reparar en lo que podría pasar.

Agradecía que fuera primavera, así Perséfone estaría en la superficie y no estaría dando lata como la niña caprichosa que era.

-¿Me puedes explicar por qué mandaste al tártaro a Alecto? -le siseó con molestia- ¡Tardará meses en regenerarse! ¡Deberé ampliar el trabajo del resto de furias!

Una chispa de molestia se reflejó en los ojos de Jenna, y Hades supo que algo más estaba ocurriendo con su hija cuando la vió en tales fachas.

-¿Qué te pasó? -preguntó un poco más relajado mientras jugaba con su anillo de calavera.

-Pasa que tú estúpida furia me atacó -le gruñó-. ¡Y pasa que ya no puedo ir al Instituto porque la escoria de Alecto me descubrió ante los Lightwood! ¿Sabías que estaba de lado de Zeus? ¡El muy ruin la envió a matarme!

Hubo un silencio tenso en el que ambos se limitaron a verse con frialdad.

-¿Y qué quieres que haga?

Jenna rió sin gracia.

-Tú nada. No necesito que me ayudes a resolver mis problemas, ambos sabemos que entre los dos, yo soy la única que puede procurar por mi bien...

-Sabes que no lo he hecho con intensión -le murmuró su padre mientras ambos recordaban como fue atacada por una orda de monstruos hace algunos años atrás-. No puedo controlar su apetito.

-...y sinceramente, ya me has decepcionado lo suficiente.

Hades apretó los puños.

-¿Entonces?

Jenna lo miró con la más grande seriedad qué podía en esos momentos, la cual no era mucha porque sus manos empezaban a temblar y sus ojos cambiaban de color según su estado de ánimo, e incluso su cabello empezaba a flamear con fuerza en cuanto su padre decidió tomar la posición desinteresada que tanto detestaba en él.

-Esta vez fue diferente -aclaró-. Alecto no mencionó mucho, pero pude ver qué buscaba algo en mí.

Hades se tensó en su trono mientras se limitaba a mirar al vacío. Su hija pudo notarlo casi de inmediato y lo miró con los ojos entrecerrados.

-Sabes algo -afirmó.

-Puede que así sea.

-Quiero saberlo.

-No es necesario que lo sepas, cariño. Deberías irte a asear, estás hecha un desastre -Intentó cambiar de tema, pero Jenna era demasiado perspicaz como para dejarse engañar.

-No me importa lo que creas. Alecto intentó matarme por algo que desconozco, así que deseo y merezco saber la razón de sus acciones.

Hades la miró con una mirada cargada de impotencia.

-Mi yelmo aún no ha aparecido desde el último solsticio de invierno.

-Lo sé. ¿Olvidas que me mandaste a buscarlo? -preguntó con irritación mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba en una pierna.

Su padre suspiró.

-No solo desapareció mi yelmo -Jenna se enderezó en su sitio y lo miró con los ojos abiertos como platos-. También fue tomado el rayo maestro de Zeus.

Y aunque no se podía relampaguear debajo de la tierra, Jenna tuvo la sensación de que Zeus estaba muy molesto con el solo hecho de que pronunciaran sus nombre.

-¿Y no creíste que era buena idea avisarme? ¡Estuve en peligro por meses y ni siquiera te tomaste la molestia de decírmelo!

-¡No creí que era necesario! -gruñó el señor de los muertos mientras se despeinaba el cabello igual de oscuro que el de ella- Se suponía que creía que era Poseidón, pero veo que me equivoqué.

-Es bastante obvio -dijo Jenna con ironía mientras el suelo se agrietaba-. Nunca piensas en que puedo estar en peligro. Solo piensas en ti mismo.

Hades ablandó su mirada.

-Claro que no...

-Claro que sí -dijo Jenna con los ojos cristalizados-. Nunca me dices las cosas, me ocultas datos que podrían servirme y me mientes con descaro. Un verdadero padre no hace eso.

Algo en Hades pareció cambiar; dejó de jugar con su argolla de matrimonio y se puso en pie con la expresión cargada de preocupación.

-Morita -empezó su padre-, tú sabes que te quiero. Pero hay cosas...

-...que no puedo saber -completó y se sorbió la nariz cuando sus ojos empezaron a lagrimear-. Reglas de dioses que entiendo perfectamente. Pero ya no quiero más mentiras, padre. Estoy cansada de los acertijos sin sentido. Si en verdad me quieres, entenderás que ya no puedo seguir viviendo así. Acabo de perder a mis amigos, probablemente no podré volver sin que intenten averiguar quién o qué soy, y siento que todo por lo que he estado luchando los últimos años es una completa farsa.

Su padre se acercó a ella y la tomó de las mejillas sin importarle mancharse sus manos de maquillaje. La miró con lo más parecido al sentimiento de ternura que casi nunca utilizaba en nadie. Excepto tal vez Perséfone y ella.

-Eres mi hija -admitió Hades con orgullo, asintiendo para sí mismo-. Y prometo por el río Estigio que no volveré a ocultarte cosas que involucren tú bienestar.

Jenna le regaló una sonrisa sin mostrar los dientes.

-Gracias, papá.

Y ambos se sumergieron en un abrazo que sabían que no se volvería a repetir en mucho tiempo.

Lamentablemente, Jenna no sabía que probablemente jamás volvería a abrazar a su padre.

♠️♠️♠️

Pregunta del día:

¿Creen que debería cambiar a la protagonista India Eisley por Billie Eilish? :v

No se ustedes, pero yo necesitaba un momento de padre e hija, y también quería demostrarles que Jenna tiene sentimientos y muchas veces es difícil contenerlos, más cuando ella es una bomba del tiempo que peligra con estallar 😬


Atte.

Nix Snow.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top