Capítulo 4: Masacre en Texas.
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Tomé a Apolo de los hombros y lo acerqué a mi cuerpo de la manera más rápida que pude.
—¿Quién te envió? —preguntó fríamente. Su voz se escuchaba entrecortada, casi como una pizarra que rechinaba al ser cortada.
Apolo parpadeó varias veces e ignoró a los mortales cuando estos pasaban a su lado, gritando y pidiendo por ayuda. Lo que le desagradaba de ellos, era que en los momentos difíciles solo se limitaban a gritar y tirarse al piso como niños pequeños.
Que idiotas podían llegar a ser los humanos.
—¿A qué te refieres?
Realmente, Adrienna no estaba para perder el tiempo con un dios infantil y arrogante, así que lo tomó de la solapa y se encargó de lanzarlo hasta el otro extremo de la cabina. La encargada de las fichas gritó y se acurrucó en el piso mientras veía con los ojos abiertos de par en par.
Ignorando cualquier queja de parte del dios, saltó al otro lado de la cabina y colocó su tacón en la yugular ajena.
Sintió una enorme satisfacción cuando lo vió congelado.
—¿No quieres hablar? —preguntó sarcásticamente— Entonces me encargaré de hacerte hablar.
Apolo gruñó y de un manotazo quitó su tacón, pero de un rápido movimiento, la pelinegra tomó una engrapadora y lo golpeó en la frente. No pareció hacerle mucho daño, pero la menor se quedó con la satisfacción de saber que lo había golpeado.
—¿Te molesta qué tome tu engrapadora, Mary? —preguntó a la mujer acurrucada a unos cuantos metros. Ella negó con la cabeza y Adrienna sonrió satisfecha.
—¿Te he dicho que me gustan las mujeres rudas? —preguntó Apolo con un jadeo, se levantó del piso y marcó toda la distancia que le fue posible.
Adrienna lo miró con su mejor rostro de indiferencia.
—No he terminado contigo —respondió enfadada— ¿Quién diablos te mandó? ¿Qué les importa a los dioses lo que haga con esos estúpidos mafiosos? ¡Porqué no estás hablando! ¡Habla ya!
Apolo parpadeó varias veces. No ignoró el rostro de extrañeza y sorpresa que le regaló, pero en ese punto, ya no se sentía capaz de creer en la inocencia de nadie. Ni siquiera en la suya.
«Ya no tengo salvación», se dijo «mi oportunidad se fue hace mucho tiempo».
Apolo dió algunos pasos en su dirección, pero Adrienna se encargó de alejarse lo más que le fue posible.
—¿Eres una semidiosa? —preguntó, la analizó con la mirada y abrió la boca con asombro, como si quisiera decir algo importante— Alucinante, ¿eres hija del muertito?
Bufó inconforme y se dio la vuelta, convencida de que solo era un imbécil que se metió en el Casino equivocado. Apolo no tenía nada que ver en el tiroteo y solo estaba perdiendo su valioso tiempo.
—¡Oye, espera! ¡Detente allí, terroncito!
Adrienna detuvo su paso con semblante homicida, y para cuando Apolo estaba por chocar contra su espalda, la pelinegra se dio la vuelta y lo detuvo con un solo brazo.
Necesitaba alejarlo de su misión.
—Aléjate—le advirtió con ojos ensombrecidos y Apolo notó como es que parecían estar opacos, sin el mínimo de vida. Se preguntó si se debía a su reciente descubrimiento como hija de Hades—. Fue una terrible idea haberme quedado cerca de ti.
Apolo frunció el ceño, ofendido.
—Pero terroncito, no soy tan malo —le sonrió y mientras Adrienna lo observaba con incredulidad, de reojo vió como un tipo salió volando, caía mientras gritaba y estrellaba su cuerpo contra el concreto; inmediatamente notó que estaba muerto—. ¡Quiero ver sus caras cuando sepan que el tío Hades tiene una hija tan hermosa como tú! ¡Será una hermosa reunión familiar!
Adrienna se detuvo en su cuenta mental. ¿A caso era imbécil?
—¿Eres estúpido? —preguntó mientras se quitaba los tacones y tomaba su cabello en un moño desordenado— ¿Quieres qué tu padre me pulverice?
La sonrisa de Apolo se desvaneció y la seriedad se transfirió a sus facciones.
—Casi lo olvido. No pueden tener más hijos con mortales, así que no debiste nacer —lo dijo como si fuera algo normal.
Sintió una furia feroz en su interior.
«¿Quién es él para decirme que no debo estar aquí? ¡Se perfectamente que debería estar muerta! ¡Tres metros bajo tierra, pudriéndome en el averno!» pensó furiosa, sus ojos lanzaban dagas hacia el imbécil.
—No me había dado cuenta.
Adrienna se apresuró a alejarse del imbécil para no hacer algo que en verdad lo molestaría y se encargaría de pulverizarla en un chasquido de dedos.
Acercó su muñeca a su boca, deseosa de largarse del estúpido
Casino.
—Idiotas, ¿me escuchan? —habló con irritación en cada una de sus palabras. Hubo una pausa en la que solo se escuchó silencio, pero después se escuchó interferencia desde su pulsera— Hay cambio de planes, la fecha será cambiada.
Otra interferencia que desembocó en una voz profunda y distante. Era como el chasquido de un lamento, un quejido sin fondo.
—¿Para cuándo será la fecha límite? —siseó la voz trémula, sin vida.
—Hoy mismo —sentenció secamente—. Necesito que tengan preparado los castigos para este par. Querrán hacer un desastre y quiero que pasen directamente a sentencia máxima.
Hubo una pausa.
—Como ordene.
Alejó sus labios de la pulsera de Hierro Estigio y subió a la barra de licores. Ya casi no quedaba ningún mortal, pero los tipos que buscaba tenían a unos cuantos rehenes y amenzaban con dispararles. Lo más seguro es que la policía estuviera cerca. No tardarían en llegar.
—¡Hey, tu! ¡Baja de allí! ¡Te dispararé si no vienes acá! —gritó uno de los tipos cuando la vió subir.
Lo miró a los ojos, una mirada al mismo vacío.
No había nada que mirar.
—¿Qué es lo que estás haciendo? —preguntó un alarmado Apolo.
Sonrió macabramente. Sus incisivos superiores salieron como un par de colmillos de vampiro, aunque bien sabía que no lo era.
—Mi trabajo.
—¡Que diablos! —gritó uno de los tipos, su rostro estaba surcado por el horror y miedo.
En un parpadeo, un par de tentáculos salieron del pecho femenino y se dirigieron hacia los tipos, atravesaron sus pechos y se deslizaron por sus gargantas hasta salir por sus bocas y adentrarse por sus fosas nasales.
Los gritos eran desgarradores y se escuchaban por todo el Casino. Un grito que fue silenciado con un ademán de manos y chasquido de sus dedos.
Con un nuevo movimiento de su muñeca, los rehenes se pusieron en pie para poder marcharse. Era como si estuvieran en un trance del que no podían salir y simplemente desaparecieron de la vista.
—Por Zeus —exclamó un horrorizado Apolo, pero al mismo tiempo parecía sorprendido— ¿Eres una clase de asesina?
La sangre salpicó y manchó su vestido hasta dejarlo teñido de un azul marino demasiado oscuro. Era como si le hubieran lanzado vino y hubieran hecho un desastre con la tela. La sangre había alcanzado las paredes, las mesas y el piso era un completo desastre.
Al finalizar con su trabajo, sintió algo cálido en su pecho, como si se hubiera encargado de alimentarse de las almas y los gritos de los ya muertos. Se sintió momentáneamente feliz y descansada, pero pronto, esa sensación se convirtió en su usual indiferencia, por lo menos, ya no estaba furiosa.
Los tentáculos se deslizaron muy lentamente en reversa, alejándose de los cuerpos sin vida que poco a poco fueron cayendo. No volvieron a moverse, en cambio, sus tentáculos volvieron a su cuerpo como si no hubiera pasado nada. No dejó ningún rastro, como siempre.
Limpió la sangre de su rostro e ignoró el rostro traumatizado de Apolo, para después acercarse a los cuerpos. Pisó los charcos de sangre, orina y desechos del cuerpo humano que reaccionaban ante el miedo antes de morir. En ese momento, era mucho más importante tomar lo que necesitaba, limpiar el lugar e irse.
—¿Qué fue eso? ¿Qué diablos eran esas cosas? ¿Cómo es que... salieron de ti? Por Zeus, jamás había visto nada así. ¡Esto es una locura! ¡Creo que te amo!
—Silencio —ordenó con severidad—. No hagas un escándalo, la policía debe estar por llegar.
—Entonces espero que lleguen pronto, quisiera decirles algunas cosas sobre una psicópata asesina a quien le salen tentáculos del pecho. ¡Esto no sucede en el mundo de los dioses! Ésto parece más una clase retorcida de masacre en Texas. ¿Ahora intentarás darme con un hacha o algo por el estilo? ¿Dónde está tu máscara de gánster?
—Esto sucede en el mundo de los dioses, así que cállate o lárgate. No necesito un estorbo, y no, no pienso asesinarte —gruñó enfadada. Empezaba a quitarle su buen humor.
Apolo abrió la boca ofendido, pero no hizo más preguntas ni dijo nada más por un rato. Solo se quedó estático, viendo la sangre que llenaba el lugar y como ciertas partes humanas se encontraban en alguna mesa.
Si que había hecho un desastre.
Se acercó a lo que quedaba de un cuerpo y empezó a revisar los bolsillos de la chaqueta.
—Eso es terriblemente asqueroso. ¿Sabes cuántos gérmenes pueden tener los cuerpos? Muchos, demasiados. Podrías tomar una enfermedad transmitida por la sangre. ¡Que repugnante! —exclamó cuando vió una cabeza que goteaba sangre. Había manchado sus zapatos lustrados.
Adrienna rodó los ojos, harta de su presencia que no ayudaba en nada.
Ignoró sus comentarios y siguió con lo suyo. Cuando llegó al tercer cuerpo, encontró lo que buscaba. Entre los pliegies de la ropa se encontraba una pequeña nota y unos cuantas hojas dobladas y manchadas de sangre. Las abrió y empezó a leerlas a toda prisa.
Suspiró aliviada cuando vió que era lo que estaba buscando.
—Bien. Me largo —dijo, para después darse la vuelta. Tronó los dedos y todo el desastre desapareció, los cuerpos empezaron a disolverse y ser tragados por la tierra.
Al final no quedaba ni una sola muestra de pelea. No había sangre, ni cuerpos. Nada de evidencia en su contra.
Solo el frío y crudo recuerdo de los asesinatos.
—Oh no, tu no te vas de aquí sin darme una explicación creíble.
Apolo la tomó de la muñeca, y la jaló hacia su cuerpo bronceado y musculoso.
Gruñó molesta por su cercanía. A diferencia de su cuerpo que era frío y sin temperatura aparente, él se sentía cálido y parecía estar ardiendo, literalmente ardiendo en todo el contexto de la palabra.
—No puedes solo venir, asesinar, dejarme con un trauma psicológico e irte. Así no funcionan las cosas.
—¿Qué no así trabajan los dioses? Matan y después hacen las preguntas. Muy típico, ¿no? —respondió mordaz.
Se soltó de su agarre, marcando la distancia que tanto anhelaba.
Apolo parpadeó varias veces, la consternación brillaba en su bello rostro. Odiaba que fuera tan malditamente perfecto.
—Bueno, primero solemos votar y después asesinar. Ya después buscamos las... ehhh... respuestas. Aunque no siempre nos interesa y solo dejamos pasar el tema...
Sintió como una vena se marcaba en su frente de la pura furia. Parecía ser que Apolo se dio cuenta, porque dio un paso hacia atrás y se sobó la nuca incómodo.
—¿Sabes qué? Me voy. No estoy para estas estupideces —bufó molesta—. Dile a tu padre que nos vemos en la cena de navidad.
Tomó sus tacones y se apresuró a salir.
Necesitaba pensar.
—¡Sabes que estará molesto! ¿Verdad? —gritó cuando ya se encontraba un poco alejada.
—¡Lo sé!
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¡Aquí está el capítulo! Espero a ver cubrido sus expectativas, y si no es así, sorry.
¡Voten y comenten! Les aseguro que aquello me hace querer publicar los capítulos más seguido xD
Sin nada más que decir, nos leemos pronto, desconocidos.
Atte.
Nix Snow.
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