Capítulo 3: Interrupción.

♠️♠️♠️

Capítulo dedicado a @Valentinahg2007 a quien al parecer le debía una dedicación :v

La cita fue interesante. Mucho más que interesante.

Fue una completa sorpresa.

Malcolm no pudo pasar por ella porque no creían que fuera bien visto que una hada llegara a las puertas del Instituto de Nueva York, pero no fue un gran problema hallar el lugar de encuentro. Primero pasearon por Central Park, donde estaba la entrada más cercana al mundo de las hadas. No se acercaron mucho, y ambos estuvieran hablando sobre sus vidas.

No le contestó directa ni indirectamente a ninguna de sus preguntas. Todas las hadas tenían la habilidad de engañar y esquivar las preguntas por el simple hecho de que no podían mentir. Y mientras pasaban los minutos, se dió cuenta que Malcolm era un buen mentiroso.

Uno muy caliente.

Llevaba puesto unos pantalones de vestir azules y una camiseta negra de botones que tenía arremangada hasta los codos. Su cabello verde como el césped en primavera proyectaba imágenes siniestras con el contacto de la luz de luna. Sus ojos, claros como el cristal, la veían con curiosidad.

«Sabe que soy diferente», pensó.

«Las hadas siempre ven la verdad entre las mentiras».

Pero si el sabía algo, no mencionó nada.

Finalmente, cuando estaba apunto de pasar una hora, él la guió por las calles de Manhattan. Fue una vista impresionante en la ciudad que nunca dormía. Las sirenas de la policía no dejaban de sonar cada cierto tiempo, y los ruidos de los clubs y autos que transitaban por las calles volvería loco a cualquier turista.

Recordó que ella no sufrió por el cambio de ambiente porque estaba acostumbrada a los gritos de los muertos que le rogaban por una segunda oportunidad. Nunca les hacía mucho caso, se limitaba a ignorarlos como si fueran un zumbido molesto. Pero para una niña de siete años... fue una historia muy diferente.

Malcolm la hizo entrar en un edificio enorme. Una construcción a la que nunca había entrado y parecía estar abandonada. Se sintió un poco tensa al pensar en que podía ser una emboscada, pero se relajó cuando vió que en realidad, por dentro estaba en gran funcionamiento.

Glamour de hadas.

Había leído un poco sobre eso. También había averiguado un poco sobre el tema gracias a sus contactos del Inframundo, no fue difícil saber que Caronte era un especialista en saber sobre cotilleos o cosas que parecieran de relevancia. Era el Rey del drama, y en cierta parte, era el amigo más antiguo que había tenido en toda su vida. Le tenía mucho aprecio.

Ambos llegaron a la recepción en dónde una joven muy guapa de piel rosa pastel les entregó una tarjeta. No entiendo para que era, pero parecía importante.

-Que pasen una excelente noche -Les sonrió sin importarle que fuera una Cazadora de Sombras.

Mientras caminaban, se sintió desorientada dentro del hotel, como si hubiera entrado en otro planeta. Malcolm pareció notarlo.

-El hotel está en algún punto del mundo mundano y la corte de las hadas. Es normal que estés un poco pérdida -dijo mientras entraban al elevador. Era un cuadro enorme de paredes de cristal que daban vista a la calle, Malcolm presionó el último número y se dió cuenta que estás eran de color dorado. Incertó la tarjeta en una extraña ranura y una luz violeta envolvió el elevador. Se preguntó cuánta magia se debía de usar para ocultar algo como aquel elevador súper moderno-. La primera vez que vine, casi me desmayé por la concentración de magia en un solo punto. La sensación fue demasiado abrumadora para mí piel de hada. Aunque tú pareces llevarlo bastante bien -observó Malcolm.

-Soy una cazadora de sombras -dijo con la mirada clavada en las paredes-. Nosotros no sentimos igual que los subterráneos. No podemos. Paralelo o no, fuimos creados para soportar lo que las demás especies no pueden.

Si se sintió ofendido por sus palabras, no lo demostró.

-Ya veo -dijo, como si en verdad le creyera-. Entonces creo que me he sacado la lotería. Una cita con una hija de Raziel no se consigue todos los días.

Adrienna lo miró con hambre.

-No, no pasa muy seguido.

Malcolm le sonrió de lado y sus dientes blancos la cegaron por unos segundos sin importancia.

-¿Cómo se llama? -preguntó.

Él se encogió de hombros, como si en realidad no le importara.

-No lo sé. Tiene muchos nombres, pero ninguno parece ser correcto para su verdadero origen. Aunque de todos modos, muchos lo llaman Orión.

-¿Cómo la constelación del cazador?

Recordaba que había sido un hijo de Gaia, un gigante que terminó muriendo, y fue el antítesis de Apolo y Artemisa.

Fue el único Cazador de Artemisa que fue registrado en la historia, y también el último.

«-Mi madre me mostró la verdad. Yo estaba luchando contra mi propio carácter, y no me causaba más que sufrimiento. Los gigantes no están destinados a amar a los mortales o a los dioses. Gaia me ayudó a aceptar lo que soy. Al final, todos debemos volver a nuestro hogar, pretora. Debemos aceptar nuestro pasado, por muy amargo y siniestro que sea...»

Parpadeó disipando la imagen de su cabeza. Fue algún tipo de visión, pero para su frustración, no tuvo mucho tiempo de pensarlo.

-Pareces saber de Astronomía -le dijo mientras clavaba sus ojos claros en ella. Fue como si tratara de entrar en su alma y ondar en sus pensamientos-. ¿Qué otros misterios ocultas, chica Ángel?

Sus ojos se oscurecieron.

-Te sorprenderías.

Ambos salieron del ascensor y retomaron su camino. Mientras caminaban, ambos rozaron sus manos unas cuantas veces. El tacto era tibio, como una caricia del viento. No fue difícil darse cuenta que Malcolm intentaba seducirla.

La guió por un pasillo que no parecía tener fin, hasta que llegaron a una intersección en medio del pasillo que daba a unas escaleras. Las subieron -con cuidado de no caerse con las sandalias-, y él le abrió la puerta para que ella pasara.

Llegaron a una azotea. Pero no era cualquier azotea. No. Ésa era la madre azotea. Debía admitir que era un lugar con clase, no como las típicas azoteas de los programas de televisión en donde estaban llenos de basura y vagabundos.

El piso parecía ser de mármol, y no estaba bromeando. Había un barandal que rodeaba el techo y todo estaba limpio y sin ningún alma cerca. Había una mesa para dos en el centro, con dos platos vacíos y copas de vino sin llenar. Incluso había unos cuantos regalos envueltos al pié de la mesa.

Estaba impresionada. Tal vez por la atención al detalle o porque nadie nunca había hecho algo tan especial para ella. Siempre se conformaba con las palabras, aunque admitía que le gustaba la sensación de recibir sin tener que pagar nada -además de una buena follada, o eso suponía-.

Se acercó a la barandilla.

La vista fue aún más impresionante. Un montón de puntos de colores rodeaban la ciudad, las luces estaban encendidas en cada esquina y calle. Habían adolescentes caminando por las calles y jóvenes que regresaban de sus clases nocturnas.

Todo era tan pequeño, como del tamaño de un esquilín.

-¿Te gusta?

Lo miró a los ojos, tratando de expresar toda su gratitud en una mirada. Agradecía que la hubiera traído allí.

-Es precioso.

Ésa noche pasó la velada más especial de toda su vida.

***

Para cuando Adrienna volvió al Instituto -a las tres o cuatro de la mañana-, estaba cansada, con el maquillaje corrido, el vestido arrugado y los zapatos en una mano para no caerse.

Había sido una noche muy movida.

«Demasiado», recordó a Malcolm, recorriendo su cuello con los labios.

Se había permitido olvidar toda su pésima vida, dejándose llevar por el sabor prohibido en los labios de un subterráneo exquisito. Se habían conocido de una manera íntima, una que ambos recordarían por mucho tiempo.

Algo que parecía que Alec no aceptaba. O eso pensó cuando entró a su habitación, aventando sus sandalias hacía alguna esquina mientras se quitaba el collar de diamantes que se había puesto para la cita. Se desató el moño desordenado y se dejó caer en la silla de su tocador. Se miró en el reflejo, y casi salta del susto cuando vió a Alec.

Estaba detrás de ella, mirándola con los ojos sombríos. Ni siquiera se le veía el iris de los ojos, parecía que sus ojos se habían vuelto de un impoluto negro. Las ojeras se marcaban en su rostro, tal vez porque no había dormido en toda la noche, esperando que ella llegara.

Le dió un escalofrío. No porque tuviera miedo, fue porque aquella mirada no había sido dirigida a ella en mucho tiempo.

-¿Qué haces aquí?

-¿Te divertiste? -preguntó ignorando su pregunta.

-¿Qué estás haciendo aquí, Alec? -repetí mientras me daba la vuelta en mi sitio.

-¿Fue cómo esperabas, eh? ¿Te gustó estar con él? -preguntó con los dientes apretados. Su mandíbula marcándose con cada palabra.

-No es de tu incumbencia. Sal de aquí -le gruñó con irritación. Detestaba que intentaran hacerle sentir mal por algo que le había servido de ayuda. Adrienna se encontraba estable y relajada.

Él no dijo nada. Siguió mirándola, tratando de saber que es lo que pensaba, pero la hija de Hades se aseguró de mostrar una máscara inexpugnable. No sacaría ninguna palabra de su boca.

Alec estaba sentado en un rincón de la habitación, en el sillón tinto en el que solía sentarse para alejarse del mundo y leer un buen libro. Tenía las piernas abiertas, los brazos a cada extremo, llevaba un pantalón de franela y una camiseta negra. Suponía que la había estado esperando por mucho tiempo, porque tenía los ojos enrojecidas de no haber dormido cuando debía.

-¿Solo dirás eso? -preguntó casi como un susurro, distinguió una mota de dolor que pronto ocultó- ¿No dirás nada más después de estar por horas fuera del Instituto?

-No tengo porque hablar esto contigo. Está fuera de contexto.

-Claro que no -dijo-. Soy el mayor, debo asegurarme que todos estén bien. ¡Pudo haberte pasado algo y ni siquiera me hubiera dado cuenta! ¡No hubiera podido ayudarte!

-¡No necesito tu ayuda! -elevó la voz- ¡Ni la de nadie! Nunca la he necesitado y no empezaré a pedir ayuda cada vez que creas que estoy en peligro o estoy rompiendo las reglas. No funciona así.

-Oh, debí saber que la señorita perfecta diría eso -le gruñó-. No te importa que se preocupen por ti, ni que los demás piensen barbaridades de ti. ¡Mira cómo llegaste! Pareces una callejera.

Adrienna sintió la furia inyectarse en su sangre. No era algo bueno, no era bueno que la hiciera enojar. No cuando había estado tan relajada hace tan poco tiempo.

-¿Es todo lo que tenías que decir? -preguntó tratando de no temblar mientras se quitaba el maquillaje. No temblaba de nervios, la furia solía afectarla de manera diferente a los demás. Era como una bomba del tiempo que peligraba con estallar en poco tiempo- No me importa nada de lo que quieras decirme y tampoco me importa si crees que soy una zorra. Es mi vida y mi puto coño, yo elijo a quien dárselo y a quién no.

Alec enrojeció. Se puso en pie, acercándose a ella mientras sus ojos se centraban en su rostro a través del espejo.

-Yo jamás dije eso.

-Pero lo pensaste.

-¡No pongas palabras en mi boca que no he dicho!

-¡Entonces deja de juzgarme y déjame tranquila de una puta vez!

-¡No hasta que admitas lo que hiciste!

-¿Según tú qué hice? -Me puse en pié y lo enfrenté, estábamos a unos cuantos centímetros de distancia- ¿Acostarme con un tipo buenísimo? ¿Follar con un hada? ¿Hacer una abominación ante los ojos de tú preciosísima clave?

Los ojos de Alec estaban abiertos como platos. Estaba sorprendido por sus palabras. Siempre supo que Alec se alejó de ella mucho antes de conocerla tal y como era, por ello no se sorprendió de su reacción.

-Cállate -le gruñó-. Deja de hablar de eso.

-¿Qué te sorprende más? ¿Saber que no soy la santa qué creías que era o pensar que estuve con alguien más que no era tú?

Alec la miró con sorpresa.

-Yo no dije eso -dijo mientras negaba y empezaba a caminar hacía atrás. Se hallaba intimidado por sus palabras: Avergonzado y apenado.

Dió pasos hacía él, sin dejarlo alejarse.

-Nunca lo dijiste, pero cada vez que me veías tus ojos me decían todo lo que tenía que saber. ¿Te molesta saber qué he estado con otros hombres? ¿Qué he estado con tantos, que ya no recuerdo sus nombres? ¿Creíste que no tenía una vida aparte del Instituto y las misiones...?

-No. Deja de hablar —notó como le temblaba la voz.

Lo acorraló contra la pared. Sus respiraciones eran pesadas, el sudor empezaba a bajar por el pecho de Alec marcándose en su camiseta. Jenna respiró su olor, tomando su esencia como el néctar de los dioses. Olía a lavanda, pergamino y menta.

-...¿Crees que no sé cómo te hago sentir? ¿Cómo es que, cada noche, sueñas conmigo? ¿El cómo te tocas pensando en mi tacto y gimes mi nombre en la oscuridad? -le susurró al oído, recorriendo su pecho con ambas manos. Alec se estremeció bajo su tacto, pero no se alejó aunque su subconsciente le gritara que lo hiciera.

Había algo oscuro en su mirada. Una neblina que cubría sus ojos. No sabía que era, ni siquiera estaba seguro de que era real. Pero cada vez que se acercaba a ella, había algo que le gritaba que se alejara; una advertencia que le decía que nada saldría bien si se atrevía a acercarse más de lo debido.

Aún así, en contra de todos sus instintos, parecía estar hipnotizado bajo su mirada violeta.

«¿Qué está haciendo?», pensó un agitado Alec.

Un cosquilleo bajó por su pecho hasta su entrepierna. Nunca había sentido nada similar y sus mejillas se sentían coloradas por la tención entre ambos.

-Para -rogó en un susurro que creyó que ella no escucharía.

Pero sí lo hizo.

-¿Seguro qué quieres que pare, Alec? -ronroneo en su oído, presionándose contra su cuerpo.

Le recorrió el abdomen con sus manos experimentadas mientras Alec seguía mirándola fijamente. Sintió como algo en su entrepierna se empezaba a elevar y Jenna le sonrió con diversión cuando él intentó ocultarlo.

Se acercó más a él, rozando sus labios rojizos con los rosados y apetecibles de Alec. Se veía tan suaves y gruesos. Tuvo un arranque de morderlos.

-Jenna... -murmuró contra sus labios. Estaban tan cerca... que incluso sentía su aliento en su frente, como una caricia de aire caliente que la encendió por dentro.

¿Por fin lo tendría?

Pasó su lengua por el labio inferior de Alec, asegurándose de hacerlo lentamente, sin prisa, saboreándolo y arrancándole un suspiro. Sabía a fresas y su aliento era fresco. Alec gimió cuando sintió sus manos en su nuca, recorriendo su cuello y tomándolo del cabello.

-¿Te gusta que te toque, pequeño Alec?

¿Estaba bien que Alec se sintiera hervir?

El aire se atoró en su pecho. Estaban muy cerca, tanto que podía sentir sus pechos rozando su anatomía. Pudo sentir como ella no llevaba sostén.

Poco a poco iba perdiendo el poco control que le quedaba.

-Jenna... -Se acercó más, casi besándola.

Todo pasó demasiado rápido.

Su boca estaba conectada a la suya y ella lo acercó más mientras lo tomaba con fuerza de los hombros, sintiendo como se estremecía bajo sus manos y se aferraba a su cintura con necesidad. Rozó su lengua con sus labios e inconcientemente él abrió la boca para dejarla entrar.

Jenna estaba en las nubes.

Lamentablemente, alguien decidido que era buena idea interrumpir el momento tan deseado por ambos.

♠️♠️♠️

Sorry, aún no sale Percy 😂

Ya será para la próxima XD es que me di cuenta que aún no se podía llegar a ésa parte de la historia.

Pregunta del día:

¿Capítulo aburrido? :/

Atte.

Nix Snow.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top