Capítulo 16: Caer.

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«La guerra está cerca».

Por la mañana, cuando habló por mensaje Iris con su padre, éste le dijo que el momento estaba cerca.

Una guerra se aproxima.

Y por alguna razón, Jenna deseó que fuera así. Deseó que los dioses se destruyeran, que los Olímpicos se hicieran pedazos y pudiera saborear el momento. Su sangre hervía con fervor y sus pensamientos se nublaron con pensamientos oscuros.

Sus mejillas se volvieron rojizas de solo imaginar el puñado de almas que llegarían al Inframundo: Era una idea terriblemente seductora, pero bien sabía que las bajas serían inminentes. Aunque su lado demoníaco aclamara por ello, deseaba que su familia saliera intacta, y con una guerra en curso, no sería posible.

Debía detener la guerra. ¿Pero cómo?

Esa mañana acordó desayunar con Luke, así que intentaría precipitar el avance de sus planes. Tal vez podía seducirlo para que le dijera la verdad. Incluso podía hacerle ver qué estaba en contra de los Olímpicos y de esa forma él desearía contarle la verdad... Pero si algo salía mal, lo más seguro era alejarse o huir del lugar. No debía fallar. No podía fallar.

El destino del mundo estaba en sus manos y se sentía como si estuviera sosteniendo el mundo entero.

-¡Amor!

Jenna volteó de inmediato. Solo había una persona en todo el campamento que le llamaba así.

Luke, con sus grandes y brillantes ojos llenos de amor; la observó con fascinación, con una devoción absoluta que ni ella misma lograba comprender.

Le sonrió de vuelta.

-Cariño, ¿de dónde vienes?

Luke le sonrió antes de darle un beso largo y profundo, uno que Jenna admitió que le causó un leve cosquilleo en el estómago. Besaba bien. Demasiado bien. Tomó su cabello entre sus manos y apretó sus manos contra su pecho fornido y musculoso: Se sintió como sostener la gloria.

Luke se separó con la respiración acelerada. Sus ojos se encontraban dilatados y sus manos se cernieron sobre su cintura de forma posesiva, casi exigente. Era como si el hijo de Hermes exigiera y deseara toda su atención solo para él.

Jenna se fascinó por ello, pero se obligó a detener todos sus pensamientos que desembocaban en una cama y con ambos sin ropa alguna.

-Estaba ayudando a los chicos -Le explicó rápidamente-. ¿Esperaste mucho?

Jenna negó.

-No, ¿nos vamos?

Luke la tomó de la mano y la guió hacia el comedor. Muchos se preguntarían como es que había logrado que Quirón y Dionisio no notarán su presencia... Dígamos que recibió un poco de ayuda mágica de su abuela. Ambas habían estado hablando los últimos meses y le había pedido su ayuda en ciertas ocasiones, y Tessa, su abuela, tan buena como siempre, accedió a su petición.

Todos podían verla como en realidad era. Todos menos el director del Campamento y el encargado de actividades.

Por lo menos tenía una preocupación menos.

Al llegar, ambos se sentaron en la abarrotada mesa de Hermes. Al ver que no había mucho espacio para ambos, Luke la dejó centarse en sus piernas. Pudo sentir como el aura del susodicho se oscurecía, era obvio que aquella posición los satisfacía a ambos.

Jenna aprovecharía la situación lo más que pudiera, así que cada vez que se daba la ocasión, se removía entre sus piernas: Casi de inmediato sintió como algo grande acariciaba entre sus piernas.

Sintió una respiración agitada en su hombro.

-Eres muy mala -le murmuró Luke. Su voz estaba mucho más grave de lo normal.

Jenna sonrió de lado.

-Pero no he hecho nada malo, capitán.

Algo pareció encenderse entre sus piernas y las manos de Luke apretaron sus caderas.

Jenna, apiadándose de Luke, dejó de moverse. Él pareció relajarse, pero su respiración aún era acelerada y su erección no pareció bajar ni un centímetro. Después de dar su ofrenda y que Luke desfilara con su erección ante todos los campistas, ambos desayunaron y siguieron con sus deberes.

Al nadie verla, la hija de Hades se encargó de preparar el picnic que había estado planeando desde hace días. Con un chasquido de dedos, la manta se tendió sola; las copas, platos y cubiertos se acomodaron perfectamente, las velas se encendieron, el florero se llenó de rosas rojas (sus favoritas) y un montón de bocadillos decoraron los platos.

Todo estaba listo para su cita.

Esa noche se encargaría de sacarle toda la información. Costara lo que costara.

Para cuando fue la hora de comer, Luke se encaminó hacia el claro que le había mostrado a su novia tiempo atrás. Era su lugar especial (a pesar de haber iniciado su relación hace menos de una semana), y estaba impaciente por ver a Jenna, su Jenna.

-¿Amor? -La llamó en cuanto vió las mantas con los cubiertos, pero no a ella.

Se impresionó de ver el cambio; había una gran manta color lila, un par de platos y copas vacías, flores y un montón de árboles decorados con listones de colores. Se había esforzado demasiado y de repente se sintió avergonzado de llevar solo un short caqui, sus viejas sandalias y una camisa naranja del campamento mestizo, desteñida por el tiempo- ¿Jenna?

Dió vueltas en el mismo sitio hasta que sus ojos captaron algo por el rabillo del ojo... Era Jenna, con un hermoso vestido con escote en forma de corazón. Llevaba unas mallas de triángulo y sus ojos estaban delineados como los de un gato. Las sombras parecían arremolinarse a su alrededor, pero para un hombre embriagado por el amor, éste hecho no era nada notorio.

Para él, se veía bellísima.

Jenna le sonrió y Luke se deslumbró con su mirada juguetona. De repente había olvidado como respirar y sus piernas empezaron a temblar. Lo guió hacia las mantas y le señaló su lugar mientras Luke seguía en un estado de shock.

Jenna acarició su mejilla con una mirada tierna.

-¿Ya saliste del shock, mi amor?

Parpadeó varias veces tratando de salir de su ensoñación. Aspiró aire y sus fosas nasales captaron un aroma sumamente placentero; era como las rosas y el... Cobre. No tenía ni idea de como es que ambas cosas podían oler tan bien juntas, pero era posible.

Sacudió la cabeza.

-¿Por qué es todo esto? -preguntó tratando de ignorar su abrumadora presencia (lo cual era complicado cada vez que lo veía con tanta profundidad)- ¿Celebramos algo en especial?

Jenna negó con la cabeza y su cabello negro como la noche, se movió con cada negación: Era una cascada de ondulaciones perfectas y salvajes.

-No.

-¿Entonces?

Ella apartó la mirada de su rostro, casi tímida. Logró captar el tono rojizo en sus mejillas.

El tiempo se detuvo cuando volvió a mirarlo. Sus ojos eran azules, estaba seguro, pero con la intensidad del sol, parecían dos constelaciones púrpuras.

-Solo... -empezó sonrojada-...creí que te gustaría.

Luke sintió algo cálido en su pecho, una sensación dulce y perfumada, pero al mismo tiempo su lado desconfiado pareció despertar, activando recuerdos desagradables que algún día le gustaría olvidar.

Entrecerró los ojos mientras tomaba una copa de vidrio que rápidamente Jenna llenó con expresión alegre. Era demasiado bueno para ser verdad, así que su lado desconfiado apareció como un viejo amigo que venía a visitarlo cada mes.

No debía confiar, pero mientras más veía los ojos ajenos, más difícil parecía serlo.

Poco a poco iba cayendo por ella.

Y le gustaba la sensación de estar a su merced.

-¿No te gusta? -Pareció decepcionada.

Entonces Luke se dejó caer en el vacío.

-¡Claro que sí! Es asombroso, Jenna.

Y fue allí cuando Luke Castellan, sin quererlo, se dejó caer por Adrienna di Angelo, la hija del señor de los muertos.

Que los dioses se apiadaran de él, porque Jenna no lo haría.

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Atte.

Nix Snow.

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