Capítulo 11: Familiaridad.
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—¿Cómo saben que no es una trampa?
—Cállate, Izzy.
—Es en serio, Alec, dijiste que parecía conocerla, tal vez lo hace y planea matarnos —Entrecerró los ojos con sospecha—. Incluso puede que sepa donde está...
—No lo creo —Jace eliminó sus esperanzas.
Izzy bufó.
—¿Cómo estás seguro?
—Porque si fuera así, no nos hubiera dejado venir a su departamento —Lo dijo como si fuera lo más obvio del mundo. A veces, solo a veces, Alec deseaba que cerrara la boca; algún día terminaría matando de una crisis—. Es solo de sumar dos más dos querida Isabelle.
Izzy lo fulminó con la mirada y estuvo apunto de acercarse a darle unas cuantas palabras que serían de todo menos amistosas, hasta que Magnus apareció por el pasillo con una caja de madera.
Todos voltearon a verlo.
—Esto —dijo señalando la caja que parecía ser muy antigua—. Me lo dió Adrienna.
Hubo un momento de silencio.
—¿Dónde la conociste?
Magnus lo miró con poco interés mientras abría la cerradura con una llave que colgaba de su cuello. Una sensación que identificó como curiosidad lo hizo estirar el cuello lo más que pudo. Sintió decepción cuando se dió cuenta que no funcionaba.
—No es relevante —Se los dijo como si no pasara nada por el hecho de que un cazador de sombras y un brujo fueran amigos. Imaginar la cercanía de ambos lo irritaba—. Lo único que deben saber es que ella me dió esto por si llegaba a suceder algo, o si necesitaba ayuda de alguna forma.
—¿Qué es? —Isabelle se acercó a la caja con el ceño profundamente fruncido. Su vestido blanco ondeó como la plata y las mangas del mismo la hicieron ver como las chicas de hace siglos que solían caminar por el mundo. Se parecía mucho a su madre— ¿Ella te lo dió? —Acercó su mano a la caja, parecía sorprendida.
—Fue un regalo por un trabajo que hice —Le restó importancia—. Una forma de pago.
Su estómago se revolvió de tan solo pensar en ella hablando con un brujo como Magnus. No la imaginaba conviviendo con alguien como él, tan excéntrico y llamativo, era demasiado que pensar en un solo día, además, quería creer firmemente que aquel brujo representaba todo lo que Adrienna odiaba de una persona.
Más sin embargo, a pesar de que creía que era así, la vida le hizo ver nuevamente que no la conocía en lo más mínimo. Tal vez fue eso lo que le dió el coraje para acercarse a la caja para observar su enigmático contenido.
A primera vista, no había nada de valor dentro de ella hasta que mirabas con mayor atención y tus ojos se enfocaban en algo brillante y lustroso con la forma de...
—Una moneda —dijo Jace sin poder creerlo, y se sorprendió cuando se dió cuenta que no lo vió llegar a su lado—. ¿Por qué te dejaría una moneda?
Magnus lo miró como si fuera un estúpido.
—No es lo que es, es lo que representa —Le frunció el ceño mientras cruzaba las piernas y hacía aparecer un cóctel violeta con toques azules. Parecía tener cierta fijación por el azul y el violeta; notó Alec mientras observaba la decoración—. Esa moneda sirve para encontrarla, al menos hasta donde sé, podrían verla y preguntarle donde está.
—No funcionará —Alec frunció el ceño con frustración—, dijo que lo más seguro era que la dejáramos en paz. No nos dirá donde está.
Izzy se removió incómoda en su sitio. Seguía culpándose por no poder ayudar a que Adrienna se quedara.
—Entonces déjenla en paz.
—No podemos —Le dijo Jace con una inquietante seriedad que era impropia de él.
Magnus alzó la ceja.
—¿Por qué no pueden? —preguntó como si en verdad le importara, pero sus ojos demostraban lo aburrido que estaba.
Izzy miró a Alec de reojo y éste apretó los puños.
—Es nuestra amiga —dijo Izzy haciéndose escuchar en la habitación—. No podemos abandonarla.
—No pueden —Estuvo de acuerdo—, pero tampoco pueden obligarla a volver. Adrienna estará molesta si se enterara que intentan encontrarla. Si ella vuelve, será por su propio pie.
Tal vez aquello era algo que ninguno de ellos pensó con antelación, tal vez fue algo que nadie de ellos quería aceptar, pero Alec sintió amargura cuando escuchó la verdad en boca de un extraño.
No era fácil que un desconocido te dijera las cosas tal y como son.
—¿Y tú qué sabes de ella y lo que piensa? —Las palabras salieron como el veneno, tan duras y frías que hasta él mismo se arrepintió de soltarlas, pero ya las había dicho y no cambiaría de parecer, se vería débil e inseguro de su parte.
Los ojos gatunos se fijaron en él, lo miraron por unos cuantos segundos y Alec pudo jurar que lo miró con burla. La sangre se le subió a la cabeza, detestó esa mirada desde el momento en que chocó con la suya, lo peor es que no sabía el porque.
—Los pequeños Nefilim como ustedes siempre creen que tienen la razón, más sin embargo, déjenme decirles que no son los únicos amigos de la bella Italiana.
La sangre de Alec hirvió de solo escucharlo.
—¿Sabes cómo llegó al Instituto? —preguntó Jace.
Sus ojos cambiaron a azules, tan enigmáticos, tan llamativos.., eran como los de Jenna.
—Sé mucho más que éso —reconoció—. Pero no pienso contar nada que ella no deseé.
Y mientras el trío de Cazadores de Sombras se marchaban de la casa del brujo con las energías desinfladas y los pensamientos nublados, con más preguntas de las que tenían en un principio y un par de corazones rotos que tardarían años en sanar, Alec tuvo la sensación de que algún día, sin esperarlo o quererlo, tal vez y solo tal vez.., Jenna volvería a sus vidas.
(***)
—El chico y la madre siguen desaparecidos después del terrible accidente de coche por Eileen Smythe... —Leyó Adrienna con una mueca en los labios mientras desayunaba su malteada de chocolate favorito un lunes por la mañana—...Sally Jackson y su hijo Percy siguen desaparecidos una semana después de su misteriosa desaparición. El incendiado Camaro del ’78 de la familia fue descubierto el pasado Sábado en el norte de Long Island con el techo arrancado y el eje delantero roto. El coche había dado vueltas y había patinado unos cien pies antes de explotar...
—¿Es en serio? —preguntó Zulema, una chica con la que se había estado viendo la última semana. Ambas habían concordado en varías cosas y Jenna había descubierto que tiene la visión. No muchos mortales tenían ese don— Escuché a una señora esta mañana diciendo que el chico era un drogadicto.
Adrienna se mordió el labio inferior tratando de no decir nada ofensivo al respecto. ¿Cómo le explicas a una mortal que aquel chico fue atacado por alguien que intentaba incriminar a su padre, que casualmente resultaba ser el dios del Inframundo?
Su pequeña mente colapsaría en la locura, y si era sincera, no quería recibir una visita de alguien tan horriblemente irritante como Dionisio. Ya tenía suficiente con el problema que resultaba ser ese pequeño hijo de Poseidón.
—¿...y qué piensas?
—¿Cómo?
Zulema rodó los ojos.
—Que si quieres ir a la fiesta de esta noche, iré con algunos amigos y me dijeron que podía llevarte si así lo querías —Empezó a contar con desinterés, pero incluso Adrienna quien no solía poner mucha atención en los sentimientos ajenos, notó que había cierta esperanza en sus ojos.
Sintió pena.
—No puedo.
—¿Por qué?
—Estaré ocupada.
—¿Con qué? —Insistió.
Adrienna bajó el periódico tratando de no perder la paciencia. Siempre que aquello sucedía.., cosas malas pasaban.
—Cosas personales.
—¿Necesitas ayuda? Puedo no ir si así lo quieres —Volvió a intentar.
—No es necesario que pares tú vida por cosas sin importancia —Le expliqué.
—Es tú vida, claro que me importa —Le sonrió cálidamente y de pronto Adrienna se sintió incómoda a su lado. Se estaba volviendo un panorama muy personal.
—Mira, Zulema...
—Puedes llamarme Zule, o Zul... —Jenna la miró con el ceño fruncido—...o n-no... no es necesa-ario que lo hagas...
—Zulema —remarcó con dureza—. Todo esto fue divertido, la última semana fue interesante y ambas la pasamos muy bien —Los ojos de la menor brillaron con ilusión—, pero nada más. No somos pareja. No estamos iniciando una relación y mucho menos te obligué a hacer algo que no querías.
Los ojos de Zulema se llenaron de lágrimas y una presión en el pecho la hizo querer huir de aquella cafetería. Odiaba la hora de dejarles las cosas en claro, la hacía sentir mal la manera en que trataban de aferrarse a ella. Decían que ser el rechazado era una mierda, pero nadie hablaba de la sensación de ser el que decía que no.
No era una sensación agradable y eso es lo que detestaba de sí misma, jamás podía permitirse aferrarse a alguien, no cuando ella sabía que terminaría dejándolo, o que él u ella la dejarían sola, así que prefería simplemente alejarse.
Era lo mejor.
—Pensé que podíamos iniciar algo juntas...
—Lo siento, no quise ilusionarte.
Su cabeza se levantó como resorte y sus ojos se llenaron con algo muy parecido al odio.
—¡Pero lo hiciste!
—No hagamos una escena —Se quejó—. Detesto que hagan esto.
—¡Eres una hipocrita! —exclamó furiosa, las personas empezaron a mirarla como una loca por la escena que estaba formando. Aventó la malteada de Jenna lejos de su alcance y la susodicha bufó mientras se cruzaba de brazos. No la había terminado— ¡Sabías que me gustabas!
—Tú también me gustas —Se encogió de hombros—, de otra forma jamás hubiera aceptado tener sexo contigo.
—¡Eres una perra!
—Y tú una zorra con buenas tetas —Le gruñó poniéndose de pie, la menor dió un paso atrás temerosa—, pero no significa que por ello deba enamorarme de ti. No seas infantil y solo siéntate.
—Te odio —murmuró. Tomó su bolso y se marchó sin voltear atrás.
Sinceramente, no entendía porque algunos mortales hacían tanto escándalo, desde un principio le aclaré que solo sería sexo, nada más.
—¿Todo bien, señorita?
—¿Me trae la cuenta? —suspiró mientras se despeinada el cabello y miraba su chaqueta llena de malteada. Estaba arruinada.
(***)
Cuando Percy salió de la casa grande, sin darse cuenta, sus pies lo llevaron al lago. Se pasó el resto de la tarde allí, ni siquiera fue a cenar, el apetito se le había cerrado y solo quería estar solo. No faltaba mucho para que oscureciera cuando por un instante, por el rabillo del ojo, captó algo.
Era como una sombra, como cuando miras por el rabillo del ojo y notas algo que no debería estar allí. Al voltear, lo único que logró captar fue un torbellino oscuro.
—Hola.
Se sobresaltó y tiró la espada de tenía en las piernas. El acero se crispó contra la arena y por poco lo corta.
—Lo siento —Era una chica de largo cabello negro, sus ojos eran azules, pero no de un azul normal, era uno mucho más profundo. Tal vez como el de un cristal—. No quise asustarte.
—No me asusté —Se recompuso rápidamente, no pensaba hacer el ridículo enfrente de una chica—. Solo no lo esperaba.
Pudo notar un atisbo de sonrisa, pero creyó imaginarlo cuando vió que lo miraba con ojos curiosos, lo miró de lado y sus ojos brillaron con algo que no supo identificar. Tal vez confusión.
—¿Eres Percy Jackson?
Percy parpadeó varias veces.
—¿Cómo lo sabes?
—Me han hablado de ti.
Evitó decir que no conocía a nadie más que no fuera de la cabaña 11, a un sátiro que ama las enchiladas, un centauro que se sentaba en una silla de ruedas y un dios que trataba de emborracharse con Coca-Cola Light.
—¿A sí? —dijo con poco interés mientras tomaba una piedra en sus manos y la lanzaba al lago— Espero que cosas buenas.
Ella sonrió. Percy juró que nunca vió una sonrisa tan bonita, sintió como la sangre se acumulaba en sus mejillas. La chica era muy bonita, pero seguía sin decir su nombre.
—Algo así —No específico—. Me han dicho que eres bueno con la espada.
Percy hizo una mueca.
—Pues te han mentido —dijo con malhumor—. No soy bueno con la espada, ni con el arco, ni con la lanza. No soy bueno en absolutamente nada.
Notó como se creaba un largo silencio y pensó que ya se había ido cuando volvió a hablar.
—No creo que seas malo en todo —Parecía sincera. Se sentó a su lado mientras tomaba sus piernas entre sus brazos, sentada, parecía más baja y podía ver su rostro con mayor claridad. Si antes creía que era bonita, ahora caía en cuenta de su error. Era muy hermosa, tal vez era una hija de Afrodita—. Todos somos buenos en algo. Nunca he conocido a un solo semidios que no tenga su propia especialidad.
—Pues acabas de toparte con uno.
La chica lo miró con el ceño fruncido y solo así notó el fulgor oscuro de una espada que reposaba en su cintura. Era larga y delgada, perfecta para una mano rápida y certera. Su empuñadura era negra y tenía el nombre escrito en griego.
Καταιγίδα.
Las letras se tradujeron en su cabeza sin mayor esfuerzo: Kataigída, que significa Tormenta.
«Bonito», pensó.
Por alguna razón, pensó que tenía algún sentido, aunque no supo el porque. Pero aún así, la espada lo hizo estremecer al verla por unos cuantos segundos de más. No parecía que fuera normal.., como si fuera hecha de...
—No —Negó con la cabeza mientras interrumpía sus pensamientos—. Lo que pasa es que tienes una horrenda autoestima que te hace pensar que eres malo.
—¿Cómo puedes saberlo?
—Porque se muchas cosas —Le dijo con seguridad—. Y sé que serás alguien muy interesante.
En ese momento no lo sabía, pero probablemente fue ella quien lo impulsó a seguir adelante a pesar de todos los problemas que estaba apunto de enfrentar en los próximos años.
Fue ese día en el que nacería su extraña fascinación por la enigmática hija de Hades, el ángel de la muerte que muchos temían conocer.
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Ya llegué 7u7
¿Alguna sugerencia para el próximo capítulo?
60 votos y 30 comentarios para volver a actualizar :v
Capítulo dedicado a @Martalzquierd quien fue la primera en comentar el capítulo anterior :D
El próximo capítulo se lo dedicaré al comentario que se me haga más interesante (tipo análisis o algo así :v), para que se la piensen al comentar xD
Atte.
Nix Snow.
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