Capítulo 1: Un nuevo comienzo.
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—¿Mamá?
Adrienna despertó con la respiración agitada. Su corazón no dejaba de palpitar violentamente mientras el sudor cubría su rostro.
Se removió incómoda entre los brazos del chico con el que había pasado la noche. Su piel desnuda rozó la ajena y el brazo masculino la rodeó de la cintura protectoramente. Un cosquilleo la recorrió de arriba a abajo. La fricción de sus cuerpos era deliciosa, pero se obligó a apartarse.
Se sentó, cubriéndose el pecho con la fina sabana de lino. Cerró los ojos, intentando recordar todo su sueño. Solo recordaba la voz cálida de su madre llamándola, sollozos de dolor y un buque de guerra. Era un borrón de lo más horroroso.
Un brazo la rodeó, nuevamente, sin dejarla escapar.
—¿Estás bien?
Se obligó a sonreír, aunque no le salió del todo bien.
—Sí —contestó Adrienna—. Solo fue una pesadilla.
El cabello rubio le picó en los hombros mientras el chico besaba su espalda. Sus labios dejaron un camino de mordiscos hasta su clavícula, donde se detuvo y puso mayor atención en esa zona. Con sus manos acarició sus muslos y cerró los ojos mientras empezaba a sentir un nuevo cosquilleo, pero esta vez en un área mucho más baja.
—Luke… —murmuró con la voz ronca por el sueño.
Sintió como sonreía aunque no podía verlo.
—Volvamos a dormir —le dijo Luke—. Vamos.
Ambos se recostaron en la enorme cama que habían rentado esa noche. Desde meses atrás, aquellos encuentros se habían vuelto habituales. Se veían en moteles de una sola noche, incluso tres o cuatro días seguidos encerrados entre esas paredes blancas. Hablaban y hablaban por horas, se besaban sin parar hasta que los labios le temblaban y tenían largas sesiones de sexo.
En cuanto Adrienna decidió renunciar a su título el verano pasado, había decidido hacer todo lo que en verdad deseaba hacer. Afortunadamente, Tessa le había dado el visto bueno.
—Es hora de que vivas tu vida —le había dicho.
Así lo hizo.
Eligió seguir viéndose con el hijo de Hermes, aún cuando sabía que intentó asesinar a Percy Jackson.
Al recordar al crío de Poseidón, no podía evitar fruncir el ceño con molestia. Siempre sentía amargura cuando lo recordaba.
¿Y cómo se suponía qué debía sentirse cuándo el chico que comenzaba a gustarle le había aclarado que no deseaba una relación amorosa especialmente con ella?
Bueno, tal vez estaba exagerado un poco. Él no había dicho nada sobre que no deseaba estar cerca de ella, pero sí había afirmado que estaba muy confundido. En conclusión, la mandó directamente a la banca sin siquiera meditarlo.
Estaba tan jodidamente molesta.
«¿Fue por ese niño que arriesgué mi vida?» se preguntó con amargura.
Estaba claro que los rostros más inocentes podían ser igual de venenosos que el resto. No decía que era algo fatal, pero el ser rechazada por un crío de doce años en verdad la dejó mal. Jamás, pero en verdad J-A-M-Á-S, la habían alejado. Normalmente querían sexo o deseaban ahondar en sus sentimientos, y de repente llegó ese niño que no quería absolutamente nada más que una amistad…
Lo detestaba.
Luke acarició su cabello y finalmente pudo relajarse. Sus manos callosas por los entrenamientos tenían anillos de plata y sus largos dedos siempre estaban rozando su piel helada, intentando infundirle un calor que jamás obtendría.
Le gustaba que fuera cariñoso, aunque no en público.
Suspiró al recordar como es que había llegado hasta allí, después de que Luke le revelara sus planes y decidiera dejarla aún lado para que no saliera "herida".
—Eres muy importante para mí —le había dicho aquel día en la playa, mientras ambos estaban recostados en una manta y se veían directamente a los ojos—. No puedo perderte.
Aunque nadie lo creyera, Adrienna no estaba enamorada. Luke le gustaba mucho, incluso podía llegar a decir que le fascinaba como nunca antes lo había hecho alguien más… pero simplemente no podía amarlo; tal vez era porque su existencia, su sola presencia, parecía demasiado efímera.
Algo le decía que tarde o temprano, algo saldría mal.
—Te quiero —murmuró Luke en su oído, tal vez creyendo que no escucharía. Pero estaba equivocado.
No dijo absolutamente nada por unos cuantos segundos hasta que sintió como su respiración se relajaba y su pulso iba más lento.
Contuvo el aliento y cerró los ojos, intentando dormir.
—Yo también te quiero.
(…)
—¿Te sientes bien? —preguntó Tessa cuando la vio distraída, parecía preocupada por su expresión iracunda.
—Estoy excelente —dijo Adrienna con expresión agria, obviamente mintiendo—. ¿No nota mi mirada relajada?
—Honestamente pareces estreñida.
Adrienna bufó.
—¿Qué quieres saber? —le preguntó, notando su mirada curiosa clavada en ella mientras ambas tomaban de su té de manzanilla— Pregunta.
—¿Qué tal van las cosas con tu padre? —preguntó lentamente, como si creyera que el tema pudiera hacerla echarse a llorar.
Alzó ambas cejas, sin entender su punto.
—¿Hablas de si ya no me odia?
—Hades no te odia.
—Díselo a las ordaz de monstruos que envía para asesinarme —gruñó, dejando caer el libro empastado en cuero que hablaba de todos los remedios para heridas graves por demonios, número #5; y la mesa tembló ante el peso—. Está intentado hacerme cambiar de opinión. Intenta meterme el suficiente miedo como para querer regresar con la cola entre las piernas.
—¿Piensas hacer algo? ¿Tal vez hablarlo?
—No —Hizo una expresión de total asco—. Soy una hija de Hades, no me doblegaré por él. No por un dios manipulador hijo de puta.
Se escuchó un trueno en el cielo y Tessa la observó con el ceño fruncido.
—Deberías tener más cuidado con lo que dices —le advirtió—. No todos los dioses son tan benevolentes.
—Yo te dije eso —refunfuñó—. Además, sabes que ningún dios puede tocarme un solo cabello.
—Un dios no —dijo Tessa, con voz seria—. Pero cualquier mestizo puede llegar a retarte y no siempre podrás ganar todas las peleas. Llegará un momento en que estarás cansada y desearás que todo termine.
Quiso reír o llorar, lo que sucediera primero. ¿Cómo explicarle a su abuela-amiga qué llevaba con el mismo deseo por casi un siglo?
—Ambas sabemos que mi energía nunca se va —le recordó mientras seguía leyendo el libro que acababa de sacar de la estantería.
—Pero no quita el cansancio.
—No lo hace —le aseguró, y sus ojos se clavaron en los grises—. Pero me hace más fuerte que cualquier mortal común.
Tessa la miró con negativa, casi apenada.
—Oh, querida. Pero si solo vas setenta años en este mundo… y llegará un momento en el que solo querrás sentarte y cerrar los ojos.
—Siempre quiero cerrar los ojos —le alzó ambas cejas—. Tal vez así todo sería más fácil.
Tessa la observó con amargura.
—¡Nada de eso!
—Está bien —bufó—. No por ahora, al menos.
—¡Adrienna Weigal Herondale!
Odiaba su segundo nombre.
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Pregunta del día:
¿Qué esperan de esta parte?
Atte.
Nix Snow.
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