Divergente

Que hoy recorten la duración de cada clase a la mitad es por igual una bendición y una maldición. No extrañaré ninguna de las materias de hoy, pero acabar con ellas hace que el peso de la realidad se haga más y más notorio, hasta dejarme sentado en una esquina del comedor con mi gorrión de madera como única compañía. Kyungsoo ya ha abandonado la estancia con el último grupo de diez para realizar su prueba. Nos despedimos como si se tratara de una salida como la de cualquier día, y no como si nuestro futuro ideal estuviera a punto de ser revelado. De igual forma, a Kyungsoo no le supone un problema, al menos jamás lo ha externado, y por lo que yo sé, sigue siendo así.

El resto de chicos en el comedor no son más que un montón de manchas coloridas de las que provienen multitud de voces cuyas palabras no puedo ni quiero entender. Cuando parece que el reloj va a degollarme con el movimiento de sus manecillas, finalmente recibo el llamado. Me conducen a una serie de salas en las que nunca he estado, pues son utilizadas únicamente para la prueba. Me asignan la sala nueve, y yo entro después de esconder el collar dentro de mi camisa para dejar de jugar con él.

—Buen día —digo, sin saber a quién me dirijo, pues prefiero concentrarme en inspeccionar la habitación. La pared de enfrente es un enorme espejo, más claro y limpio que cualquier otro. En el centro hay un asiento similar al que usan los dentistas, un poco alto para mí gusto, unido a una máquina por varios cables. Frente a la computadora, un chico vestido de negro, con el cabello rizado del mismo color y rostro serio realiza algunos ajustes. No parece mucho mayor que yo, por lo que me extraña que se encuentre supervisando una prueba de aptitud, pero ni qué decir.

—Hola —dice él, sin mirarme —. Siéntate, por favor.

Aprieto los labios mientras hago lo que me pide. El asiento es cómodo, y en efecto su altura me resulta molesta, aunque nada grave.

—Mi nombre es Jongdae, dirigiré tu prueba. Si estás asustado te digo que no duele ni un poco, quizá te marees al terminar pero apenas y lo sentirás.

—Descuida, no estoy asustado, solo un poco impaciente.

—Bien, entonces empecemos de una vez.

Jongdae se voltea para tomar algo de encima de la mesa, y es en ese momento que veo el asomo de un tatuaje sobre su nuca.

—¿Qué es? —pregunto, sin pensarlo dos veces.

—¿El qué?

—Tu tatuaje.

Una sonrisa ladina se instala en su rostro y sus ojos me recorren de arriba a abajo.

—Si volvemos a vernos, te lo diré. Ten, bébelo.

Me da un vaso pequeño con un líquido azul en el interior. No tiene aroma, así que ni idea de lo que contiene.

—Buena suerte.

Devuelve su atención a la computadora y yo me tomo dos segundos antes de beber el vaso hasta el fondo. El líquido tampoco tiene sabor, pero es sumamente pesado, y me obliga a respirar profundamente y cerrar los ojos.

~

Me despierto de pie en una sala completamente vacía, que además parece no tener final. Una luz amarillenta lo cubre todo. Miro en todas direcciones antes de ponerme a caminar, en espera de lo que sea que me aguarde aquí.

—¡Hey! —llama alguien detrás de mí, y no tengo que pensar mucho para darme cuenta de algo: es mi propia voz la que ha hablado. Desconcertado, me doy la vuelta y me encuentro con dos mesas de cristal en frente de mí, una tiene un trozo de queso, la otra un cuchillo afilado y brillante.

—Elige —repite mi voz, inquietándome aún más.

—¿Qué voy a hacer?

—Solo elige —esta vez, “mi” tono es entre molesto y desesperado.

No veo qué podría querer hacer con un cuchillo, así que me apresuro a tomar el trozo de queso, frío y duro.

Un gruñido me hace voltear nuevamente. Un perro enorme y marrón con ojos color ámbar está mirándome como si quisiera comerme. Creo que he hecho la elección correcta. El animal se acerca lentamente y ha empezado a ladrar. No me preocupo mucho, me enfoco en hacer movimientos lentos y suaves, así como evitar el contacto visual con el perro para que no se enfurezca. Me pongo sobre una rodilla y le extiendo el queso con cuidado, en poco tiempo, lo tiene entre sus dientes y deja de gruñir. Parece que lo disfruta. Sonrío y comienzo a acariciarlo tranquilamente, alegrándome de no haber elegido el cuchillo.

—¡Perrito! —grita alguien a lo lejos.

Miro detrás del animal y veo a una niña con un vestido amarillo observando la escena con emoción. Le hago señas para que se acerque a jugar con el perro, pero comienza a correr a toda velocidad. Abro la boca para decirle que se detenga, pero es demasiado tarde. El perro se ha vuelto a enfadar y ha empezado a gruñir nuevamente, para después correr en dirección a la niña, que huye, aterrada. Tardo en reaccionar, pero me pongo de pie y corro lo más rápido que puedo, hasta lograr darle alcance al animal lanzándome sobre él. En  vez de golpear el suelo, lo atravieso como si fuera agua y esta se me mete a los ojos. Cuando vuelvo a abrirlos, tanto el perro como la niña han desaparecido.

Ahora estoy sentado en un autobús, con gente de todas las facciones, y a pesar de que hay asientos libres, algunos están de pie. Parece que hay tráfico, lo cual es extraño, porque en la ciudad casi no hay coches, prácticamente nadie posee uno, así que un atasco es imposible. Como el asunto me da mala espina, me pongo de pie, pero en el camino me choco con un hombre de Verdad, vestido con el blanco y negro tradicionales de su facción. Está leyendo el periódico, en la primera plana leo las palabras “¡Asesino en serie finalmente capturado!”. Trago saliva con dificultad. Asesino… esa palabra está casi en desuso, el último se remonta a hace casi veinte años, más de lo que yo he vivido siquiera, no puede…

—¿Conoces a este tipo? —pregunta el hombre, señalando la foto de la nota. Me suena de algo, hay algo en su rostro… pero no confío en decírselo al hombre.

—¡Lo conoces! —exclama, arrugando el papel entre sus dedos. Definitivamente no voy a decírselo, sería un grave error, lo sé.

—No, no es así…

—¡Mientes! ¡Mientes, mientes, mientes!

—¡No es así!

—Si lo conoces podrías salvarme ¡Dímelo!

—¡Le he dicho que no lo conozco! —sentencio, más decidido que nunca.

~

Despierto entre sacudidas. Las manos me sudan y el miedo se drena de mi pecho para darle paso a la culpa. Jongdae me mira con preocupación y algo que no logro distinguir, miedo o decepción ¿Habré fallado la prueba? ¡Ni siquiera sabía lo que sucedería! No tenemos permitido prepararnos para esto ¿Cómo podría saber nada?

—Levántate, Baekhyun, tienes que salir ahora mismo.

—¿Qué? ¿Por qué…?

—Ahora, vamos.

Me ayuda (o me obliga) a ponerme de pie y me conduce hasta la puerta opuesta a la que usé para entrar. Es casi seguro que he fallado, seguramente no encajo en ninguna facción, terminaré como un abandonado, me separarán de mi familia y del resto de la sociedad para evitar que me convierta en un estorbo para los demás ¿De verdad soy tan mala persona?

—Espera, espera, espera —suplico, antes de que consiga abrir la puerta y lanzarme fuera al pasillo — ¿Cuál fue mi resultado?

—De verás, no tenemos tiempo, debes irte antes de que venga el supervisor…

—¡No! Jongdae, por favor, necesito saber mi resultado.

Jongdae resopla y se asegura de que no venga nadie en camino. Después se tranquiliza un poco y me sostiene por los hombros antes de hablar.

—La prueba… no funcionó contigo.

Abro los ojos y es como si mis pies se hubieran pegado al suelo.

—¿Qué? No, no eso no puede ser, yo…

—Escucha, no es la primera vez que sucede, pero es sumamente raro. Le dicen divergente.

—Divergente… —repito, con los labios temblorosos.

—La simulación no pudo descartar más de dos facciones, lo normal es que las descarte todas y deje solo una, pero tú, de acuerdo a esto, podrías estar en Cordialidad, Abnegación u Osadía.

—Osadía…

—Si preguntan, tu resultado fue Cordialidad porque eso fue lo que ingresé manualmente.

Probablemente no debería gritar, pero no puedo aceptar ninguna palabra de lo que ha dicho, simplemente no puedo.

—¿Y ahora qué se supone que debo hacer? La ceremonia de elección es mañana ¿Cómo sabré a qué facción debo ir? Se suponía que la prueba me lo diría, esto debe ser un error, volveré a…

—No es un error. Ya te lo dije: la prueba no funcionó para ti.

Respiro de forma agitada. Mis ojos están llenándose de agua y no paro de sudar.

—Óyeme bien: no puedes decirle esto a nadie, y no hablo sólo de seguir las reglas. Nadie puede saber lo que eres ¿Está claro? A partir de ahora, si quieres sobrevivir tendrás que esconderte en una de las facciones y fingir que eres como cualquier otro. No me importa cuál sea, sólo asegúrate de que nadie se entere jamás ¿Comprendes?

A punto de llorar, me las arreglo para asentir rápidamente con la cabeza. Jongdae abre la puerta y me despide con una mano en el hombro, no deja de mirarme a los ojos hasta que la puerta se interpone entre los dos y me quedo solo en el pasillo para secarme las lágrimas y pasarme la mano por el cabello.

Divergente.

~

Después de mi prueba, el resto del día pasó sin que yo estuviera del todo presente. Recuerdo haber estado quince minutos sentado en un sillón del vestíbulo, estrujando al gorrión entre mis dedos, repitiendo aquella palabra que ahora debía llevar como un tatuaje sobre mi ser que podía ser revelado al resto si no me cuidaba lo suficiente. Recuerdo también ver a Park Chanyeol a lo lejos, observándome momentáneamente, y yo apartando la mirada de él casi de inmediato, temeroso de que descubriera lo que ocultaba. Afortunadamente, Kyungsoo apareció no mucho después para irnos a casa. Yo no le dije mis resultados y él tampoco me dijo los suyos. De vuelta en Cordialidad, antes de tomar caminos separados, me abrazó fuertemente de imprevisto y nos quedamos así por varios minutos. “Nos vemos mañana.” Me dijo en cuanto nos separamos, y yo no hice más que asentir con la cabeza. Si a Kyungsoo le pareció raro, no me lo dijo, y yo le agradecí internamente por ello.

Ya en casa, me esforcé como nunca por mantener una sonrisa y el ánimo en alto, como debí haber hecho desde siempre. Cené con mis padres una comida exquisita, digna para una ocasión tan especial como aquella. Cantamos y bailamos, nos abrazamos y conversamos largo y tendido, recordando los días en que aún era un niño pequeño que no podía dejar de robarse verduras de la mesa y arriesgarse de más en los juegos con Kyungsoo. Recibí un beso de buenas noches de parte de ambos y me fui a dormir con un único pensamiento en mente.

Mañana tendría que dejarlos.

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