XII- La tirolesa.

Cait estaba sentada en el pasillo cerca del dormitorio, su espalda apoyada contra la pared, sus piernas flexionadas delante de ella, abrazadas por sus brazos. No había podido dormir, nadie había podido, lo peor era que les habían dado el día libre para lidiar con la impresión de lo que había pasado, lo cual significaba más tiempo para pensar. Pensar era lo que Cait quería hacer menos. Su cabeza dolía, su nariz impregnada con ese olor metálico a sangre que ella seguía sintiendo en el dormitorio, aun cuando había limpiado el suelo hasta que le dolieron las manos y en la mañana alguien había echado lejía. Estaba en su cabeza y ella lo sabía, pero eso no lo hacía menos torturador.

—¿Cait? —la voz familiar llamándola con suavidad la hizo alzar la mirada, el rostro sutilmente vivificante de Ekko mostrándose ante ella —Te ves como la mierda —comentó él, haciendo que Cait sonriera a medias.

—Llevo una noche larga —respondió ella, su cabeza apoyándose en la pared en un gesto cansado.

—Sí, lo sé, escuché lo de Yasuo —admitió él con expresión apenada —Oye, ¿quieres venir con nosotros? Vamos a salir del complejo.

—Pensé que no podemos salir —dijo ella, dudosa de lo que Ekko decía.

—Se supone, pero esto es un ritual de iniciación que hacen todos los años, solo es para los nacidos en Osadía que tengan hermanos mayores en la facción, pero creo que puedes acompañarnos sin que se den cuenta, solo tienes que actuar normal —explicó Ekko con una sonrisa. Cait se lo pensó unos instantes, sí se quedaba lidiaría con todos sus compañeros hablando del mismo tema, con Marcus y su sonrisa triunfadora, en cambio, ir con Ekko podía significar una distracción, una mejoría.

—Está bien, vamos —accedió Cait, poniéndose de pie y siguiendo a Ekko a la carrera por los pasillos que ella no conocía —¿Y qué vamos a hacer? —preguntó ella cuando vio que más iniciados de Osadía se unían a ellos.

—Algo peligroso —contestó Ekko con una sonrisa vivaracha que denotaba emoción.

Cait sonrió ante esa respuesta, siguiéndolo sin problemas. Cogieron un atajo por los pasillos que conducían por las salas de armas, donde los trabajadores de Osadía construían las armas que ellos usaban para resguardar la valla, doblaron por las más recónditas curvas, intentando evitar a toda costa a cualquier instructor o superior, hasta que llegaron a uno de los patios de los edificios que conformaban el complejo.

—La escalera trasera siempre está disponible —comunicó Ekko, sonriente mientras le señalaba la escalera que se alzaba por toda la pared del edificio hasta la cima.

Cait asintió con la cabeza, corriendo al ritmo de los demás y haciendo fila para ir subiendo, aferrándose a los barrotes cuando fue su turno, su cuerpo moviéndose con fluidez y fuerza, un pie después de otro de forma continua y veloz, nada que ver con la chica que había subido la escalera de la noria en el juego de Osadía de las banderas. Cuando llegaron a la cima, Cait se encontró en uno de los techos de los edificios que rodeaba el agujero del centro por el que ella había saltado de primera el día en que había llegado. Se sentía como si eso hubiese pasado hacía años.

—¿Qué hace la cerebrito aquí? —preguntó burdamente un muchacho, caminando hacia ella.

—Retrocede, Sett, ella vio al chico como le apuñalaban el ojo, merece un descanso —espetó Ekko, parándose protectoramente delante del pelirrojo, como un escudo para Cait.

—Está bien —cedió Sett, levantando ambas manos en un gesto de paz y retirándose con los demás.

Ekko le sonrió a Cait y le hizo una señal para que avanzara, recorriendo toda la coronilla del techo, llegando hasta el andamio que se elevaba unos metros antes del techo al que ella había saltado el primer día, saliendo del tren de la mano de Diana. Las vibraciones bajo sus pies la hicieron sonreír, se sentían familiares, conocidas. Todos estaban apilados unos contra otros, el viento golpeándolos con fuerza mientras las vibraciones aumentaban, hasta que los focos del tren se mostraron. No había llegado a ellos, pero todos empezaron a correr, hasta que el tren los alcanzó, posicionándose paralelo a ellos.

Los primeros en saltar y abrir las puertas de los vagones fueron los osados que los acompañaban, luego empezaron a entrar los iniciados, Ekko saltando delante de Cait, quien sintió como los que venían detrás la empujaban. Estaba rodeada de osados y nacidos en Osadía, no podía fallar. Saltó, sujetándose con una mano el asidero e impulsándose rápidamente hacia dentro, sintiendo las manos de Ekko recibiéndola, ayudándola a mantener el equilibrio antes de apoyarla contra la pared, poniéndose a su lado y ambos deslizándose hacia el suelo.

—¿A dónde vamos? —preguntó Cait, sintiendo como el tren aceleraba considerablemente.

—No lo sé, Claggnor nunca me lo ha dicho —respondió Ekko, encogiéndose de hombros en un gesto despreocupado.

—¿Claggnor? —preguntó Cait sin comprender.

—Mi hermano mayor, soy hijo adoptado —explicó Ekko, por un instante Cait creyó haber tocado un tema delicado, pero la sonrisa relajada de Ekko le hizo saber que él no lo veía así, por lo que se relajó.

La verdad era que no se parecían, y no por lo obvio, que sería el físico, sino en la actitud. Claggnor, en lo poco que Cait lo ha visto, era más centrado, lento y silencioso, mientras que Ekko era ruidoso, risueño y bromista.

—No se dice nunca, ¡no hay que arruinar la sorpresa! —gritó una chica rubia de piel olivácea que Cait tenía en frente, la mujer le sonrió y estiró la mano hacia Cait, inclinándose hacia adelante —Soy Rell.

—Yo soy… —intentó responder Cait, inclinándose igualmente y dándole la mano a la muchacha.

—Sé quién eres, la cerebrito, Cait —interrumpió Rell, su mano sujetando el agarre en la de Cait, quien devuelvió firme el apretón de manos, sabiendo que en ese gesto, ella ganaba, pues no cedió y esperó el tiempo suficiente para hacer sentir incomoda a la otra, haciendo que esta fuera la primera en hacer un gesto para soltarse. Su espalda vuelvió a pegarse a la pared del vagón cuando el apretón terminó —Vi me ha hablado de ti —añadió la rubia y Cait sintió el aire congelarse en su garganta.

—¿De mí? ¿Qué te ha dicho? —preguntó, su voz marcando un tono más emocionado del que ella quería originalmente, por suerte logró mantener una expresión serena mientras hablaba.

—Que eras su iniciada y que eras una cerebrito —respondió Rell encogiéndose de hombros, mirando a Cait y luego ladeando la cabeza, una sonrisa insinuante y traviesa asomándose —¿Qué más tenía que decirme?

—Más nada, solo que si mi instructora anda hablando de mí por allí, me gustaría saber qué dice —contestó Cait, manteniendo la expresión imperturbable y aferrándose a ese aire indiferente —. ¿Ella no viene a esto?

—Ella nunca viene, supongo que ya se haya cansado de las tonterías osadas en busca de un chute de adrenalina. Ya sabes, como hay pocas cosas a las que le tenga miedo, no es de impresionar —explicó casualmente Rell.

El saber que Vi no iría hizo que la emoción en Caitlyn bajara, pero con esa información había dos cosas más que sabía. Primero, nadie parecía tener en claro cuáles eran los miedos de Vi, y segundo, si Vi no venía y ellos habían tenido que tomar el tren, era probable que lo que fueran a hacer tuviera algo que ver con las alturas.

—¿La conoces bien? —insistió Cait, sabiendo que estaba presionando una línea delgada con sus preguntas.

—Todos la conocen bien, fuimos iniciados juntos —explicó Rell tranquilamente, reacomodándose en el suelo —Yo no sabía pelear muy bien, así que ella me enseñaba todas las noches, conseguí mejorar mucho bajo su instrucción —de repente, Rell desvió la mirada, su mano alzándose y rascando su nuca, su expresión tornándose seria —. Ella fue muy amable —añadió, y Cait sintió un extraño tirón en el pecho.

Rell se levantó, caminando hacia donde estaban los demás osados frente a la puerta, al cabo de los minutos su rostro dejó de estar serio, pero el estado de ánimo de Cait no había cambiado. Su mente todavía trabajaba en procesar un escenario en el que Vi fuera amable, pues honestamente, la pelirrosa parecía tener pocos conocimientos del área, mientras sentía el deseo de querer darle un puñetazo a Rell sin ningún motivo aparente. Le tomó varios minutos unir las piezas. Celos, estaba celosa.

—¡Aquí vamos! —gritó Rell, quitándole la oportunidad a Caitlyn de analizar sus propios sentimientos mientras se incorporaba.

Sin esperar más, los osados se lanzaron fuera, todo ocurrió tan rápido que pronto Ekko y Cait se vieron delante de la puerta. El tren iba más deprisa de lo que Cait había sentido antes, pero su mente se repitió de forma pausada que no podía perder los nervios en esos momentos, delante de tantos osados, después de haberse infiltrado en su ceremonia de iniciación osada solo para iniciados con hermanos mayores. Ella saltó, impulsándose con una carrera corta, sus pies cayendo firmes en el asfalto, teniendo que caminar algunos pasos para gastar el impulso y lograr mantenerse en equilibro.

Enseguida ella y Ekko corrieron, alcanzando a los demás. A diferencia de los otros, Cait sí se fijaba en su entorno. Notó como a sus espaldas se encontraba a la distancia el edificio Centro, mientras que los edificios que los rodeaban se hallaban sin luces y casi destruidos. Cait lo reconoció enseguida, estaban en el sector abandonado de la ciudad, uno al que nadie nunca iba.

« Excepto Osadía, aparentemente.»

Doblaron una calle que antaño tuvo que ser muy concurrida, si Cait se guiaba por las marcas en su suelo y el ancho de esta, dispuesto para el paso de vehículos muy grandes o varios a la vez, a lo lejos Cait logró divisar el edificio al que se dirigían. La universidad, le llamaban así al centro de investigaciones más grande que Piltover había tenido. Era en realidad un edificio magnífico, el nombre era meramente una alusión a los estudios que allí habían sido llevados a cabo. Cuando llegaron, los osados empezaron a entrar por un lateral, donde una de las ventanas rotas se había zafado del marco y había dejado el espacio perfecto para que ellos pasaran, contrario a lo que Cait esperaba, pues conociendo a los osados, pensó que tendrían que escalar el edificio o algo similar. A medida que se acercaban a los ascensores, la idea de que tomarían las escaleras pasó fuera de la cabeza de Cait, la duda asaltándola.

—¿Los ascensores funcionan? —le preguntó a Ekko, intentando que nadie la escuchara.

—Por supuesto que sí —aseguró Claggnor, apareciendo por detrás de ellos sin previo aviso —¿Me crees tan estúpido para no venir antes a encender el generador?

—La verdad es que sí —intervino Ekko con una risa.

Claggnor se lanzó encima de él, tirando de uno de sus brazos hasta colocar a Ekko debajo de este, divirtiéndose moviendo sus nudillos sobre el cráneo de Ekko mientras este chillaba que lo soltara. Al final, Ekko le asestó un golpe en las costillas a Claggnor que hizo que lo soltara. Las puertas del elevador se abrieron y todos subieron, Cait siendo empujada por la manda de osados que andaba con ella. Cuando las puertas se cerraron, Cait sintió como si una corriente eléctrica cargase el aire.

—¿Qué piso? —preguntó una chica rubia con el cabello por debajo de los hombros y aspecto aniñado, Cait nunca diría que es de Osadía.

—El último —respondió Cait con seguridad.

—¿Y tú cómo mierda vas a saberlo? —preguntó oscamente la chica, haciendo que Cait notara lo que su aspecto no mostraba, definitivamente era una osada, con la chulería característica de los osados.

—¡Lux, vamos, pórtate bien! —exclamó Ekko, intentando calmar el ambiente.

—Estamos en un edificio abandonado con un grupo de Osadía. ¿Cómo es que tú no lo sabes? —espetó Cait, sorprendiendo a todos los presentes, que pensaban que Ekko era quien tendría que pasar la noche defendiéndola.

Lux emitio un gruñido bajo mientras presionaba el botón del número cien y Ekko chocó el hombro con Cait en un gesto de complicidad y felicitaciones, cada día ella era más uno de ellos. El ascensor subió con un ruido firme que puso ansiosa a Cait, pero nada pasaría, si los Osados lo habían estado usando, era poco probable que estuviera en malas condiciones, o por el contrario, quizás era muy probable y ellos lo hacían precisamente para mostrar su valentía ante situaciones estúpidamente peligrosas en las que no tenían que meterse. Cait no protestó, ella quería estar allí.

Cuando el último piso se acercaba, el pensamiento de cómo iban a subir desde allí hacia el techo llegó a ella, pero no tuvo tiempo de formular respuestas o preguntarle a nadie, las puertas del elevador se abrieron y un feroz viento chocó contra sus cuerpos. En el techo había un agujero enorme. Claggnor fue de los primeros en salir, acercándose a la escalera que estaba tirada en una parte del suelo y tomándola, colocándola contra el agujero de forma precaria y subiendo por ella veloz, ignorando la manera inestable en que esta se tambaleaba por el viento y su propio peso.

Nadie más parecía tener problemas con eso, pues todos le siguieron prontamente y cuando fue el turno de Cait, ella agradeció traer unos mitones de cuero, ayudaron al agarre sobre el frío metal de la escalera que se movía, amenazando con tumbarlos a todos en cualquier momento. Sus movimientos fueron rápidos y firmes, sintiendo el sonido de sus botas contra los barrotes, hasta que el viento aumentó su fuerza y golpeó de lleno su cuerpo, el cielo alzándose sobre su cabeza. Sus pies tocaron el cemento del techo, saliendo totalmente del agujero y ella necesitó unos segundos para adaptarse a la fuerza del viento y no tambalearse, caminando hacia Ekko y los demás.

—Bueno, aquí estamos, mis valientes osados —habló Claggnor por encima de los demás, señalando hacia el borde del edificio, donde había uno de los postes de lo alto de la torre y de este salía un cable de acero tan grueso como la muñeca de Cait. Sus ojos se desviaron hacia las eslingas con tela gruesa de color negro que estaban tiradas en el suelo, lo bastante grandes para cargar a un ser humano y entonces vio como Claggnor tomaba una y la enganchaba al cable de acero.

Cait desvió la mirada, siguiendo el cable tanto como podía ver, observaba como pasaba por encima del pantano, entre los edificios abandonados casi en derrumbe y seguía más allá de donde ella lograba ver. No podía ver el final, pero sabía que si seguía con esto, podría presenciarlo por sí sola. « Vamos a deslizarnos por un cable de acero en una eslinga negra colgada a trescientos metros de altura. » y ante ese pensamiento, por alguna razón, Caitlyn no se sentía asustada.

—Dios mío —murmuró Ekko a su lado, o quizás es un grito, pero el viento aminorabq su voz y la capacidad auditiva de Caitlyn.

Rell fue la primera en subir, haciendo un gesto gracioso hacia Lux mientras Claggnor ataba apropiadamente las correas y hebillas de su eslinga, pasándolas por sus hombros, su abdomen y sus muslos. Ella se había colocado boca abajo y de frente, así que todo su cuerpo se acomodó rápidamente en la eslinga y Claggnor tiró de ella, llevándola por los dos metros que separaban el poste del borde del techo, cuando llegó al límite simplemente le dio un empujón que la envió hacia adelante, deslizándola por todo el cable a una velocidad de espanto.

Lux dejó salir un grito cuando vio a Rell cayendo de semejante forma por todo el acero grueso, fue así como Cait lo entendió, Rell era la hermana mayor de Lux, por eso estaba allí la chica rubia.
Pronto, todos los osados estaban haciendo una fila para tirarse, Cait viendo como cada uno se ponía en posiciones diferentes para la experiencia. Detrás de los osados estaban los iniciados, porque por respeto primero tenían que ir los que ya eran miembros de la facción.

Cait se rio cuando el primer iniciado subió, acomodándose boca abajo, pero su rostro mirando hacia ellos y sus pies hacia el frente. Claggnor lo dejó ir mientras comentaba que a esa velocidad el viento haría que su boca no se cerrara y sus ojos ardieran por la postura que escogió, pero cuando Ekko le gritó desde atrás de Cait que por qué no lo había corregido, Claggnor se rio y respondió que no habría diversión si lo hiciera.

Cait contaba los iniciados que faltaban para que ella subiera, porque aunque no lo entendía, estaba terriblemente ansiosa por subirse y disfrutar del paseo. Para su fortuna, Lux era la última iniciada que ella tenía que esperar antes de poder tirarse y cuando el cabello rubio desapareció en la distancia, Cait ya estaba lista. Claggnor le dio una mano para ayudarla a subir a la eslinga, Cait decidió ponerse como vio a Rell al inicio, su rostro hacia el frente y su cuerpo boca abajo, sintiendo las correas cerrándose en sus hombros, abdomen y muslos, las hebillas de metal sonando con fuerza contra el cable de acero.

—Este es el freno, cuando estés llegando al final, tiras con fuerza —explicó Claggnor, señalándole a Cait una correa suelta que tenía un aro grande en el extremo —¿Lista, cerebrito? —Cait asintió con vehemencia, Claggnor la sueltó.

No gritó, el aire se estancaba en sus pulmones mientras el viento frío golpeba su cuerpo, alcanzando una velocidad vertiginosa. Le tomó uno segundos adaptarse a la sensación quemante del viento, al peso en su estómago por la altura, a controlar su respiración escasa, pero cuando lo logró, Cait sintió que casi podría llorar de felicidad. Miró hacia abajo, descubriendo lo que ya sabía, estaba a una altura suficiente como para morir incluso antes de que su cuerpo tocara el suelo si caía, pero no caería.

Disfrutó de la vista, abriendo sus manos ante la impresión de estar volando, de cierta forma lo estaba haciendo, el cable pasó por encima del pantano, Cait vio el lago de lodo abajo suyo, el edificio en el que Finn había escondido su bandera, la noria que con anterioridad ella había subido, casi matándose, pero que le traía recuerdos de Vi enfrentando su miedo solo por acompañarla. Una sonrisa se expandió en su rostro, la confianza llenando su cuerpo mientras la adrenalina corría por sus venas. Vio el agujero grande en las paredes de los dos edificios delante de ella, el cable pasaba por ellos y Cait sabía que todo estaría bien, era como el salto del primer día, nadie lo haría si no fuera confiable que pasarás.

Se forzó a no cerrar los ojos, viendo las cabillas de metal y los andamios que colgaban de los pedazos destrozados de los edificios mientras ella pasaba entre ellos, riéndose cuando los dejó atrás y siguió su descenso. Había un edificio grande a su lado, sus paredes estaban revestidas por fuera con un cristal negro que, aun estando deteriorado por el tiempo, reflejaba su imagen. Cait se deleitó por unos segundos en su forma, su cabello se batía descontrolado al viento, despeinando su coleta, sus mejillas estaban rojas, tenía una sonrisa tan grande que sentía que le dolían los músculos del rostro. En definitiva, se sentía viva.

Cait miró al frente, notando a lo lejos una marca roja que cada vez se hacía más grande. Le tomó unos instantes darse cuenta que era una equis roja gigante pintada en la pared de un edificio, el final del camino. Miró hacia atrás, notando la cuerda del freno que se batía lejos de ella por el viento, Cait intentó alcanzarla estirando su brazo, sabiendo que si no frenaba estaba muerta, la velocidad a la que iba haría que el impacto fuera letal. Cada segundo ella se precipitaba más cerca de la pared, luchó contra las correas, estirándose más allá de lo que creyó posible, sus dedos tocando la correa, tirando de ella hasta dar con la argolla de metal, sujetándola firme y dando un jalón con fuerza.

Sintió la manera brusca en que fue desacelerando, hasta que todo se quedó quieto. Abrió los ojos, sin saber en qué momento los había cerrado, encontrando la equis roja a menos de veinte centímetros de ella. « Estoy viva.» pensó con alivio. Su pecho subía y bajaba velozmente, apretándose contra las correas de la eslinga, le ardía respirar, sentía su rostro ligeramente quemado y aun así, estaba feliz.

Los vítores, gritos y aplausos llegaron a ella, finalmente bajando la mirada para ver el tumulto de osados que habían ido a presenciar el deslizamiento, junto con aquellos que ya se habían deslizado. Cait estaba a tres metros del suelo, colgando de la eslinga y sabía que para bajar, había solo una manera. Vio como todos se reunieron debajo de ella, formando una cama de extremidades sin forma. Tenía que confiar en ellos, ellos eran su facción ahora y no la dejarían caer, y de cierto punto, ese acto de fe para Cait conllevaba más valentía que el tirarse del cable de acero.

Alzó sus manos hacia las hebillas, soltando la que sostenía totalmente las correas, la gravedad la llevó hacia abajo en un instante, una caída rápida de peso de plomo, siendo recibida por los brazos de todos. Sintió algunos codos encajarse en su cuerpo, era doloroso, pero único. Todos la miraron expectantes cuando finalmente ella se puso en pie, esperando su reacción. Cait recorrió con la mirada a cada uno de los osados e iniciados, sintiéndose finalmente parte de algo.

—Eso fue… —empezó, dejando escapar un suspiro de calma —¿Cuándo puedo tirarme otra vez? —preguntó genuinamente, sonriendo con felicidad, y los vítores y aplausos no se hicieron esperar, al estilo Osadía, con blasfemias gritadas y puños al aire.

—Después de esto no creo que podamos seguirte llamando cerebrito —comentó Rell, acercándose a ella y apoyando una mano en su hombro —Eres toda una osada —Cait sonrió, esas palabras significando más de lo que Rell podía llegar a entender.

—Allí viene Ekko —informó Lux, haciendo que todos miraran a la figura oscura con blanco cabello que venía moviendo las extremidades de forma exagerada. A medida que se acercaba más, sus gritos se hicieron audibles para los que esperaban abajo.

—Parece un gato chillando —comentó Cait, sin darse cuenta que lo había dicho en voz alta sino hasta que todos los osados a su alrededor rieron. Por un momento sintió vergüenza de burlarse así de su amigo, pero se recordó que era muy probable que la ella actual hubiese dicho lo mismo incluso teniéndolo delante.

Así, cuando Ekko frenó finalmente a un metro de la equis roja, todos se reunieron debajo de él y Cait no dudó dos segundos en unirse. Quizás no era tan alta como muchos osados que la rodeaban, pero el objetivo de aquel gesto no era eso, sino la camaradería que crecía entre ellos. Sus brazos se enredaron con las extremidades de los demás, formando una red en el fondo, aunque no conocía quienes eran todos a su alrededor, aun así se sentía segura. Ekko soltó las correas, cayendo sobre todos ellos, siendo sostenido con firmeza y cuando lo dejaron en el suelo, estable después de semejante experiencia, Ekko sonreía y gritaba con algarabía, algo que contagio a todos.

Cait se vio a sí misma gritando, alzando el puño al aire, aplaudiendo con fuerza junto con los demás, recibiendo palmadas en la espalda de sus compañeros, y se sintió en casa. Cuando Ekko corrió hacia ella, alzándola del suelo luego de atraparla en un abrazo de oso, Cait no temió en pasar sus brazos sobre los hombros del chico, aferrándose a su cuello, y reír con libertad. Estos también eran sus amigos, ellos eran su familia.

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Este capítulo, tanto en el libro como en este fanfic, son mi favorito. Sí, no tiene romance y Vi no aparece, pero te muestra el crecimiento del personaje dentro de su facción y la forma en que finalmente encuentra lo que tanto buscaba. Es la aceptación absoluta de su naturaleza osada dentro de sí misma, es eso que ella no encontraba en su antigua facción.

Dicho esto, aguanten duro, que luego de esto viene el desmadre de romance y acción. En fin, esto fue todo, lamento el atraso, tenía los capítulos listos ayer, pero wattpad a veces no me deja actualizar sin motivo aparente.

Nos leemos la próxima semana, pequepinkypitufibolas.

PD: por si alguien lee este fanfic sin leer mi otro fanfic de Vi x Cait o seguirme, les dejo la información de que subí un fanfic de Luisa x Fem Oc de Encanto, por si a alguien le gustaría leerlo. Está en mi perfil, se llama Tus sentimientos en mí.

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