VII- La pelea.
Por primera vez desde que se había trasladado, la noche de Caitlyn no estuvo llena de pesadillas donde los líderes de la facción descubrían que ella era divergente y la asesinaban. En cambio, había despertado de un sueño en el que Vi no retiraba las manos de su cuerpo, en el que ningún ruido las interrumpía y cuando despertó, lo único que pudo pensar era que estaba muy jodida si con solo eso ya andaba por los cielos. De alguna forma, Diana y Leona se dieron cuenta de su buen humor matutino, lo que significó que su desayuno estuvo lleno de sonrojos y risas entre las bromas de las mujeres, con Viktor como espectador y sin comprender mucho.
En un momento en el que Leona atrajo la atención de Diana y entre ambas intentaron explicarle a Viktor todas las bromas de doble sentido que habían dicho, haciendo que el chico se pusiera igual de rojo que Cait, la vista de la peliazul recorrió la sala del comedor. Sus ojos se encontraron con esa mirada gris que vestía su cuerpo, nadie más les estaba prestando atención y en ese instante Cait solo pudo sonreír. Vi le había alzado un pastelito que había tomado para su propio desayuno en un gesto de brindis, para después darle una lenta mordida sin dejar de mirarla a los ojos. Cait volvió a mirar al frente, prestando atención a sus amigos, pero esta vez con una sonrisa ineficazmente oculta.
Su alegría cayó como plomo cuando entraron a la sala de entrenamiento, todos los días harían combates en las mañanas, por lo que no era sorpresa que a ella le tocaría en algún momento, lo que no esperaba era ver al lado de su nombre el nombre de Marcus. La letra en la pizarra era distinta de la que los días anteriores, Vi no había sido quien había escrito esa mañana y por la mirada satisfecha de Finn, Cait comprendía que esa era su forma de vengarse.
—No entiendo cómo mierda se les ocurre hacerte luchar con Marcus —se quejó Diana, la tensión entre ellos era obvia, todos estaban preocupados.
—Probablemente sea un escarmiento por lo de ayer —comentó Leona, pensando que era lógico que Finn no permitiría que las cosas quedasen así.
—Esto es mi culpa —lamentó Viktor, mirando aprensivamente hacia Cait, quien negó con la cabeza suavemente.
—No, no lo es —afirmó, segura de que no se arrepentía de lo que había hecho la mañana anterior.
—Quizás puedas dejar que te pegue un poco, caer al suelo y luego solo fingir desmayarte —sugirió Viktor dubitativo, la preocupación marcando sus facciones.
—Nadie te culparía —apoyó Leona, Diana asintió con la cabeza, mostrando que concordaba con la idea.
Cait decidió no pensar más en ello, encontraba agradable la idea de que alguien se preocupara por ella, pero era desconcertante la forma en que ninguno pensaba que ella tenía oportunidad contra Marcus. Era obvio que no la tenía, él era más alto, el segundo mejor, con una habilidad innata para golpear y acabar con su contrincante, pero Cait también estaba preparándose para pasar la prueba, tenía que superar el corte del medio de la iniciación si quería siquiera tener una oportunidad y saber que nadie confiaba en ella le daba una sensación agria por dentro.
—Cait y Marcus —anunció Finn, Cait pudo ver el gusto que le daba aquella situación —Al ring.
Escuchó a sus amigos desearle suerte y encontró la mirada preocupada de Vi antes de subir al ring, pero en ella no había compasión, sino que se acompañaba de rabia e impotencia. Vi estaba enojada por la situación y el disfrute de Finn, no la compadecía y eso le daba a Cait fuerzas. Miró fijamente a Marcus cuando estuvieron uno delante del otro, ambos colocándose en las posiciones de combate.
—Empiecen —ordenó Finn.
Marcus fue el primero en atacar, aunque Cait pudo apartarse a tiempo para asestarle un golpe en la espalda al pasar por su lado. Esto hizo que Marcus rabiara, así que atacó de nuevo, golpeando a Cait en el costado, sacándole el aire y empujándola hacia un lado. Ella logró sostener el equilibro y ambos empezaron a rotar por el ring, atentos a lo que el otro haría.
—¿Qué pasa, cerebrito? ¿Tienes miedo? —preguntó burlesco Marcus, con una sonrisa ladina y divertida en su rostro —Te propongo esto, si lloras, no te pego tan fuerte —Cait gruñó por lo bajo ante las provocaciones.
—Esto no es un baile de salón, no tengo todo el día —intervino Finn, ansioso por ver como Marcus vencía a Cait.
El rubio se adelantó sobre ella, Cait logrando esquivarlo por segunda vez, pero cuando su pierna se levantó para patearle, Marcus le detuvo el movimiento en seco y tiró de esta, haciendo que Cait perdiera el equilibrio y su espalda chocara estrepitosamente contra el suelo. La primera patada le asestó en el rostro, la sangre llenó su boca y se sintió caliente recorriendo por su barbilla, la segunda patada le llegó en las costillas y la envió rodando por el suelo. Podía pensar en las palabras de Viktor y Leona, nadie la culparía sí se quedaba allí tirada, pero no quería, no iba a rendirse tan fácilmente.
Se apoyó en sus manos, haciendo fuerza para levantarse, limpiando con el antebrazo la sangre de su boca, un hilo pegajoso quedando colgado entre sus labios y su mano durante unos segundos. Volvió a adoptar posición de combate y Marcus sonrió, disfrutando que ella no se dejase caer tan rápido. Cuando él volvió a atacar, Cait estaba preparada, apartándose y levantando la rodilla, asestándole en el abdomen y sacándole el aire. Ella retrocedió dos pasos, consciente de que Marcus tenía superioridad física y eso significaba que quedarse en su rango de agarre era peligroso, pero este no pasó mucho tiempo doblado.
Con mayor rabia, Marcus atacó hacia ella, logrando bloquear su puño y asestándole un puñetazo en la mandíbula, enviándola hacia atrás inmediatamente. Otro golpe le llegó nuevamente en el rostro, la sangre manchó el suelo y Cait no se explicaba por qué el mundo parecía dar vueltas a su alrededor. No tenía sentido. Con su cuerpo casi inerte sobre el suelo, Cait pudo alcanzar a ver una cabellera rosada que se alejaba del ring, saliendo por la puerta de la sala de entrenamiento.
Se preguntó mentalmente a dónde iría Vi, quizás iba a averiguar por qué el mundo giraba como una peonza de repente, no la culpaba, era muy incómodo enfocar algo de esa manera. Sin embargo, ella no llegó a saberlo, el siguiente golpe de Marcus ya no dolió tanto, pero el mundo de Cait se volvió negro.
♧
Sus nudillos estaban rojos, incluso con las vendas había llegado a levantar parte de la piel de tanto golpear la pared de su apartamento. Había intentado evitarlo, pero Finn había escrito las parejas para luchar antes de que ella llegara y no podía permitirse enfrentarlo nuevamente sin arriesgarse a ser removida de la iniciación, lo cual dejaría a los iniciados a merced de ese sádico.
«Maldito hijo de puta» golpeó más fuerte.
No se había quedado a ver la paliza, porque no había forma de llamar a eso combate, simplemente no podía. Había visto la sangre manchar el suelo y el cuerpo casi inconsciente de Cait y sabía que si se quedaba, perdería el control y terminaría golpeando hasta la inconsciencia a Marcus, o lo que es peor, a Finn. Se fue, pero las imágenes grabadas en su memoria no se fueron sin importar cuánto corrió o cuánto golpeó la pared.
El sudor corría por su cuerpo, sus músculos resentían todo el esfuerzo de la última hora, ni siquiera tenía idea de cómo habían acabado los siguientes combates, pero sabía que le quedaba poco tiempo si quería hacer lo que deseaba. Sin esperar más, Vi se dio una ducha rápida, vistiéndose con la ropa oscura característica de Osadía y colocándose la chaqueta negra por encima, saliendo rápidamente hacia el comedor, donde no tuvo que esperar mucho para que la cocinera le diera un pastelito de esos que Cait siempre devoraba.
Miró el reloj, todavía tenía un margen de tiempo aceptable, por lo que prefirió no correr para no llamar la atención, acelerando sus pasos solo cuando estuvo en el pasillo directo de la enfermería. Entró sigilosamente, era normal que en esas fechas hubiesen varios osados en la enfermería, sin embargo, Vi sintió cierto grado de alivio al notar que solo estaba la enfermera, quien al verla alzó una ceja con un piercing de forma dubitativa, pero Vi solo negó con la cabeza, llevando un dedo a sus labios en un gesto de silencio, y la mujer le hizo caso.
Se acercó a la camilla, viendo como Cait dormía plácida, totalmente inconsciente del mundo que la rodeaba. Su rostro estaba inflamado, habían limpiado la sangre, pero se notaba la cortadura en el labio que había hecho un coagulo de sangre y el morado empezaba a extenderse en tonos negruzcos por su nariz y mandíbula. Vi pasó sus dedos entre sus cabellos rosados con frustración, sintiendo una rabia latente consigo misma por no haber podido protegerla.
Dejando un suspiro en el aire, Vi colocó el pastelito en la mesita al lado de la camilla, inclinándose luego en la baranda lateral de la camilla y mirando a Caitlyn. Nadie podría decir que era la misma chica que había llegado de Erudición el primer día, Vi todavía estaba asombrada de cómo ella había tenido el valor de saltar sin saber qué había al fondo, en su época Vi había sido la última saltadora. Nadie sabía el motivo, pero Vi le temía a las alturas. Se había forzado a sí misma a actuar en consecuencia, fingiendo que su miedo no existía, exponiéndose a las mayores alturas posibles, aprendiendo y practicando para saltar entre los tejados de los edificios a velocidades vertiginosas. Lograba hacerlo sin esfuerzo, había alcanzado a disfrutarlo, pero el miedo siempre estaba allí.
—Realmente eres algo más, Pastelito —murmuró Vi, apretando su agarre sobre la baranda al notar una realidad abrumadora.
No podía irse, no se iría, no mientras Cait estuviera allí. Ahora venía el problema, tenía que mostrarle a Cait la verdad de la corrupción de Osadía, era la única forma en que quizás la chica accediera a ir con ella, era la única vía para la libertad.
♤
Su cabeza martillaba con fuerza y sentía el rostro inflamado y adolorido, pero el mundo a su alrededor ya no giraba y finalmente se hacía más consciente de sí misma. Intentó incorporarse, pero el dolor de sus costillas la hizo gruñir y unas manos la sujetaron de regreso contra las sábanas suavemente.
—Tranquila, no puedes moverte así —reconocía vagamente la voz, era Diana.
—¿Qué…pasó? —habló entrecortada, sus sentidos todavía reaccionando.
—Marcus te dio una paliza, perdiste y te quedaste inconsciente —explicó suavemente la peliblanca, manteniendo un tono delicado que no atormentase a Cait.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó, logrando abrir los ojos y mirar a Diana, que tenía un ojo morado y un corte en el labio, Cait frunció el ceño —¿Qué te pasó en la cara? —añadió confundida.
—Mira quien fue a hablar —repuso Diana con una risa queda —¿Te has visto el rostro? —inquirió con diversión, Cait sonrió dándole la razón, ella debía de estar mucho peor.
—Han pasado unas horas, ya es de noche —dijo Leona, acercándose más a la cama y dejando que Cait viera la figura de Viktor detrás de ellas —Y respondiendo a tu otra pregunta, nos tocó luchar una contra la otra y le di una paliza —el tono arrogante y divertido hizo a Cait sonreír. Solo ellas dos podrían golpearse y aun así seguir tan en confianza como antes.
—Bueno, al menos ya sé cómo no perder, no debo dejar que me peguen en la mandíbula —comentó Diana con orgullo, como si hubiese descubierto el fuego en la prehistoria.
—Lo tuyo sería haberlo notado desde antes —se burló Leona, ambas chicas se quedaron mirándose unos instantes de más antes de apartar la mirada, Cait vio el sonrojo en Diana y sonrió.
—¿Quién más luchó? —preguntó, curiosa por saber qué más había pasado.
—Yasuo luchó contra Grangplak y ganó, Ahri luchó con Viktor e Illaoi fue quien se quedó fuera hoy —respondió Diana, alcanzándole a Cait un vaso con agua y un analgésico que la enfermera había dejado allí para ella —Dicen que puedes pasar la noche aquí si quieres —comentó, proponiéndole un descanso de la tensión de dormir en un cuarto lleno de personas.
—¿Aquí? —Cait preguntó, confundida, sus ojos vagando por la habitación con separadores y camillas por doquier, una enfermera de cabello morado oscuro y tatuajes en el rostro mirándola desde el buró al lado de la puerta —¿Soy la única aquí hoy?
—Nadie más salió tan herido —confesó Leona, ayudándola a incorporarse para que comiera —Te trajimos la comida, porque la hora de comer se te pasó.
—Gracias —dijo Cait, tomando la bandeja con aquella sopa extraña y mirando el pastelito en la mesita a su lado —¿Incluso trajeron uno de esos? Que considerados.
—De hecho, eso no fuimos nosotros —intervino Viktor, Cait los miró con una pregunta en su rostro, los tres alzaron los hombros negando cualquier implicación. Su mirada se desplazó a la enfermera, quien simplemente negó con la cabeza y salió de la enfermería.
—Bueno, está allí para mí, así que no importa —comentó, empezando a comer algo de la sopa, que lamentablemente ya estaba fría —¿Anunciaron algo para mañana?
—Iremos en la mañana a la valla, más allá de las granjas de Cordialidad, tenemos que estar en el tren a las 8: 15 am —informó Leona, sonriéndole suavemente.
—Nosotros nos iremos ahora, tú deberías descansar —dijo Diana, pasando su mano por el cabello de Cait y colocando un mechón detrás de la oreja.
—Vayas ustedes, ahora las alcanzo —comentó Viktor, viendo a la pareja alejarse entre bromas y susurros, Cait sonrió suavemente.
—¿Cuánto tiempo crees que les tome? —preguntó sugerente, mirando a Viktor con picardía.
—Probablemente hasta el final de la primera parte de la iniciación —respondió Viktor con diversión, haciendo que Cait notase el golpe en su rostro.
—¿Perdiste con Ahri? —cuestionó ella, lo había visto luchas y sabía que era bueno si había logrado vencer a Leona desde el primer combate, eso no encajaba en alguien que perdía contra Ahri.
—Sí, yo… —Viktor desvió la mirada, rascándose la nuca en un gesto incómodo —No me siento bien golpeando a las personas directamente hasta la inconsciencia sin ningún motivo. Supongo que como logré dejar fuera a Leona desde el primer combate, no hay problema si no lo hago más, siempre seré recordado como la primera persona en noquear a alguien —explicó, lamentando el entrenamiento al que eran sometidos.
—Hay peores formas de ser recordado —intentó animarlo Cait, viendo la sonrisa ladina suave que Viktor le dedicó.
—Y también mejores, primera saltadora —repuso él, haciéndola reír quedamente. Para ella, el ser la primera saltadora era donde empezaba y terminaba su fama en Osadía, al menos la parte buena, porque haberse enfrentado a Finn no podía ser considerado algo bueno.
—No eres cobarde solo por no querer herir a nadie más —comentó Cait, mirando a Viktor para aliviar las penas que él cargaba, pero sabiendo que mentía. No consideraba a Viktor cobarde por no querer luchar, sino por negarse a actuar aun cuando sabía que era algo importante, por permitir a consciencia que le ganasen, pero no tenía por qué torturar a su amigo con eso.
—Gracias —dijo Viktor, sonriéndole —No le hagas caso a Diana, por cierto, te ves bien —comentó, sonrojándose violentamente al notar lo que había dicho —Quiero decir, tú siempre te ves bien…o sea, no es como si…en fin —tartamudeó incongruentemente, mirando a todas partes menos a Cait, quien de repente se sentía sumamente incómoda —Creo que debería irme.
—Sí, eso suena bien —concordó ella, viéndolo salir apresurado de la enfermería mientras ella soltaba la bandeja en la mesita y tomaba el pastelito.
En su mente analizaba el comportamiento de Viktor, esperaba estarse equivocando y que el chico no hubiese desarrollado sentimientos por ella. Le caía bien, era un buen amigo y considerando lo escaso de estos en la vida de Cait antes de trasladarse a Osadía, ciertamente quería conservarlo, pero no había forma en que Cait se fijara en él, o en ningún otro hombre. Era una de las cosas que la torturaba en Erudición, su gusto que no sería aceptado por nadie.
Aun bajo el sistema de facciones, cada facción tenía sus propias reglas acordes a cómo desarrollaban sus características, tomando eso en cuenta, sería fácil suponer que no habría tanta discriminación dentro de los miembros de una misma facción, pero sí la había. Tanto para Erudición como para Abnegación la homosexualidad era inconcebible, por motivos diferentes.
En Abnegación residían los religiosos de Piltover, no todos lo eran y los abnegados, como buenos altruistas, no solían discriminarse por eso, pero de igual forma no toleraban a las parejas del mismo sexo. Para ellos la homosexualidad iba en contra de Dios, y aquellos que no creían en Dios, sí creían fervientemente en que debías de apoyar a la comunidad. La familia tenía como función principal el tener hijos que continuaran con la vida, ir en contra de eso teniendo una pareja homosexual era egoísta y por tanto lo rechazaban.
Erudición compartía en medida el segundo motivo, por más que quisieran dárselas de diferentes con los abnegados. Para ellos todo lo que una persona hacía en la vida debía de estar destinado al progreso y la mejora, a la evolución y subsistencia de la especie. La homosexualidad rompía ese esquema, sostenías una relación que no traería hijos, lo cual era contraproducente para el desarrollo y sostenimiento de la sociedad, por lo que no traía progreso, haciéndola algo ilegal.
A veces Cait tenía la impresión de que su familia lo sabía, cuando por momentos se quedaba mirando de más a una chica o su madre le presentaba un joven y ella no contenía su expresión de desagrado. Nunca le decían nada, pero ella podía sentirlo y solo su padre colocaba una mano en su hombro, le besaba la frente y le susurraba que eso estaba bien, sin explicar ni mencionar más nada.
Las demás facciones no solían intervenir en eso, en Verdad valoraban la sinceridad, contigo mismo y con otros, por lo que era normal ver a una persona admitir sus gustos sexuales y ser aceptado, a fin de cuentas no rompía ninguna norma de la facción. Cordialidad deseaba la paz y felicidad de todos, atentar contra el deseo y orientación sexual de alguien era básicamente sabotear su felicidad, lo cual iba en contra de sus normas.
Osadía se basaba en ser valiente y libre, dos cosas que nada tenían que ver con el gusto sexual de cada cual, por lo que nadie intervenía en lo que sus miembros hacían con sus vidas privadas. En alguna parte de la mente de Cait, la realidad de que tal vez eso también influyó a su decisión hacia Osadía brilló, pero ella solo no quiso pensar más en eso.
Cait mordió el pastelito, saboreando el explosivo dulce sabor en su boca, conteniendo un gemido al hacerlo, ese día se había saltado el almuerzo por estar inconsciente, por lo que no había ingerido uno de esos desde la mañana. El recuerdo de los ojos de Vi sobre ella llegó a su mente, el saludo matutino con el pastelito, uno idéntico a ese que ella comía ahora. Solo entonces Cait lo entendió, una sonrisa expandiéndose en su rostro, Vi había estado allí.
Terminó de comerse el pastelito y dio una mirada alrededor, era una imagen deprimente en aquella solitaria enfermería, por no contar la vergüenza de haber sido vencida por Marcus. No había nada que hacerle, ya había pasado, pero Cait no dudó en salir de la cama, abrocharse las botas adecuadamente y retirarse en silencio, sin permiso de nadie. Una cosa era permitir que Marcus le ganara, otra era además darle la satisfacción de hacerla pasar una noche entera en la enfermería.
Dormir se le había hecho sencillo, ni siquiera había soñado, pero cuando Diana la sacudió en la mañana para que despertara, Cait podía jurar que respirar era todo un reto. Cambiarse de ropa tomó ayuda de Diana, mientras Leona iba a por el desayuno porque no había forma en que Cait pudiera ir al comedor y luego subir las escaleras hacia la salida para tomar el tren. Diana le abrochaba los zapatos cuando Leona llegó con tres pastelitos para Cait y dos sándwiches para ella y Diana, Viktor las esperaba afuera, dándoles tanta privacidad como se podía en el dormitorio de Osadía.
Avanzar por los pasillos y subir las escaleras fue aún peor, todos sus músculos dolían y tenía más zonas moradas en la piel que blancas, mantuvo su cabello suelto porque subir los brazos para atarlo no era una opción y cuando la luz del sol los iluminó en el exterior, Cait juró que llevaba meses bajo tierra. La plataforma bajo sus pies parecía estable, Vi estaba al frente de ellos ese día y apenas Cait llegó sus ojos grises se posaron en ella, Cait le sonrió suavemente, intentando que nadie lo notase, mostrándose agradecida por el pastelito del día anterior. Vi no mostró reconocimiento ninguno del hecho, pero cuando volvió a mirar hacia el frente una sonrisa ligera adornaba sus labios.
Las vías temblaron ante la cercanía del tren y Cait se lamentó por dentro, sabía que subir sería un calvario. Apenas el tren estuvo en el rango de distancia adecuado Vi empezó a correr, haciendo que todos la siguieran, Cait la última, siendo sujetada por Diana, que la había tomado de la mano. Todos iban subiendo al tren con mayor o menor eficacia, pero cuando solo quedaba el último vagón, Cait consideró que tal vez la expulsarían por no poder entrar.
Leona fue la primera en subir, extendiéndole la mano a Diana, quien la tomó para hacer palanca con Cait, que terminó recibiendo la ayuda de Viktor, afianzando su agarre en la cintura de Cait para empujarla hacia arriba, haciendo que Leona pudiese agarrarla y subirla. Diana y Viktor subieron detrás de ella sin necesidad de ayuda y aunque Cait había gruñido de dolor, agradecía que no la dejaran atrás.
Pasó el viaje en tren sentada en el suelo, lamentándose por cada temblor que el tren daba y apretando los dientes, intentando distraerse con las conversaciones de sus amigos, pero sin éxito. Su mente solo analizaba que pronto tendría que saltar de un tren en movimiento y que eso podría romperle los huesos que le quedaban intactos, previamente lastimados el día anterior.
Cuando sintió que el tren disminuía de velocidad se alarmó, preguntándose cómo era posible que el tren de Osadía frenara, la respuesta llegó al bajar todos y notar que mientras ellos subían la valla, otros cargarían suplementos para la facción. «Bueno, al menos no tuve que tirarme ahora» pensó optimistamente, analizando que eso significaba que tendría que saltar en el regreso, pero ya lidiaría con ello en su momento.
—Caitlyn Kiramman —la voz delicada y firme que llegó a sus oídos la hizo frenar en seco. Mientras sus amigos avanzaban, Cait giró lentamente sobre sus pies, sus ojos mirando con sorpresa y aprensión hacia la mujer que la observaba con una suave sonrisa.
—Señora Mel Medarda —saludó, sabiendo que sin importar qué hiciera, acaba de verse atrapada en una conversación nada provechosa.
«Mierda»
***********
Hola, regresé por aquí también, en fin.
¿Qué opinan del capítulo y desarrollo? Sé que no es un libro plagado de romance, pero la trama tiene diversos desarrollos importantes y personalmente amé la historia original, adaptarlo se me hace sencillo en demasía, pero vuestra opinión, considerando que vi que muchos de los lectores nunca habían interactuado con el mundo de Divergente, es muy importante para mí.
Dicho esto, si os ha gustado, es solo cuestión de SIGUIENTE🔜🔜🔜.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top