Capítulo 2: Deslumbrante.
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—Necesito que traigan el vestido. Ahora mismo —Ordenó con sus ojos clavados en el espejo de cuerpo completo, sus empleados corrían por allí y allá, listos para dejarla aún más deslumbrante de lo que ya lo era y cambiando su vestimenta muy rápidamente. En poco tiempo tendría que salir a la pista nuevamente—. Que sea el negro. El negro me sienta bien.
—A ti te sienta todo bien, Daisy —le dijo su coordinador, con los ojos clavados en su tableta, pero al mismo tiempo intercambiando su mirada hacia ella. Sus ojos reflejaban orgullo—. Sales en quince, más les vale tenerla lista para ese entonces o los despediré a todos.
Una risa se escuchó por el camerino, inundando los oídos de los trabajadores y dejándolos atontados: Incluído el hombre que anteriormente había hablado.
Nunca se acostumbrarían a tanta belleza en una sola mujer.
—¿Podrían traer el chal blanco? Patrick dijo que debo usarlo.
—Usa esas divinas botas que dejaron para ti —le dijo Drake, su coordinador de profundísimos ojos azules. Todos allí parecían ser sumamente hermosos—. ¿Lista? ¿Ya terminaron? ¡Debe salir en cinco! Y por favor, ¡que alguien traiga el sándwich para después del evento! —Señaló a un hombre moreno, con un parche en el ojo— ¡Saben que Daisy detesta saltarse su cena!
—¡Ya está! —exclamó su estilista, con ojos aliviados.
—¡Vamos, rápido!
Y las cámaras se volvieron locas con su llegada.
(…)
—¿Michael, dónde está Drake? Necesito mi...
—¡Señorita Salvatore! ¡Un par de hombres la buscan!
Frunció el ceño, desconcertada.
—¿Qué hombres? —preguntó extrañada. Miró a Michael, desconcertada— ¿Más entrevistas? ¿Justo ahora?
Él negó.
—No fui yo.
Sin saber que esperar, entró a su camerino, en donde abundaban todo tipo de accesorios y ropa costosa que le habían proporcionado en la pasarela de esa noche. Todos los modelos ya debían estarse retirando a la fiesta que se había organizado, así que debía apresurarse a terminar con lo suyo.
Los dioses sabían cuanto Daisy necesitaba un trago.
La recibió un hombre de espaldas, de piel profundamente oscura y con traje negro. Parecía alguien importante, a juzgar por el hombre de cabello castaño y fornidos brazos que se encontraba a su lado. Los ojos azules del hombre la observaron con asombro, pero no cambió su postura amenazante. Aunque sí vaciló un poco.
Era un agente, o eso dedujo.
«¿De la CIA? ¿SHIELD? ¿El estatal?» se preguntó.
No quería más problemas con la ley, era lo único en lo que podía pensar.
—Buenas noches, caballeros —dijo sin inmutarse, quitándose los guantes que llevaba puestos y dejándolos a un lado. Sus ojos cayeron en el hombre moreno, que seguía de espaldas.
Cuando se dió la vuelta, sus ojos cayeron en los suyos, los cuales eran completamente negros y con uno de ellos cubierto por un parche que lo asemejaba a un pirata.
Alzó una de sus perfectas cejas.
—Señorita Salvatore —dijo él—. Es usted muy escurridiza, considerando que es una figura pública.
—Me lo han dicho seguido —Hizo un ademán con las manos, caminando con porte elegante hasta el tocador del camerino. Se quitó las argollas de oro y deshizo el apretadísimo moño que le habían hecho—. ¿A qué se debe su visita? No es que desee ser entrometida, pero no acostumbro a recibir visitas del gobierno...
—No somos del gobierno.
—Entonces no veo el porque estén aquí precisamente esta noche. O al menos, la razón no es clara para mí —les sonrió con encanto—. ¿Me iluminarían?
Daisy notó la vacilación del hombre de al lado, como si dudara entre explicarle y mantenerse rígido en su sitio. Sin embargo, el de piel morena no dudó ni una sola vez. Era como si fuera inmune a sus encantos.
—No estamos aquí para arrestarla —le dijo, con voz ronca—. Estamos aquí porque estamos interesados en sus habilidades. Creo que está más que enterada de ellos, a lo que veo.
Daisy murmuró algo por lo bajo, sin que nadie más escuchara.
—¿Y por qué debería creer qué usted no es parte de Hydra o similar?
—Porque soy quien puede ayudarla a salir del pozo en el que entró hace tanto tiempo, señorita Salvatore.
—Usted sabe mi nombre —afirmó—. Pero yo no sé el suyo.
—Director Nick Fury, y si no le molesta, quisiera hablarle de la iniciativa Vengadores. Solo si me lo permite.
Se lo pensó por unos segundos, segura de que Ajak estaría en completo desacuerdo con la decisión de tan solo escucharlos.
Se encogió de hombros, sin importarle mucho. Ya no tenía fe en los planes de la Eterna Suprema, ya no le rendía cuentas desde hace mucho tiempo y deseaba mantenerse alejada de todo lo que involucraba ser una Eterna.
—Soy toda oídos, Mister Fury.
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Atte.
Nix Snow.
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