38 ━━━ This is what we fight for.
CAPÍTULO FINAL
━━━ ❛ VALHALLA XXXVIII ❜ ━━━
El otro hombre que había conocido hace cinco años, el moreno que responde como Sam Wilson, también emerge de ese mismo portal, sobrevolando la escena con sus enormes alas adheridas a su espalda. Y como si se tratara de una reacción automática, una sucesión de portales igual a ese empieza a abrirse en todos los espacios del firmamento, justo cuando Thor se levanta y avanza con una desorientada Victoria sobre sus brazos.
Hay un portal más grande que se abre junto al de Wakanda, pero de este solo soy capaz de identificar pocos rostros. El del Doctor Strange, Peter Parker y el de Vera, sobretodo. Pero añadido a este, como una nueva extremidad, un portal más oscuro se ilumina y Makenna empieza a descender ante la insondable mirada del Hechicero Supremo, y con ella también se encuentra Amethyst.
Veo con total claridad la mueca atónita y rebosante de alegría que esboza Steve Rogers cuando la cabellera naranja de Vera se soma para sonreírle.
El grito de guerra casi olvidado de los Wakandianos llega a mis oídos justo al mismo tiempo en el que un portal deslumbra a una legión de Einherjar guiados por Valkyrie y Korg. Poco a poco, muchísimas personas listas para la batalla empiezan a salir de los portales. Veo rostros familiares y apariencias conocidas. Wanda Maximoff aterriza en perfecta sincronización con Navah Larsen, Bucky Barnes y Clara Caillat emergen frente a los Wakandianos con suma rapidez, e incluso un ejército completo de hechiceros, entre los que destaco a Wong, empiezan a aparecer. Naves procedentes de la galaxia entera también hacen acto de presencia en este improvisado campo de batalla cuando desde lo más profundo de los escombros, Scott Lang sale como un gigante y de sus puños cerrados brotan Bruce, Clint Barton, Rocket, Silena Vassos, Samantha Wayne y James Rhodes.
¿Pero dónde están Natasha y Halley?
—Arriba, Ariel —me dice Tony con una mueca estupefacta—. Llegó la hora de ganarnos el sueldo.
Tomo la mano que me ofrece para levantarnos y lo sigo muy de cerca hasta posicionarnos con todos los demás.
La mano de Thor presiona contra mi rostro nada más al verme.
—Sirena, ¡sirena! —repone con la respiración acelerada—. ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien —contesto y automáticamente paso mis dedos por su rostro para limpiarle las heridas—. ¿Tú estás bien?
Él toma mi mano y deja un beso sobre su dorso.
—Ahora sí.
Le sonrío.
—Tenemos trabajo que hacer —murmuro.
—Y esta vez lo haremos bien —decide.
Un pinchazo de alegría me toca el pecho, porque lo veo completamente decidido a que esto resulte bien, y eso es capaz de darme esperanzas. Me llena decididamente de optimismo y me ayuda a mantener una expresión serena frente a él. Esto puede resultar bien, solo tengo que creer que será así.
Todo el mundo comienza a alinearse para la batalla, conscientemente dejando a Steve Rogers a la cabeza y a Victoria solo a unos cuantos pasos muy cortos de él. Yo estoy en medio de Thor y el Capitán América, mientras que a mi lado se halla Tony y junto a él está Beverly. Esta línea se siente vacía y yo sigo buscando con la mirada alguna señal de Natasha o de Halley.
Un gruñido vasto recorre las filas del enemigo y esa es la señal que toma Steve para llamar la atención de nuestra línea.
—¡Vengadores! —exclama en voz alta, atrapando con mucha precisión el Mjolnir que vuela hasta su mano. Entonces agrega en voz más baja—: Unidos.
Thor da el primer grito de guerra y a este se le une una sucesión completa que acaba rompiéndose en una carrera apresurada cuando Thanos alza la espada y su batallón también decide atacar.
La escena se vuelve un auténtico matadero. Es difícil seguir el ritmo de lo que hacen los demás cuando se está en medio de una lucha tan bravía como esta, por lo que trato de concentrarme únicamente en mis movimientos. Y la verdad es que resulta sencillo gracias a la cercanía de la represa; esta vez no es como la nave o como en Wakanda. Esta vez sí tengo el control.
—¿¡Qué hacemos con Nemea!? —escucho a Victoria gritar en la distancia.
Lanzo una ráfaga de agua filosa a una progresión de criaturas extrañas.
—¡Hay que llegar a Bacchus! —responde Beverly del otro lado.
—¡Tenemos que quitarle el collar! —grito yo de vuelta—. ¡No vamos a tener otra oportunidad!
Steve y Thor caen a mi lado únicamente para intercambiar armas.
—Nosotros nos encargamos de las gemas y ustedes del collar —ordena el rubio más bajo—. ¿Cómo matamos a la bestia?
—Con el collar —repone Victoria mientras se dirige a nosotros.
Tony también aterriza de golpe sobre los escombros, se saca el casco y nos observa con el ceño fruncido.
—¿Quién dejó al basilisco libre?
—Culpable —levanto la mano.
—Pues tenemos que detenerlo —dice con afán—. Y hay que mantener esas gemas en movimiento y... ¿¡Qué demonios se supone que haces allá arriba, Beverly Anne!? ¡Te fuiste de fiesta y no me invitaste!
Todos seguimos la mirada de Tony, que se ha desorbitado hasta algo sumamente alto, y vemos a Beverly en la cima de una criatura voladora mientras trata de no caerse.
—¿¡Te parece que lo estoy disfrutando!? —chilla en respuesta—. ¡Bájame de aquí ahora mismo! ¡¡Bájame!!
El hombre de la armadura de hierro bufa.
—Agárrate, muñeca —y sale volando hacia ella.
Thor blande el hacha a unos centímetros de mi cara y barre con una buena cantidad de monstruos.
En ese instante, Clint Barton pasa corriendo a toda velocidad con lo que me parece es un guantelete lleno de las gemas bajo el brazo.
—¿¡Qué quieren que haga con esta cosa!?
—¡Llévate las gemas lo más lejos posible! —grita Steve.
—¡No! —interviene Bruce, que se halla a una distancia relativamente cercana—. Hay que regresarlas al lugar al que pertenecen.
Victoria me hace una seña con la cabeza y nos alejamos para dejarlos con su conversación de las gemas y concentrarnos en lo que haremos con el collar.
Atravesamos un largo trecho en el que no falta la lucha, pero soy capaz de apreciar varios escenarios que se suscitan a nuestro alrededor. Nemea ha dado el salto lejos de Bacchus, y aún tiene el collar alrededor de su cuello, pero está enzarzada en una pelea bastante interesante con Makenna. La primera bruja de Hiron no le está dando oportunidad alguna de recuperarse. En ese mismo momento, Victoria da un salto lejos de mi lado y la veo atacar en una dirección imprecisa. Levanto una sucesión de agua filosa para librar el camino en el que corre la castaña cuando me percato de que trata de llegar a Vera, que está subida encima de Bacchus. Vera está agarrada con fuerzas a su cabeza mientras que una ráfaga blanca envuelve el cuello de la criatura, porque desde abajo recibe ataques severos de parte de Navah Larsen.
Makenna le da una revolcón a Nemea tan poderoso que el collar sale disparado hacia arriba. Me apresuro a saltar para atraparlo, pero la espada de Thanos golpea mi costado y me hace caer. Sin embargo, cuando me da la impresión de que está a punto de cortarme la cabeza, algo se mete en medio.
Con las manos desnudas, Beverly detiene el ataque de la filosa hoja de la espada de Thanos antes de que toque mi cabeza.
—¡Ve! —masculla—. ¡Busca ese collar ahora!
No vi a nadie detener el impulso de esa espada antes, y ella lo ha detenido con solo sus manos. O no. El brazalete está serpenteando en su puño derecho, eso es lo que sostiene el metal.
Thanos y Zafiro se enzarzan en un combate bastante cerrado, así que yo salgo corriendo para buscar el collar antes de que caiga en manos de Nemea otra vez. Y parece que no soy la única que se ha volcado hacia esa tarea.
Clara Caillat ha atrapado el collar en el aire y ahora está corriendo a toda velocidad por el campo mientras Sage Hirose le saca las criaturas de encima y le cuida la espalda. Un montículo de tierra detiene su carrera, así que lanza el collar de nuevo y esta vez se trata de Samantha Wayne quién lo toma antes de que caiga. A su vez, una morena que vagamente reconozco como Calypso Auberon (por las largas listas de desaparecidos y por las historias de Rocket y Nebula) pasa volando por encima de su cabeza y la toma de la mano para no dejarla caer.
—¡Aquí! —les grito a ambas.
La de mechas rubias es la que me escucha y de inmediato me lanza el collar.
Ahora sólo tengo que mantenerlos a todos alejados de mí.
Sin apresurarme a tocar el collar, dejo que este caiga redondo en el suelo y me concentro para no dejar que lo toquen. Siento una punzada de presión contra mi columna y levanto los brazos, generando un remolino de agua a mi alrededor, con las orillas rematadas de filos, y empiezo a moverlo en todas las direcciones para barrer con la centena de criaturas que se arremolinan cerca de mí. Subo más y más el remolino, alternando su potencia, mientras que con el pie mantengo pisado el collar. Es necesario que tenga un espacio libre antes de dedicar toda mi energía a buscar una manera de destrozarlo.
Pero a través de la corriente del agua soy capaz de percibir la carrera mortal que ha iniciado Bacchus en mi dirección. Aprieto los dientes con fuerza, no puedo dejar que lo tome. Rápidamente recorro con la vista el sitio, en busca de alguna ayuda, pero todo lo que veo es que Nemea ha detenido a Victoria y Beverly está fuera de mi alcance por completo.
Doy una sacudida de cabeza y suelto el remolino de agua. De sopetón alzo el collar y me lo pongo en el cuello.
—No te voy a dejar tomarlo —le siseo a la bestia, y este me responde con un rugido estridente.
El collar palpita cuando toca mi piel y esto ocasiona una reacción en cadena que no soy capaz de detener.
Lo primero que siento es el palpitar caliente de mi sangre furiosa, acicateada hasta el frenesí, y eso me hace entenderlo por completo. El collar ha despertado la parte de mí que no me gusta. Un chisporroteo rojizo se alza frente a mis ojos y hace que un instinto violento se apodere de mí de tal manera que disipa en seco toda la calma y el aplomo que había estado acumulando a lo largo del día.
Pero me ayuda a pelear.
Bacchus aterriza precipitadamente delante de mí pero no le doy oportunidad de ser el primero en efectuar el ataque. Antes de que levante la cabeza me dispongo a atacar todos y cada uno de sus puntos, manteniendo una corta distancia, pues solo estoy usando el fulgor azul de mis manos. Me doy cuenta de que no se trata de una ráfaga de agua filosa, que se supone es lo que estoy invocando, sino que más bien es una bruma azul que viene de mí, no de las corrientes de agua, de mi interior. Es un estallido de consistencia similar al agua filosa, pero más letal y más fácil de manipular. Este envuelve el cuerpo de la bestia y lo hace gruñir de pura frustración.
De repente me siento muy presumida. ¿En verdad esto es lo que le dio tantos problemas a mi padre y a sus hermanas? ¿Por tres días y tres noches? A mí no me lo parece así.
Esa no eres tú, repite una voz en mi cabeza. Estás actuando como Cyrano; violenta, arrogante, dominada por su sangre. Sé inteligente. Rechino los dientes unos con otros cuando choco mi puño contra el suelo y el fulgor azul hace retroceder a la bestia.
—Pero yo no soy él —gruño, de pronto muy irritada.
El collar vuelve a palpitar con saña y mi vista se torna mucho más roja.
Es allí cuando una descarga de energía me cae encima y me revuelca sobre el suelo, estrellándome contra un montón de escombros. Me toco el pecho y no siento el collar allí. De inmediato mis niveles de furia descienden hasta desaparecer casi en su totalidad, y eso me deja en un estado grogui. ¿En qué demonios estaba pensando hace un segundo? Mi respiración se acelera ante el espantoso escalofrío que recorre mi columna.
No es solo a mí a la que han bamboleado, pues esas descargas han empezado a caer en todo el campo y están sacando de combate a muchas personas. Los hechiceros están levantando protecciones sobre ellos pero no cubren toda la tierra, por lo que hay muchos puntos que quedan desprotegidos. ¿Y dónde demonios quedó el collar?
Mi respuesta es respondida de inmediato.
—¡Lo tengo, lo tengo, lo tengo! —grita Vera, haciendo maromas en el aire mientras vuela con Makenna—: Ay, ya no lo tengo —dice, pues el collar se le ha resbalado entre los dedos—. ¡Atrápame! —chilla, soltándose del agarre de Makenna y cayendo magistralmente en los brazos de Peter Parker, porque el niño también tiene las gemas bajo el brazo.
A esta distancia no soy capaz de ver dónde ha quedado el collar, pero entonces las descargas se detienen. La nave ha empezado a disparar al cielo.
Entrecierro los ojos cuando mis sentidos me ayudan a percatarme de dos cosas. La primera, algo viene atravesando el firmamento a toda velocidad. La segunda, algo está a punto de caer a pocos metros de mí. Comprendo la primera cuando veo el fulgor dorado que representa Carol Danvers arremeter contra la nave gigantesca, destrozándola y tirándola a la represa. A lo lejos distingo el grito de alegría de Rocket y eso hace que me ría entre dientes, un poquito complacida por el giro que está tomando la situación.
—¡Lady Crystal! —me llama el Doctor Strange cuando el agua de la represa empieza a rebosar. Él parece ocupado tratando de detener la que viene del otro lado.
Tomo aire.
—Un segundo.
Solo me toma un ademán de manos para detener la corriente que se aproxima. El hechicero hace una mueca sorprendida a lo que le guiño el ojo por puro molestar.
Entonces lo que estaba aguardando cae.
Es un estallido de luz cegador, purpúreo, muy similar al Bifrost, así que medio sonrío porque ya sé de quién se trata. Shannon Stryder también ha llegado, pero su apariencia me resulta vagamente distinta a las demás ocasiones en las que la he visto llegar así. ¿No viene sola? Hay dos personas detrás de ella, o eso me parece. La luz se retuerce alrededor de sus siluetas y cuando el destello empieza a desvanecerse, puedo tomar consciencia de quiénes son. De inmediato se me escapa un gritito de alegría.
¡Son Natasha y Halley!
Una repentina oleada de alivio me llena el pecho y todo lo que puedo hacer es respirar profundamente mientras sacudo la cabeza con incredulidad.
—Como si no supiéramos ya que nos patea el trasero a todos, siempre tiene que tener una gran entrada —dice Shannon, haciendo referencia a la manera en la que Carol acaba de destrozar la nave de Thanos—. ¿No es preciosa? La amo.
Natasha medio sonríe y me mira.
—¿Estabas tomando la siesta, Ariel? Te veo muy libre.
—Obviamente faltábamos nosotras —añade Halley con su habitual sonrisa petulante—. Nosotras hacemos funcionar esto. ¡Oye, muñeca, suelta eso y ven acá! ¡Tú también, vieja!
Natasha asiente.
—Voy a echarle una ojeada a los chicos —avisa antes de echar a correr en busca de cualquiera de sus compañeros de equipo.
Victoria envuelve a Halley en un abrazo cuando la ve.
—Estoy tan feliz de que hayas encontrado el camino de regreso —suspira—. Nunca me decepcionas.
La rubia le sonríe.
—Ya lo sé.
—Maldita Halley, ¿siempre tienes que tener un gran momento? —grazna Bevs, que se ve bastante irritada.
—Háblame así de feo otra vez y te beso —Halley la señala, y se lleva un empujoncito de parte de la pelinegra.
Este momento tan trivial me hace esbozar una sonrisa. Me parece que, después de todo, he llegado un punto en el que definitivamente no estoy sola, para nada. Incluso tengo amigas. La realización de ese hecho me conmociona y me hace sentir muy bien dentro de todo. Es una realidad muy ajena y diferente a todo lo que solía ser mi vida cuando aún estaba en Oquaheim, y por eso debo estar agradecida. Nunca estuve contenta o satisfecha de lo que era en ese momento, pero lo que soy ahora sí me agrada. Me gusta lo que tengo, las personas de las que me rodeo y lo poco que he podido lograr de ello. Si tuviera que hacerlo de nuevo quizás cambiaría algunas cosas, pero no esto. Jamás lo haría.
El sentimiento de dicha se desvanece bajo el rugido de Bacchus. Peor aún: todo se desvanece cuando giramos y nos damos cuenta de que él es el que tiene el collar ahora.
Gran parte del batallón de Thanos se aglomera delante de Bacchus, liderados por Neptune Auberon y Nemea, para alejarnos del collar.
—No podemos tomar el collar, atacar a Bacchus y lidiar con el ejército al mismo tiempo —advierto en un hilo de voz.
Beverly jadea, malhumorada.
—Necesitamos refuerzos.
—Los tienen —decide Halley.
Aunque al principio conecto eso con la presencia de Shannon, que por sí sola es bastante capaz de ayudarnos, igual nosotras tres nos volvemos para ver a qué se refiere. Alzo las cejas con sorpresa ante la escena.
Empiezan a juntarse como si la rubia las hubiera llamado con la mente, pero internamente agradezco muchísimo su presencia. Una a una se unen a nuestras filas, tomando posición detrás de Halley. Shannon Stryder, Clara Caillat, Sage Hirose, Navah Larsen, Calypso Auberon, Silena, Samantha, y por supuesto dos que no pueden faltar: Makenna y Vera. Todas ellas clavan los ojos con expectación en Victoria, esperando que les diga algo.
La castaña solo se les queda mirando fijamente, quizás un poco sorprendida. Se trata de su hermana menor quién le dedica una ancha sonrisa y le pone una mano en el hombro, con mucho orgullo.
—Te seguimos, super mujer —declara la pelinegra.
Victoria desenfunda la espada y pone rostro de combate, antes de hacernos una seña con la cabeza a todas.
—A mi señal —indica. Retrae los labios y entonces da inicio a una lenta caminata hacia el batallón que corre en nuestra dirección.
La línea es dirigida por ella, con solo Beverly y yo a unos centímetros de distancia, pues somos las que nos dirigimos hacia la bestia, mientras que las demás van detrás de nosotras y se encargan del ejército.
Atravesamos la legión gracias a una espléndida blandida del brazalete de Zafiro, y conseguimos pasar de golpe. Simultáneamente procedemos a atacar a la bestia, pero resulta muy diferente a cuando lo hice yo sola hace un rato.
Ahora no siento esa chispa furiosa en mis venas, no lo veo todo rojo ni tampoco soy capaz de invocar el fulgor azul que me guío en mi enfrentamiento con Bacchus. Nada se asemeja a poseer el collar, y esto hace que se me revuelva el estómago. Y como esa fue la única manera en la que tuve una oportunidad real de ganarle sola, ahora mismo que atacamos las tres me resulta sumamente difícil concebir un triunfo de esto. Es imposible.
Entonces recuerdo que ya me habían dicho que, para poder ganar, yo tengo que dejar ir toda el ansia de violencia que hay en mi sistema, y tal parece que la situación anterior me lo demuestra. Ni juntas tenemos una posibilidad real, pero yo sola y bajo el fiero efecto de mi sangre sí puedo hacerlo.
Y eso destrozará tu espíritu y te matará, repite de nuevo la voz de mi cabeza.
Pero es la única manera, ¿no?
Tan pronto como me pongo a considerar eso, una centella colorida arrasa con nosotras y con todo lo que hay alrededor. No entiendo qué está pasando, porque un montón de escombros me caen encima, pero escucho gritos. Noto que alguien me saca de la tierra y se trata de Thor.
—¿Estás bien? —inquiere ansiosamente, acariciando mi rostro.
Asiento.
—Sí, yo...
—¡NO!
Ese grito me paraliza, y a Thor también. Se trata de un desgarrador grito sollozante tan poderoso que ha conseguido atraer la atención de todos en el campo, porque todos de giran a ver qué está sucediendo.
Y cuando yo enfoco qué está sucediendo arranco a llorar también.
Todo pasa en cámara lenta. El que nos ha hecho volar es Thanos, que tiene las gemas y el guantelete a su disposición, pero eso no es todo. Está dispuesto a cumplir con su amenaza del principio. Beverly es la que se halla más cerca de él, pero todavía no se ha dado cuenta de que se está aproximando y sigue en el suelo sin poder reincorporarse. El aullido de dolor lo ha dejado salir Victoria, que ha entendido de inmediato lo que va a pasar con su hermana. Y ella no quiere permitirlo, así que se alza. Echa a correr con todas sus fuerzas hacia adelante y lanza su espada, pero Thanos la atrapa en el aire. Beverly se vuelve y alcanza a darle una patada, pero este la sostiene antes de que se percate, y es allí donde ocurre la tragedia. La filosa espada de la castaña sigue en su mano, y se aproxima a clavarla en el pecho de la pelinegra, pero Victoria se mete en medio de ambos antes de que suceda.
Y entonces Thanos arroja el inerte cuerpo sin vida de Victoria a los pies de Steve, que se encuentra solo a un metro de distancia.
Me da la impresión de que soy capaz de escuchar el corazón de Thor romperse, a juzgar por el gruñido transformado en grito que escapa desde lo más profundo de su pecho justo antes de lanzarse encima de Thanos para evitar que pueda llegar a Zafiro.
No puedo creer lo que estoy viendo, ni siquiera soy capaz de reaccionar. He quedado completamente paralizada y sin saber qué hacer.
Está pasando de nuevo. Más personas cercanas a mí se están sacrificando.
Esto hace que los niveles de ansiedad se disparen en mi sistema, que mi respiración se rompa en su totalidad y que sienta que ya no sé qué hacer. Me quedo helada, inmóvil, y tengo que llevarme una mano al pecho ante el repentino ataque de pánico que me deja destrozada. No puedo dejar de mirar el cuerpo de Victoria, sus ojos abiertos y sin vida, la manera en la que ha perdido todo el color y el cómo una hilera de sangre sale desde su pecho.
Steve Rogers apenas es capaz de acariciar el rostro de la castaña antes de cargar también en dirección a Thanos. Entre ambos rubios lo sostienen, y veo la manera en la que los ojos de Thor relumbran llenos de ira y de dolor. Yo sé todo lo que Victoria significa para él, y si a mí me está doliendo hasta lo imposible, para él debe asemejarse muchísimo a cuando perdió a Loki. Para él es casi lo mismo, porque incluso ha sido la misma persona la que se los ha arrebatado.
Beverly se tambalea y se cae antes de llegar al cuerpo de su hermana. Se aferra a él con movimientos tremulosos y es donde se suelta a sollozar, cuando Vera también llega a la escena. Todo lo que le siguen son gritos agudos de dolor.
Pero Thanos también se deshace de Thor y Steve, y las gemas siguen en su mano. Por un segundo, Carol Danvers aterriza delante de él y llega a darme la sensación de que puede ganarle, pero eso tampoco sucede. A ella también la quita del camino.
A lo lejos escucho el rugido de Bacchus, y eso me recuerda que esto no ha acabado ni de lejos, pero no puedo moverme. La ansiedad me ha paralizado desde la cabeza hasta los pies y no me deja avanzar o hacer algo. Una horrible punzada de dolor se instala en mi pecho. Eres inútil, me digo. Otra vez estás dejando que los demás hagan todo el trabajo.
Una nueva escena capta mi atención, y es precisamente esa escena la que me impulsa para levantarme. Ni siquiera lo pienses, Tony Stark.
Tony se abalanza sobre Thanos cuando queda solo, pero este lo barre de un puñetazo. Alza la mano con la que sostiene el guantelete y lo observa sin remordimientos.
—Yo soy inevitable —declara justo antes de chasquear los dedos otra vez...
... pero no sucede nada. Thanos se vuelve, totalmente confundido, y es donde yo también reparo en que las gemas no están en sus dedos.
Cierro los ojos. Por favor no. Él también no, por favor.
Miro al otro lado de la escena y tengo que cubrirme la boca con la mano. Todas las gemas se encuentran posicionadas en la mano derecha de Tony.
Pero este final es ineludible, ¿verdad? Sin importar lo mucho que queramos aferrarnos a una alternativa diferente, no la hay. Toda la esperanza que había mantenido al principio ahora mismo se ha ido, de ella no queda. Victoria acaba de morir y ahora Tony va a hacerlo. Volvieron a hacerse sacrificios mortales.
Entonces, ¿dónde está toda la insistencia de Amethyst conmigo? Si Tony chasquea los dedos, Bacchus también se va, ¿no? ¿No es así como funciona eso?
Me dejo caer sobre mis rodillas, pero él no me mira. De hecho, todo lo que sus ojos enfocan es a Thanos. El dolor de mi pecho se redobla en un énfasis agónico cuando todo sucede.
Tony niega una sola vez, y entonces levanta su mano junto con las gemas.
—Y yo... soy... Iron Man —dice para luego chasquear.
El cegador destello de luz me indica que de verdad lo ha hecho, y solo basta con echar un vistazo al frente para ver los resultados.
Un murmullo sordo recorre el campo y, en una especie de macabro déjà vu, la escena de hace cinco años se repite, solo que ahora pasa de forma beneficiosa. Uno a uno todos los miembros del batallón de Thanos, y también el mismo Titán, se desvanecen hechos polvos. Como si una brisa mortal estuviera barriendo con ellos, aquello por lo que luchamos empieza a desaparecer, indicándonos que quizás hemos ganado la batalla. Pero la esperanza no es tan grande y eso yo debo saberlo perfectamente bien.
Bacchus no se va.
Doblada sobre mí misma veo todo pasar muy lento; tortuosamente lacónico. Una oleada de alivio recorre el campo cuando se libran de la amenaza, pero todavía resta una incontenible. Esta bestia monstruosa aún está de pie, en el final del campo, con los ojos que irradian fuego clavados en mí. El collar está presionando en su pecho, a la altura de su corazón, como si acaso quisiera volverse uno mismo con el. En mi boca siento el sabor del metal provocado por la sangre de alguna herida que me pasó desapercibida, así que poco a poco y sin quitar mi vista de Bacchus, me voy levantando. Él me está mirando de la misma manera en la que yo lo veo: expectante, aguardando algo más. Frunzo los labios y me muevo solo un poco hacia la derecha cuando siento que alguien me está clavando la mirada.
Los ojos de Amethyst se encuentran con los míos, y su silenciosa afirmativa ante mi gesto de pregunta resulta muchísimo más fuerte que si la hubiese gritado. Es aquí.
Tengo que hacer dos cosas antes.
Primero me acerco sin prisa alguna a dónde se encuentra recostado el cuerpo de Tony. Peter Parker y James Rhodes ya han llegado con él, e intuyo que serán solo segundos infinitesimales hasta que llegue su esposa. Me prohíbo pensar en ella para que esto no me duela tanto, porque hacerlo solamente me obligará a hacer un paralelismo que me romperá mucho más el corazón, y ahora mismo no puedo vacilar. Me agacho lentamente, y este todavía tiene los ojos ligeramente abiertos, así que le sonrío sin mostrar los dientes y le beso la frente.
—Gracias —susurro de manera casi ininteligible a través del vértigo y las lágrimas—. Te quiero. Lo hiciste muy bien.
Tony me regresa la sonrisa, mucho más leve, más apagada, pero asiente con lentitud. Le acaricio la mejilla una última vez y me pongo de pie, volviéndome justo a tiempo para no ver el rostro de Beverly cuando llega hasta él. No la veas, no la veas. Verla hará esto más doloroso para mí, porque verla llorando y destrozada me hará relacionarla conmigo y lo que estoy dejando y sencillamente no puedo poner esa imagen en mi mente.
La última cosa que tengo que hacer se ubica detrás de mí. Los ojos de Thor se encuentran inundados de lágrimas, pero no soy capaz de decir si son por Victoria, por Tony, o por todo en general.
Llevo mis manos temblorosas hasta su rostro y lo acaricio suavemente, para después inclinarme y depositar un beso sobre sus labios.
—Te amo —articulo en voz baja—. Siempre lo hice y siempre lo haré. Mi amor nunca te va a dejar solo.
El dolor crispa su rostro al comprender.
—No lo hagas —ruega, con un gruñido de dolor retumbando en su pecho. Yo niego lentamente—; Por favor no lo hagas —añade. Suelta a Rompetormentas y usa las manos para acunar mi rostro de manera veloz, sin darme oportunidad alguna de moverme un poco—. Tú eres mi Crystal, mi Crystal. La que nunca me deja solo. Por favor no lo hagas...
Trato de sonreírle a modo de calma, pero verlo de esta manera me desgarra el alma en niveles que no creí posible. Despedirme de Eyra y ahora de él son sin duda alguna las cosas más difíciles que he tenido que hacer en mi larga vida, y ningún dolor físico jamás se va a comparar al vacío tan grande que siento en mi corazón por eso.
Rozo mi nariz con la suya.
—No tenemos ninguna otra opción...
—No —niega frenéticamente. Se le rompe la voz tan pronto lo pronuncia y el gruñido acaba volviéndose un lloriqueo bajo y ahogado—. No lo hagas, por favor.
—Yo siempre seré tu Crystal —le aseguro sin dejar de sonreírle a su rostro lleno de horror. Mis ojos están tan llenos de lágrimas que no enfoco bien—. Siempre lo fui y siempre lo seré, nunca me iré de aquí —toco su corazón—. Te amo. Gracias por darme más de lo que merecía —lo beso de nuevo—: Cuida mucho a nuestra Eyra, ¿me lo prometes?
Thor cierra los ojos con fuerza y me atrae más a él para besarme toda la cara; la frente, los ojos, las mejillas, la nariz y por último la boca. Cuando me abraza noto que está temblando y eso me lo pone todo más difícil. Está haciendo conmigo lo mismo que yo hice con Eyra, besarle el rostro y abrazarla con todas mis fuerzas, negándome a alejarme de ella.
Me separo un poquito de él y lo miro a los ojos.
—¿Me lo prometes?
—Te lo juro —resuelve con seguridad—. Te juro que esto no será en vano. Te amo.
—Eso es —musito.
Intercambiamos un último beso rápido antes de que yo me gire y emprenda mi camino hasta donde se encuentra la bestia.
Hago acopio de toda la fuerza que tengo para tratar de sofocar el sonido de la respiración entrecortada de Thor a mis espaldas y también para tratar de ignorar el hecho de que todo el mundo me está mirando. Clavo mi vista en el monstruo y no dejo que nada se me cruce.
Noto una súbita alteración en el aire mientras me acerco a él, como si este se estuviera volviendo más pesado. Percibo una brisa que me deja un sentimiento de repelús en la piel conforme mis pies avanzan y mis ojos empiezan a vislumbrar borrones extraños. Me toma un segundo completo determinar su procedencia, pero finalmente lo entiendo: el hilo se está desvaneciendo. Lo tomo, me hago a la idea y tampoco me detengo. Esto es lo que estaba buscando, pero al final resulta que no se trata de mi libertad por la que lucho. Me mantengo en pie y hago esto por la libertad de ella, porque la mía la he perdido hace mucho y no creo ser capaz de recuperarla ni siquiera en estas instancias. Eso no me importa en absoluto, todo lo que yo quiero es que ella sea y tenga todo lo que yo no fui y no tuve. Una vida enteramente feliz, libre de peligro, dónde pueda saborear su libertad cada vez que respire. Donde la culpa no sea parte de la ecuación y el terror no la aceche. Definitivamente hay esperanza, pero no para mí, y eso está bien. Eso está muy bien.
No soy la única que está sacrificando algo, y por primera vez nadie lo hace por mí. Este campo está manchado de sangre de personas inocentes, estos escombros han sido testigos de una baja irreparable. El mundo ya perdió dos faros, perdieron a Tony y también a Victoria, y yo no puedo permitir por ningún motivo que sus muertes sean en vano. Ellos hicieron todo por detener a Thanos y traer a todos de vuelta, y por eso tengo que terminar con Bacchus y ese collar de una vez y para siempre. Se los debo a ambos, el librar a sus hijos de nuestro linaje maldito ahora queda en mis manos y es lo que haré. Me lo debo a mí misma.
Un gruñido bajo se arremolina en la boca de mi estómago y sale entre mis labios de manera distorsionada. Siseo bajo entre los dientes apretados y me detengo cuando estoy solo a escasos metros de la bestia, invitándolo a acercarse.
Una chispa de frío enciende mi sangre, pero esta es distinta a todo lo que he experimentado en el pasado. Me preparo para recibir el golazo de adrenalina que me deja el instinto de violencia, pero no llega. En su lugar, todo lo que siento es una gelidez abrasadora quemarme las articulaciones como si fuera hielo. El tenue fulgor rojizo que cubría mis ojos ahora es blanquecino, no arde sino que enfría. La percepción del estallido de energía es diferente, pero el resultado es el mismo. La bruma azulada envuelve mis dedos en un movimiento casi lúgubre, y la verdad es que no lo entiendo. No siento ira, no estoy enojada, tampoco lo veo todo rojo. Me siento tranquila. Entonces, ¿por qué aún puedo invocar esa energía?
¿Siquiera podré lograrlo así? ¿No es la violencia el requisito esencial para terminar este trabajo? Para eso había aceptado, ¿no? No lo entiendo.
—Es que tú sí eres buena.
Esa voz...
Giro el cuello sin poder creer lo que estoy escuchando, y así puedo comprender la alteración en el aire, por qué se siente tan frío. Es la misma sensación que tenía en el monte, donde los sentía cerca de mí. Ahora sí están cerca de mí.
La mano espectral de Cyrene se coloca sobre mi hombro al tiempo que me dedica una sonrisa tranquilizadora. Detrás de ella, los rostros elocuentes de Loki, Eisa y Daven me escudriñan atentamente, advirtiendo cualquier reacción de mi parte.
Ahogo un sollozo.
—No sé cómo pelear sin eso —admito, pues es la verdad. Ese instinto de furia es el que siempre me guía.
Mi madre niega lentamente pero no borra su sonrisa deslumbrante.
—Claro que sí lo sabes —musita—. Tú puedes hacerlo. No voy a irme de tu lado y ellos tampoco lo harán. ¿Estás lista?
Oigo el latido de un corazón enorme acelerarse, percatándome que se trata de Bacchus que de prepara para atacar. Su espantoso bramido vuelve a azotar la tierra del campo.
Yo asiento una sola vez.
—Sí.
—Eso es —la sonrisa de Cyrene se ensancha—. Tu agua nunca fue turbia, mi sirena. Siempre supiste mantenerla mansa.
Bacchus da el salto que anticipa el ataque, así que enfoco muy bien el sitio de su pecho en el que se encuentra el collar y cierro los ojos.
Antes de que este caiga en el suelo, el fulgor azul de mis manos empuja con fuerza hacia adelante y choca contra el collar. El primer impacto lo hace rugir con furia, en protesta, de dolor, no soy capaz de atisbar qué será, pero lo hace. Todo lo que hago es empujar esa luz hacia el centro del collar que está a la altura de su corazón, plantándome con ímpetu al suelo. Cuando los rugidos aumentan, abro los ojos y empujo con ambas manos. El estallido de energía toma un nivel de fuerza más intenso, y allí es donde noto el primer crack. Pero no en él, en mí.
Algo en mi interior se ha resquebrajado, pero intuyo que es normal. La cantidad de fuerza que estoy utilizando, sumada a la proximidad a la que me acerco más y más a Bacchus... No hay ni una sola probabilidad de salir con vida de esta explosión, eso yo lo sé. Solo no espere que mi sistema comenzara a fallar antes.
Ignoro el abatimiento y sigo empujando, pero el dolor se vuelve tan pesado en un punto determinado que solo puedo ponerme a llorar. Lloro porque es un dolor insoportable, que me parte los huesos y me quema las venas, y las lágrimas son la única vía que tengo para expresar lo mucho que me duele. Pero estas lágrimas del dolor físico se mezclan con las del dolor en mi corazón, porque con cada segundo que pasa me acerco más y más al final de todo.
Tengo que cerrar mis ojos otra vez.
—No pienses en el dolor —me dice Cyrene con voz etérea—. Lleva tu mente a otro lado, Crystal. Tus instintos harán el trabajo.
Trato de obedecer lo que me dice, pero ignorar el dolor es muy complicado. Tengo que pensar en otra cosa, pero lo que sucede es un poquito diferente.
https://youtu.be/8JSdy3nLLYA
Mi mente atormentada exige un descanso de la agonía que me genera esto, así que se va a su lugar feliz. Y en este lugar feliz reina Thor en todo su esplendor. No sé si se trata de un efecto secundario de estar al borde de la muerte, o si acaso ya estaré delirando a causa del suplicio que me genera el dolor, pero empiezo a verlo todo.
Desde nosotros cuando éramos niños. Las vívidas imágenes se reproducen en mis pensamientos y hacen que las lágrimas me sepan a dulce. Puedo ver con total claridad todas las carreras alrededor del inmenso jardín del dorado palacio de Asgard, como nos sentábamos debajo del árbol más grande para tener la sombra más placentera. Loki siempre tenía que ser el intermediario, porque al principio Thor y yo no nos llevábamos bien. Pero eso cambio tan pronto crecimos un poco más, y ni siquiera Oquaheim nos pudo separar. Aquí lo veo todo. Todas las veces que de escabulló para verme, para estar conmigo. La manera en la que me abrazaba al punto que casi me asfixiaba, como siempre hacia todo lo posible para poder dormir conmigo.
Eso. Las incontables noches que pasé despierta, escuchándolo hablar, con mi cabeza encima de su corazón únicamente para oírlo palpitar. La manera en la que sólo él sabía consolarme, o hacerme sentir especial. La forma en la que mi corazón retumbaba de alegría nada más con verlo. Todo lo que veo es él: sus ojos, su risa, sus besos, sus caricias, su tacto, la forma en la que entrecierra sus ojos y también las muecas que hace al hablar. Pero eso también cambia, aunque en realidad es como seguir viéndolo a él. Después de todo, Eyra es él, por completo. Ay, mi niñita rubia. No me olvides, sirenita, te lo pido, sollozo. No me olvides porque yo te voy a llevar conmigo a dónde sea que vaya.
—Solo un poquito más —me avisa Cyrene.
El sonido de su voz me saca del trance y el dolor vuelve con más potencia que antes. Pero tengo que resistir más, no puedo acabar de sucumbir al dolor antes de terminar esto. Empujo con más fuerzas y el fulgor azul se retuerce, ganándole otro rugido de dolor a Bacchus.
Pero esto a mí también me duele, muchísimo.
—¡Thor, no! —grita alguien a lo lejos.
Muevo la cabeza solo un poco, y me consigo con que Thor trata de acercarse hasta donde yo me encuentro. Steve y Beverly tratan de hacerlo retroceder, pero este no se deja.
—¡No! —grita—. ¡Déjenme! ¡Le está doliendo, está sufriendo! ¡No puede seguir, no!
Niego rápidamente y lo observo.
—Está bien, no me duele —le aseguro de manera apenas audible. Mi rostro se tuerce hasta sonreírle para que no lo siga intentando—: No me duele nada, está bien, tranquilo.
Él me escucha, pero se cae de rodillas y empieza a sollozar también.
Me preocupa muchísimo su estado, y también me parece que no es nada indicado que sean justamente Steve y Bevs quienes tratan de sostenerlo. Ellos también han perdido mucho hoy. Y eso es lo que sucede: ellos tampoco lo soportan. Cada uno de desmorona en el suelo, lamentando las pérdida, convirtiendo todo en un mar de llantos y gritos de dolor.
Un poco de alivio me pone en calma cuando llegan a ayudarlos. Natasha se dispone a sostener a Steve, mientras que Barton deja que Bevs se aferre a él para dejarse caer por completo. Es Halley quien se inclina para abrazar a Thor y dejar que este la use de escudo para llorar.
—Lo siento —articulo sin voz, pues aún me está viendo—. Te amo.
Cierro los ojos otra vez y empujo con más fuerza hacia el collar. La fractura se vuelve perceptible en ese momento y eso me dice que está sucediendo.
—Puedes salvar a uno de ellos —murmura Cyrene.
—¿Qué?
—De las cenizas del universo, el alma de un héroe nacerá —recita mi madre con voz musical—. Bacchus es fuego del universo, cuando termines con él solo será cenizas. Su ceniza puede salvar a uno de ellos, pero tú tienes que decidir cuál de los dos será.
Puedo salvar a uno de ellos... ¿A Victoria o a Tony?
—Estás a punto de dar el golpe final —anuncia Cyrene—. Visualiza al que volverá a la vida, ya hemos terminado.
Insuflo mis pulmones con aire, pues lo voy a necesitar. La fractura se agranda y yo siento como lentamente mi cuerpo empieza a flaquear, como si estuviera a punto de desfallecer ante el dolor. Aprieto los ojos y visualizo al que nacerá de las cenizas. Una vez su imagen llena mi mente, pienso una última vez en Eyra y en Thor y me preparo para terminar con esto.
Se me engarrotan los músculos cuando doy el último empujón, dejando que la explosión de fuego me arrastre con ella.
Y por un segundo completo no siento nada. Destrabo los dientes y abro las pestañas, en un movimiento sumamente lacónico, pero no veo el campo. Todo lo que veo es una preciosa playa paradisíaca. El sonido de las olas del mar me hace sonreír; es el agua más bonita que he visto jamás. No siento dolor en absoluto, todo lo que siento es paz. Me siento libre.
—¿Lo hice? —inquiero, conmocionada por lo que está sucediendo.
—Lo hiciste —concede Daven con una sonrisa—. Los salvaste.
Miro el agua cristalina y tengo que ponerme de cuclillas para tocarla. El sol está brillando con fuerza sobre ella.
Eisa chapotea y me sonríe de manera presumida.
—Te dije que íbamos a tomar el sol y finalmente escucharías mi historia.
Me llevo una mano al pecho.
—¿Ellos van a estar bien? —pregunto con preocupación.
Loki se asoma por detrás de Eisa y también me sonríe con gesto tranquilo.
—Lo estarán, hermana.
Entonces yo también estaré bien.
Part of the journey is the end
🌊❤️⚡
Hasta siempre, sirena.
Gracias por todo. 💫
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