32 ━━━ What did I do to deserve this?

━━━ ❛ VALHALLA XXXII ❜ ━━━

—... Y allá, al otro lado de la calle, se encuentra el Museo del Louvre. Estamos caminando justo encima de la Rue de Rivoli.

Aguzo la vista para mirar la cosita que Tony me está señalando. Tiene la apariencia de una palaciega edificación pulcra y cristalina, pero hay una buena cantidad de personas aglomeradas fuera de él. Yo ladeo la cabeza para verlo mejor.

—¿Todos se reúnen para ver eso? —pregunto, curiosa.

—Claro —Tony asiente y se mete las manos en los bolsillos—. Es arte, ¿no la había en Asgard?

—El pueblo no podía acercarse al palacio. Una legión de Einherjar resguardaba todas las entradas, nosotros no podíamos interactuar demasiado con el exterior, al menos no cuando éramos niños. En Oquaheim solo interactuábamos con el pueblo en festividades, pero nada más. Este es un palacio muy abierto.

El pelinegro da una sacudida de cabeza y entona una carcajada leve, al tiempo que me da una palmada en la espalda.

—Al menos dime si te está gustando París, Ariel.

—Es muy bonito —asiento con una sonrisa—. Gracias por todo, Tony.

Tony se encoge de hombros.

—Ni te apures. Ahora muévete o dejo que te lleven al museo como exhibición.





Atravieso el vestíbulo a toda velocidad y ni siquiera me quedo a verificar si acaso he cerrado la puerta, pues las zancadas largas no se detienen mientras me dirijo a las escaleras. El sonido del llanto se hace cada vez más potente conforme avanzo, y cuando abro la puerta de la habitación, la intensidad me golpea la cara.

—¿Qué está pasando? —jadeo al ver cómo Eyra de encuentra llorando desconsoladamente hecha un ovillo en medio de la cama de Thor—. ¿Está herida?

No sé qué hora es, solo sé que estamos en medio de la madrugada. Para variar yo no dormí nada, así que estaba bastante despierta cuando recibí la llamada del rubio diciendo que Eyra no dejaba de llorar.

Thor parece fuera de sí. Sus manos están en su cabeza mientras que un creciente nivel de preocupación relumbra en su rostro paralizado. Lo escucho balbucear un par de cosas en respuesta, pero el lloriqueo intenso de Eyra no me deja prestarle atención. Tan pronto me ve, la niña aumenta el volumen de sus sollozos y extiende sus brazos en mi dirección para que pueda tomarla. No tengo que pensarlo dos veces para sostenerla, al momento que ella se aferra con todas sus fuerzas a mi cuello y sus lágrimas comienzan a mojarme la piel.

—Shhhhh —comiezo a mecerla de un lado a otro, cuidadosamente, mientras le sobo la espalda con mis manos—. Está bien. Tú estás bien. Necesito que respires, ¿de acuerdo? Toma una respiración profunda.

Lo único que obtengo en respuesta son más sollozos.

—Eyra —la llamo, infligiendo más volumen a mi voz—. Vas a hacerlo de la misma manera en la que lo hace mamá, ¿te parece? ¿Me entiendes? —ella niega con la cabeza justo cuando comienza a hipear—. ¿Recuerdas cuando mamá se siente mal? ¿Cuando también empieza a llorar? —esta vez asiente de manera muy lenta—. ¿Y qué me dices tú cuando eso sucede? Que debo respirar. Ahora necesito que tú hagas eso, ¿puedes hacerlo por mí?

Busco con los ojos a Thor y le hago una seña de que me ayude a sacármela de encima para poder mirarle la cara. El rubio trastabillea pero se acerca y me ayuda a despegar a Eyra de mis brazos para después sentarla en el borde de la cama. Eyra continúa hipeando cuando pongo mi mano sobre su rostro empapado y la hago alzar la barbilla, más sin embargo no abre los ojos.

—Por favor, princesita —le pido en voz baja—. Respira. Hagámoslo juntas, ¿te parece?

—Vamos, preciosa, tienes que respirar —añade Thor con la voz cargada de ansiedad, sentándose detrás de ella y depositando un beso sobre su cabeza que la hace estremecer.

La niña hace un puchero pero sus sollozos disminuyen, al tiempo que va abriendo los ojos. Sus pestañas mojadas muestran unos ojos azules completamente rojos, al igual que toda su cara.

Lacónicamente, la niña se refriega los ojos mientras que su pecho sube y baja entrecortadamente gracias al nivel de llanto.

—Eso es —murmuro. Le saco todo el pelo de la cara para poder enfocarla mejor—. ¿Quieres hablar con nosotros? ¿Por qué estás llorando?

Eyra vuelve a estirar los brazos para que yo la cargue así que yo abro los míos para recibirla, refugiándola entre ellos. Esta vez le hago un movimiento a Thor para que se ruede y yo pueda sentarme con la niña encima a su lado.

—Soñé —murmura en voz sumamente baja, mientras que estira una mano por encima de mi pecho. Con el rabillo del ojo la veo tironear de la barba del rubio distraídamente—, fue una pesadilla. No me quiero quedar sola. Me da miedo no dormir con mi papá precioso, o no estar todo el día con mi mami. No quiero que me dejen sola.

Acaricio su espalda y viro un poco el cuello para buscar la mirada de Thor. Este tiene el ceño fruncido, sin comprender realmente lo que dice la niña, pero está tomando la mano que antes le tironeaba la barba. La otra mano de Eyra me toca la mejilla con ligereza.

Poco a poco me recuerdo que, en orden de que mi hija pueda calmarse en su totalidad, yo también debo permanecer serena. Y en vista de que Thor se está mordiendo el pelo sin saber qué hacer, tengo que actuar con toda la calma y el aplomo existentes. No solo debo calmar a uno, sino a dos. Y con mucha suerte debo hacerlo antes de que la misma situación reviente mi vago nivel de cordura, pues mis ataques suelen ser mucho más difíciles de manejar que esto.

No, me digo a mí misma. Esto no se trata de mí. No debo ni siquiera poner en consideración mi ansiedad porque esto es mucho más importante. Yo puedo soportar eso, puedo lidiar con la sensación de culpabilidad e incluso puedo sobrellevar la manera en la que me trata Thor, pero la única cosa en todo el universo que con la que no puedo siquiera aguantar es ver a mi hija sufriendo. El dolor devastador que me genera eso es horrible.

Tomo una buena bocanada de aire y siento un poco de alivio al sentir la respiración de Eyra mucho más pacífica que al principio. La habitación está solo iluminada por la luz blanquecina de la lámpara junto a la cama, y agradezco en grande que este sea el único espacio de toda la cabaña que Thor ha decidido voluntariamente mantener limpia. Aunque estoy segura de que si Eyra no durmiera aquí, también sería un desastre igual que el resto del lugar.

—¿Quieres que te cuente una historia, princesita? —le pregunto en un susurro bajito. Eyra asiente con su cabeza metida en el hueco de mi cuello.

—Yo también quiero una —añade Thor en el mismo tono de voz, pero esta suena más agobiada que la mía.

Pego los ojos al techo nada más para no rodarlos.

—Cuando yo estaba así, igual de pequeña que tú, también tenía pesadillas, y eran aterradoras —le cuento sin dejar de acariciar rítmicamente su espalda—. Y cada mañana después de una noche de pesadillas, yo salía de mis aposentos sabiendo que, en el día, vería a tu papá e íbamos a jugar. Porque sabía que él siempre me hacía reír era que podía sobrevivir las noches, esperando el día siguiente con ansias. Cuando me fui de Asgard temí de que jamás me desharía de las pesadillas, pero me llevé un pedazo de él y de su hermano conmigo. Tenía un pequeño dije en forma de serpiente que nunca fallaba en hacerme sentir mejor. Ojalá aún lo tuviera, de esa manera podría dártelo —beso su cabeza—. Pero tú tampoco tienes nada qué temer, Eyra. De la misma manera en la que yo lo tenía, tú también tienes a tu papá aquí tan pronto abres los ojos. Me tienes a mí. Nosotros nunca dejaríamos que te pasara algo. Nuestra cabeza crea las pesadillas, pero por más aterradoras que sean, no son reales. No dejes que te ganen, tú eres más fuerte que todas ellas.

La niña guarda silencio y su respiración se acompasa, así que no detengo mis movimientos. Es mi mejor si vuelve a dormirse.

No estoy segura de cuánto consuelo puede encontrar Eyra en mis palabras, pero espero que sea el suficiente para calmarse y recomponerse. Mis ojos se cierran un momento, y entonces siento la cabeza de Thor sobre la mía. Se apega más a nosotras y también empieza a acunar a Eyra cuando susurra:

—Nunca vamos a dejarte sola.

Su voz sale tan baja que me da un escalofrío, pero no es sino hasta que sus dedos rozan los míos en la espalda de Eyra que siento la verdadera conmoción.

De repente, las palabras de Eyra acerca de la pesadilla toman un rumbo oscuro en mi cabeza y la postura de Thor solo me pone más intranquila. Involuntariamente mi corazón se detiene. No puedo detener el recuerdo que llena mi mente y tampoco soy capaz de evitar que este se relacione con la profecía, así que eso acaba estresándome. Mis niveles de ansiedad suben y, en ese pequeño instante, todo lo que quiero hacer es aferrarme con toda la voluntad que tengo al cuerpo de mi hija y no soltarla nunca. Ella es la única cosa que simplemente no puedo perder, incluso si eso significa perder todo lo demás. Puedo sentir miedo por muchas cosas, pero eso jamás se va a acercar ni siquiera un poco a la desolación que azota mi corazón cuando la posibilidad de que Eyra esté en riesgo entra en el panorama.

Tengo que encontrar una manera de salvarla... cueste lo que cueste. La profecía no puede costarle la vida a Eyra, yo no lo pienso permitir.


*


Estoy de pie frente a la ventana cuando el sol termina de asomarse por encima de las rocas del acantilado del fondo. Le doy un buen sorbo a la taza de café, a ver si de esta manera mis nervios se calientan un poco, pero no consigo relajar la postura ni tampoco calmar mi cabeza. Tal vez estoy actuando precipitadamente, dejándome llevar por la paranoia, pero no me gusta creer en coincidencias. Para mí no existen.

Cuatro días después de haber hablado con Victoria acerca de la profecía, Lady Asta se acerca a mí con una declaración bastante alarmante y ahora Eyra ha tenido una pesadilla tan horripilante que ni siquiera es capaz de repetirla. No dice nada más allá de que «no se quiere quedar sola», y es eso mismo lo que no me permite fiarme. Aquello tiene que estar entrelazado de una manera, aunque no sepa explícitamente cómo encaja la profecía en todo esto. Quiero telefonear a Nueva York, pero no tengo nada certero. No quiero llamar con las manos vacías, pues sé que eso solo conseguirá alterarlas mucho más de lo que ya están. Sobretodo a Victoria y a Beverly —porque ellas tienen las mismas cartas que yo, las mismas posibilidades de perder y el mismo terror inminente. Ese terror devastador que me carcome a mí, también lo hace con ellas.

Ahora mismo no puedo evitar recordar a Loki y a Eisa. Ellos se habían tomado tan en serio la tarea de conectar los puntos de la profecía, y habían acabado perdiendo la vida en el proceso. Nadie sabe cuánto habrá averiguado ese par antes de que sucediera lo de Thanos, pero yo soy capaz de poner mis manos al fuego a que casi la descifraron por completo. Si no hubiera sido por ellos, nosotras no tuviéramos ni una remota idea acerca de todo esto así que, de cierta manera, todos estos acontecimientos comenzaron con Loki y Eisa.

Loki y Eisa fueron los que dieron pie a todo, y pasaron toda esa línea hacia mí y Thor, y a su vez nosotros la pasamos a Victoria y Steve, Beverly y Tony, y ellos, de una manera, lo trasladaron hacia Natasha y Halley. Todo estaba intrínsecamente conectado, enlazado como los hilos de un pedazo de tela. Cada punto tenía un significado y un deber importante. Si alguno faltaba, todo se descuadraba. Loki y Eisa estaban muertos y, en consecuencia, nosotros íbamos a ciegas, porque eran ellos los que tenían la información.

Aprieto los dientes y noto un color amarillento en el cielo. Tal parece que hoy no habrá nubes de tormenta en Nuevo Asgard.

—Crystal, yo... —Thor carraspea, como si se ha atorado con algo. Giro sobre mis talones, aún con la taza entre mis manos, y lo encuentro en el inicio de las escaleras. Se está rascando la nunca nerviosamente—. Eyra está dormida, pero yo... Yo quería decirte... —resopla—. ¿Te acuerdas cuando yo... tenía... esos, sueños, también? ¿Y te acuerdas que...

—Se hicieron realidad —lo corto antes de que termine, con la voz monótona.

Thor asiente.

—¿Qué pasa si Eyra es como yo?

Así que sus pensamientos van en la misma dirección que los míos.

El relámpago de confusión que destella en su cara solo le da un énfasis agónico a su pregunta. Yo misma conozco a la perfección las cicatrices profundas que quedaron en el corazón de Thor después de que sus sueños le advirtieron del Ragnarok y de la caída de Olympia, así que su cuestionamiento hace que la sangre se me congele como agua helada.

Si lo que trata de implicar es cierto, entonces existe un porcentaje muy alto de probabilidad de que la pesadilla de Eyra también se encuentre relaciona directamente con la profecía.

—Tengo que irme —mascullo, soltando la taza de café y poniéndome en marcha hacia la entrada—. Quédate con Eyra, volveré en un rato.

Thor frunce el ceño.

—¿Qué? ¿A dónde v...

Cierro la puerta de la cabaña antes de que termine su pregunta y me impulso hacia adelante con exagerada rapidez.

En primer lugar, si quiero comprender algo mejor entonces debo investigar. Tengo que hacer mi tarea en orden de entender lo que está sucediendo, aún si eso significa forzar mis inestables nervios hasta llamar el desastre. No puedo quedarme con los brazos cruzados mientras me imagino que mi hija ha heredado los dotes de profeta dormido de su padre, sobretodo con esa maldita profecía tocando la puerta. Que Victoria hubiera dicho que había escuchado a Althea no me da esperanzas, pues no tenía que vacilar ni por un instante al asumir que se avecinaba una matanza si ella había decidido hacerse notar de manera dramática.

Los años hacen al maestro, supongo. Aunque en mi lugar, los años solo me han vuelto atenta y desconfiada con todas estas cosas. Algo me dice que Althea no nos está dando una salvación ni mucho menos una solución al problema entero, tiene que haber algo más. Y para saber de qué se trata, tengo que indagar. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que con la persona que consiguió ponerme los pelos de punta el día anterior al nombrarme ese tema?

Necesito hablar con Lady Asta, y agradezco que mi mente se mantenga perfectamente serena mientras reflexiono acerca de eso en mi camino a la casa de la anciana de cabellos broncíneos. Acelero el paso. Tengo poco tiempo.

—¿Qué haces fuera de la cama tan temprano, muchacha? —inquiere en voz alta la anciana tan pronto me observa en la lejanía.

Ha detenido la tarea de regar su jardín de rosas preciosas únicamente para reparar en mí. Yo la saludo con la cabeza, incapaz de entablar cualquier tipo de conversación trivial antes de soltar la bomba. Estoy muy impaciente.

—Perdónme si acaso la incómodo, Lady Asta, sobretodo por la hora —comienzo, subiendo los pequeños escalones de su casa—, ¿pero qué sabe usted de la profecía de los descendientes de Talea?

La anciana suelta el rociador, poniéndolo sobre uno de los muros de ladrillos detrás de ella, y me observa con la mirada insondable. Levanto la barbilla y me mantengo recta hacia ella conforme pasan los segundos, denotando un poco de seguridad.

Su rostro se torna un poquito más apacible cuando suspira.

—No tiene ni una pista, ¿verdad, Lady Crystal? —pregunta ella con gran interés.

—No.

—Entonces tiene mucho trabajo que hacer —señala la casa con su cabeza—. Vamos adentro.


👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰 👩🏻‍🦰


—¿Y qué tiene que ver una bestia cósmica en todo esto? —inquiero, echándole una ojeada curiosa al gigantesco libro de páginas amarillentas que ha depositado la anciana frente a mí en la mesa de su comedor.

Lady Asta se encoge de hombros levemente pero no me mira, sigue concentrada en que el té que está sirviendo no chorree por ningún lado.

—Algunos mitos lo consideran el causante de la profecía. Dicen que Bacchus mordió a Talea cuando era una niña, y por eso quedó maldita —contesta. La señora toma asiento a mi lado y abre otro libro igual de grande que el que tengo en mis manos—. Pero Bacchus es una criatura tan antigua como el universo mismo. Es una bestia maligna cuyo única existencia se basa en el terror que genera en la psique colectiva de seres igual de míticos. Si acaso las historias son ciertas, si la Diosa de la Luz fue maldita por su mordida, entonces, quizás, la profecía pudiera detenerse al matar a la bestia. Aunque claro está, eso es imposible.

—¿Imposible? ¿Por qué?

Lady Asta me mira con curiosidad, pero yo le devuelvo la mirada con las cejas fruncidas debido a la confusión. ¿Cuándo pasamos de dioses narcisistas a bestias cósmicas? 

—Demasiado fuerte —contesta, señalado una página de su libro. Yo me inclino hacia adelante para observar el dibujo de una criatura monstruosa, cubierta de escamas grises y brillantes ojos del color de la sangre, como un par de llamaradas intensas. Dos largos y filosos colmillos cuelgan de sus labios y sus grotescas manos están abarrotadas de grandes garras amarillentas—. Sin embargo, Bacchus resguardaba un collar. El collar de Autem. Una teoría dice que si se destruye el collar, Bacchus también desaparece. El problema con esta teoría es que es muy improbable, por el único motivo de que el collar solo puede ser tomado por alguien desconocido. En las manos equivocadas,  Bacchus y el collar solo traen destrucción, pero si se usa adecuadamente...

—¿Pero qué hay de la profecía en sí? —susurro.

—No podemos saber a qué se refiere exactamente, Crystal, ese es el tema de las profecías. Ellas dictaminan un destino, pero este no es siempre certero. A veces su rumbo puede alterarse y tomar otro completamente diferente al que se espera. Hasta las partes involucradas pueden librarse de ella con un mínimo giro de la situación.

Pestañeo.

—¿Y eso no era imposible?

—Depende de las circunstancias —musita Lady Asta—. Solo el tiempo mismo puede saber qué puede cambiar y qué no.

—¿Qué hay del collar? —vuelvo a preguntar—. Incluso si es solo una remota posibilidad, vale la pena intentarlo, ¿no? Si podemos destruirlo...

Me siento desorientada cuando Lady Asta cierra el libro en sus manos y arranca el mío, empezando a rebuscar a toda velocidad entre las páginas.

Ya sé lo que dice la profecía, me la sé de memoria, pero Lady Asta cree que tal destino proviene de una bestia llamada Bacchus. Ella misma me había dicho el día anterior que ese destino se había sellado hace milenios, y por eso ahora me recalcaba la presencia de nuestros antepasados en todo esto, especialmente la de Talea. Lady Asta no está interesada en recalcarme lo que ya sé: descendientes de Talea, malditos hasta los huesos, no. Ella quiere ayudarme a llegar a los inicios de todo este desastre para así entender mejor a qué nos estamos enfrentando, y eso es justo lo que necesito. Si conocemos el principio es mucho más fácil advertir el final, y si el destino lo selló hace siglos, nosotras también podemos aguardarlo antes de que llegue. Tengo que creer que es así.

Tal parece que este es un tema de mucha conversación entre brujas.

—Fue una bruja midgardiana quien advirtió a los padres de Talea del terrible destino que aguardaba a su hija —comienza de nuevo, ahora señalando la imagen de un gran árbol en el libro—. Un milenio antes de que tu padre naciera, la profecía ya estaba asentada, y por supuesto, nadie comprendió enteramente a qué se refería. El saber, el poder, la fuerza, cosas que pueden tener todo el mundo pero que, a su vez, no son características propias de una sola persona, tendían a confundir mucho a todos los que estaban involucrados con dicho relato.

» Sin embargo, después de que Talea murió y Althea quedó al mando de Olympia, ella sí comenzó a indagar más en la profecía. Tanto que también llegó a enterarse del Autem, y quiso buscarlo, pero este la rechazó de inmediato. Algunos dicen que fueron los tres hermanos, Althea, Cyrano y Amethyst, los últimos en enfrentarse a Bacchus, y aún así no pudieron ganarle. Tu padre, Cyrano, fue el único capaz de empuñar el collar, y ni siquiera él lo resistió. La gran grieta que le dejó ese esfuerzo fue la misma que utilizó Amethyst para terminar de resquebrajarlo durante la rebelión de Olympia.

» La fuerza de Bacchus era tan imperiosa que necesitó el poder combinado de los tres hermanos para adormecerlo, pues no pudieron acabar con él. Fue una terrible lucha en ese entonces, y tuvieron que recurrir a otra persona para sellar a Bacchus en algún lugar de este vasto universo. Aquí —señala la página conjunta. Una preciosa mujer, de piel tostada, alborotado cabello marrón claro y grandes ojos oscuros está detenida en medio de toda la hoja. Lo más llamativo es el collar que cuelga de su cuello—: La primera bruja de Hiron, Makenna. Ella fue la que selló el campo de energía que mantiene a Bacchus alejado del cosmos, pero nadie sabe dónde es ese lugar. Makenna de Hiron fue la única persona capaz de resistir la malignidad proveniente de la bestia.

—¿Dónde está esta bruja? —quiero saber, señalando la página también.

Lady Asta suelta un suspiro agotado.

—Su cuerpo físico murió hace casi un milenio. Su alma, sin embargo, está atrapada en alguna de las dimensiones que rodean esta línea de vida —murmura.

Le pongo mala cara a la hoja porque, extrañamente, el rostro de esa bruja me recuerda a alguien. Hay algo en sus finas facciones y en esos grandes ojos oscuros que he visto antes en otro lado, más mi embotada cabeza no es capaz de recordar en dónde o cómo sé eso.

El relato me cala lentamente y empieza a crear relaciones en mi mente, aunque no puedo dejar de mirar el dibujo de Makenna. La siento... como si estuviera devolviéndome la mirada, y eso me da escalofríos.

—Si la profecía los llevó a ellos hacia el collar, porque trataban de acabarla de una vez y para siempre —toco la hoja, encima del árbol—, pero perdieron, porque no hablaba de ninguno de los tres... ¿Eso significa que a nosotras también nos va a llevar a Bacchus?

Veo a la anciana inspirar.

—Si está escrito así será, muchacha. Pueden escoger el camino de la lucha, buscar el collar y tratar de destruirlo, esperando que funcione y el terrible destino concluya... O solamente pueden aguardar. Esperar a ver qué sucede, a ver qué escogió el tiempo para sus vidas.

No me gusta esperar, y no es lo que voy a hacer. Si acaso con ese collar viene la mínima posibilidad de poder salvar a mi hija, entonces la voy a tomar, y sé que Victoria y Beverly también harán lo mismo. No tengo que considerarlo siquiera.

¿Pero cómo nos aseguramos de que no termine todo como con Althea, Cyrano y Amethyst? ¿Qué pasa si acaba igual, y entonces nuestros hijos quedan a la deriva? No puedo siquiera imaginar la magnitud de la fuerza de la bestia si no pudo con esos tres combinados. Siendo así, ¿qué nos esperaba a nosotras? Ni de chiste somos lo suficientemente experimentadas, al menos no tanto como ellos.

En ese momento, suena mi celular. Me disculpo silenciosamente de Lady Asta y camino hacia la entrada, llevándome el aparato a la oreja.

—¿Si?

Oh, eso fue rápido —repone la solemne voz de Victoria. A ella sí que no le cambia nunca el aplomo—. Tenemos algo que decirte, y también tenemos un viaje que hacer.

Me muerdo el interior de la mejilla.

—Sosténlo. Puede que tenga noticias acerca de la profecía —le advierto, y sueno más entusiasta de lo que es recomendable.

Victoria guarda silencio por un minuto, sopesando mi respuesta.

¿Tiene algo que ver con el collar de Autem?

—¿Qué? ¿Y tú cómo sab...

Perfecto. Vamos a Amsterdam, Crysty, te buscamos de camino. Debemos encontrar a Amethyst. 


***
N/A: chan chan chaaaaaaan *suena música de suspenso* ahora se viene viaje para buscar a la loca #2 🥳🥳

Se vienen 2 capítulos sincronizados, así que desde hoy les doy el orden en el que van a leer: primero Sapphire y después Disturbia, ¿oki? Así no se me pierden y van al corriente muy bien

Pobre Eyra 🥺 salió igualita al papá en todos los sentidos 🤧

Me encanta escribir capítulos con historias porque ya me veo venir sus quejas de que les estoy reventando la cabeza 😂

Also, atentas señoritas 👀 que por ahí anda Makenna, y si Makenna selló a Bacchus, y si ellas necesitan liberar a Bacchus, y el cuerpo de Makenna ya no está... 👀

Solo diré que las actualizaciones de Hurricane ya van a regresar 🥳

Pero en fin, ya dejo de joder por esta noche. Los amo mucho 🥰

Espacio para que comentes dudas que necesitas sean resueltas. No spoilers válidos 💬👇🏻😂


Nos leemos mañana!



Thors virtuales para todas 🖤


Ashly se despide xx

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