24 ━━━ Travel delays.
━━━ ❛ VALHALLA XXIV ❜ ━━━
El primer impacto se estrelló contra el lateral izquierdo de la Statesman. Es difícil contar los minutos que han transcurrido desde ese instante, pero el tiempo se me ha hecho eterno, doloroso y atosigante. Tal vez porque estoy aturdida o demasiado consternada para reflexionar al respecto. Tal vez estoy atravesando por una especie de sopor momentáneo en el que me muevo por desidia, o por simple instinto de supervivencia.
Mientras que estoy tendida en el suelo, jadeante y adolorida, todo lo que puedo hacer es ver y escuchar.
—Habla la nave de refugiados asgardianos. Nos atacan, repito, estamos bajo ataque. Los motores no funcionan, falla el soporte vital. Solicito ayuda de cualquier nave cercana, estamos solo a veintidós saltos de Asgard. Nuestros tripulantes son familias asgardianas, tenemos muy pocos soldados. Esta no es una nave de guerra, repito, ¡no es una nave de guerra!
Mi costado arde gracias a una serie de descargas fatales que recibí hace un rato, lo que me dejó fuera de combate por una razón muy específica: a nuestro alrededor, un géiser de centellas y llamaradas infernales ha acabado con cualquier indicio de agua que pueda haber en la nave. Todo lo que antes había se ha ido, y en consecuencia me han dejado reseca y débil.
Todo pasó tan rápido que no pude advertirlo.
Al principio las cosas estaban tranquilas, pacíficas, y luego apareció esa nave. No sabíamos de dónde había salido o cuáles eran sus intenciones, pero solo hizo una señal y la reacción vino de forma tan abrupta que no la pudimos evitar.
Todo terminó antes de que tuviéramos tiempo de reaccionar.
Donde estoy hay al menos una docena de cadáveres esparcidos irregularmente por todo el suelo. La otra mitad, por fortuna, ha conseguido escapar fuera de este infierno. Se han salvado... pero no todos. Y ahora mismo no siento nada más en mi cuerpo que pesadez; la espiral de violencia que no dejaba de crecer en mis huesos hace un momento se ha reducido casi en su totalidad y lo único que ha dejado tras su paso es dolor. Me duele todo.
—Crystal —alguien me está jalando, y no es sino hasta después de un tortuoso minuto que consigo identificar que se trata de la voz de Daven—: Levántate, Crystal, vamos, tienes que salir de aquí. Tienes que sacar a Eyra de aquí, ¡Thor cayó, Crystal, Thor cayó!
Maldita sea.
Estoy sangrando de forma alarmante en mi cabeza, pues la mujer de oscuro cabello azul y el de la lanza afilada me han pateado el trasero de lo lindo entre ambos. Sé que Thor se la ha visto más difícil porque es él quién ha arremetido contra el líder de todos, y si sus soldados son así de fieros no quiero ni imaginar qué queda para ese gigante de rostro purpúreo y dorada armadura que ahora mismo narra una conferencia de paz. Pero sí, estamos hechos pedazos. Salimos de una masacre a otra; nos libramos de Hela y Cyrano solamente para encontrarnos con Thanos. No alcanzamos a sobreponernos de un golpe cuando, sin previo aviso, nos han atestado uno nuevo y mucho más imperioso.
—Eyra —jadeo, apoyando los codos sobre el suelo y arrastrándome para intentar incorporarme—. Eyra...
—Está con Eisa —Daven me ayuda a poner en pie. Me encuentro de frente con su rostro maltratado y él acaba pasando sus dedos por la sangre que recorre mi frente, mientras hace una mueca—. Eisa la está cuidando, pero tienes que sacarla de aquí. Tú tienes que irte, Crystal, solo contigo estará a salvo.
Niego rotundamente con la cabeza, sintiendo un espasmo de suplicio azotar mi columna.
—No. No puedo, no puedo irme, no puedo dejar a Thor, a Loki, a ti...
Una nueva descarga, procedente de algún lugar de la nave, impacta contra mi costado herido y me manda a volar junto con Daven, haciendo que me estrelle sobre los escombros llameantes del desastre.
Acabo detenida justo en el medio de la catástrofe, y el estómago se me revuelve cuando abro los ojos y enfoco hacia el frente.
—¡Thor! —grito a todo pulmón cuando lo veo estrellarse contra el lateral derecho de la nave, rompiendo todo a su paso. Trato de ponerme de pie para ayudarlo, pero alguien me da una patada limpia en las costillas y lo próximo que siento es algo punzante contra mi garganta.
La mujer de oscuro cabello azul y armadura blanca afinca la punta afilada de su lanza contra la piel de mi cuello.
—Tú no vas a ningún lado —me sisea.
La mujer afinca más la punta de su lanza contra la piel de mi cuello y apenas puedo sostenerla antes de que la clave hasta el fondo.
—Muévete —mascullo entre dientes, empujando con todas mis vagas fuerzas hacia atrás. No sé cuánto tiempo más podré resistir sin un poco de agua—. Te lo estoy pidiendo amablemente.
Una fiera sonrisa recorre sus facciones, pero antes de que pueda responderme algo, escucho un llanto en la distancia. Mis terminaciones nerviosas cobran vida propia cuando ella se endereza y gira el torso en dirección al potente lloriqueo de una bebé.
Eyra.
—¡No! —grito dolorosamente.
En una fracción de segundo casi efímera, alcanzo a tirar de un manotazo la lanza que se presiona en mi cuello. Eso la hace reaccionar con firmeza, y aunque la ha tomado desprevenida, aún así es lo suficientemente rápida como para encorvarse y atacarme de forma tan veloz que me es muy difícil atisbar sus movimientos con precisión. Mientras que mi cuerpo entero esté reseco, no voy a funcionar como debería.
Pero tengo que hacerlo. Doy un duro golpe contra su costado y ella retrocede, no sin antes alzar la cabeza y dedicarme una perturbadora mirada.
—Me deshice de tu prima Victoria una vez —farfulla con suficiencia—, tú no serás la excepción.
Aprieto los dientes.
—Ya lo veremos.
Ella consigue recuperar su lanza con solo estirarse, se abalanza de nuevo hacia donde yo estoy y más pronto que tarde nos vemos enzarzadas en una dura y dispareja pelea en la que me tengo que asegurar de no dejar que el filo de esa lanza me alcance. Si me corta no tengo con qué sanar. Lanza un aullido inarticulado y blande la lanza entre sus dedos, dejando escapar descargas que con pesado esfuerzo soy capaz de esquivar. Los golpes, sin embargo, no puedo evitarlos, así que siento los potentes puñatazos y patadas que reciben mis costados, pues consigo arreglármelas para mantener las manos al frente y evitar algo trascendental. No sé dónde demonios ha caído Daven, pero escucharlo rugir me asegura que también está luchando con alguien.
La mujer se abalanza sobre mí y vuelve a tirarme al suelo, pero esta vez consigo mirar en medio de la descarga de adrenalina y ruedo sobre mí misma para escabullirme antes de que la lanza alcance mi tórax. Doy una vuelta apresurada y atesto una patada a ciegas sobre su rostro, lo hago con la fuerza necesaria para hacerla retroceder de golpe. La veo atravesar una de las paredes y se me escapa un jadeo entrecortado.
Pero aunque mi atención está en ella, también estoy atenta en lo demás, por lo que escucho a la perfección el grito de Eisa:
—¡Crystal!
Tan pronto como vuelvo el cuerpo para buscar el origen de su llamado, toda la sangre de mi cuerpo se asienta en mis pies y siento un millón de punzadas en los dedos. Eisa está sosteniendo a Eyra, y una de las descargas ha dado contra la columna con la que se estaban resguardando.
La columna, que está a punto de desplomarse sobre mi hija, se tambalea sobre sí misma de forma espantosa. Me lanzo hacia adelante para sostenerla sobre mi espalda antes de que sea demasiado tarde. Eisa me observa con ojos calmos, pero no despega a Eyra de su pecho.
—Sirena, tienes que sacar a Eyra de aquí. Ahora —repone entrecortadamente—. La perla que te ha dejado Victoria, ¿la tienes? —asiento para después dejar caer la columna de lado—. Úsala.
Mi garganta arde de solo imaginarlo.
—No puedo hacerlo —resollo—. Esa perla solo me llevará a mí, probablemente a Eyra, pero Thor y...
—Tú necesitas irte. Ya —repite en tono imperioso—. Vete, Crystal, ahora mismo. Avísale a tus primas lo que está sucediendo, porque Thanos ha llegado y nada ni nadie podrá detenerlo si no hacemos algo ya. Tienes que proteger tu vida y la de tu primogénita a toda costa. La profecía, Crystal.
De forma devastadora lo comprendo.
En mi cabeza empiezan a volar todos los recuerdos de las conversaciones referentes a la profecía, y en consecuencia mi pulso se acelera hasta lo imposible. Mi respiración se agita pero sé que no tengo otra opción; es todo o nada. No hay tiempo para sopesarlo, para ponerse a llorar ni mucho más para perder.
Me llevo una mano hasta la boca y ahogo un jadeo cuando veo a Loki aparecer de entre los escombros.
—No, no llores, te ves horrible cuando lloras —me señala. Su cabello negro está desordenado, está completamente sucio y hay una serie de ligeros golpes en su rostro. Lleva algo de color verde esmeralda entre sus dedos y me lo lanza al aire—: Toma y lárgate de aquí, Crystal. No tenemos tiempo, busca a tu pequeña bestia y vete. Ahora.
—Thor... —vuelvo a comenzar, y nuevamente me veo interrumpida por Loki.
—Por primera vez, Crystal, no seas una necia y haz lo que tienes hacer. Si quieres que tu hija viva entonces usa la perla que te ha dejado Victoria y vete.
Me muerdo el labio inferior.
—¿Nos volveremos a ver?
Mi voz sale tan baja como un suspiro, y aún así tanto Loki como Eisa consiguen escucharla. Ambos levantan la cabeza hacia mí, pero mientras que la de cabello caoba esboza una tenue y desganada sonrisa efímera, el pelinegro se me queda mirando con expresión ambigua.
Su silenciosa negativa es mucho más fuerte que si me la hubiera gritado.
—Te aseguro, hermana, que este no es el final de nuestro camino —acaba diciendo. Ladeo la cabeza, pero la voz de Eisa llama mi atención.
—Está llegando el momento en el que tomaremos el sol y te contaré mi historia, Crystal —me avisa con un particular brillo dorado en sus ojos—. Por supuesto que nos volveremos a ver.
Instantáneamente no soy capaz de descifrar lo que dice, tal vez porque no quiero hacerlo. Lo único que consigo hacer es tragar saliva y estirar los brazos para que Eisa me pase a Eyra...
... pero no alcanzo a tomarla cuando otra descarga me golpea el costado, de nuevo.
Choco contra una llamarada ardiente y tengo que gritar ante eso. Mi cabeza da un vuelco terriblemente desorbitante y no sé cómo soy capaz de girar sobre mí misma a tiempo para no seguirme quemando. Pero cuando mi vista capta lo que está sucediendo, la inconfundible sed de violencia que me ha quedado infundada en el sistema desde lo de Cyrano vuelve a azotar mis nervios con vehemencia.
La mujer de cabello azul se está aproximando a Eisa. Y Eyra está con Eisa.
Me incorporo con demasiada brusquedad y me impulso hacia adelante con todas las fuerzas que pueden quedar en mis huesos pero algo más me bambolea antes de que pueda llegar a ellas. Es el otro, el de la lanza dorada que ahora clava en mi ya herido costado.
—¡Eyra! —grito a todo pulmón, y entonces todo cambia en menos de un segundo. Solo puedo quedarme atónita y sin creer lo que estoy viendo. Daven se ha metido en medio de la lanza y Eisa. Eyra está viva, pero Daven no—. ¡No! ¡No, Daven, no! ¡Eisa, corre, Eisa, corre!
El estridente sonido de un puñetazo es lo que me avisa que me han golpeado a mí, pero antes de que sea capaz de reaccionar, algo me los saca a todos de encima. Mi cuerpo está muy entumecido y aún así puedo sentir de forma fantasmal como alguien me ayuda a ponerme de pie y posteriormente coloca a Eyra sobre mi pecho. De forma instintiva la abrazo, pero no entiendo qué está pasando.
No lo entiendo.
—Todo va a estar bien, todo va a estar bien —murmura Eisa, pero no sé si me habla mí o está tratando de convencerse a sí misma—. Piensa, Crystal. Tienes que pensar en la tierra, un lugar que conozcas, allí te llevará la perla. Protege a Eyra.
La bebé rubia está llorando de forma estruendosa y atemorizante, lo que solo hace que mis nervios estén peor. Mis manos y todo mi cuerpo están temblando como diapasón y no puedo mantener la vista enfocada.
—Eisa —jadeo—, Eisa, ¡Daven! ¡Eisa, Daven! —repito, como si apenas estuviera cayendo en cuenta de la situación—. ¡Tenemos que...!
—Vete, Crystal —ordena la castaña con voz dura.
Niego una sola vez con la cabeza y mi pecho arde en consecuencia. Le doy un vistazo a mi alrededor, observando las llamas, los cadáveres y el destrozo de todo el lugar que tan sólo momentos antes había irradiado esperanza y no puedo evitar querer llorar.
—Mi Thor...
—Te prometo que Thor te va a encontrar, Crystal —me asegura con una tenue sonrisa—. Ahora, ve.
Eisa coloca la perla esmeralda en la palma de mi mano y me doy cuenta que solo hay un lugar que recuerdo en la tierra.
👩🏻🦰 👩🏻🦰 👩🏻🦰
—Ya no llores, porfavor, ya no llores —balbuceo pasando mis manos por el rostro de Eyra, pero sigue sin funcionar. Su potente llanto sigue resonando con demasiado ímpetu y estoy comenzando a desesperarme—. Porfavor, ya deja de llorar, bebé, te lo pido. Ya deja de llorar.
La he revisado y no está herida, ¿por qué no puede calmarse?
Quiero arrancarme la cabeza porque a Thor solo le basta con mirarla para que ella aplaque sus berrinches, y conmigo no funciona nada de eso. De ninguna manera. Me siento demasiado consternada para comportarme apropiadamente, y ni siquiera estoy segura de hallarme en el lugar correcto.
Solo han pasado minutos y se sienten como siglos. Porque pensé que ya nos habíamos librado de la muerte, y ahora había tenido que verla de frente. Y es mucho peor que Hela.
Mi cuerpo entero sigue temblando, así que debo morderme el interior de la mejilla y cerrar los ojos con fuerza. Tú puedes hacerlo, Crystal. Debes calmarte, Thor te necesita. Eyra te necesita. Tienes que hacer esto. Trago saliva y me enderezo. Recorro con los ojos el sitio en el que estoy detenida y no puedo evitar experimentar una fatídica sensación de repetición. Hace poco he pisado estas calles en busca de Odín, y qué diferente resulta todo ahora.
Trato de respirar seguidamente y avanzo con pasos firmes hasta el otro lado de la concurrida calle; hasta donde se encuentra el gran edificio gris al que habíamos venido la primera vez. Estoy a punto de alzar la mano para tocar cuando la puerta se abre, y nuevamente es la misma muchacha sonriente la que me recibe. Pero esta vez no se encuentra sola.
—¡Rachel, ya deja de correr, lo digo en serio! —grita a alguien detrás de ella, y entonces vuelve su atención hacia mí. No sé cómo estará mi aspecto, pero el precioso rostro de Harper se descompone automáticamente al verme—. ¡Crystal, dios! ¿¡Qué te hicieron!?
Allí no puedo evitarlo. Allí acabo rompiendo en llanto.
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