21 ━━━ Go.

━━━ ❛ RAGNAROK XXI ❜ ━━━

Crystal.


Escucho la voz de Thor de forma muy ausente. Lo estoy observando fijamente, veo cómo sus ojos se achican conforme habla y cómo una sonrisa ilumina su rostro de la forma más bonita existente, así como también siento su mano sobre mi mejilla, acariciándola. Sé que está hablando conmigo, pero no puedo escuchar nada de lo que me dice. No lo escucho porque todo lo que mi cerebro puede procesar es él. Es su rostro, sus ojos, su sonrisa... todo él. En ese momento, nada más tiene importancia para mí. Me da la impresión de que el mundo se detiene únicamente para que yo sea capaz de memorizar todas y cada una de las facciones de su rostro, para que nunca pueda olvidarlas.

Siento un nudo en la garganta cuando recuerdo que lo creí muerto, y el espectro de ese dolor se regodea en mi pecho con malicia. Me reprendo mentalmente. Ya no debo sentir ningún tipo de dolor porque él no está muerto, está aquí, conmigo, no me ha dejado sola. No nos ha dejado solas. Mis ojos arden y estoy segura de que mi labio inferior me está temblando. Por Bor, lo he extrañado tanto. Y sé que, esencialmente, aún estamos peligro, pero eso no tiene tanto sentido para mí. No puedo concebir nada que aplaste mis espíritu mientras sepa que Thor está conmigo: porque no hay nada en el universo capaz de hacerme sentir tan segura como él.

En su ausencia me redoblé sobre el miedo, y ahora que regresó, ese sentimiento se esfumó. Y no porque acaso necesite de su presencia para protegerme, porque eso se me da bastante bien a mí misma de cualquier manera, sino porque sé que no estoy sola. Porque a lo que más le temo es a la soledad, y tenerlo a él conmigo me hace sentir más segura. Y ahora que Eyra también está en el panorama, mi soledad parece estarse reduciendo un poco cada vez más. Tal vez, solo tal vez, no me voy a quedar sola. Tal vez mi destino ha cambiado, finalmente.

Thor se da cuenta que no le estoy prestando atención.

—Sirena —me llama, con el entrecejo fruncido—, ¿por qué están tus ojos vidriosos? ¿Estás bien, he dicho algo malo? No tienes que llorar porque Daven sea un inútil o...

No lo dejo terminar. Me inclino hacia adelante y paso mis brazos por su cuello, envolviéndolo en un sorpresivo abrazo. Tengo que ponerme de puntas, porque sigue siendo mucho más alto que yo, pero eso está bien. Está bien porque me permite esconder mi cabeza en su cuello y cerrar los ojos.

—Por favor no me dejes sola —le pido en un susurro casi inaudible.

Sus músculos se relajan automáticamente. Pasa sus brazos alrededor de mi cintura y me apega más a él, afianzando su agarre en mí.

—Jamás —promete.

Aprieto mis ojos con fuerza. No quiero vivir en un mundo en el que Thor no exista, y eso es lo único de lo que estoy segura. Ya he probado ese sentimiento antes, y no voy a permitir que suceda de nuevo. No puedo dejar que Eyra esté más tiempo sin su padre... simplemente no puedo.

Sorbo por la nariz, y aún escondida en su cuello, me limpio las lágrimas salvajes que se asoman en mis ojos. Me enderezo y le sonrío sin mostrar los dieny, quedando a la altura de su barbilla. Dejo un corto beso sobre su barba (porque solo hasta ahí llego) y le doy una palmada en los hombros.

—Crystal...

—Estoy bien —le aseguro, sin borrar la sonrisa—. ¡Daven! ¿Dónde te fuiste?

—Estoy aquí —grita, tendido sobre la cama de Hulk—. Estoy pensando en algo muy importante. Es uno de los misterios de la vida.

Alzo una ceja.

—Ilumínanos, bestia.

Daven se incorpora sobre la cama, choca la mano con la de Hulk y ladea la cabeza.

—Si eso que me ha dicho la hermosa Victoria es cierto, entonces tengo una cosa que decir —suelta un suspiro enteramente dramático, al tiempo que se lleva una mano al pecho—: Si esos tres bebés solo se parecen a sus padres, eso quiere decir que Crystal, Victoria y Zafiro solo se acostaron y se la dejaron meter. Thor y los otros dos hicieron todo el trabajo. Siéntete orgulloso de tu hazaña, seductor señor del trueno.

El rubio le pone mala cara a Daven.

Seductor Dios del trueno —lo corrige, y entonces agrega—: Y sí, estoy muy consciente de mis hazañas. Eyra ha sido la mejor por mucho, sacó toda mi belleza y gracia.

Lo miro sin poder creerlo, pero antes de que me dé una terrible jaqueca su comportamiento decido reservarme mis comentarios.

—Ya viene llegando, ¿pueden concentrase? —mascullo entre dientes, hacia ambos.

Daven hace una mueca inocentona y Thor se aclara la garganta. Ruedo los ojos y los ignoro para evitar darle un par de puñetazos a cada uno. Par de niños. Mantengo el cuerpo erguido y la vista fija en la entrada de la habitación de Hulk, esperando la entrada de Brunnhilde, o al menos así ha dicho Daven que es su nombre.

La noche anterior fue un revuelo completo.

Todo empezó con la acertada ubicación de Eisa sobre el paradero de Victoria, para que justo después de eso Daven y yo nos lanzaramos a los portales de Azariel para buscarla. Al principio solo nos preocupó encontrar una manera de atravesar las corrientes y llegar hasta el portal más alejado, que era en el que se encontraba la hija de Althea, pero después nos dimos cuenta que cada portal cuenta con un guardián. Al final, a Daven le dio miedo enfrentarse a los monstruos marinos y me dejó todo el trabajo a mí sola. Salí golpeada y rasguñada, pero logramos pasar. Cuando finalmente llegamos a la pequeña isla casi desierta que estaba intrínsecamente conectada con el portal más pequeño, pudimos sacar a Victoria. Fue un arduo proceso sacarla por debajo del agua a ella y a su hijo, si no hubiera sido por la rapidez con la que Daven nada quizás hasta se hubieran ahogado. En el portal muerto de Olympia atisbamos el cuerpo inerte e inconsciente de la hermana menor, de Zafiro. Tuve que atravesar los portales para sacarla lejos de ahí, pero al final también pude hacerlo.

El cuerpo me duele, pues la cantidad de energía que drenan los portales de Azariel es casi inverosímil. No por nada te dicen que son capaces de partirte a la mitad, en serio tienen la fuerza de hacer eso. Aún no he logrado entender cómo he sido capaz de salir viva de ahí, pero no debo quejarme. Pertenezco al reducido, más bien inexistente, grupo de seres capaces de atravesar los portales y salir lo suficientemente ilesa para contarlo. Lo que me lleva a otro punto.

Ahora que las hijas de Althea han regresado a su hogar, nosotros encaminamos nuestro destino hacia Hela de nuevo, pero para hacer eso hay que sacar a Thor del alojamiento. Y eso nos trae al brillante plan que ideó el rubio en la noche, en el que Hulk y Daven están involucrados. Bien que no soporta a Daven pero sí que lo necesita para salir de aquí.

Tenemos que hacer esto para que yo pueda regresar con Eyra, que sigue con mi madre. Estar tan alejada de ella me perturba y me pone de mal humor. Aunque, siendo sincera, mi estado de humor fluctuante ha estado contenido desde que me encontré con Thor hace dos días, aquí en Sakaar. Me dieron ganas de darme un par de bofetadas a mí misma, porque yo había pensado que estaba muerto y él solo estaba cortándose el pelo. Si no estuviéramos en esta situación con Hela o tan lejos de Asgard, quizás fuera más feliz. Más, porque ya lo era un poco al saber que mi rubio seguía con vida y estaba encantado con mi bebé rubia.

Hay dos guardias en la entrada del alojamiento, pero gracias a la presencia de Daven me ignoran. No tenía idea de que el moreno pudiera andar tan libremente por Sakaar... Seguro me ha estado mintiendo y sí le gusta participar en las famosas orgías del Gran Maestro.

—¡Chica enojada! —exclama Hulk, dándose un leve golpe en el pecho.

La morena que habíamos estado esperando atraviesa la entrada con una enorme sonrisa deslumbrando en su rostro, y su risa no se hace esperar cuando se abalanza de forma juguetona sobre Hulk. Acaba derrumbándolo sin esfuerzo alguno, para mi sorpresa.

—¿Qué sucede? —le pregunta a Hulk, sonriente—. ¿Qué estás haciendo, grandote?

—¡Pero si es mi cosa hermosa! —se une Daven a la escena. Avanza despreocupadamente hacia ella, poniéndose detrás y apretando sus hombros con sus manos—: Mira nada más cómo estás de tensa. ¿Quieres un masaje?

Antes de que Daven pueda advertirlo, la morena da un giro brusco y estampa el puño contra su nariz.

—No me toques, Daven —sisea.

—¡Yo siempre quiero darte amor y a cambio lo que recibo es violencia, Brunnhilde!

—¿Qué carajos estás... —su voz se desvanece al mismo tiempo que alza la vista y se encuentra conmigo y con Thor. Ambos estamos detenidos del lado derecho del alojamiento, junto al gran estante lleno de licores. Yo permanezco detrás del rubio cuando la veo pasar por encima del cuerpo de Hulk—: Eres tan necio que no entiendes cuando alguien se esconde al otro lado del universo y quiere que lo dejen en paz —masculla con evidente irritación.

Frunzo el ceño. La forma en la que se dirige a Thor me hace tener pensamientos extraños.

—Tenemos que hablar —repone Thor, avanzando hacia ella. Yo me quedo estática en mi lugar.

—No, tú quieres hablar conmigo —ella se gira con expresión iracunda, pero no deja de caminar.

—Inútil... Es decir, Daven —lo llama Thor—, ¿puedes decirle que se quede?

El aludido lo observa con detenimiento.

—¿No acabas de ver cómo me golpeó?

—Hulk, por favor —pide Thor de nuevo.

El monstruo verde asiente entusiasmado. Se precipita hacia su enorme cama y arranca sin piedad alguna la cabecera, lanzándola a la entrada del alojamiento. Esta aterriza solo un par de centímetros lejos de los pies de la morena, haciéndola parar su andar en seco.

—¡Quedar...! —dice Hulk—. ¿Si?

Thor también se vuelve a ella y añade en voz más baja:

—Te lo pido.

Eso me revuelve el estómago, así que me muerdo el interior de la mejilla para sacudirme aquella mezquina sensación del sistema. Echo los hombros hacia atrás y me detengo a mirar la reacción de la que Thor me ha dicho antes es una «Valquiria». En mi cabeza rebusco las historias de las Valquirias y todo lo que consigo son tenues relatos, ya casi olvidados, que contaba mi madre sobre esas guerreras asgardianas.

—Muy bien —concede ella, redirigiendo su curso hacia el estante lleno de licores en el que yo me encuentro de pie. La supuesta Valquiria me observa con una ceja alzada antes de añadir de forma hosca—: Muévete, princesa.

—Muéveme tú —repongo sin alterar mi expresión serena. Y aunque es mi rostro el que no se inmuta, experimento un severo retortijón en el fondo de mis entrañas. Una extraña ansia violenta golpea contra mi sangre y la congela, haciéndome sentir de forma lúcida, el gran lago que está fuera de ahí. Está lejos, muy lejos, y aún así lo siento en mis venas como si lo tuviera al lado.

Cierro las manos en puño. _Respira, Crystal, ¿qué pasa contigo? No está pasando nada. _

Ella tuerce los ojos y hace caso omiso a mi comentario, pero estoy segura de verla esbozar una media sonrisa socarrona. Estira la mano por encima de mi cabeza y toma una botella de licor de buen tamaño. Entonces, se gira de nuevo a Thor.

—Este es el trato: te escucharé hasta que se termine.

Tan pronto como suelta la tapa de la botella, la arroja al suelo y se empina el licor en su boca, Thor empieza a parlotear:

—Asgard está en riesgo, hay personas muriendo. Debo volver, ayúdame a... ¡Wow!

El ceño del rubio se frunce cuando repara en que, sorprendentemente, ella se ha bebido todo el licor en un lapso de quince segundos. La botella ha quedado vacía en su totalidad para cuando la despega de su boca, se gira hacia mí y dice:

—Acabé. Princesa —vuelve a sonreírme de forma irónica y deja caer la botella a solo un centímetro de mis pies, haciendo que los cristales vuelen todas las direcciones posibles—. Adiós.

Aquello hace que mis agudos sentidos se disparen de golpe. La sensación de agua que proviene del lago aumenta, algo muy parecido al enfado empieza a bajar por mi columna y sin saber cómo ni cuándo, mi mano derecha empieza a subir... pero afortunadamente, Daven la sostiene en el aire antes de que haga algo de lo que me arrepienta. Me observa severamente y me hace tragar saliva.

Contengo las repentinas ganas de soltar una palabrota. Por eso Eisa dice que eres insoportable, Crystal, guarda la compostura. Me relajo porque sé que Thor la necesita para salir de aquí, para quitarse el aparato del cuello. Pero tampoco entiendo qué sucede conmigo, ¿por qué de pronto me siento tan violenta?

—Odín murió —declara Thor al verla caminar—. Hela, la Diosa de la Muerte, ha invadido Asgard.

La Valquiria detiene su caminar en seco.

—Si Hela ha vuelto entonces Asgard ya está perdido —dice.

Thor niega.

—Yo voy a detenerla pronto.

—¿Solo?

—No, porque estoy armando un equipo —agrega, con las cejas alzadas—. Conmigo, contigo, con el inútil, con mi sirena, y obvio con él —señala a Hulk.

Sin embargo, el monstruo verde —que ahora mismo se encuentra jugando a la pelota con la pared—, no está de acuerdo con su comentario.

—¡No, equipo no!, solo Hulk.

—Nosotros, el inútil y mi sirena —corrige Thor.

La Valquiria hace un mohín gracioso con sus labios y está dispuesta a seguir su camino, sin remordimiento alguno. Sacude la cabeza, pone los ojos en blanco y deja escapar el aire por la boca de forma airosa.

—Creo que solo eres tú, el inútil de Daven y tu sirena.

Me encanta como relaciona la palabra «inútil» directamente con Daven, incluso aunque Thor nunca especificó que estuviera hablando de él. ¡Ahhh! Daven merece más crédito, la verdad. Me ha ayudado bastante. Hace un segundo solamente me evito cometer una estupidez.

El rubio se apresura a seguirle el paso a la Valquiria y la toma del brazo antes de que pueda avanzar más, haciéndola detener. Nuevamente, una serie de pensamientos enigmáticos inunda mi cabeza. Tengo que respirar profundamente cuando siento, detrás de mí, como el líquido de los licores en el estante empiezan a temblar levemente. Pero qué susceptible estoy hoy, ¿qué le pasa a mis poderes? ¿Por qué no puedo mantenerlos a raya? Eso no me gusta ni un pelo.

—Espera, espera. Las Valquirias son legendarias, guerreras élite de Asgard que juraron defender el trono —le recuerda con tono esperanzado.

Sin embargo, ella no se inmuta.

—No dejaré que me arrastren a otra riña familiar de Odín —decide.

No soy la única que frunce el ceño, porque una genuina expresión de confusión altera el semblante de Thor.

—¿De qué me estás hablando?

—De tu hermana —respondió ella con obviedad—. Su poder viene de Asgard, como el tuyo, y cuando creció más allá masacró a todos en el palacio y trató de apoderarse del trono. Se alió con el hermano menor de Althea, Cyrano, y desataron una guerra sangrienta en ambos planetas que casi no tuvo fin. Cuando trató de escapar de su exilio, Odín envió a las Valquirias a combatirla, Althea adjuntó a su ejército de Guerreras Doradas, ¿y cuál fue la sorpresa? Cyrano estaba por ahí, defendiéndola con los dientes, no exiliado como todos pensaban. Yo sobreviví porque... —se detuvo súbitamente, como si estuviera analizando sus palabras, pero parece retractarse—. A Hela ya la enfrenté cuando tenía fe en el trono, y todo lo perdí ahí. Ese es el problema con Asgard y sus alianzas: el trono, los secretos, la farsa dorada —escupe, empezando a caminar de nuevo, pero Thor vuelve a tomarla del brazo.

Esta vez a ella no parece gustarle, porque saca una cuchilla y la detiene a solo milímetros del cuello de Thor. Yo doy un respingo hacia adelante, experimentando de nuevo aquella gélida oleada de hielo estrellarse contra mis venas, pero nuevamente Daven me sostiene en el aire.

—No creas que soy tu amiga —le sisea la Valquiria a Thor.

—Eso ya lo sé —aclara él, bajando el cuchillo que está cerca de su cuello—. Por eso rechacé el trono, pero esto no es sobre la corona. Esto es por el pueblo. Ellos son tu gente y también están muriendo.

Ella le da un empujón brusco.

—Olvídalo. Yo lo olvidé —traga saliva sonoramente—. Olympia ya cayó y la noticia de la muerte de Althea se extendió como pólvora. Es el turno de Asgard ahora.

—¿Tú qué sabes de Olympia y mi padre? —quiero saber, soltándome bruscamente del agarre de Daven. Doy una zancada hacia ella y apreto los dientes para empujar el sabor amargo en la punta de mi lengua. Mi pecho sube y de forma irregular cuando me cuesta encontrar un poco de aire.

La Valquiria entrecierra los ojos hacia mí.

—¿Por eso le dices sirena? —le pregunta a Thor, y una risa sarcástica sale de su boca—. Porque es hija de Cyrano —menea la cabeza, incrédula—. Tu padre asesinó a millones, princesa. Era tan violento que su hermana tuvo que exiliarlo usando un montón de magia oscura y su vida como seguro...

—Mi padre fue manipulado —la interrumpo, con la garganta sorprendentemente hinchada—. Amethyst se metió en su cabeza.

Ella suelta una sonora carcajada, como si no pudiera creer lo que acabo de decirle. Eso no hace nada para frenar la oleada de frío que me sube por la columna, así que debo cerrar las manos con fuerza para no cometer una imprudencia.

—No lo entiendo —interviene Thor, dando un paso hacia mí—. Su madre dijo que Cyrano se autoexilió, porque no soportaba la culpa.

—Eso es porque los únicos que realmente conocen la historia deberían estar todos muertos —ella niega con la cabeza—. Yo sobreviví por poco, por eso la conozco. ¿Quién más la sabía? Odín y Althea, pero ellos ya no están por aquí. Te lo repetiré una última vez antes de largarme, princesa, para que también le hagas llegar la información a tu madre: a Cyrano no pudieron manipularlo porque desde el principio fue un monstruo, Amethyst solamente intensificó un sentimiento que ya estaba ahí. A Hela no le costó nada convencerlo de que se uniera a su conquista, y por eso Althea lo exilió, de la misma manera en la que lo hizo con Amethyst después. Cyrano es un monstruo, igual o peor que Hela. Si la maldita rubia prepotente murió, no va a pasar mucho hasta que sus hermanos también se liberen. Adiós.

Por la forma en la que salen sus palabras me cuesta hallar algo que me diga que me está engañando. Por primera vez no me siento aturdida: me siento enojada. Me siento tan enojada que lo único que quiero hacer es bajar hasta el fondo de Azariel, sacar a mi madre, sacar a Eyra y después destrozarlo todo hasta dar con el paradero de mi padre. Me siento tan enojada que la única idea que cruza mi cabeza es una lista de formas dolorosas en las que lo puedo hacer sufrir. Por engañar a mi madre y por engañarme a mí.

«Te mantuvo alejada del agua para protegerte», había dicho Cyrene cuando nos reencontramos. ¡Ja, sí claro! Otra vez. Otra maldita vez había terminado siendo un títere cuyos hilos eran movidos por alguien más. Justo cuando comencé a creer que mi destino estaba cambiando, que esta vez era yo la que tenía el control... Me salían con esto. No, no hay manera en la que lidie con esto de forma pacífica. No existe en absoluto.

Y no sé si es una reacción natural o si acaso tiene algo que ver la sensación de violencia que desde hace rato azota mis sentidos... pero mi vista se nubla. De pronto, todo lo veo rojo de ira.

—Muy bien. Gracias —Thor le sonríe a la Valquiria.

Ella frunce el ceño.

—¿Por qué?

—Por esto —Thor alza su mano derecha, en la que sostiene un mínimo aparato dorado y se lo enseña. Entonces se ríe—. ¿A que no lo esperabas? Ahora sólo tengo que tocar aquí y... ¡Uf, así está mejor! —se saca el aparato del cuello y suspira—. Te diré algo: haz lo que quieras. Quédate y esclaviza a más gente para ese lunático, sigue bebiendo y escondiéndote, pero yo... Yo elijo correr hacia mis problemas y no me alejo de ellos.

Le pide a Hulk que le entregue la pelota con la que estaba jugando con Daven. Cuando lo hace, el rubio la usa para lanzarla contra el ventanal... pero esta rebota y la da en la cara.  Ya decía yo que las dos neuronas que puso a trabajar para quitarle el aparato a la morena se habían fundido. Ya no funcionaban más.

Aún así, Thor hace caso omiso a su estrepitosa caída y se pone de pie de un tirón como si no hubiera pasado nada.

—Porque eso es lo que hacen los héroes —concluye. Se vuelve hacia mí y la expresión frenética que veo en sus ojos me hace resignarme.

—No me dejes caer —le pido en voz baja.

Thor me sonríe de forma frenética.

—¡Vámonos, inútil! —llama a Daven en un grito.

Thor me toma de la mano y nos impulsa a ambos hacia adelante, haciéndonos romper en miles de pedazos la ventana cuando nuestros cuerpos la atraviesan. Se asegura de estarme sosteniendo muy bien cuando nos hace caer y resbalar por la fachada de las instalaciones, rebotando de aquí a allá de forma muy rápida. Apenas soy consciente de los movimientos, pues mi mente está en otro lugar.

Eyra y Cyrene están en Azariel, y si Cyrano es el lunático que ha descrito la Valquiria... trago saliva. Ambas están en riesgo. Pienso en que es lo único que tienen en común las historias de Cyrene y Brunnhilde. En ambas historias, ellas recalcaron algo con mucha precisión: el apetito violento y descontrolado de Cyrano. Eso y el exilio. Y quiero creer con todas mis fuerzas que Cyrene es otro peón más en este juego y que no está enterada de lo sucedido... porque no quiero ni imaginar lo que será de mi cabeza si llega a ser al revés. Si acaso mi madre ha estado al tanto de todo y solo me ha estado usando, no seré capaz de soportarlo. No concibo una manera en la que mi corazón pueda soportar ese golpe sin romperse, porque ya la había perdido y entonces la recuperé. Eso sería peor que verla morir.

Ese pensamiento me hace desplazarme mucho más rápido junto a Thor, hasta que ambos acabamos cayendo de pie sobre el suelo de Sakaar. Alzo la cabeza para encontrarme tanto con Thor como con Daven, y los veo a ambos ya mirándome. Yo vuelvo el rostro hacia el linde del camino, allí donde empieza el lago que rodea todo el borde de Sakaar y que conduce directamente a Azariel.

—Eyra está en Azariel, Crystal —me dice Thor, con la respiración agitada—. Si tu padre... Y mi hermana...

—Lo sé.

—Subieron las barreras —nota Daven, y abre la boca con asombro—. Esas barreras son completamente impenetrables. No hay manera de entrar a Azariel.

Yo inspiro profundamente.

—Crystal —vuelve a llamarme Thor—. Eyra... Eyra, ¿ahora qué...

—Tú tienes que llegar con Hela, el tiempo se está agotando —le recuerdo, con la voz tensa—. Encuentra una salida de aquí y nos vemos en Asgard. Daven, vienes conmigo. Ahora, los dos para atrás.

Thor frunce el ceño.

—¿Qué vas a hacer?

—Voy a romper esas barreras —decido—. Voy a buscar a nuestra hija.

Tan pronto como las palabras salen de mi boca, el par de fortachones se echan hacia atrás como un acto reflejo. Yo cierro los ojos por un segundo, y trato de concentrar toda la ira hacia un solo lugar de mi cuerpo. Me esfuerzo para hacer que toda la rabia, la aversión, el miedo y la preocupación se redirijan hasta la parte de mis entrañas que canaliza la entrada y la salida de agua. Echo la cabeza hacia atrás y un sonido bastante parecido a un grito ahogado deja mis labios cuando siento el frío empezar a subir por mis venas, hasta concentrarse en la punta de mis dedos.

Lo próximo de lo que soy consciente es del torrente colosal de agua, acompañada de algo bastante filoso, que se estrella contra las barreras que recubrían la entrada a Azariel, destrozándolas por completo. 

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