15 ━━━ No one escapes.
━━━ ❛ RAGNAROK XV ❜ ━━━
Sé que estoy soñando.
Lo sé porque todo se ve muy feliz, y es imposible que en la actualidad las cosas se vean de esa manera. Lo sé por la forma en la que el sol brilla sobre los inmensos jardines del palacio de Asgard, por como se escucha el suave cantar de las aves en el cielo y por como la risa burbujeante de un trío de niños inunda el prado. Lo sé en el momento en el que veo a un Thor de ocho años correr detrás de mí, tratando de alcanzarme, mientras que Loki se mantiene sentado bajo la sombra de una enredadera, con un libro sobre su regazo. El pelinegro se ríe de sólo ver a su hermano fallar, y también de verlo tropezar con una roca.
Pero también sé, como sólo se sabe en los sueños, que ellos no pueden verme. Así que avanzo, me acerco un poco más para escuchar de qué hablan, para conocer el motivo de sus risas.
Thor arrastra a la pequeña yo de la mano, sin dejar de carcajearse, y la lleva hasta donde se encuentra Loki. Los tres niños se sientan bajo la sombra, con cuidado de que el brillante sol no les alcance, y entonces el rubio habla.
—¡Juguemos, hermano! —exclama en dirección a su hermano menor, dándole un leve golpecito sobre su hombro—. Suelta ese aburrido libro y vayamos a jugar.
La pequeña Crystal de ocho años resopla y le da un golpe en el brazo a Thor.
—Ya déjalo en paz. A él le gusta leer, no saltar. Le gusta estar tranquilo, no ser una bola de hiperactividad como tú.
—No soy una bola —se queja el rubio, y cruza los brazos, indignado.
Loki, manteniendo todos los buenos modales con los que estaba siendo educado, se endereza hacia su hermano y le extiende el libro que con tanta emoción había estado leyendo.
—Míralo, hermano mayor —le dice al extendérselo—. Es el cuento de la Princesa Eyra.
El rubio se echa a reír y se tira de espaldas al césped, con los brazos detrás de su cabeza.
—Eyra es un nombre bonito —dice sin dejar de reír. Luego de un segundo ladea su cabeza hacia la pequeña Crystal, y le sonríe de forma galante—. Cuando tú y yo tengamos una hija le pondremos Eyra, ¿te gusta el nombre?
La pequeña pelirroja arruga la nariz y cruza los brazos sobre su pecho.
—Yo no voy a tener nada contigo.
Loki se echa a reír, y es justo allí cuando me doy cuenta de que no es un sueño. No es una secuencia inventada por mi revuelta cabeza, es un recuerdo. Una memoria casi olvidada de hace muchísimos años.
Dentro de mi cabeza revolotean extraños sueños de colores, avanzan tan rápido que me marean. Me da la impresión de tener el cuerpo agarrotado, de estar aturdida, y como si los párpados de mis ojos estuvieran hechos del metal más pesado del universo. Me siento... ida.
Lucho contra ese sentimiento mientras mi mente trata de recuperar el control y volver al estado de alerta, pero me cuesta mucho hacerlo. Me veo forzada a nadar en medio del océano de sueños que atraviesa mis inconexos pensamientos, atisbando unos más nítidos que otros, pero la rapidez con la que estos se desplazan entre mis neuronas es demasiada y acabo mareándome. En algún punto, la conciencia hacia la realidad empieza a abrirse paso en medio de todo lo demás, y trato de aferrarme a ella con toda la fuerza que tengo. Trato de abrir los párpados, pero aún me cuesta hacerlo. Y aunque no pueda ver nada, poco a poco todo va adquiriendo más volumen. Los recuerdos empiezan a inundar mi mente, y cuando lo hacen, un sonido chirriante retumba en el interior de mis tímpanos y me hace estremecer. Pero el sonido es casi tan pesado como el recuerdo que acabo de soñar de forma tan nítida, y tengo la impresión de que estoy a punto de desmoronarme.
Me siento ahogada, siento una horripilante presión sobre mi pecho y el estómago me duele. Cuando recuerdo el rostro de Thor, el dolor se vuelve insoportable. Cuando recuerdo lo que sucedió, que está muerto, el vacío en mi pecho se vuelve de hielo, con las esquirlas punzantes listas para rasgar a su alrededor. Es ahí cuando me doy cuenta que el sonido chirriante soy yo. Son mis sollozos ahogados.
El susto es capaz de despertarme y abro los ojos. Hay una desconcertante luz nívea encima de mí, así que parpadeo deslumbrada y veo que alguien está allí, aguardándome. Inmóvil hasta los huesos, con el cabello rubio detrás de los hombros y completamente estática, sin apartar sus penetrantes ojos azules de mi rostro.
Mi corazón se detiene durante un segundo.
—¡Crystal! —susurra ella, relajando los músculos y arrojándose sobre mí. Gimotea mientras choca con mi cuerpo, y me da la impresión de que ha chocado con una pared, porque yo no me inmuto—. ¡Oh, Crystal!
Mi cabeza se encuentra en la hendidura de su cuello, porque no me ha dejado salir de su prominente abrazo, pero mis brazos siguen caídos a los lados mientras ella me aprieta con fuerza.
—¿Madre? —en mi voz se mezcla la confusión y el enojo de forma extraña. Ella cierra más los brazos a mi alrededor e inhala al máximo.
Luego deshace el fuerte abrazo y acuna mi rostro entre sus manos, al tiempo que me observa con diminutas lágrimas en la orilla de sus ojos. Me acaricia la cara a un ritmo dulce, mientras me sonríe temblorosamente. Pero yo no siento nada.
Sacudo la cabeza, aún aturdida.
—¿Qué estás... Tú... —balbuceo, sin comprenderlo aún—. Ella me dijo que estabas muerta. Layland... Althea... ¡Se supone que estás muerta!
—Todo está bien, Crystal. Todo está bien.
—¡No, nada está bien...! —mi voz se desvanece cuando está a punto de exclamar algo en referencia a Thor y a lo que acaba de pasar con Loki. El mecanismo de defensa de mi mente se activa, y por eso dejo de hablar.
Ella me dirige una mirada deslumbrante y aprieta los labios firmemente. Niega con la cabeza, como si se hubiera percatado del problema, y entonces se separa de mí y echa un vistazo detrás de sí misma.
Allí me percato que estoy sentada en una cama, dentro de una brillante habitación azulada con resplandecientes puntos verdes y rosados a mi alrededor. Como si fuera una habitación en el fondo del océano. Y en el interior no estamos solas; el hombre fornido con el que ya me había topado está de pie en el fondo, observándome con los brazos cruzados sobre su pecho desnudo y los ojos entrecerrados. Dos muchachas, de largas y doradas vestiduras están revisando algo en un aparato muy similar a los lectores de alma que hay en Asgard. Aquellos eran del color del oro, estos son blancos y más brillantes.
La voz de Cyrene me saca de mi repentino ensueño de detalles.
—Antes que nada debemos asegurarnos que estén bien —me avisa con cierto tono efusivo en su voz. Por la forma en la que usa el plural, no me molesto en preguntarle si ya sabe de lo que habla. Es obvio que es así—. Te diste un buen golpe en la cabeza por culpa de la bocota de Daven, ¿no es así?
Asumo que Daven es el mastodonte que ahora me observa divertido desde el fondo de la oceánica habitación.
—No es mi culpa que la Princesa del Agua sea tan sensible —se defiende con un leve encogimiento de hombros.
Le lanzo una mirada fulminante.
—Diosa del Agua, gracias.
Cyrene da otro paso y hace un movimiento con su mano, restándole importancia.
—¡En cualquier caso! Crystal debe chequearse en el lector, mejor prevenir que curar.
Yo asiento a duras penas. Por poco me había olvidado de ese detalle. Pero decido que es mejor si lo hago, si me muevo en dirección de los lectores para el chequeo. No como la noche anterior en la que casi... Trago saliva de forma audible. Mis cambios de humor comienzan a darme migraña.
La primera muchacha, de piel morena y enormes ojos color avellana me sonríe amenamente mientras me ayuda a acomodarme sobre la mesa. Mi madre permanece del otro lado, expectante.
—Dormiste casi dos días —comenta la muchacha, con los ojos pegados al lector—. Sí te diste un buen golpe, pero lo que te hizo dormir tanto fue un colapso mental. Me parece que estás bajo mucho estrés últimamente, ¿me equivoco? Me da la impresión de que tratabas de bloquear algo, como si estuvieras protegiendo tu mente de una fuerte noticia.
Me remuevo incómoda sobre la mesa y acabo mordiendo el interior de mi mejilla, ofuscada.
—Supongo —murmuro—. ¿Pero cómo han pasado dos días tan rápido?
Ella aguarda un segundo.
—El tiempo avanza de forma distinta aquí en Azariel, incluso más diferente de lo que avanza arriba en Sakaar. Todo va más rápido.
Azariel. Repito la palabra para mis adentros, porque me resulta muy familiar, y estoy segura de que ya la he escuchado o leído en otro lado. Mis pensamientos son interrumpidos por la voz de la muchacha que hace el favor de examinarme.
—La bebé se encuentra en perfectas condiciones —anuncia, satisfecha.
Me estremezco por como impactan sus palabras en mi mente mientras el dolor se desliza por mi pecho. Sin poder evitarlo vuelvo el rostro de forma demasiado brusca hacia ella.
La mujer me observa, dubitativa.
—¿No lo sabías? —arruga el entrecejo, confundida—. Es una niña, sí. Ya estás en tiempo de conocerlo, me sorprende que no te hayas chequeado antes. ¿No estabas al tanto de que estás encinta...?
Sé que sigue hablando, porque su voz continua resonando en mis tímpanos, pero yo he dejado de escucharla. Sólo hay una cosa que brilla por encima de todo lo demás en mi mente en ese efímero instante.
—Eyra... —susurro de forma muy baja—. Es Eyra.
El nombre que Thor siempre quiso... Ella estaba ahí cuando él se había ido.
👩🏻🦰 👩🏻🦰 👩🏻🦰
Miro a Cyrene con curiosidad mientras una serie de pensamientos enigmáticos pasan fugazmente por mi cabeza. Mi madre ladea la cabeza distraídamente hacia la derecha, como si buscara un mejor ángulo para mirarme. Está a punto de mover la cabeza de nuevo así que pongo la mano en el aire para evitar que lo haga.
—Ya basta. Estoy esperando una explicación.
La rubia platinada suspira y pone los ojos en blanco.
—Se me había olvidado lo rápido que te enfadas.
Ya me han acabado de chequear y también me he dado un baño más un cambio de ropa. Inevitablemente me siento más tranquila, como si acaso con toda esta situación pudiera encontrar un poco de tranquilidad. Sin embargo, estoy segura de que esa tenue nube de relajación va a desaparecer tan pronto mi madre abra la boca y me dé las explicaciones pertinentes con respecto a todo esto.
Daven, que parece una bacteria adherida al cuerpo de mi madre, pues no la ha dejado sola en todo el rato que llevo ahí, resopla mientras está apoltronado sobre una silla junto a la cama en la que anteriormente yo estaba recostada.
—¿Ni el baño le baja los humos a la Señora del Agua? —murmura en un bufido.
Me pongo las manos en las caderas y lo escaneo de arriba abajo con el ceño fruncido.
—No soy ninguna señora, y el baño lo necesitas tú. Hasta aquí apestas.
Está a punto de responderme algo cuando mi madre le interrumpe.
—Crystal —me llama, con voz solemne—. ¿Qué te dijo Layland?
Me estremezco al recordar aquel momento que ahora me parecía tan lejano. En mis aposentos dentro del Palacio de Oquaheim, cuando Layland me confesó toda la tortuosa verdad detrás de mi estadía con el hijo de Egan.
Asiento con lentitud.
—Me dijo que tú habías descubierto su plan de usar mi tiara para que Ezio viviera, y que te había asesinado por eso —explico, y me rasco el cuello con angustia en el proceso. Esos recuerdos me ponen ansiosa.
La expresión de Cyrene se endurece y sacude la cabeza con perplejidad. Por un segundo su mirada se dirige al rincón de los aposentos, donde se encuentra de forma directa con los ojos de Daven. El aludido se ha inclinado por completo sobre la silla, con los codos puestos sobre sus rodillas.
Estudio sus facciones con renuencia, por costumbre más que todo, y me es imposible evitar que mi mano se dirija de manera muy ausente al bulto de mi abdomen. Por inercia, sólo para asegurarme de que está ahí y no estoy soñando. Veo a mi madre y sólo siento dolor. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que vi su rostro y por algún motivo eso me enoja. Me enoja saber que está viva, me enoja saber que no me buscó, que no hizo nada.
—¿Tienes miedo, Crystal? —me pregunta de manera cautelosa, con la cabeza ladeada. Cierro los ojos y una sonrisa forzada se extiende en mi rostro—. Está bien si tienes miedo, hay muchas cosas que no entiendes.
—Oh, no estoy asustada. Estoy furiosa.
Ella asiente y alza la mirada hacia mí.
—Yo no te llevé a Oquaheim porque quise hacerlo, Crystal. Lo hice porque no tenía opción —me cuenta quedamente, como si le costara respirar—. Me embaracé de ti justo después de la Devastación de Olympia, después de la rebelión de Amethyst y el destierro de Hela. Tu padre se había ido, yo no sabía qué hacer y tenía que protegerte.
Ruedo los ojos con exasperación.
—¿Protegerme de qué? Dudo que hubiera algo peor que mi estadía en Oquaheim.
—Te dejé para salvar tu vida, y no te imaginas cómo me dolió hacerlo —suelta las palabras atropelladamente mientras se pone de pie hasta mí—. Y no me imagino todo lo que te ha costado a ti, porque sé que has sufrido. Siempre ha sido mi responsabilidad mantenerte a salvo, y eso fue lo que hice. Estás viva, Crystal. Estás viva.
Cyrene extiende sus manos en mi dirección para que las tome, pero no lo hago. Solamente me quedo mirándola sin ninguna expresión en mi rostro.
Suelto una carcajada, aunque suena algo histérica.
—Me dejaste en Oquaheim, me sacaste de mi hogar, me separaste de Thor y de Loki, me prometiste a un hombre y a una familia a los que jamás les importé y que me quitaron mi tiara. Me dejaron sin poderes, me golpearon y me humillaron por años. ¿Y dónde estabas tú? ¿Dónde estaba tu protección? ¿Dónde estabas cuando Layland me quitó la Tiara? Cuando estaba sola, todas las noches, pidiéndole a Heimdall en silencio que me sacara de ahí. ¿Dónde estaba tu supuesta protección cuando Layland me borró los recuerdos?
—Puedes criticarme todo lo que quieras, Crystal —alarga ella, y me sorprende la forma en la que sus ojos azules me miran—. Te he mantenido con vida y he cumplido con la petición de tu padre de alejarte de las aguas... Pero ya no podemos hacer eso. No ahora que Hela regresó y que Olympia desapareció.
Siento como se hace un vacío en mi estómago.
—¿De qué hablas?
Mi madre toma una buena bocanada de aire y me señala la cama, para que me siente. A regañadientes le hago caso y me siento en el orillo con ella a mi lado. Me mira a la cara con aspecto avergonzado y entonces baja la vista hasta sus manos.
—Antes de que tú nacieras las cosas eran muy diferentes —murmuró—. Olympia era más grande, Asgard era temida, y tu padre era feliz. Pero todo lo bueno tiene un final, y eso fue exactamente lo que sucedió. El apetito sangriento de la primogénita de Odín, Hela, se salió de control. Ella quería conquistar todos los mundos, no sólo nueve, y su personalidad violenta le causó muchos problemas al Padre de Todo.
» Tu padre reinaba en Olympia con sus hermanas, Althea y Amethyst. Él era el representante de los océanos, y adoraba su vida —me doy cuenta de la pequeña sonrisa que se extiende por su rostro al nombrar a mi padre, y eso hace que me duela el corazón—. Pero su hermana menor, Amethyst, era manipuladora, mezquina y rencorosa. Siempre anheló el poder de tu padre y la corona de Althea, y siempre tuvo el tiempo a su favor. Fue paciente, y acabó envenenando el corazón de tu padre y lo convenció de que era buena idea apoyar a Hela en sus ideales y también en la Conquista de Asgard. Amethyst manipuló a tu padre a su antojo, y cuando Althea lo hizo entrar en razón... la culpa lo consumió de a poco. El apetito violento de Hela y el apoyo de tu Cyrano acabó con la vida de muchas personas inocentes, y él no pudo soportar eso. Cuando la batalla contra Amethyst llegó a su fin y Olympia se separó, Azariel y Aetas nacieron de eso.
» Tu padre apenas soportaba la culpa para cuando desterraron a Hela. Muchas personas murieron, perdieron sus hogares, a sus familias, lo perdieron todo. En esa guerra murieron mis padres, y Cyrano también se responsabilizó por eso —la voz se le quebró—. Así que tu padre decidió irse, imponerse un exilio como propio castigo de los actos atroces que había cometido con Hela. Él decía que sus aguas habían sido manchadas de sangre y ya no eran puras, que ahora sólo representaba la parte mala del océano, y la buena se había perdido.
La vi agachar la cabeza de nuevo, golpeada por su propia historia. Respiro hondo, intuyendo que será mejor dejarla hablar. Después, alzó la cabeza de nuevo y me di cuenta de que tenía los ojos cerrados.
—Poco después de que tu padre se fuera me enteré que te estaba esperando, justo al mismo tiempo que la Reina Frigga quedó encinta de Thor —hizo una mueca—. Tu tía, Althea, le dijo a tu padre lo que estaba sucediendo y él aceptó verme en medio de su exilio en las profundidades. Me dijo que debía protegerte a toda costa, que debía mantener tu alma pura y que mientras más alejada estuvieras del agua, mejor. Cyrano estaba convencido de que tú eras su rendición, que así como él había pasado a representar la parte mala del océano, tú habías llegado a representar la buena.
» Pero temía que tus aguas se volvieran turbias —susurra, llevando una mano hasta mi mejilla—. Así que me pidió que te llevara a Oquaheim, porque "el agua le había contado", que el hijo de Egan necesitaba de ti para vivir. Cyrano pensó que era una buena idea, que te mantendría a salvo, alejada de lo malo del agua y también de sus errores. Él no quería que tú pagaras algo por sus acciones. Él no sabía que Layland era una desquiciada, y yo tampoco lo hacía. Ninguno sabía que te estábamos poniendo en más riesgo así, alejándote, que te quitarían tu tiara. Y cuando yo descubrí lo que Layland hacía iba a sacarte de ahí... Pero ella tenía, por algún motivo que jamás pude alcanzar, una de las espadas de Althea.
» No me asesinó, como habrá pensado que lo hizo. Me lanzó a la cascada de Oquaheim y el portal que está debajo de ella me trajo aquí, a Azariel. He reinado en nombre de tu padre desde entonces —inspira profundamente—. El océano de Cyrano en Olympia era precioso, y cuando se separó del planeta acabó en el fondo de todo lo demás. Hay muchos portales que te traen a Azariel. Azariel está debajo de todo, en todas partes, al mismo tiempo. Tu padre salvó la vida de toda esta gente después de la guerra con Amethyst, les dio un hogar de nuevo, les dio la oportunidad de vivir aquí abajo. Justo como lo hizo conmigo.
Casi pude ver cómo Cyrene se estremece y yo también acabo temblando en el proceso.
Mi mente trabaja a toda velocidad para unir las piezas de ese complicado rompecabezas, de manera que pueda entenderlo todo desde el principio hasta el fin y sin perderme nada. Pero es muy pesado, es muy complicado y sin duda es una larga historia la que debo digerir. Me esfuerzo por recordar algo en mi pasado que me dé una pista ante todo esto, pero no hay nada. De niña, a mi madre no le gustaba hablar mucho de mi padre. Siempre se ponía triste. Ahora, después de tanto, finalmente entiendo el motivo... Y sin embargo me sigue pareciendo inverosímil. Me parece tan lejano. Me es imposible priorizar todo esto cuando mi cabeza está tan metida en el tema de Thor, de Loki... de Eyra. No me creo capaz de procesar algo más, pero tengo que hacerlo.
—Tu padre sigue exiliado, pero tú tienes que hablar con él —murmura Cyrene—. Hela volvió, probablemente Amethyst también lo haga, Althea no está, Odín ha muerto... El universo está quedando desprotegido. Cyrano tiene que regresar, y él sólo va a escucharte a ti. Sólo tú puedes llegar hasta las profundidades del Mar Prohibido.
Pestañeo, y siento como si un hierro hirviendo bajara por mi garganta.
—No.
Mi madre me observa, incrédula.
—¿Qué dijiste?
—Te dije que no —repito.
De nuevo siento la punzada de dolor deslizarse por mi pecho, dejándome cansada en el proceso. Éste se extiende como veneno por mis venas, recordándome todo lo que ha pasado y cómo he acabado aquí.
Thor yéndose a hacer una cruzada por todo el universo. Loki haciéndome la vida imposible en Asgard. Las discusiones incesantes con Thor en Vanaheim y Olympia. Thor descubriendo que Loki es Odín. La visita a Midgard. La conversación con Harper Volkova y la revelación de que Althea y sus hijas están desaparecidas, que Olympia se desvaneció. La muerte de Odín y la llegada de Hela. Mi discusión con Loki. Mi rechazo a la criatura que habita en mi vientre y el momento exacto en el que casi la dejo morir. La muerte inminente de Thor.
Todo es tan... pesado. Es demasiado. Son problemas tras problemas, responsabilidades tras responsabilidades y d años colaterales. Una vez más, mi vida es la suma de las decisiones de otros y no el peso de mis acciones.
—¿Crystal? —me llama Cyrene, en voz baja. Yo alzo de nuevo los ojos hacia ella, pesadamente, pero tengo un nudo en la garganta—. Es tu padre, Crystal. Eres su hija.
—Por supuesto. Por eso. Porque siempre he sido la propiedad de alguien más —arrastro las palabras con resignación—. La prometida de Ezio, la madre de la hija de Thor, la hija de Cyrano. No he sido nada más que eso, y nadie ha dejado de recordármelo... jamás.
Me llevo ambas manos al rostro con frustración. Siento que estoy gritando y nadie puede oírme. Me siento ahogada, atrapada en algo que no me deja salir.
No quiero ser mezquina, no quiero darle la espalda a algo tan grande como esto. No quiero hacerlo porque sé, por encima de todo lo demás, que si Thor hubiera estado aquí no hubiera dudado ni un segundo en lanzarse a una tormenta porque es lo correcto. Y me siento responsable de que ya no esté, me siento terrible por lo que pasó con Loki, y peor aún porque quiero hacer las cosas bien en memoria de Thor. Porque quiero hacer lo que él habría hecho, y estoy segura de que no habría dejado que Hela arrasara con todo a su paso sin hacer nada para evitarlo. Necesito aclarar mi mente, necesito pensar en todo lo que debo hacer, pero hay algo que pesa mucho más que todo lo demás. Eyra.
He sido terrible, he sido cruel y también insensata. Ella no tiene la culpa, me digo a mí misma.
—No eres la propiedad de nadie, princesa —Daven, que se había mantenido en silencio hasta ese momento, me habla con la voz ronca y sin alterar su posición relajada—. No hagas lo que las personas esperan que hagas, haz lo que tu corazón crea que es correcto. Porque es tu corazón, no de nadie más.
Me vuelvo hacia él, asombrada por sus palabras, y estoy segura de que en mi rostro se ve la sorpresa ya que él acaba sonriéndome burlonamente.
—Ah, mira. No eres tan inútil después de todo —le digo. Él me pone mala cara.
—Crystal —vuelve a llamarme mi madre, buscando mi mano y entrelazando nuestros dedos. Me giro hacia ella—. Aún hay oportunidad. Aquí el tiempo avanza demasiado rápido; pasan semanas cuando arriba solo pasan horas, así que no te preocupes. El mapa hacia el Mar Prohibido no ha sido encontrado aún, pero estoy segura de que lo hallaremos a tiempo. La prioridad, ahora mismo, es que tengas a tu bebé. Todo va a estar bien, te lo prometo.
Yo asiento. Y espero, de todo corazón, que no se equivoque.
—Aún hay algo que la Doña del Agua debe ver —le recuerda Daven a mi madre, a lo que ella abre los ojos de sopetón. El moreno se levanta de la silla y avanza hasta uno de los estantes, donde abre un compartimento y saca algo de color dorado—. El planeta del que te saqué se llama Sakaar, ahí dejaste a tu amigo el pelinegro. Es un planeta sin ley y lleno de esclavos, pero está rodeado de portales y todos terminan aquí. Hace varias semanas, esto atravesó uno de los portales más grandes.
Daven acaba de contarme y me extiende el objeto con cuidado. Yo lo tomo en mis manos, y mis dedos lo recorren entero mientras trago saliva.
—¿Te resulta familiar? —inquiere Daven, a la espera.
Yo asiento sin levantar la mirada.
—Es la tiara de Victoria, la hija mayor de Althea.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top