13 ━━━ Twilight of the gods.
━━━ ❛ RAGNAROK XIII ❜ ━━━
La muchacha de simpática sonrisa nos observa curiosa.
Seguimos de pie en la entrada del grisáceo lugar, mientras que ella continúa recostada del umbral de la puerta. Sus ropajes son completamente oscuros a excepción de un brillante collar dorado que cuelga de su cuello; el dije tiene forma de pentágono y tiene unas cuantas inscripciones a los lados del mismo. Es tan llamativo que resulta casi imposible quitarle los ojos de encima, sin embargo, ella parece decidir que es tiempo de entrar. Antes de que pueda parpadear, la escena cambia, y ahora nos encontramos en el interior del sitio. Los colores marrones, verdes y dorados son los que predominan dentro del mismo.
—Los estábamos esperando hace más de quince minutos —continúa diciendo la muchacha sin borrar la sonirsa—. Les tomó más de lo que esperamos encontrar el santuario, pero es bueno que al fin hayan llegado. Debemos hablar unas cosas.
—¿Debemos? —repito en voz alta.
Harper se echa una risita dulce, burbujeante. Se me hace muy difícil no hacer la comparación a la risa de una niña. Su voz es demasiado dulce, demasiado risueña, y su sonrisa también lo refleja.
—Ajá, también está el fracasado pero a él le gusta hacer una entrada. Le encanta regodearse.
Los ojos de Thor se mueven hacia los de la muchacha al mismo tiempo que alza el extraño artilugio al que llama paraguas. Al mismo tiempo la escena vuelve a cambiar e inevitablemente nos tambaleamos por la brusquedad con la que se ha producido el efecto. Inconscientemente me sostengo del enorme brazo del rubio, y el usa su mano libre para asegurarse de que no me he caído. Frente a nosotros, Harper cruza los brazos sobre su pecho y rueda los ojos con suma frustración.
Es entonces cuando una cuarta persona hace acto de presencia, levitando desde el gran ventanal del fondo y hablando con suma profundidad en su voz:
—Thor Odinson, Crystal Cyrenesdottir —levita hacia nuestro encuentro de manera ostentosa. Thor vuelve a elevar el paraguas en su dirección, pero entonces la figura misteriosa desciende y nos observa con una media sonrisa—. Dios del Trueno, Diosa del Agua. Puedes bajar el paraguas —añade, lanzándole una mirada un tanto engreída al artilugio.
Junto a Thor aparece una especie de depósito. Con cuidado de no hacerlo bruscamente, Thor suelta mi brazo y deposita el paraguas en su interior. Pero, nuevamente, cuando lo hace nos da una sacudida al cambiar de escena. Esta vez he conseguido tener un poco más de equilibrio, pero Thor no. Hemos acabado de espalda, así que tenemos que volvernos de nuevo. Todo se ve con mucha más claridad así que ahora sí soy capaz de detallar al hombre que ha levitado hacia nosotros.
Es alto, tiene el cabello oscuro como la noche pero un par de destellos plateados resaltan a cada lado de su cabellera, mientras que su fino rostro es adornado por una barba oscura que cubre su bigote y su barbilla. Sus ropajes son inclusive más peculiares que los de Harper, pues éste incluso está usando una llamativa capa de color rojo. Tanto él como su compañera están recostados de la pared, con los brazos cruzados sobre su pecho. Ella nos mira sonriente, pero él emana un leve aire de petulancia a su alrededor.
Nos quedamos mirándoles detenidamente sólo por un segundo cuando Thor decide girarse hacia una mesa que tiene a su izquierda. Empieza a tocar los artilugios que están sobre ella mientras habla.
—¿Ahora la tierra tiene brujos? —inquiere con cierto aire de despreocupación. O al menos eso es lo que trata de transmitir; y acaba saliéndole mal, porque acaba tirando todo lo que hay en la mesa.
El hombre niega con la cabeza una sola vez.
—Prefiero el término "Maestro de las Artes Místicas", aquí la única bruja es ella y no precisamente porque tenga poderes. Puedes dejar eso ahora —termina diciendo al ver que a Thor se le ha hecho imposible acomodar lo que movió.
Ruedo los ojos y cuando enfoco de nuevo me encuentro con Harper dándole un codazo a su compañero al tiempo que murmura: «¿Para qué te reviví?».
Thor se pone una mano en la cintura.
—Muy bien, mago y bruja, ¿quiénes son y por qué debería importarme?
Es el hombre el encargado de responder.
—Soy el Doctor Stephen Strange y ella es la señorita Harper Volkova. Yo tengo unas preguntas para usted, señor Odinson...
Entonces, Harper se endereza de pronto, chasquea los dedos y lo interrumpe antes de que pueda terminar de hablar.
—¡Oh! Y también queríamos felicitarlos por el embar...
Abro los ojos hasta más no poder y me quedo paralizada en el sitio. Para mi fortuna, el Doctor Stephen Strange le pone una mano en la boca a la señorita y la hace callar de inmediato antes de que sea capaz de terminar la oración. No sé cómo ha sido posible, pero creo que Thor no la ha escuchado. Definitivamente está divagando.
—Estoy seguro de que te gustaría mantener una conversación con la señorita Crystal mientras yo le hago las preguntas al señor Odinson —le dice a Harper. Ella se saca la mano de su compañero de la boca y asiente con cara de pocos amigos—. Bien, nos vemos en un momento. Tomen asiento.
La escena cambia... otra vez.
Ahora me encuentro sentada en un largo sofá de color morado, abarrotado de cojines verdes. Observo curiosa a mi alrededor el extraño sitio en el que nos encontramos, rodeadas de un enorme ventanal que muestra a la perfección la enorme ciudad abarrotada de personas. Me quedo mirándola más tiempo del necesario, hasta que escucho a alguien suspirar.
Harper se balancea con el rostro sonrojado, se recupera y se apoltrona en una silla frente a mí.
—Lamento las circunstancias en las que tuvieron que venir y como los recibimos —se disculpa en voz bajita—. Realmente esperábamos que tuvieran noticias, algo que pudiera ayudarnos pero... creo que no.
Me detengo a mirarla con las cejas fruncidas a causa de la confusión.
—¿A qué te refieres, Harper? —le pregunto.
Ella se muerde el labio inferior, vacilante. Pasa un minuto antes de que pueda verla dispuesta a responder, pero cuando va a hacerlo, su semblante cambia. La nota de alegría que había se desvanece, la sonrisa se va y ya no hay nada risueño en ella. De pronto se ve cansada, agotada, pero sobretodo... triste. En sus grandes ojos castaños centella la más evidente nota de dolor que he sido capaz de atestiguar en muchísimo tiempo, y algo me dice que hay un enorme vacío en su corazón. Lo veo en la forma en la que está mordiendo el interior de su mejilla, en cómo le está costando responder y también en la manera en la que se está aferrando con innecesaria fuerza al borde de su suéter negro. También percibo el latido alocado de su corazón, acelerado, al borde de una explosión.
Y soy capaz de atisbar todo eso porque ya he visto esa expresión antes. La veo en mí misma, todos los días.
—¿Thor no te dijo nada, verdad? —murmura ella en tono apagado—. La razón por la que volvió a Asgard, de eso estoy hablando. No sólo regresó porque hubieran enemigos alzándose.
—No —repongo en el mismo tono de voz—. ¿Sucede algo malo?
Harper me mira con la disculpa grabada en los ojos.
—Olympia desapareció... junto con todas las personas que estaban en ella.
La miro, sin comprenderlo aún.
—Un planeta no desaparece por arte de magia.
—Estamos tan asombrados como tú, en serio —se le escapa un suspiro apesadumbrado. Se pone de pie rápidamente sacudiendo su ropa y continúa—: No sabemos qué pasó, ni cómo sucedió, pero no está. El santuario que llevaba hacia allá explotó en mil pedazos, no hay ninguna forma de establecer una conexión con Althea y ella también está desaparecida... al igual que sus hijas. Han pasado meses y no sabemos nada Victoria o Beverly, nadie sabe dónde están, no regresaron. Es como si se hubieran desvanecido.
Cuando termina la explicación, se lleva una mano al palo de forma exasperada. Soy capaz de apreciar la fragilidad con la que se escucha su voz y la manera en la que su respiración se torna más entrecortada. Me doy cuenta de todo eso... pero pasa un segundo hasta que caigo en cuenta que yo he dejado de respirar también.
Althea está desaparecida y Olympia se desvaneció, repito para mí misma. ¿Donde estaba todo el mundo cuando eso sucedió? ¿Dónde estaba el apoyo cuando Althea lo necesitó? ¿Dónde estaba Thor, que proclamaba lealtad a la Diosa de las Almas? Y dónde estaba yo... que le debía tanto a esa mujer. Que me había salvado la vida y me había garantizado protección.
—Eso no... eso no... —de pronto mi garganta se cierra—: Eso no es posible. Tiene que haber una manera, tienen que estar en algún sitio. Nosotros podemos ayudar —me apresuro hacia ella—. Ahora que sabemos podemos ayudar, podemos hacer algo.
Harper ladea la cabeza.
—Ha pasado bastante tiempo, no hemos encontrado nada. Tratamos de mantenernos positivos al respecto pero... las posibilidades no son muy halagüeñas, todos lo sabemos.
—Pero ellas tienen hijos —protesto.
La castaña clava la mirada en el suelo.
No soy capaz de comprenderlo de inmediato, pero de repente comienzo a sentirme mareada. Un extraño retortijón en mi estómago me hace tragar saliva y pestañear repetidas veces en busca de serenidad.
—Ambos están con sus padres, por ahora. Uno es un bebé y la otra está lo suficientemente grande como para comprender la situación, pero sólo lo empeora todo. Realmente apreciaríamos si tanto tú como Thor podrían darnos una mano con esto —me pide, vacilante.
Yo asiento sin pensar. Estiro mi mano y la pongo en su antebrazo izquierdo, dándole un leve apretón ya que tiene los brazos cruzados.
—Por supuesto que sí —musito. La veo bastante afligida, lo cual me hace sentirme muy curiosa—: ¿Te estaría irrespetando si acaso pregunto la profundidad de tu relación con ellas? Me pareces bastante afectada.
Harper me sonríe de forma muy cálida.
—En absoluto. Beverly es mi prima, nada sanguíneo; es un poco complicado, si tuvieras el tiempo te lo dijera todo, pero estamos un poco contra el reloj.
¡Qué fácil resulta hablar con ella! Es como un libro abierto dispuesto a contestar y compartir, sabiendo que no la mueven motivos ulteriores. Se ve tan... transparente. Desde el brillo de sus ojos hasta la calidez de su sonrisa o la manera tan dulce en la que pronuncia las palabras que salen de sus labios. Tiene una chispa de luz alrededor de ella, una muy brillante luz.
—Eres muy cálida, Harper —admito dándole una leve sonrisa que ella me devuelve.
—Sí, bueno —le echa un vistazo a su collar—, tengo un poco de ayuda. En fin... ¿Cómo va ese embarazo?
De pronto me da miedo de nuevo y me sorprendo a mí misma respirando con irregularidad. ¿Es siquiera posible que pueda seguir engañándome a mí misma? ¿Hasta dónde puede llegar la mentira propia? Por extraño que pueda parecer, no siento nada parecido a lo que experimento cuando es Loki quien saca a relucir este tema en particular. La mirada de Harper es tranquilizadoras, pero la latente y posible realidad de su pregunta es aterradora.
El estómago se me revuelve de nuevo, así que cierro los ojos mientras dejo escapar la bocanada de aire que estuve reteniendo.
—Es real, ¿verdad? —le pregunto en tono desanimado. Abro un ojo y la veo asentir—. ¿Es tan evidente?
—En realidad, no.
Resoplo. Lo más probable es que lo diga únicamente para ser amable.
—¿Sabes cuánto tiempo?
—No —Harper se echa a reír—. No soy tan acertada. Pero lo que si sé es que aquel rubio que está arriba debería enterarse.
Sonrío avergonzada.
—Lo sé.
Me sorprende ver que Harper niega con la cabeza.
—Bueno, se acabó el tiempo. En treinta segundos va a regresar la testosterona y tú te tendrás que ir a buscar a Odín. Mucha suerte, Crystal. Espero verte de nuevo —concluye con una sonrisa.
Me abruma una ola de tristeza contenida. No me había percatado de lo mucho que ansiaba tener una conversación normal con alguien, con una mujer, poder hablar de algo sin sentirme ahogada. Esbocé media sonrisa.
—Gracias —le digo sin alzar la voz, a lo que ella me mira divertida.
Aparto la vista y entonces la escena cambia de nuevo. Aparecemos de pie frente a unas largas escaleras, y tanto el Doctor Stephen Strange como Thor están allí, de pie frente a un portal refulgente dorado. El aludido sostiene su paraguas con fuerza mientras observa al doctor, pero al vernos ambos se giran hacia nosotras.
—¿Buena charla? —inquiere el hombre de la capa. Harper asiente y se posiciona a su lado con una sonrisa.
—Muy buena.
—Bien —alarga Thor—. Ya volvió Crystal, ahora necesito a mi hermano de vuelta.
¡Oh, Loki! Me he olvidado de él por completo. Ni siquiera me he detenido a preguntarme dónde demonios está, aunque evidentemente ya el rubio tiene una respuesta. Por Bor, tengo demasiadas cosas en mi mente. Necesito desesperadamente un respiro.
—Oh, por supuesto —concede el doctor. Sus manos hacen un círculo por encima de nuestras cabezas, y entonces el sonido de un grito contenido resuena en toda la sala. El portal se abre y por este sale Loki disparado hacia el suelo. Cae de bruces hacia el suelo sin dejar de gritar y se da un buen golpe en el rostro al hacerlo. Allí se desespera.
—¡He estado cayendo por treinta minutos! —exclama con enojo.
El doctor rueda los ojos y se dirige a mí.
—Desde aquí se encargan ustedes.
—Claro —concede el rubio, que se apresura a darle un apretón de manos al hechicero—. Muchas gracias por tu ayuda. Un gusto conocerles a ambos, les prometo traer buenas noticias cuando nos veamos otra vez.
—Sí —agrego yo, en un tono un poco más apagado—. Las vamos a buscar, ténganlo por seguro.
Me paso el cabello por detrás de la oreja, observo de reojo a Thor mirarme. Su mirada me pesa sobre la nuca y me hace sentir cohibida, así que me muevo para darle un apretón de manos al doctor y a su compañera.
De nuevo, la irritación de Loki nos interrumpe.
—¿Encargarse? ¿Quién eres? —masculla, agitado por la caída. Abre los brazos y desde las mangas de su traje salen dos cuchillas plateadas que empuña con furia hacia el hechicero. Por su parte, Thor no hace ni lo más mínimo para detenerlo. Y yo tampoco—. ¿Te crees hechicero? No pienses ni por un minuto, tú mago de segunda...
—¡Retiro lo dicho! —Harper se ríe y señala a Loki—. Lo quiero, ¿puedo?
El hechicero abre los ojos como platos.
—¡No! Ya fue suficiente, adiós.
Nos hace atravesar el portal con un simple movimiento de manos. El impacto hace que Loki acabe en el suelo, de nuevo. Thor se echa a reír con muchas ganas y yo me limito a negar con la cabeza al verlo tirado sobre el verde pasto de un sitio al aire libre.
Es allí cuando lo siento.
Siento la descarga de electricidad en mi sistema, siento el inconfundible olor a agua salada golpear mis fosas nasales y también la manera en la que cada terminación nerviosa de mi cuerpo cobra mucha más vida que antes. Tengo que cerrar los ojos y tomar aire ante tal descarga de adrenalina que golpea mi sistema, lo suficiente para luego abrirlos de nuevo mirar dónde estamos de pie. El suelo bajo nuestros pies es pasto, sumamente verde, con algunas rocas a nuestros alrededores y en el horizonte... allí es donde está. El gran y magnífica océano, la fuente de todo lo que soy y el causante de que ahora mismo me sienta llena de vitalidad.
Pero no es lo único que está en el horizonte, porque mirando al océano... está Odín.
Ambos hermanos se me quedan mirando a la espera.
—Vayan —les digo, entrecerrando los ojos por el viento—. Esperaré aquí.
Miro hacia otro lado mientras ellos empiezan a caminar en dirección a su padre. Al eso pasar, soy incapaz de evitar preguntarme cuándo fue la última vez que vi al Padre de Todo. Cuando era una niña, seguramente. Esa parte de mi vida no la recuerdo con claridad.
Decido que es mejor para mi salud mental si no sobrepienso eso. No estoy segura si acaso es una buena decisión, si rehuir a esos recuerdos que tanto me costó recuperar sea lo correcto, pero es lo único que me hace sentirme un poco segura. No me siento bien, mi corazón duele, mi estabilidad es nula y mi situación es la peor de todas en este momento. No quiero seguir viviendo estas cosas, no puedo seguir en medio de todo este desastre, mucho menos ahora que sé que... no soy yo sola.
No soy yo sola.
Pese a todo, lo comprendo. Sí lo entiendo. Y es que hay una gran diferencia entre comprender y asimilar, porque si bien es cierto que soy completamente consciente de la situación en la que estoy parada aún no soy capaz de asimilarlo como debería. No siento nada donde definitivamente debería sentir algo. No hay alegría, tampoco enojo. No hay aversión así como tampoco hay satisfacción. No hay nada más que un enorme vacío en mi pecho que se hace más grande con cada segundo que pasa, que se extiende y que me come las orillas el alma cada vez que observo el rostro de Thor o cuando recuerdo lo que ha sido mi vida desde que salí de Oquaheim. Aquello que pensé que sería mejor sólo empeoró, lo que creí que le daría fin a mi encierro sólo creó uno nuevo.
Ya no veía las cuatro paredes y el balcón de mi habitación en el palacio de Oquaheim, ahora veía la tortuosa malignidad de mis pensamientos a cada minuto. Esos que me decían que estaba sola, que ya no tenía camino, que al mismo tiempo me gritaba que debía dejar de repetirme eso diariamente.
Y aún así, siento el deseo repentino e irrefrenable de hacer precisamente eso. Sacudo la cabeza y cierro los ojos con fuerza. ¿Por qué?
Cuando decido abrirlos de nuevo y echar un vistazo al frente para dejar de pensar en la horrible historia que siempre ha sido mi vida, me consigo con algo incluso más impactante. El cuerpo de Odín se desvanece en un destello dorado que flota hacia al aire y se aleja con el viento hacia el horizonte. Odín está muerto. Y al mismo tiempo que eso sucede, sobre nosotros se aglomeran grandes y oscuras nubes de tormenta. Echo a correr en dirección a Thor y Loki, y cuando llego, los dedos del rubio están chispeando mientras observa con violencia al pelinegro.
Loki resolla.
—Hermano...
—¡Thor! —lo llamo apresuradamente. Él no se vuelve a mirarme, continúa con los ojos clavados de forma violenta en su hermano menor. Pongo una mano en su brazo por pura costumbre—: Por favor —le pido.
El rubio me observa, pero no deja de fruncir el ceño. Sin embargo, las chispas de sus manos se detienen y su pecho deja de subir y bajar irregularmente. Pero la calma no dura ni dos segundos. Justo detrás de nosotros, un gran destello de color verde se abre.
Siento la mirada de los dos hermanos encima de mí, lo cual me hace tragar saliva cuando me hacen caminar junto con ellos hacia el frente. De forma inmediata somos presos de un destello que se divide en tres: el característico y refulgente verde de Loki, que le devuelve su traje, los rayos acompañados de un trueno que regresan el de Thor, y el suave y calmado remolino de agua que envuelve mi cuerpo, me saca la incómoda vestimenta midgardiana y me regresa mi tiara. No tengo que pensarlo demasiado. Esa posición encorvada en la que está Thor y esa ligera postura recta en la que Loki se detiene me dice todo lo que necesito saber: son posturas de pelea, de advertencia y de peligro. Lo que sea que de esté cocinando dentro de aquel portal no es bueno, y ellos lo saben. Y están listos para pelear.
Porque todos fuimos criados para estar listos cuando una pelea llegara.
Y cuando del destello aparece una invitada, ahí lo comprendo.
—Entonces se fue —repone ella. Es alta, su cuerpo está envuelto en un traje negro desgastado y su cabello es tan oscuro como la boca de un lobo. La piel de alabastro blanco casi parece transparente y en sus ojos una sombra negra que los cubre enteros me hace tragar saliva. Así es como se vería la muerte, estoy segura. Nos observa, con el cuerpo ladeado, y expresión vacía en sus facciones. Luego, suspira y dice—. Es una lástima, habría querido ver eso.
—Tú debe ser Hela. Soy Thor, hijo de Odín —contesta el rubio.
La mujer alza una ceja.
—¿En serio? No te pareces a él.
—Tal vez podamos llegar a un acuerdo —añade Loki en tono cortes.
—Tú suenas como él —se ríe Hela, y sus ojos se clavan en mí—. ¿Y tú? Bueno, no me importa. Arrodíllense.
Loki deja escapar el aire por la boca.
—¿Disculpa?
Hela esboza una tenue sonrisa. Abre su brazo izquierdo y de este saca una gran espada oscura, la blande ante nosotros y prosigue:
—Arrodíllense... ante su reina.
—No lo creo —masculla Thor entre dientes. Da un paso al frente y lanza el Mjolnir hacia la pelinegra...
... pero ella lo sostiene en el aire.
Soy incapaz de hacer algo más que abrir mi boca con sorpresa. Continúe inmóvil mirando lo que se suscita frente a mis ojos cuando Thor balbucea:
—Eso... no es... posible.
Y Hela, sin borrar la fría sonrisa de su rostro, responde:
—Cariño, no tienes idea de lo que es posible —solamente para explotar el Mjolnir con un leve apretón de su mano.
La explosión es tan grande que nos empuja hacia atrás y solamente soy capaz de sentir las manos de ambos hermanos echarme detrás, mientras ellos se colocan delante de mí. Me cubro el rostro con las manos ante semejante despliegue de poder y tengo que agacharme un poco para no salir volando. Entonces, cuando la descarga de energía pasa y somos capaces de enderearnos de nuevo, vemos el desastre. Observamos los restos del martillo permanecer en el suelo, destrozados, sin nada más que destrucción encima de ellos. También observamos a Hela pasar las manos por encima de su cabeza, haciendo que seis cuernos aparezcan sobre ella para sacar dos espadas más de cada brazo mientras avanza hacia nosotros con nada más que el fiero deseo de cobrarse nuestras vidas relucir en sus ojos.
Oh, sí. Nos vamos a joder.
—¡Regrésanos! —grita Loki al cielo.
—¡No! —exclama Thor con enojo al mismo tiempo.
Pero antes de que pueda correr el Bifrost se abre y somos succionados por él. Andamos por el destello arcoiris en dirección a Asgard, yo en medio de ambos... y Hela nos sigue de cerca, pero no nos damos cuenta hasta que Thor grita el nombre de Loki, que está junto a mí.
—¡Loki, Crystal!
El pelinegro saca una daga de su traje y se lo lanza a Hela, pero ésta lo detiene al instante y se la regresa con mucha más fuerza. Antes de que pueda estamparse contra el cuerpo de Loki arranco la insignia dorada que reposa sobre mi abdomen, esa que está cosida a mi traje y que es una versión más pequeña de mi tiara. La lanzó en su dirección pero ella también la sostiene, y la regresa hacia mí con más intensidad. El cuerpo de Loki choca con el mío por el impacto y ambos acabamos bamboleados a través de una rotura en el Bifrost.
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