07 ━━━ Betrayal.
━━━ ❛ FIMBULVETR V ❜ ━━━
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—Deberías agradecer que no te ponga en un calabozo. Es lo mínimo que mereces por todo el revuelo que causaste.
Las palabras de Layland se cuelan como ácido por mis oídos. No la estoy mirando, permanezco de espaldas con los ojos fijos en la pared de mis aposentos. No necesito girarme para saber la mueca que acompaña su tono de voz, pues este es tan desdeñoso como enojado y frío.
Pero sí soy capaz de sopesar, en los segundos siguientes, el camino que está llevando esta concentración. Y me da tiempo de darme cuenta el verdadero epicentro de todo este desastre. Ese que nunca fue Ezio en realidad.
—En serio eres buena fingiendo benevolencia —le digo sin girar. Me sorprende a mí misma que mi voz no salga quebrada, pero de inmediato comprendo que el pánico ha pasado. El terror se ha desvanecido, y en su lugar sólo ha quedado la indignación y la furia.
Layland se ríe con ironía.
—Oh, querida. No tienes ni idea de lo buena que soy en muchas cosas —me responde en tono cavernoso—. Por otro lado, es una lástima que hayas decidido tomar este camino. Siempre te cuidé, me aseguré de que estuvieras a salvo y te di todo cuando tu madre se ausentaba. Te entregué a lo más importante que tengo en la vida, a mi hijo, y mira cómo nos has pagado...
Es en ese momento cuando decido girarme hacia ella bruscamente. Una falsa nota lastimera se extiende a través de todas sus palabras, aún cuando en su rostro se muestra la apatía más grande todas.
Una carcajada sarcástica se me escapa sin poderlo evitar y cruzo los brazos sobre el pecho, como siempre lo hago.
—¿Me lo entregaste a mí? ¿A mí? —repito, sacudiendo la cabeza con incredulidad—. Tú me entregaste a él, para que me quitara mi tiara, mis poderes, e hiciera lo que se le diera la gana conmigo. Porque obviamente tú estás enterada de que no me golpeo con la cabecera de la cama.
Layland me sonríe con falsa amabilidad.
—Mi hijo hace lo que se debe hacer, y además... eres tan inocente como para seguir pensando que fue él quién te quitó la tiara, Crystal.
Hay un cambio en el tono de su voz, pero no es lo suficientemente llamativo como para distraerme de lo que ha dicho. Mi corazón toma el primer movimiento, porque parece detenerse súbitamente al final de la oración. De pronto me da la sensación de que me hubieran inyectado agua helada en las venas.
Como sea, me las arreglo para responder sin que ella se de cuenta de lo mucho que me ha calado la confesión.
—Fuiste tú todo el tiempo.
—En esencia, sí —resopla ella con esa vocecilla suya tan etérea—. Momentos desesperados requieren medidas desesperadas.
—¿Todo esto porque quieres un tratado con Asgard? —inquiero, jadeando ligeramente.
Layland entorna sus ojos oscuros. A continuación tuerce el gesto y una sombra de lástima cruza su semblante.
—Ay, mi niña, Asgard no podría importarme menos —suspira—. Tú no estás aquí porque Odín quiera garantizarnos la súbita paz que se extiende por los Nueve Mundos en ganas de esconder su pasado como un terrible conquistador. Estás aquí porque necesito salvar la vida de mi hijo, a toda costa. Incluso si debo engañar y mentir al Padre de Todo... y robar a la Diosa de las Almas.
La miro fijamente con desconcierto.
—¿De qué estás hablando?
Layland toma una bocanada de aire al tiempo que sus facciones se contraen como si estuviera sintiendo dolor.
—Ezio nació siendo un niño enfermo —comienza, poniéndose más rígida que antes—. Nunca pudieron comprender a ciencia cierta el motivo detrás de sus raras enfermedades o la manera en la que atacaban su sistema nervioso, alterando todo su cuerpo. Egan y yo lo llevamos a todos lados, buscando una solución que creímos inexistente. Casi nos dábamos por vencidos cuando hayamos una respuesta en una bruja exiliada de Midgard que decía recitar profecías. Éramos escépticos, por supuesto, ¿qué tanto se puede confiar en los midgardianos? Pero resultó que no erró en su diagnóstico.
» Mi hijo era tan enfermizo porque había sido maldito por un grupo de fanáticos que querían que el hermano de Egan ocupara el trono y no él. Mi pobre hijo pagando las consecuencias de la ineptitud de Egan para mantener a raya a unos revoltosos. Y fueron inteligentes, porque usaron lo único que no teníamos a nuestro alcance y lo volvieron la solución tangible a su muerte inminente.
Layland hace una pausa, en la que sus ojos viajan al suelo y la oigo tragar saliva sonoramente. Pasa un rato así en el que ella se niega a mirarme, pero termina levantando la cabeza de nuevo para observarme con una expresión helada.
—Lo único que podía mantenerlo con vida era el poder del agua, ese que está conectado a la diosa que la manipula. Una diosa que, en ese entonces, tenía más de diez mil años sin aparecer —me cuenta sin dejar de mirarme—. Entonces nos enteramos que un niña ha nacido bajo ese título y que ha sido bendecida con la capacidad de manipular el agua a su antojo... Hice lo que tenía que hacer. Egan se negó en todo momento a sacrificar la vida de un alma inocente, pero yo no lo veía así, no lo veo así. Engañé a mi propio esposo para que convenciera a Odín de establecer un tratado de paz entre ambos reinos, y engañé a tu madre, Cyrene, diciéndole que te quería como reina consorte de Oquaheim para que pudieras desposar a Ezio. Tu madre tenía una visión muy clara de lo que quería para tu vida, así que no fue muy difícil convencerla. Todo marchó de maravilla, hasta que tú creciste. Thor y Loki se convirtieron en el obstáculo más grande para mí y mi propósito de salvar a mi hijo. ¿En serio crees que Thor fue el único que perdió recuerdos, mi niña?
» Incluso aunque pude quitarte la tiara que Odín y Althea hicieron para ti no podía mantenerla lejos, pues está demasiado conectada a tu alma. Si tú te alejas, el poder de la tiara se desvanece. Incluso aunque quería no podía matarte, eso significaba que iba a condenar a mi hijo al mismo destino. No podía dejar que eso pasara, pero Thor y Loki continuaban siendo una piedra en el camino porque no dejaban de venir a verte y a tratar de que regresaras con ellos a Asgard. Y cuando empezaste una relación con Thor, pensando que nadie los descubriría, ahí fue donde perdí toda mi paciencia.
Ella me sonríe en ese momento.
—Te escapabas cuando él venía a verte, se acostaban detrás de las rocas de la cascada pensando que nadie se enteraría... Pero eventualmente yo lo hice. Así que tomé una decisión bastante arriesgada, y envié a alguien a que robara la Espada de la Luz de Althea y me la trajera para borrar sus recuerdos —murmura ella en voz baja—. Te hice creer que el primogénito de Odín se había olvidado de ti por completo y nunca te había venido a ver, que sólo Loki se preocupaba por ti. Pero claro, al menos Loki y tú deberían estar agradecidos conmigo. A ambos les dejé los recuerdos de su niñez, cuando a Thor se los quité todos. Él era la mayor amenaza, porque sólo quería sacarte de aquí.
Es como si alguien estuviera pateándome. Siento como si me falta el aire, como si algo en mi cabeza acaba de explotar y como si las lágrimas que amenazan por salir me quemaran los ojos. Me muerdo el interior de la mejilla para no hacerlo; Layland no merece saber que me ha herido más que a nadie. No se merece ni una mínima muestra de que me ha hecho sentir mal o de que ha logrado su cometido, pero sus palabras son tan fuertes y apabullantes que no sé cuánto más seré capaz de contenerme a mí misma.
Temo por mi reacción. Siento que si destrabo los dientes o me muevo aunque sea un milímetro, será el fin de todo mi autocontrol. Empezaré a chirriar, y eso no lo puedo permitir. No porque aún tengo que seguir escuchando lo que tiene para decir.
Sin embargo, no soy capaz de seguir conciliando mis pensamientos, pues ella continúa hablando.
—Hasta que tu madre se enteró de lo que hice... y tuve que asesinarla.
En un principio no soy capaz de comprender el significado de sus palabras. Me suenan vacías de sentido. No entiendo cómo no me pongo a llorar, pero no lo hago. No puedo hacer nada más que mirarla fijamente sin expresión alguna, sin alterar mis facciones ni tampoco mi postura. Entro en shock. Pero conforme avanzan los seguros, la confesión empieza a tomar sentido y siento que resuena con más volumen dentro de mi cabeza. Y aún así, no hay ningún sentimiento. Todo me parece irreal, como si estuviera a punto de desmayarme.
Trago saliva.
—Eso no es verdad —repongo en un susurro casi inaudible. Las palabras me queman la garganta conforme salen, así que pestañeo para aclararme la vista pero sólo consigo que las lágrimas se aneguen en las esquinas de mis ojos.
Layland se encoje de hombros.
—Cree lo que quieras, es tu problema. Pero esa es la razón por la que "responde" tus cartas y no viene a verte —toma aire—. De cualquier modo, mi plan se acaba de complicar más. Ese destello de luz divino que succionó a Thor fue Althea, para este momento ya debe saber que la robé y Thor ya debió haber recuperado sus recuerdos. Es sólo cuestión de tiempo para que ambos lleguen y desaten una batalla. Egan quiere liberarte y así evitar la guerra... pero yo no pienso poner en riesgo a mi hijo.
—¿Aún crees que puedes ganar? —inquiero, con la voz rasposa.
Ella me sonríe.
—Ya lo hice.
👩🏻🦰 👩🏻🦰 👩🏻🦰
Estuve sentada allí, en el frío suelo de la habitación sin siquiera moverme hacia la cama durante toda la noche. Siento como si las palabras de Layland se repitieran continuamente en mi cabeza, resplandeciendo con fuerza sobre todo lo demás. Y encima de eso, hay dos temas primordiales.
Mi madre es el primero.
En un principio me niego a creerlo pero tan pronto como avanza la noche, la realización de lo mismo se me clava como estocada en el corazón. Quiero gritar, llorar y tirar todo a mi alrededor... pero no puedo. Me he quedado paralizada por completo, apenas y siento mis extremidades mientras que mi rostro permanece fijo en una máscara exterior de pura serenidad, cuando no es eso lo que siento en absoluto. Pensar en las palabras de Layland de nuevo sólo hace que todo suene peor.
Cyrene no fue precisamente la madre más amorosa y dedicada. Me envió lejos cuando sólo era una niña, pero eso no significa que haya merecido morir por simple gusto de Layland. No merecía sufrir tal fatalidad solamente por haber descubierto algo que aquella demente quería ocultar. No lo merecía, y eso es lo que más me duele de todo. Me duele porque ha pasado tanto tiempo desde la última vez que vi su rostro, que hablé con ella, que me dio un abrazo o me preguntó cómo estaba.
Me duele porque ya no tendré otra oportunidad de hacer eso... porque me la han arrebatado.
Y luego pienso en lo que dijo de Thor, y el pozo de sufrimiento se incrementa hasta lo imposible.
No tengo manera de comprobar si es cierto o no. Si acaso está siendo honesta acerca de sus malignas ideas o sólo lo hace para molestarme más, para hacerme sufrir más. Si todo es cierto, entonces el dolor que siento ahora mismo no es nada comparado con lo que me va a doler después. Porque no puedo recordarlo, no consigo pensar en nada más que no sea el rostro de Thor cuando éramos niños, la supuesta última vez que lo vi. Y ahora Layland me tira en la cara que... ¿tuvimos una relación? No entiendo cómo demonios se dio eso. No lo entiendo, y es la ignorancia la que me está ahogando. Me quiebro la cabeza pensando en algo, tratando de recordar algo, pero no hay nada. No hay nada más que el vacío de la habitación, mi cuerpo inmóvil y la fría lluvia que cae tras el balcón.
Layland también ha dicho que le robó a Althea, y que para este momento la diosa ya debe estar enterada. También habló de un posible ataque, que fue ella quién se llevó a Thor... pero hay algo en la serenidad de la castaña que me deja dudando. Si sabe que están a punto de atacarla, ¿por qué está tan tranquila y tan confiada? ¿Por qué no está haciendo algo para defenderse a ella misma? Y también dijo que Thor ya debe haber recuperado sus recuerdos, y si eso llega a ser cierto... ¿Significa que recordará lo que tuvimos? Si es que es cierto, de cualquier modo.
La lluvia cae con fuerza a las afueras del balcón y eso sólo me pone en un estado de ánimo terrible, peor aún. Y cuando la puerta de la habitación se abre, no tengo la fuerza para girarme a ver quién ha entrado.
—Pensé que tendrías hambre —la voz de Ezio hace eco por la habitación, pero no me levanto del suelo ni tampoco me giro a mirarlo—. No comes nada desde ayer a muy tempranas horas.
—¿Ahora te importa?
Lo oigo resoplar con frustración. Luego, el sonido de algo metálico siendo depositado sobre una de las mesas es seguido por el de sus pasos. Avanza con deliberada lentitud hasta uno de los muebles que está junto a mí, en el suelo.
Continúo con la vista fija en las gotas de lluvia.
—Lamento lo de tu madre, Crystal... yo...
—Ahórratelo —lo corto, arrastrando las palabras sin casi despegar los labios—. No quiero tu lástima. Menos cuando es tu culpa y la de la demente que te dio la vida.
Ezio vacila durante un momento.
—Crystal, en serio lo lamento... todo. No quería que las cosas fueran así entre nosotros. Juntos aún podemos hacer muchas cosas...
—El único motivo por el que ahora estás vivo, es porque tu madre me arrebató la tiara, porque me borró los recuerdos, a Thor, a Loki, porque robó a Althea y le mintió a Odín... Sé honesto contigo mismo, pedazo de bestia, ¿realmente crees que te vas a salvar al final?
La expresión de mi rostro no se altera ni un ápice. Por un momento me asusto al imaginar que no pueda cambiar más esas facciones antipáticas, pero no lo pienso demasiado pues es obvio que es sólo una máscara. Esa máscara no estará encima por mucho tiempo, así que mejor la aprovecho mientras la tenga.
—¿Por qué? —me pregunta, con un tono sedoso en su voz—. ¿Porque Thor va a venir a salvarte?
Una sonrisa petulante se me escapa sin poder evitarlo.
—No, porque yo voy a recuperar mi tiara, y te voy a mandar de una patada al Hel. Tu vida me importa menos que nada.
Me digno a girarme a verle el rostro, y cuando lo hago, detecto una mueca burlona en su creciente sonrisa. El desdén de ese gesto hace hace que mi furia aumente, por encima de cualquier otra cosa. Todo lo que he tenido que aguantar a causa de esta bestia me quema las venas, y sólo me quedan unas ganas tremendas de asesinarlo.
El esfuerzo hace que resople con furia.
—Crystal, mi amor, lo que pasó hoy realmente me hizo abrir los ojos —me dice con voz dulce, extendiendo una mano hacia mí. La miro como si estuviera maldita o algo por el estilo—. Yo todavía creo en nosotros. Podemos hacer las cosas bien. Evitar una tragedia.
—Oh, créeme que estoy ansiando la tragedia —mascullo, entre dientes.
Ezio me dedica una expresión malhumorada, pero luego rechina los dientes y cierra los ojos. Cuando los abre, estos se ven más blandos que de costumbre.
—Estoy tratando de ser un mejor hombre para ti.
Ladeo la cabeza con incredulidad.
—Eso debiste pensarlo hace años, ¿no crees? —le apremio en voz baja.
La mano del castaño se tensa, como si estuviera a punto de abofetearme. Como siempre, espero el golpe en silencio y sin emoción alguna... pero no llega. Se detiene medio segundo antes de cometer el acto, y toma aire de forma precipitada.
—Nunca me diste la oportunidad, Crystal —me recrimina, tras aclararse la garganta—. Siempre esperaste por Thor, y al final él siempre llegaba. No podía ocupar un lugar en tu vida porque no había un espacio vacío para mí.
Siseo con frustración.
—¡Eso no te daba el derecho de hacer todo lo que hiciste, pedazo de bestia! ¡No hay excusas para eso! —le grito.
—¡Sí es excusa! —me señala de mala gana—. Siempre lo preferiste a él. Siempre lo esperaste...
—Y lo sigo esperando —lo interrumpo, con la única intención de alterarle más los nervios de lo que ya los tiene—. Tú mismo has dicho que siempre llegó, ¿qué te hace pensar que esta vez será diferente?
—No hay recuerdos que los unan.
Me encojo de hombros.
—Pues hacemos nuevos.
—Vas a estar demasiado lejos para cuando llegue.
—Él es más rápido que tú.
Siendo honesta, no estoy segura de mis propias palabras, pero si eso me garantiza que le puedo ganar el argumento, las seguiré utilizando. Es que no está equivocado, porque yo no recuerdo nada de Thor, y él tampoco, pero si tanto se empeñan en lanzarme a la cara que hay una historia profunda, pues me agarraré de eso para continuar.
Para ver si veo un atisbo de esperanza en medio de todo esto.
Ezio levanta el mentón con un buen rasgo de inconformidad y entonces le da un puñetazo estruendoso a la mesa que tiene junto a él. Por puro hábito bostezo. Estoy tan acostumbrada a esto.
—Quería hacer las cosas bien, pero eres buenísima quitándole los ánimos a la gente —refunfuña.
—Oh, querido, no tienes idea.
Es el momento menos indicado, pero el recuerdo del día de ayer cuando Thor me estaba contando su plan para llevarme a Olympia y yo le salí con un comentario aguafiestas, me cruza la mente. Y de pronto me siento nostálgica. Es horrible cómo se torció todo en tan pocas horas.
Apreto los labios para no sonreír.
—Mi madre me dijo que habló contigo, pero olvidó comentarte una parte de la situación.
Alzo la ceja, curiosa, en su dirección. Ezio se acomoda de nuevo en el mueble y sorbe por la nariz.
—Aunque queramos, no podemos asesinarte. Te necesitamos para equilibrar y mantener el poder de la tiara, sin embargo —murmura, torciendo los ojos—, hay otra manera de prescindir de tus servicios.
—¿Mmmhmmm?
—Vas a darme un hijo, Crystal.
¿Ah?
Redirijo mi mirada hacia la bestia, que tiene los músculos ligeramente relajados y me mira esperando una respuesta. Hay una sonrisa escondida en la mueca de mi cara, pero ésta no termina de extenderse.
Inhalo profundamente.
—No tengo el corazón para condenar a un niño a que esté emparentado contigo. Las pobres Lander y Lorelai ya tienen suficiente.
—No es una petición, Crystal. Lo vas a hacer —prosigue él, en tono conciliador.
—Prefiero cuidar las puertas del Hel antes de dejar que tú me pongas una mano encima, y peor aún, cargar con tu hijo —le siseo apretando los dientes.
Hay algo en mi cabeza que me dice que huya. Que me ponga de pie y me lance del balcón de ser posible. Y no tengo planeado quedarme a averiguar el motivo, así que levanto del suelo con rapidez y empiezo a alejarme de Ezio en dirección al balcón.
Pero cuando él empieza a caminar lentamente hacia mí, el pánico regresa. El terror me invade el sistema y me asusto tanto que el estómago me llega al suelo.
—Aléjate de mí —le ordeno, sin dejar de moverme.
—Un hijo es una opción que no queríamos considerar aún, pero no nos dejaste alternativa —dice, con los ojos de expresión vacía fijos en mí—. Si tienes un hijo tus poderes pasan a él también, así que ya no te necesitaría. Así podría matarte de una vez y para siempre. Sólo necesito que me des algo antes...
—¡No! —gruño, tomando la pared a mi espalda con ansiedad—. No te atrevas a dar un paso más hacia mí. Aléjate, déjame en paz por una vez. ¡Busca a otra que te dé un hijo, pero no te atrevas a poner tus asquerosas manos en mí!
Ezio se detiene a mitad de camino y me mira sin emoción alguna.
—¿Por qué? Nunca te quejaste cuando Thor venía a verte.
—Por favor, aléjate... No hagas esto.
Respiro hondo. Mi cuerpo se engarrota como síntoma del miedo, y mi corazón empieza a latir a una velocidad incluso más grande que en ningún otro momento.
—Necesito que me des un hijo, Crystal —murmura Ezio—. Y lo vas a hacer por las buenas, o por las malas.
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