06 ━━━ As the hammer falls.
━━━ ❛ FIMBULVETR VI ❜ ━━━
⠀⠀⠀⠀⠀⠀He terminado siendo cómplice de la mentira de Loki, guardando el secreto de que se está haciendo pasar por Odín, y de que el verdadero Padre de Todo está en la tierra de los humanos.
Me dan ganas de abofetearme para ver si reacciono, pues por algún motivo, siento mi mente obnubilada. Ahora que Loki está al tanto de mi situación entera, no hay mucho que pueda hacer más que aceptar la ayuda que me esforcé tanto en rechazar. Ojalá que esto salga bien, porque sino estaré más jodida que antes. Y con el orgullo pisoteado, también.
No olvido ni por un momento el montón de consecuencias que esto va a traer, resulte exitoso o no. Incluso aunque podamos descubrir quién le ha sacado las memorias a Thor, o podamos encontrar el sitio en el que han escondido mi tiara, las repercusiones serán inevitables. Oquaheim jamás perdonará la presunta traición de Asgard, y eso no va a acabar bien. Dos planetas enteros pueden estar al borde de una guerra milenaria... y por mi culpa. Intento decirme a mí misma que, en realidad, yo no debería cargar con esa responsabilidad ni mucho menos sentirme mal por atisbar un modo de alivio y libertad, pero continúo sintiéndome de esa manera.
Aunque probablemente también me sienta tan desdichada porque he tenido que bajar los muros que he construido a mi alrededor al aceptar la futura ayuda de Thor. Odio no tener razón. En este momento preferiría lanzarme de un acantilado... ¿Por qué Loki no hace esas cosas cuando en verdad las necesito?
Al menos he conseguido librar la parte de tener que convencer a Thor para llevarlo hasta Olympia. Después de un par de palabras y amenazas, Loki accedió a encargarse de que el rubio fijara el rumbo hacia el planeta utópico. Y cuando llega la tarde, compruebo que hizo su trabajo. Thor se aparece en mi campo de visión cuando me digno a salir de mis aposentos, los cuales no he dejado desde que Loki se fue de nuevo.
—Necesitamos hablar —me dice, caminando en mi dirección. Está sonriente, y denoto un tono emocionado en sus palabras.
—¿De qué?
Thor hace una mueca que resulta casi graciosa.
—Pero antes, dime, ¿por qué Ezio está de tan mal humor y gritando a todos?
Me rasco el cuello con aire ausente.
—Ah... No tengo ni idea.
Pero por supuesto que la tengo. Loki lo golpeó, lo dejó inconsciente y después dejó su cuerpo en el fondo de la cascada. No tenía ni idea de que ya hubiera despertado, pero es obvio que va a desgastar su mal humor contra todo el mundo.
El rubio entrecierra los ojos con perspicacia.
—Bueno, tengo algo que decirte —continúa. Alarga su brazo en mi dirección para que yo lo tome y podamos comenzar a caminar por los pasillos. Vacilo un instante, medio insegura, pero termino aceptando su brazo y paso el mío por el de él—: Tuve un sueño, uno muy vívido, y creo que hay algo que podamos hacer en orden de recuperar mis memorias. Además, es un seguro para cancelar la boda.
Mantengo serena la expresión de mi rostro.
—¿Qué tienes en mente, cariño?
—Primero tengo que asegurarme de que estarás de acuerdo conmigo y aceptarás emprender un viaje corto —agrega sin dejar de caminar.
—¿Adónde planeas llevarme? —inquiero, fingiendo interés. Como si no supiera ya a dónde.
—A Olympia —responde de inmediato—. No es por alardear, pero soy el favorito de Althea y estoy seguro de accederá a ayudarme si se lo pido. Hace mucho que no voy, esto también servirá. Tú irás conmigo, por supuesto, no planeo dejarte sola aquí y también nos llevaremos a Sif y a los Guerreros.
Se me escapa un suspiro corto.
—Mi boda es mañana, ¿se te olvida ese detalle?
Thor detiene su caminar frente a uno de los grandes balcones del lado este del castillo. Afuera, el sol se está poniendo sobre las montañas y el cielo se ha coloreado en tonos rojizos, lo que le da un aspecto demasiado bonito a la brillante apariencia de las aguas cristalinas que rodean todo el planeta. Termina recostándose de la baranda como lo ha hecho Loki horas antes y eso me da ganas de reír. Tanto que pelean entre ellos y son tan similares en varias cosas.
No se gira hacia el otro lado y tampoco me dice palabra alguna durante un minuto larguísimo. Permanece contemplando mi rostro con una sonrisa leve y expresión ambigua. Al final, termino por cohibirme un poco así que cruzo los brazos sobre mi pecho por puro hábito.
—¿En qué estás tan concentrado, Thor? —pido saber en voz baja. Él se encoge de hombros, tranquilo.
—Tengo una muy buena vista.
—Já —ruedo los ojos—. La cascada está del otro lado, por si no lo has notado.
—No es la cascada lo que quiero ver.
Eso me altera tanto los nervios que empiezo a rascarme el cuello de manera tensa. Yo no debería siquiera emitir una reacción ante su respuesta, pero heme aquí, con el estómago revuelto hasta los pies y la cara caliente.
—¿No estábamos hablando de otra cosa? —le apremio entre dientes.
Thor se echa a reír de forma baja y profunda. Su corta carcajada se cuela por mis tímpanos y al parecer, estos se sienten satisfechos de escuchar la peculiar melodía.
—Cierto —repone, y entonces se endereza y se aclara la garganta—. Hablaré con Egan y le diré que acepto intervenir por Oquaheim con Althea. Obviamente no lo haré, sólo necesito que me diga que acepta para poder salir.
Frunzo el ceño.
—¿Y qué pasa conmigo?
—Althea pondrá la condición de que la prometida de Ezio atienda en su nombre —termina, sonriente de nuevo. Es evidente lo orgulloso que está del plan que ha trazado.
—Egan alegaría que la boda es mañana y deberá posponerse la charla con Althea —le recuerdo, un poco más aguafiestas de lo que es recomendable. No puedo evitarlo, lo llevo en la sangre eso de arruinar los momentos.
—Casualmente, hay una cláusula en el tratado que nadie se ha detenido a mirar; y es la de la relación de Asgard con Olympia. Si Oquaheim quiere paz y un tratado justo con Asgard, entonces también debe tener uno con Olympia. Padre y Althea trabajan juntos, de la mano, al parecer alguien lo olvidó.
Mi boca se abre al instante.
—Por eso estaban tan enojados de que Ezio haya arruinado la reunión con Althea —murmuro con la voz aguda, probablemente a causa de la sorpresa.
—Egan querrá tener a Althea contenta antes de la boda, no después —culmina, cruzando los brazos. Bueno, ahora sí no hay otra cosa que quiera mirar. Sus músculos se flexionan al hacerlo y a mí me dan ganas de jadear al observarlo, pero me contengo. Pestañeo y empiezo a tragar aire precipitadamente, a causa de la sensación de calor que empieza a golpearme las mejillas.
Eso que me está contando no es algo que me haya cruzado la mente con anterioridad, y me da la impresión de que Loki tampoco está enterado. Sin embargo, me parece muy válido que Thor sí lo sepa, pues la relación que tiene con la Diosa de las Almas es muy amplia y estrecha, desde niño estableció una conexión con la madre de su supuesta hermana. De pronto, otro atisbo de esperanza se abre paso entre toda la situación. Parece que hay más puntos a nuestro favor que antes... pero sigo sin confiarme.
Consejo de veterana: no te emociones si algo parece ir por buen camino, eso sólo significa que todo se va a joder mucho peor.
—Eso suena muy bien —admito, exhalando un suspiro—. No quiero hacerme ilusiones de ningún tipo, pero veo que te has esforzado. Gracias, Thor. No es tu deber hacer nada de esto, y sin embargo le estás plantando la cara al problema.
—Estás en una situación muy mala, hasta donde he podido ver. Y tienes el dije en tu muñeca, un dije que nos une aunque yo no sea capaz de recordarlo —me dice, con su voz profunda y tranquila—. Sólo me gustaría conocer el verdadero trasfondo de tu relación con Ezio... y saber si él te está haciendo algo.
No se trata de una pregunta.
Me toma por sorpresa la manera en la que pronuncia las palabras, prácticamente afirmando que algo está sucediendo. Y para colmo no está equivocado, en absoluto, pero mis palabras se atoran a medio camino en mi garganta y no me siento dispuesta a responder. No es algo que me guste decir, menos admitir. Me siento tonta, estúpida e indefensa, y esos vienen siendo los sentimientos más insoportables del mundo. No quiero que nadie sienta lástima de mí, mucho menos causar pena en el corazón de alguien.
—Si ya sabes que ocurre algo entonces no lo indagues —murmuro.
Thor se pasa una mano por el rostro con frustración.
—Él te...
—¡Crystal, ven aquí ahora mismo! —me gritan de forma tortuosa. Trago saliva con dificultad y giro sobre mis talones en dirección al origen de la voz.
Mis ojos se encuentran con los de Ezio, que viene dando grandes zancadas hacia nosotros. Existe una gran furia detonando en sus rasgos, como si estuviera rojo de pura molestia. Está apretando la mandíbula con mucha fuerza, se nota incluso en la distancia, y tiene los puños crispados a cada lado de su cuerpo. Incluso sus nudillos están blancos de la fuerza que ejerce.
No soy consciente del momento en el que sucede, pero siento el cuerpo de Thor tensarse detrás de mí. Se ha movido lejos de la baranda y ha adoptado una extraña posición que no soy capaz de advertir.
—¿Qué demonios quieres tú? —siseó entre dientes. Dios, las cosas siempre terminan a los puñetazos con este, así que nunca me he cohibido de contestar mal. Probablemente por eso también he salido jodida.
Que se vaya al carajo. No pienso guardar la compostura aún sabiendo que Thor está allí. Detesto que me grite. Si me grita, yo lo grito. Y ya sabemos cómo termina eso después.
—No te atrevas a hablarme así —gruñe con la voz ronca. Sus ojos viajan desde mí hasta Thor, donde se detiene por un segundo. Una sonrisa torcida y desdeñosa aparece en su despreciable cara, y termina chasqueando la lengua—: Bueno, pero ahora siempre los encuentro juntos. Ya parecen muy cercanos. ¿Qué tanto se extendieron estos lazos en las últimas semanas? ¿Puedo saber qué quiere el Dios del Trueno con mi mujer?
No puedo creer que realmente haya usado esa combinación de palabras, y la mueca de molestia que hago es totalmente evidente para él, que me mira con más furia que antes.
—Yo no soy tu mujer —mascullo entre dientes.
Una risa sarcástica emana de sus cuerdas vocales.
—Entonces sí hay mucha cercanía —nos señala a ambos, sin dejar de reír—. La suficiente para que te pongas altanera —acaba con voz monocorde, pero estira el brazo hacia adelante y me toma de un jalón demasiado brusco. Nuevamente, siento las uñas de sus dedos clavarse contra la tela de mi ropa y atravesar hasta la piel.
Lo zarandeo para que me suelte.
Entonces escucho el sonido del metal contra el viento, el murmuro de un arma chocar contra una mano y el rugido vasto que brota desde el pecho de Thor. Cuando vuelvo los ojos, ya no viste el atuendo casual que estuvo usando los últimos días. Ahora tiene puesta la armadura, y tiene el Mjolnir en la mano.
—Saca las manos de encima de Crystal —le dice, con el gesto pétreo—. No lo repetiré de nuevo.
Ezio gruñe en respuesta.
—No tomo órdenes de ti, mucho menos si intentas decirme qué hacer con mi mujer.
—Suéltame —le advierto.
Entonces todo pasa muy rápido.
—¡No! —ruge Thor.
Tan pronto como la queja sale de mis labios, lo próximo que siento es un golpe demoledor que se estrella contra mi pecho y me manda a volar en dirección a la columna del fondo. Por el impacto, esta se quiebra y los escombros empiezan a caerme encima, rasgándome la piel.
Y es allí, en medio de ese corto segundo que se me hace eterno, en el que me saco el pelo que me ha caído en la cara y veo como Thor toma a Ezio del cuello y se estrella contra él. El sonido se asemeja al de dos rocas chocando juntas, pero entonces ambos salen volando por el balcón hasta el suelo, enzarzados en una repentina lucha.
Intento ponerme de pie, sacándome los escombros de encima. No sólo estoy en estado de shock, sino que me he golpeado la cabeza con mucha fuerza contra la dura columna y estoy desorientada. Mi resistencia es reducida sin mis poderes, tan débil como una niña, y ahora estoy viendo las consecuencias. Siento un terrible dolor agudo que me sube desde la espalda hasta la cabeza, así que me llevo una mano al sitio y me doy cuenta de que la sangre está cayendo a chorros sobre mis hombros. Me he roto la cabeza por el golpe.
—¡Están atacando al príncipe! —escucho los gritos que vienen del interior del pasillo—. ¡Llamen a los guerreros, traigan su armamento, ahora!
Aturdida y desorientada, me repongo del suelo y empiezo a correr por los pasillos observando como todo se ha vuelto un desastre en ese corto minuto. Abro los ojos como platos al darme cuenta de que el destello de unos rayos empieza a caer desde el suelo, y cuando veo el agua de la cascada levantarse sobre el aire, me aterro. No me importa el dolor que siento en la espalda, donde de seguro también me he cortado, me apresuro ignorando los gritos de la gente del palacio.
Y cuando llego a la entrada, el panorama es incluso más malo que el anterior.
Todas las tropas de guerreros de Oquaheim están marchando en dirección a la pelea de Ezio y Thor que cada vez se vuelve más fea. Es justo en ese instante, cuando las tropas empiezan a defender a Ezio, que los Tres Guerreros y Sif aparecen en escena para luchar junto a Thor.
—¡Lady Crystal salga de en medio de la pelea! —me grita uno de los guardias—. ¡Atrapen a todos los asgardianos y encierrenlos!
Lo ignoro olímpicamente y echo a andar en dirección hacia el rubio y el castaño, quienes no tienen intención alguna de detener esa locura. Otro guardia aparece en mi campo de visión y e intenta tomarme del brazo, pero alguien lo noquea al instante.
Sif me mira y niega con la cabeza.
—La manía de caminar en medio del peligro no se te quita nunca —y entonces continúa luchando contra los demás guardias. Aspiro el aire profundamente, pero mis ojos se dirigen detrás de ella cuando escucho con claridad un alarido proveniente de la boca de Thor.
—¡Ya basta, Ezio! —le grito, dando un salto hacia él. El interpelado tiene una expresión demente en los ojos cuando me devuelve la mirada. Thor se está limpiando un rastro de sangre de la boca que parece provenir de un golpe que le ha dado el castaño—. Deja en paz a Thor ahora mismo, te lo advierto. Deja a los Guerreros y a Sif también, retira tus tropas.
Él me gruñe en respuesta. Por fin ha adoptado su naturaleza animal.
—¿Qué las retire? —repite, con los ojos salvajes de expresión vacía fijamente en mí—. ¡La futura reina de Oquaheim pidiéndome que retire las tropas que intentan apresar a los traidores! No voy a detener esto, Crystal. Thor va a pagar por haberme atacado.
Le lanzo una mirada de basilisco.
—¡Esto es demencia! ¡No tienes ni el derecho ni la moral para hacerlo!
Al segundo siguiente, Thor da un salto al cielo y cae de nuevo golpeando el martillo contra el pavimento. La explosión de los rayos del Mjolnir hace que una buena cantidad de guerreros queden fuera de combate y tirados tras el golpe. También hubo otro acto, en el que Ezio intenta volverse contra Thor pero Sif le da un golpe contra las costillas y lo hace chillar de dolor.
—Te dije que la soltaras y que la dejaras en paz —masculla Thor, señalando a Ezio con el martillo. El aludido está doblado sobre sí mismo y lo mira con la más evidente expresión de locura—. Estoy siendo lo suficientemente pacífico en no asesinarte. Aún tengo respeto por tu padre.
Ezio se pone de pie y recorre todo el sitio con la vista. Es allí donde me doy cuenta de que las tropas de Oquaheim han empezado a arremolinarse a nuestro alrededor, y que han adoptado posiciones ofensivas, listos para la pelea.
—Este no es tu problema, hijo de Odín —Ezio escupe las palabras con desdén—. Deja de meter las narices donde no te llaman y saca las manos de encima de mi mujer.
—No soy tu mujer —murmuro. El castaño se vuelve a mirarme con ojos desorbitados por la incredulidad.
—¿Qué?
—Que no soy tu mujer —le digo en voz alta, alzando la cabeza—. No aún, y ciertamente no lo seré nunca si te atreves a poner una mano encima de Thor o alguno de mis amigos otra vez. Retira las tropas, ahora.
Ezio ladea la cabeza con contradicción. Una media sonrisa, fiera y extraña, se extiende por su rostro.
—Tu amigo rubio va a pagar con su vida el haberme desafiado —sentencia.
—Entonces vas a tener que asesinarnos a ambos —digo, y doy un paso para poner mi cuerpo frente al de Thor. Él es mucho más alto que yo, muchísimo, así que sólo logro cubrirle hasta un poco más abajo del cuello.
No sé de dónde demonios me ha salido eso, pero lo he dicho con el alma. Un silencio se prolonga por un rato en la estancia. Ezio nos mira a ambos con demasiada furia sobre su rostro.
Recorro con cuidado la expresión de todos lo que se encuentran a nuestro alrededor. Los guerreros y Sif permanecen alerta, a la espera de cualquier movimiento extraño que pueda activar la pelea de nuevo. Las tropas de Oquaheim permanecen apuntándonos con sus armas y sin relajar las posiciones.
Y los reyes de Oquaheim hacen acto de presencia en ese momento.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —exige el rey Egan, abriendo los brazos y mirando el desastre de sus soldados caídos—. ¿Qué hiciste, Ezio? ¿Cómo se te ocurre ponerte a pelear con Thor?
Alzo una ceja.
—Thor aquí no conoce límites, se atreve a desafiar a Oquaheim y a poner en riesgo el tratado con Asgard —le contesta Ezio a su padre, limpiándose la sangre del rostro. Se detiene a mirarme—. Crystal, ven con nosotros, ahora.
—No —respondo al instante. Si no hubiera tenido la voz tan ronca y forzada, la respuesta habría sido un grito. Me esfuerzo por mantener una postura rígida—. No puedo permitir que enjuicien a mis compatriotas por algo que Ezio ha provocado. Si alguien ha tocado el borde de la guerra ha sido él, no Thor.
Los ojos de Layland atrapan los míos en ese momento. Me observa en silencio, con expresión apática, pero hay una nota de furia en sus ojos oscuros que me pilla por sorpresa. Ella me está mirando con odio, con el más puro de los odios reluciendo en sus orbes. Mientras que su esposo apenas y puede comprender la situación bien, pues se ve atareado y confundido.
—Haz silencio, Crystal —interviene la reina—. Hazte a un lado porque tu juicio está nublado. Nosotros nos haremos cargo de esto.
No relajo mis facciones aceradas.
—No me voy a hacer a un lado. Soy de Asgard, no de Oquaheim. No le respondo a ninguno de ustedes.
Jamás me había sentido tan segura como para hablar de esta manera. Y no entiendo por qué, pero algo me dice que tener el cuerpo de Thor curvado encima del mío tiene algo que ver.
Thor me hace sentir sin miedo.
—Thor —lo llama Egan, con el rostro descompuesto—. ¿Qué razones tienes para poner en riesgo el tratado de paz?
El rubio no vacila ni por un instante.
—Tu hijo. El tratado puede seguir, con otras cláusulas. No voy a dejar que Ezio despose a Crystal, bajo ninguna circunstancia.
—Odín nos entregó a Crystal como garantía de que tendríamos el respaldo de Asgard. No estás en posición de cambiar eso —Layland se molesta.
—Bueno, pues ya lo hice.
El rostro de la reina adopta un color púrpura proveniente de la rabia que debe estar sintiendo. Egan, sin embargo, parece exhausto. Atina a suspirar con fatiga.
—¿Es tu decisión definitiva, Thor? ¿Asgard le va a declarar la guerra a Oquaheim?
—No, Asgard no. Y ciertamente tampoco a Oquaheim —contesta el rubio. Da un paso hacia adelante y me empuja hasta que me deja detrás de su cuerpo, cubriéndome con él mismo de la vista de la familia real—. Soy yo el que le declara la guerra a tu hijo.
Un rugido terrorífico brota desde el pecho de Layland, que da un paso adelante mientras aprieta los labios en una línea recta.
—Si te atreves a desafiar a nuestro hijo entonces te vas a enfrentar a la ira de todo Oquaheim, Dios del Trueno —lo amenaza, entre dientes—. ¿No quieres retirarte?
Veo como la cabeza del rubio hace un leve movimiento hacia Sif y los guerreros, quiénes se encogen de hombros con indiferencia y relajación. Tal parece que la idea de una lucha repentina no les molesta a ninguno.
—No, en realidad no. Hemos peleado con peores.
Mi corazón late con furia, ruidosamente, como si estuviera a punto de explotar. Me da la sensación de que todo lo que he querido evitar ha llegado, y no sé si esto valga la pena. No quiero dejar que ni Thor, ni Sif, ni los guerreros luchen por mí. No quiero que ninguno salga herido por mi culpa.
Y cuando Egan sacude la cabeza, es cuando entiendo que todo se ha condenado.
—Entonces que así sea —concluye, arrastrando las palabras. Proyecta su barbilla hacia Ezio, y luego hacia las tropas, ordenando que ataquen—: Encierrénlos a todos. A Crystal incluida.
El cuerpo de Thor se mueve de forma infinitesimal cuando intenta cubrirme mucho más. Alzo la vista hacia el cielo, y es cuando me doy cuenta de que al menos una docena de naves provenientes de la artillería pesada de Oquaheim han empezado a disparar sobre nuestras cabezas.
Volstagg, Hogun, Fandral y Sif se posicionan a nuestro lado, todos listos para la pelea, cuando un destello dorado, tan brillante como cegador, nos cae encima de forma estrepitosa. Cierro los ojos para cubrirme de la luz...
... y cuando los abro, Thor ya no está allí. Ni tampoco los guerreros. He quedado sola, a la merced de todo Oquaheim.
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