02 ━━━ Thor, son of Odin.
━━━ ❛ FIMBULVETR II ❜ ━━━
⠀⠀⠀⠀⠀⠀—¿Hay noticias de mi madre? —pregunto a Niels. El muchacho asiente de inmediato.
—Su madre ha respondido, Lady Crystal. No va a atender a las festividades del Rey Egan.
El desgarre de mi corazón se abre de nuevo. No soy capaz de ocultar la decepción en mi rostro, y estoy segura de que Niels lo nota. Sin embargo, me limito a asentir una sola vez y continuar mi camino por los jardines del palacio. Había guardado la esperanza de ver a mi madre antes de mi boda, pero al parecer no sucederá de esa manera.
El palacio está en un alboroto increíble, pues las festividades anuales que el Rey Egan otorga para conmemorar sus alianzas con otros mundos han llegado. Visitantes de otros reinos llenan los rincones de Oquaheim, celebrando sus tratados con este mundo, aclamando lealtad al Rey Egan, y aprovechándose de la situación para concretar otros asuntos.
Durante unos días he conseguido librarme de Ezio. Su padre lo ha mantenido altamente ocupado con toda esta celebración, y yo agradezco eso en el alma, pues eso lo ha mantenido alejado de mí tanto en el día como en la noche. Sin embargo, el día del festejo ha llegado, y después de esto no habrá nada que lo mantenga distraído y lejos de mí. Me obligo a no pensar en eso, y continuo caminando por los inmensos y bien decorados jardines. Me pregunto si Odín vendrá, pues no tengo ni idea. Loki no ha venido a verme tampoco, después de la conversación que tuvimos en la cascada no he vuelto a saber nada de él. En verdad me gustaría saber qué tanto está haciendo, porque dudo mucho que esté en Asgard con el consentimiento de Odín.
Mis vagos pensamientos son interrumpidos por Lander, la dulce hermana menor de Ezio. Viene corriendo en mi dirección, con el cabello platinado bailando alrededor de su rostro y una enorme sonrisa adornado en él.
—¡Crystal, ha venido tu gente! —me avisa, llena de entusiasmo. Yo frunzo el ceño, sin comprender muy bien lo que quiere decir.
—¿Qué gente, Lander?
—¡Asgardianos! ¡Hay cinco asgardianos!
La niña da una vuelta en espiral soltando una risotada de alegría. A ella le encanta conocer a personas nuevas, y no puede evitar contener su emoción al momento de hacerlo.
No tengo ni idea cómo es posible que esta niña, que es prácticamente un ángel, comparta la misma sangre del diablo que es su hermano.
—¿Dónde están, Lander? —le pregunto, poniéndome de cuclillas para estar a su altura. Ella me sonríe con muchísima euforia, y me toma la mano para darme un jalón.
—¡Por aquí, ven conmigo!
Lander me hace correr a su ritmo, zigzagueando alrededor del gentío con cuidado de no empujar a nadie. Mientras corremos, las personas nos miran con confusión, y el odioso vestido ceremonial que fui obligada a usar se enreda entre mis piernas. En serio lo detesto. No hay nada como la comodidad de mis trajes habituales, que me dejan caminar con normalidad y tranquilidad.
No recorremos mucho camino cuando la niña me hace detenerme frente a una de las colinas. Ella comienza a señalarme de forma eufórica a un grupo de cuatro personas, que no deben resultarme tan familiares como lo hacen, pero así pasa. La primera en fijarse que estoy de pie allí es la asgardiana más fiera que pueda existir, alza las cejas con sorpresa y su boca se abre ligeramente al verme.
—¡Por Odín! —exclama Sif—. ¡Crystal Cyrenesdottir, eres tú!
Sin poder evitarlo, sin poder retener la creciente emoción que empieza a apoderarse de mi pecho al ver a personas que realmente aprecio, una enorme sonrisa se asoma en mi rostro y asiento con entusiasmo.
—¡Sif, estás aquí! ¡Ustedes tres también están aquí!
Doy una zancada hacia adelante y me apresuro a darle un abrazo a mi vieja amiga, misma que no he visto en muchísimo tiempo, desde que era una niña. Ella me lo devuelve con la misma intensidad, y a su lado, Fandral, Volstagg y Hogun se percatan de mi presencia.
—No puede ser, es la sirena —exclama Fandral, con una sonrisa galante en su rostro—. No te veíamos desde que éramos unos niños, y ahora creo que estoy viendo un ángel. ¡Bendito sea el Padre de Todo por enviarnos hoy!
—¡Fandral, Volstagg, Hogun! —sonrio sin poder evitarlo. Por un segundo se me olvida respirar, pero luego lo recuerdo—. No puedo creer que estén aquí. Me llena de tanta dicha verlos de nuevo, ha pasado tanto tiempo.
—Oh, Crystal, al fin te volvemos a ver. Con todo eso de que te vas a casar con Ezio no creí verte de nuevo —Volstagg da un paso adelante y me da un abrazo, con su cabello rojo picándome el rostro.
Una risa nerviosa se escapa de entre mi garganta, pero sacudo la cabeza, vagamente esforzándome por sacarme de encima el escalofrío que me dan esas palabras. Hogun, el más callado de todos, hace un leve asentimiento hacia mí y me sonríe sin mostrar los dientes.
—Es un gusto verla de nuevo, Lady Crystal. Thor estará complacido de saber que está aquí —dice, con las manos en su espalda.
Me quedo pasamada de miedo al escuchar el nombre. Una sensación de sombrío regocijo me golpea el sistema, y tengo que tragar saliva ante eso.
—¡Por supuesto! —sonrie Sif—. Thor también está por aquí. El Padre de Todo nos envío en representación de Asgard, para asegurarse de que el tratado continúe bien. Tu boda se está acercando y todos están nerviosos.
Por un instante, me siento obnubilada. Siento que mi respiración se detiene y el corazón se me acelera. Lo que Sif señala me saca de la pequeña burbuja de felicidad que había creado alrededor de mí misma, y me veo obligada a enfrentar la realidad. La cruda realidad.
Echo los hombros hacia atrás y alzo la cabeza, enseñándoles una bonita y amable sonrisa.
—No puedo esperar a verlo de nuevo —digo, tras tragar saliva—. Por favor, disfruten en nombre de Egan. Me aseguraré que los traten como se debe.
Sin quedarme a esperar una respuesta por parte de los aludidos, giro sobre mis talones y emprendo camino hacia otro sitio. No puedo evitar pensar en lo que me han dicho, así que se me nubla la mente de nuevo, pensando en Thor, mismo que no he visto desde que somos niños, que nunca se preocupó por saber cómo estaba o qué había sido de mí. De pronto, me siento llena de mucha amargura.
Y cuando Ezio aparece en mi campo de visión, las náuseas me barren entera.
Él camina hacia a mí con una sonrisa torcida en su rostro y una copa llena de licor en la otra. Tiene puesta su armadura de batalla para conmemorar Oquaheim, y está acompañado de al menos cuatro doncellas de reinos diferentes. Avanza con lentitud, disfrutando cada paso que da, así que yo me detengo y no sigo caminando. Siento la aversión en el fondo de mi garganta, y las ganas de que se aleje incrementan con el paso de los segundos.
—Mi hermosa Crystal —murmura, pasando un brazo por mi cintura y apegándose a mí. Me besa, y las ganas de vomitar se hacen presentes—. Vamos dentro del palacio, Padre nos espera a ambos. El baile está a punto de empezar.
Primero veo a las doncellas que están a su alrededor, y luego lo miro a él. Sonrío falsamente, otra vez.
—Claro —mascullo—. Vamos dentro.
Tan pronto comenzamos a caminar en dirección al traicionero palacio, las personas se arremolinan unas con otras hacia el mismo lugar. Hacen espacio para que el príncipe camine, y para que yo junto a él también pueda hacerlo. En un momento dado, Ezio es llamado por unos de los guardias y me suelta. Suspiro de alivio cuando sus manos se alejan de mí, y continúo caminando hasta el baile.
Alguien me golpea la espalda, sin intención alguna, probablemente por el número de personas que están a nuestro alrededor. Me vuelvo para ver de quién se trata, y me arrepiento en el segundo que lo hago.
El encuentro que esperé por muchísimo tiempo, sucede. Pero no me llena de dicha o alegría como creí alguna vez. Me resulta difícil hacer una comparación, pues los vagos recuerdos que tengo de él están romantizados en mi memoria. Thor está de pie, frente a mí, con una sonrisita avergonzada en el rostro y su cabello rubio cayendo por sus hombros. Sus grandes ojos azules me miran con fijeza, extrañado. Está alto, muchísimo más de lo que alguna vez pensé. Alto es poco, ¡está enorme! De repente, es sólo la repentina presión en mi pecho la que me impide echar a correr en su dirección y darle un abrazo, decirle lo mucho que lo he extrañado.
Por primera vez en mucho tiempo, estoy viendo a personas que realmente significaron algo para mí al crecer. Pero mirarlo a él, es como recibir una estacada en el corazón. Es recordar que no éramos tan amigos como pensaba o que el tiempo hace estragos cuando avanza. Nada se mantiene igual.
—Te di un buen golpe, en serio lo siento, ¿te encuentras bien? —me pregunta, rascándose la nuca con vergüenza.
La manera en la que se dirige a mí me extraña, y no soy capaz de ocultarlo.
—Me dabas golpes más fuertes cuando éramos niños, Thor. Y nunca te disculpaste por eso —digo, cruzando los brazos.
—¿Cómo dices?
El rubio pestañea, y soy capaz de atisbar el momento exacto en el que un ramalazo de confusión atraviesa en su rostro. Él no ha entendido nada de lo que he dicho, y me está mirando como una extraña.
—Thor, soy yo —frunzo el ceño—. Soy yo, Crystal. ¿No me recuerdas?
—De haber visto a un ángel así de bonito lo recordaría —me sonríe, galante—. Nunca en mi vida te había visto o escuchado tu nombre, Lady Crystal.
Todo lo que puedo ver es su rostro. Sus ojos brillan con confusión y al mismo tiempo con simpatía, con amabilidad, y su rostro perfecto parece casi asombrado al mirarme. Pero no entiendo nada de lo que está pasando.
—¿No sabes quién soy? —pregunto, con la voz una octava más baja a causa de la sorpresa. Él niega con la cabeza, apenado.
—Eres asgardiana —adivina—. Eres quién se casará con Ezio, para el tratado de mi padre, ¿no es así?
Parpadeo para aclararme los ojos, e inhalo profundamente antes de contestar.
—Sí... Esa soy yo.
—Aguarda, has dicho algo acerca de nosotros de niños y... —es interrumpido a la mitad de su alegato, así que ambos nos volvemos para ver quién se nos ha unido.
—Mi amor —Ezio se cola en medio de las personas y se detiene a mi lado, tomándome de la cintura de nuevo—. Pensé que ya estabas en el salón —gira el rostro, y se percata de que Thor está allí, así que chasquea la lengua—: ¡Pero si es el primogénito de Odín! Bienvenido a Oquaheim.
El rubio le sonríe.
—Ezio —saluda, con un movimiento de cabeza—. Gracias por la invitación.
A mi lado, Ezio le sonríe.
—Por favor, vamos dentro del salón. El baile va a comenzar, siéntete en casa.
Sus brazos no me sueltan mientras me empuja hacia el interior del palacio. Apenas entramos, el gentío estalla en aplausos y yo me esfuerzo por mirar a otro lado que no sea el montón de gente. Egan y Layland ya están sobre sus respectivos tronos, y nos observan con anhelo justo cuando nos ven entrar. Nos acercamos hacia ellos, y permanecemos de pie a un lado de los tronos. Cuando Egan comienza a hablar, no le presto atención.
Mis ojos captan a mis conocidos asgardianos en la primera fila del público, pero mi atención se fija en Thor. Lo que acaba de suceder me deja pensando mucho, pero en se remolino de ideas que cruza mi cabeza no soy capaz de acertar alguna que me diga por qué me habrá olvidado. En realidad, sí han pasado muchos siglos, no debería sorprenderme tanto por algo que siempre intuí podía suceder. Quizás yo era la única con una memoria tan insoportablemente lúcida, capaz de recordar todo lo que significaba algo para mí. Y con eso doy en el clavo: precisamente por eso, porque Thor significó algo para mí. Aunque de seguro ya no más.
Ezio me aprieta la mano, y me veo obligada a fijar la atención de nuevo.
—... Pero más importante aún —dice Egan, con una enorme sonrisa en su rostro—, la boda de nuestro primogénito, Ezio, y la diosa del agua, Crystal, de Asgard. Rendimos nuestro respeto a Odín, Padre de Todo, y rezamos porque nuestra alianza prevalezca hasta el fin de los tiempos. Así como yo reino con Layland a mi lado, haciéndola participe de todas las decisiones, respetándola y honrándola por encima de todas las cosas, lo hará Ezio de la misma manera con Crystal. Aquí no sólo se valora a un Rey, sino también a la Reina. Y en honor a Asgard, y a todo el apoyo que nos ha brindado, les pido a los representantes de Odín que por favor, sean los primeros en empezar la ceremonial.
—Primogénito de Odín —continua Layland, sonriente—. Estamos encantados de tenerte con nosotros. Por favor, siéntete en tu casa —ella se gira hacia mí, con una mirada dulce—: Crystal, querida, ve a bailar con Thor. ¡Pongan música!
La miró, incrédula.
—¿Qué?
—¡Ven, Thor! Por favor, baila con Crystal. Ustedes son compatriotas, después de todo.
Ezio da un paso hacia adelante, con los ojos desorbitados por la incredulidad, y se dirige a su padre dispuesto a poner objeción.
—Padre, no. Crystal es mi prometida, nopuede...
—En esta casa respetamos y valoramos al primogénito de Odín —lo interrumpe de inmediato—. Y Crystal es una mujer, no un objeto. Ella decide con quién quiere bailar... Y si es que quiere hacerlo.
De pronto, la mirada de todos se posa en mí.
¿Y ahora qué se supone que diga?
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