2. Eρíʅσɠσ
[Felix perspectiva]
La noticia me golpeó como un balde de agua fría. ¿En serio me estaba diciendo que en una semana tendría que mudarme a Corea? Dejar atrás todo lo que había construido en los últimos meses en un abrir y cerrar de ojos parecía una tarea imposible. Las emociones se agolparon en mi interior; la rabia, la impotencia y una cólera que me consumía por dentro. Sentí unas tremendas ganas de largarme a llorar otra vez, era inevitable sentirme así de mal. Me invadió la sensación abrumadora de que todo lo que conocía estaba siendo arrebatado de mí, como si mi mundo se hubiera derrumbado en un instante. La incertidumbre y el miedo se apoderaron de mis pensamientos, dejándome con la sensación de estar paralizado ante la inminente transformación de mi vida.
- Es una broma, verdad? -pregunté, sintiendo un nudo en el estómago y una creciente sensación de nerviosismo.
- No, no lo es -respondió mi padre con un tono firme y decidido, como si mi opinión no importara en lo absoluto.
- ¿Por qué no me lo dijeron antes? Me hubiera preparado mentalmente. Al menos me hubiera despedido de todo lo que construí aquí -mis palabras salieron con un tono de voz elevado, impulsadas por la frustración que me invadía. Incapaz de contenerme, me puse de pie de golpe y golpeé la mesa bruscamente, dejando en claro mi enojo y descontento ante la repentina noticia.
- No seas inmaduro, Felix. Chris va a ir con nosotros, no es como si perderás su amistad. Además, solo es ir a vivir a Corea, incluso puede ser una buena oportunidad para tus estudios -mi padre intentó tranquilizarme con palabras que sonaban más como un intento de justificar la situación que de comprender mi malestar.
- ¡Por dios! ¿Ahora el inmaduro soy yo? Ustedes JAMÁS podrán comprender lo que he sentido estos últimos años, nunca lo han vivido y ni siquiera se preocupan lo suficiente como para preguntarme cómo me siento. ¡Pero vamos! ¿Qué más podría esperar de ustedes? -pregunte con una sonrisa en mi rostro, claramente siendo sarcástico- Exactamente, nada. Ni siquiera me han intentado preguntar por cómo me siento al dejar mi vida y comenzar de cero en otro país. Si en verdad me quisieran, deberían haberlo hecho. Pero ni siquiera han esforzado sus palabras por intentar entenderme -hice una pausa mientras intentaba controlar las lágrimas próximas a salir- Es como si me vieran como un ente sin emociones, sin sentimientos, como si no fuera una persona con un corazón. Y lo peor de todo es que aunque siento que ustedes no me han apoyado en lo más mínimo, yo sí quiero apoyarlos a ustedes. Aunque hayan sido indiferentes a mí, yo no voy a serlo con ustedes. Simplemente espero que algún día puedan cambiar su forma de tratarme y empezar a valorarme como hijo. Y quizás, entonces, podríamos construir una relación sana y basada en el respeto y la empatía. Pero, si no sucede, no me haré daño a mí mismo intentando cambiarlos. Recuerden que solo me faltan meses para cumplir mi mayoría de edad, no se sorprendan si lo primero que hago es independizarme.
Y con lo último que dije, se formó un silencio incómodo en el comedor. Mis padres se miraban entre ellos con el ceño fruncido y algo confundidos. Las palabras habían dejado una tensión palpable en el ambiente, y yo me sentía incomprendido y frustrado.
- Vayamos a mi habitación, Chris -dije, tratando de romper el silencio, mientras dirigía una mirada rápida a mis padres- Hasta mañana, con permiso -miré al castaño y vi cómo se iba levantando. Finalmente, nos encaminamos hacia mi habitación, dejando atrás la atmósfera cargada del comedor.
En la habitación, me sentí aliviado de escapar de la tensión familiar. Chris y yo nos sentamos y comencé a desahogarme sobre lo que me había estado molestando. Hablar con él siempre me reconfortaba y me ayudaba a ver las cosas desde otra perspectiva.
Y desde ese día, todos los demás se habían vuelto igual. Me levantaba, iba a la escuela, hacía planes con amigos, los hacíamos y luego nos dirigíamos juntos con Chris a lugares significativos para nosotros. Cada momento se volvía más precioso, consciente de que pronto todo cambiaría. Realmente quería despedirme de todo: amigos, profesores, vecinos, lugares y todo lo demás que había formado parte de mi vida hasta ese momento.
Los 6 días se habían pasado volando y ahora me encontraba haciendo maletas para el definitivo cambio de vida. Aunque mis planes eran vivir en Corea hasta mi mayoría de edad, estudiar y trabajar para poder independizarme, ahorrar y eventualmente volver a Australia. Vivir por siempre en Corea no era uno de mis planes, pero sabía que esta experiencia sería invaluable para mi crecimiento personal.
Y así, me vi aterrizando en Corea del Sur, con Chris aferrando mi mano para calmar mi creciente ansiedad. Una vez en tierra, nos apresuramos a recoger nuestro equipaje y a reunirnos con Berry, la perrita que técnicamente es de Chris, pero a quien consideramos nuestra hija canina desde que se la regalé en su cumpleaños. Por esto, no concebía la idea de dejarla en Australia.
Una vez listos, nos dirigimos a nuestro nuevo hogar, acompañados de mis padres y Olivia.
Espera, ¿el taxi se detuvo frente a una lujosa residencia en una zona privada?
Sabía que mis padres tenían una buena situación económica, pero no imaginaba que fuera tan ostentosa. Con ayuda del chófer, descargamos todas nuestras pertenencias y entramos rápidamente. Mi madre me mostró mi nueva habitación y quedé asombrado. Era el doble de grande que mi cuarto anterior en Australia y me encantó. Sin embargo, mi habitación palidecía en comparación con la suite principal, que sería ocupada por mis padres.
Después de terminar de desempacar, decidí ir al cuarto de Chris para ver si necesitaba algo. Últimamente, ha estado ahí para mí, brindándome apoyo en todo momento, y quiero asegurarme de que yo también esté ahí para él. Cuando llegué, lo vi poniéndose una camisa.
- ¡Lix, qué casualidad! -dijo Chris cuando se percató de mi presencia y me dedicó una sonrisa, acercándose a mí- Justo iba a verte, tal vez para salir a despejarnos un poco y conocer el lugar.
- Oh, está bien. Vamos si quieres, no hay problema -expresé sinceramente, devolviendo la sonrisa, emocionado por la idea de explorar el nuevo entorno.
- Genial -respondió Chris mientras buscaba una chaqueta en su armario. Luego se me acercó y agregó:- Hay que llevar a Berry para que vaya conociendo el lugar y se relaje -asentí complacido ante su petición, sabiendo lo importante que era para nosotros que Berry se adaptara al nuevo hogar.
Finalmente, entrelazó nuestros brazos como viejitos para salir del lugar, listos para disfrutar de una tarde explorando juntos nuestra nueva vecindad y permitiendo que Berry se familiarizara con su nuevo entorno.
Una vez fuera de la casa, recordamos que habíamos notado un parque cercano y decidimos encaminarnos hacia ese lugar. Al llegar, decidimos liberar a Berry de su correa para que pudiera explorar el nuevo entorno a su antojo, siempre manteniéndonos cerca para evitar que se extraviara. Mientras tanto, aprovechamos para entablar conversaciones amenas y evitar que un incómodo silencio se interpusiera en nuestra salida. De esta manera, disfrutamos no solo del paseo al aire libre, sino también de la compañía mutua y las experiencias compartidas con nuestra mascota.
- Tengo sed, ¿habrá alguna tienda cercana? -dijo de repente, cambiando de tema y señalando su necesidad de refrescarse.
- Creo que vi una por allá -apunté con mi dedo hacia la dirección por la que habíamos pasado anteriormente- Vamos, te acompaño.
- No, no, no. No es necesario -se negó- Mira, Berry ya hizo amigos y no quiero separarlos ahora. Además, tampoco es una opción dejarla sola acá. Mejor quédate con ella, no demoraré.
- ¿Seguro? -pregunté, aunque no necesité una respuesta- Bueno, yo te espero aquí.
Sin más preámbulos, se dio la vuelta y emprendió su caminata hacia la tienda en busca de agua.
Minutos después, regresó con dos botellas de agua y me ofreció una. Agradecido, acepté el gesto con una sonrisa y bebí con gratitud.
El tiempo pasó y el sol empezó a ocultarse en el horizonte, indicando que era hora de regresar para no preocupar a mis padres. Juntos emprendimos el camino de vuelta, satisfechos por haber disfrutado de un agradable día al aire libre en compañía de Berry y sus nuevos amigos.
Al día siguiente, tenía planeado acompañar a Chris a visitar su nueva universidad. Por suerte, había obtenido una beca en una institución muy importante y reconocida en la zona. En menos de 15 minutos, finalmente llegamos y nos detuvimos para contemplar la gigantesca y hermosa universidad.
- Tengo miedo, Lix -dijo en un susurro, pero lo suficientemente alto como para que pudiera escuchar sus palabras.
Rápidamente apreté con fuerza nuestra manos entrelazadas en un intento de disipar esos pensamientos negativos.
- No estás solo, Chris. Me tienes a mí -respondí con un tono firme pero cariñoso, girando para ver su perfil y transmitirle seguridad con mi mirada.
Con determinación, nos encaminamos juntos hacia la entrada principal, listos para enfrentar este nuevo capítulo en la vida de Chris.
Cuando finalmente ingresamos a la universidad, nos dirigimos hacia la dirección para completar todos los papeleos y trámites necesarios. Con la ayuda amable de la secretaria del lugar, logramos completar todo de manera más eficiente de lo que habíamos anticipado. Posteriormente, nos condujeron a la oficina del director para presentarnos formalmente y obtener más información sobre la institución.
Una vez finalizados todos los requerimientos administrativos, decidimos dejar la universidad de Christopher y dirigirnos a un acogedor café cercano. Pasamos un par de horas paseando por los alrededores para que Chris pudiera familiarizarse con el entorno más rápidamente antes de regresar a casa. Al llegar, nos encontramos con Berry, nuestra ansiosa mascota, que estaba impaciente por salir a jugar. Al verla rascar la puerta principal y escuchar sus quejidos, supimos que era momento de llevarla al parque antes de que mi madre descubriera su travesura y nos regañara.
Una vez en el parque, dejamos a Berry corretear libremente y pronto se reencontró con uno de sus muchos amigos peludos. Este parecía ser un Chihuahua de pelo largo y era de color blanco y negro. Muy bonito a mi parecer.
- No me lo vas a creer -comencé con una expresión exagerada y dramática en mi rostro.
- Suéltalo -respondió Chris con sencillez.
- Me decepcionas, ¿cómo no te das cuenta? Ahora tengo sed, deah -dije con tono obvio.
- ¿Acaso tengo cara de ser brujo o qué? -preguntó Chris levantando una ceja, imitando el icónico meme de La Roca- A veces pienso que te caíste cuando eras chiquito.
- ¡Oye, ubícate! -terminé riendo, contagiado por su humor.
Después de unas risas compartidas, decidí que iría yo solo a comprar. Viendo su asentimiento, me levanté decidido para dirigirme hacia el pequeño supermarket cercano.
Dentro del establecimiento, me dirigí al pasillo conocido entre Chris y yo como el "polo norte" debido a sus murales refrigerados. Finalmente elegí dos aguas y me dirigí a la caja para pagarlas.
- Buenas tardes, ¿cuánto es, por favor? -dije amablemente en inglés, con una sonrisa cortés.
- ¿Perdón? Solo hablo coreano, joven -respondió el cajero con un coreano fluido.
Y ahí caí en cuenta de que no sabía hablar mucho coreano. Siempre era Christopher el que hablaba por mí y me traducía todo. Por lo que claramente entré en un obvio pánico.
Mientras intentaba recordar algunas palabras sueltas que había aprendido, sentí cómo el sudor frío empezaba a recorrer mi espalda. Mis intentos por articular una frase coherente en coreano se vieron frustrados por mi nerviosismo creciente.
El silencio incómodo se alargaba mientras buscaba desesperadamente en mi mente alguna forma de comunicarme con el cajero. Mis ojos se posaron en los productos sobre el mostrador, tratando de encontrar alguna pista sobre lo que debía decir.
- Hola, buenas tardes -saludé torpemente en coreano- Esto... -señalé las dos botellas de agua intentando comunicar mi intención de compra.
- No entendí muy bien. ¿Quiere comprar esto? -preguntó el cajero señalando las botellas nuevamente. Asentí por instinto, sin entender del todo- Bien, serían 2,800 ₩ -dijo el hombre contrario, indicando el precio.
Saqué el dinero, pero admito que aún me costaba entender el valor del won, ya que estaba más acostumbrado al dólar. Además, seguía sin entender del todo lo que decía el cajero y solo le extendí todo el dinero que tenía en mano.
- ¿En serio va a darme 28.000 ₩ por dos aguas? -continuó el cajero, demostrando su confusión mediante sus expresiones.
¿Por qué seguía hablándome cómo si nada?
¿Acaso no se daba cuenta de que estaba completamente perdido?
Sería mucho más conveniente si tuviera mi celular conmigo, ya que podría usar el traductor para comunicarme sin problemas. Sin embargo, lamentablemente, mi teléfono estaba guardado en mi mochila, la cual Chris tenía en el parque.
Ante la pregunta del cajero, solo pude asentir con evidente nerviosismo. Rápidamente noté la expresión de sorpresa en el rostro del cajero, lo que me hizo suponer que había cometido un error garrafal.
- Parece ser alguien poco común, joven. ¿Desea una bolsa? -preguntó con el ceño fruncido.
- ¡Esto es una mierda! -dije para mí mismo en inglés, consciente de que la persona al otro lado del mostrador no me comprendía.
- Ese vocabulario, Felix -expresó una tercera voz- Te preguntó si quieres una bolsa.
Sentí curiosidad, pues esa persona me había llamado por mi nombre y en mi idioma. Sin embargo, esa no era la voz de Chris. Lamentablemente, no pude verle la cara, pues estaba detrás de mí. Aunque no dudé mucho y decidí voltear.
Al girarme, mis ojos se encontraron con una figura familiar.
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La letra en cursiva significa que están hablando en coreano!
Any★
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