CAPÍTULO 17

Cuatro meses. 

Hacía cuatro meses que Rosalie no veía a Dominic y, por primera vez, ella sentía que las cosas ya no eran las mismas que antes. Era la primera vez que pasaban tanto tiempo separados, y comenzaba a temer que el resto de su relación fuera igual. 

Rosalie se dejó caer sobre su cama, pensando en lo largos que se habían tornado esos meses alejados. Al principio, la idea de solo verse cada seis meses, no sonaba tan lejana. Sin embargo, aquellos cuatro meses se sintieron como una eternidad. Y ella no quería ni imaginar cómo se sentirían los dos que faltaban. 

La joven tomó su celular, observando la foto del contacto de Dominic. Se sintió tentada a llamarlo, anhelando escuchar su voz; pero no lo hizo. Hacía varias horas que él le dijo que iría a dormir, y ella resolvió no molestarlo. Comprendía que la carrera de medicina era bastante exigente, y suponía que Nick debía estar exhausto. 

Hacía semanas que él no mencionaba cómo le iba en las clases, y ella no quiso agobiarlo preguntándole por sus notas. Dominic parecía estar más enfocado en el deporte, y solo hablaba de lo mucho que mejoraba con cada entrenamiento. Su única meta era ganar la competencia nacional para pasar a la fase internacional. Él no hablaba de ninguna otra cosa más. 

Rosalie confiaba en que Dominic cumpliría todo lo que se propuso, pero sentía que él le estaba ocultando algo. Cuando hablaban por teléfono, él cambiaba de tema cada vez que ella mencionaba la universidad, o a sus amigos. Rosie creyó que sus promedios habían vuelto a bajar, y le avergonzaba comentarle la verdad. 

Rosalie comenzó a revisar las fotos y vídeos que tenía guardados en su galería, soltando un par de lágrimas. Estaba estresada y agobiada por todas las tareas y trabajos que tenía pendientes; que solo quería que alguien la abrazara. Anhelaba que Dominic volviera a sorprenderla, y se apareciera en su puerta solo porque quería verla. 

Ella extrañaba la magia que sintió los primeros días de relación, y lo especial que él la hacía sentir. Añoraba esa electricidad que la recorrió cuando se besaron por primera vez, y todas las veces que Nick la abrazó. Ella deseaba poder regresar en el tiempo, y sentir de nuevo el amor que se profesaban. Su relación ya no era la misma de antes. 

Rosie se arrepentía constantemente de haberse comportado tan fría con Dominic la última vez que estuvo con él. A pesar que todavía le dolía recordar la conversación que escuchó, se convenció a sí misma que fue ella quién exageró. La distancia y la soledad le hicieron creer que cualquier error que Dominic pudo cometer era insignificante. Rosalie extrañaba sus besos, sus abrazos y caricias; y solo quería estar con él. 

A pesar que al inicio ambos prometieron buscar la forma de viajar para verse; hacía mucho que Dominic no mostraba intenciones de visitarla. Y Rosie tampoco se encontraba en condiciones de volar de regreso a su ciudad. El dinero que le daban de la beca apenas cubría sus gastos, y no podía permitirse gastar los pocos ahorros que tenía. 

Aunque faltaba poco para que termine el primer ciclo de la carrera, ella todavía no había logrado comprarse su propia máquina de coser. Sus dedos estaban llenos de cortes pequeños, raspones y heridas pequeñas debido al esfuerzo que hacía al coser las prendas a mano. Jolene solía dejarle utilizar su máquina, pero a Rosalie todavía le daba vergüenza pedirle ayuda. Prefería hacer sus cosas sola.

Rosie limpió su rostro, y resolvió guardar su celular. Recordó todas las cosas que tenía pendientes, y decidió comenzar antes del atardecer. Necesitaba aprovechar ese fin de semana para terminar sus tareas. Ya tendría tiempo de hablar con Dominic cuando él despertase. 

La joven guardó varias telas en su bolso, además de su libreta de notas y algunos hilos. Ella cosería a mano, pero lo haría en el apartamento de Jolene. No soportaba el silencio y la quietud de su apartamento. Mientras más tiempo permanecía sola, pensamientos más extraños eran los que llegaban a su mente. 

Rosalie se detuvo frente a su espejo antes de salir, observando su cuerpo. Perdió tres kilos desde que iniciaron las clases, y las ojeras se tornaron más prominentes. El cuello y la espalda le dolían, y el cabello se le empezó a caer. Ella se veía agotada, y se sentía peor. 

Jolene le dijo que eso se debía al estrés, y que le ayudaría ejercitarse en las mañanas y dormir más. Pero Rosie no podía permitirse malgastar su tiempo de esa forma. Dormía de dos a tres horas por noche, y la mayoría de días se iba a la universidad sin siquiera desayunar. Ella comía pequeños bocadillos entre las clases, pero su apetito se redujo con el pasar de las semanas. Solo tenía cabeza para el estudio. 

Rosalie siempre supo que no sería fácil estudiar una carrera, pero su vida se complicó aún más cuando aceptó hacer un trato con Arlennys. Jolene siempre tuvo razón sobre ella. No la felicitó porque su trabajo le hubiera gustado; sino, porque buscaba obtener algo a cambio. 

Dos semanas después de la presentación de la blusa que confeccionó; Arlennys la interceptó a mitad del campus, aprovechando que estaba sola. Rosie accedió a hablar con ella, sin imaginar que aquella conversación complicaría mucho más su vida. 

—Aunque me cueste aceptarlo, eres por mucho la mejor del salón. —La joven comenzó a hablar, viéndola fijamente. —Así que he venido a proponerte un trato. Quiero que me vendas tus diseños; los haré pasar como míos.

Rosalie sintió que le faltaba el aire, asustada por aquella propuesta. No supo qué responder, pero la actitud de Arlennys la intimidaba. Por un instante, temió que ella fuera capaz de robarle los diseños si le decía que no. 

—¿Qué? —atinó a balbucear. —No comprendo a dónde quieres llegar. 

—Escucha, Rosalie, cuando nos pidan presentar un diseño, o un prototipo, quiero que seas tú quien lo haga por mí. —Arlennys habló firme, cruzándose de brazos. —Estoy dispuesta a pagar el precio que pongas; siempre y cuando el trabajo sea tan bueno como el que tú vas a presentar. 

Rosie relamió sus labios, más nerviosa que antes. Era la primera vez que alguien le proponía algo así, y creyó que la presión se le bajaría en cualquier minuto. A ella no le gustaba hacer trampa, y mucho menos, romper las reglas. 

—Me halaga tu propuesta, pero no creo que sea lo correcto. —Rosalie se disculpó. —No es ético que yo te haga los trabajos... 

—Guarda tu santurronería para alguien a quién sí le interese. —La joven la interrumpió, molesta. —Lo que yo te estoy pidiendo no es algo malo. 

—Yo todavía no estoy segura de esto, Arlennys. —Rosie suspiró, desviando la mirada. —Podría traernos muchos problemas si alguien se llegase a enterar de esto. 

—Pero nadie se enterará. —Ella elevó la voz. —Yo no diré nada, y dudo mucho que tú lo hagas. 

Rosalie agachó el rostro, terminando de procesar las palabras de la chica. Le molestaba la forma de hablar de Arlennys, pero no encontraba una forma cortes de negarse a su propuesta. Ella no parecía querer darse por vencida.

—No lo sé...

—Te he estado investigando, Rosalie. —Arlennys soltó de golpe, comenzando a alterarse. —Sé que eres becada, y que muy probablemente, el dinero que te dan no te alcanza. Considera esto un ganar-ganar. Yo aprobaré con honores todas las materias, y tú podrás usar el dinero para lo que quieras. 

Rosalie tomó una gran bocanada de aire, pensando en alguna forma de librarse de aquella situación. Comprendió que Arlennys no se daría por vencida hasta que ella hubiera aceptado su propuesta, y carraspeó. Ni sus principios, ni sus valores, le permitían cobrar por hacer tareas ajenas.

—Déjame pensarlo esta noche. —respondió finalmente, sin saber qué más decir. —Mañana te daré una respuesta definitiva. 

—Bien. Espero que tomes la decisión que más nos conviene a las dos. 

Rosalie regresó a su habitación, sintiéndose todavía mareada por aquella conversación. Se le quitó el apetito, y un extraño escalofrío la recorrió. No entendía por qué esa charla le afecto tanto.

Rosie pasó toda la noche en vela, sin lograr conciliar el sueño. Se sentía en un dilema inmenso, y la cabeza no dejaba de dolerle. Ella ingresó a la aplicación de su banco, notando que ya no le quedaba dinero. Todavía faltaban dos semanas para que volvieran a depositarle el dinero de la beca, y recordó que necesitaba comprar más material. Vivir en el extranjero, sin el apoyo de sus padres, era más difícil de lo que ella pensó. 

Rosalie respiró profundo, accediendo a la propuesta de Arlennys al día siguiente. Ella no se sentía cómoda haciéndolo, pero no tenía otra alternativa. Lo hacía por un bien mayor. 

Rosie le confesó a Jolene lo que estaba haciendo casi un mes después; en un intento por aliviar su conciencia. Sin embargo, su amiga tomó con gracia la noticia. Ella no pareció alarmarse, ni escandalizarse, con lo que pasaba. 

—Te dije que esa perra iba a querer algo a cambio. —Jolene mencionó entre risas. —Pero bueno; al menos te está pagando. 

La joven fingió reír, sin lograr sentirse mejor. Por momentos, Rosalie solo quería que el ciclo terminase ya, para dejar de hacer los trabajos de Arlennys. El miedo de que algún profesor pudiera descubrirla no la dejaba tranquila. 

Después que ella comenzó a "trabajar" para su compañera, sus desvelos aumentaron. Aunque Rosie era bastante organizada, el tiempo se le escapaba de las manos. Ya casi no comía, ni dormía, y mucho menos salía con sus amigos. Lo único que ella hacía, eran diseños y prototipos.

El teléfono de Rosalie comenzó a sonar con fuerza, sacándola de sus pensamientos. Por un breve instante, guardó la esperanza de que fuera Dominic quien la estaba llamando. Pero no era él. Era Jolene. 

—Hola, Jo. —Rosie saludó, intentando camuflar la decepción en su voz. 

Hola, Rosie, ya regresé. —La chica habló rápido—. Estoy en mi cuarto. Ya puedes venir, si quieres. 

—Está bien. Llego en diez minutos. 

Rosalie colgó la llamada, y comenzó a guardar sus cosas dentro de una mochila. Las manos le ardían, y se sentía agotada después de haber lavado a mano toda su ropa. Ella le había pedido a Jolene su máquina de coser, y su amiga accedió a dejarla trabajar en su cuarto. Ella ansiaba terminar esa misma tarde todo lo que tenía que hacer. Enloquecería si tenía que pasar otro fin de semana encerrada con los diseños. 

Rosie hubiera preferido comenzar más temprano, pero Jolene tenía una cita. Ella había comenzado a salir con un chico que conoció en la universidad, pero pertenecía a otra facultad. Aunque su amiga le había hablado en más de una ocasión del joven, Rosalie no lograba recordar su nombre; ni qué tipo de ingeniería estudiaba. 

Jolene tardó un par de segundos en abrir la puerta, y sonrió apenas la vio. La ayudó a instalarse, y le dejó todo el material que creyó que necesitaría. 

—Iré a ducharme; no tardaré. —Jolene sonrió, dirigiéndose a su baño. —Siéntete como en casa.

Rosalie asintió, colocándole aguja e hilo a la máquina. Ella comenzó a trabajar, sin percatarse en qué momento Jolene regresó a su lado. Se había puesto un buzo gris, y continuaba secándose el cabello. 

Jolene empezó a contarle entre risas cómo le fue en su cita, y lo que hizo con su novio. Y, a pesar que Rosalie fingía reír también, no le estaba poniendo atención. Ella le respondía de forma mecánica, sin siquiera volteara mirarla. Toda su concentración se encontraba en la máquina de coser.

Rosie se sentía como una mala amiga por no escuchar a Jolene, pero una voz dentro suyo le repetía que no debía sentirse culpable. Sabía que debía optimizar su tiempo, y evitar cualquier tipo de distracción. Ella estaba dispuesta a compensarle a su amiga todas las veces que la ignoró; pero primero debía terminar el ciclo. 

Rosalie tomó un breve descanso después de una hora, dando una vuelta por el apartamento. Bebió un poco de agua, y se sentó sobre la cama de su amiga. Vio que Jolene estaba chateando con su novio, y una sensación de nostalgia la invadió. Extrañaba pasar horas conversando con Dominic, pero las circunstancias ya no lo permitían. 

—Jo —la llamó, carraspeando—. Jolene.

—Dime, Rosalie. 

—Quiero hacerte una pregunta. —susurró. Su amiga asintió. —¿Alguna vez has tenido una relación a distancia?

La joven apagó su teléfono, sentándose. La pregunta le pareció extraña, y se encogió de hombros. 

—No. —Ella relamió sus labios. —¿Por qué la pregunta?

Rosie soltó un largo suspiro, agachando la mirada. Hacía mucho que ella tenía miles de dudas e inseguridades, pero no se lo comentó a nadie. 

—Es... es por mi relación con Dominic. —confesó, apenada. —Empiezo a preguntarme si verdaderamente fue buena idea tener un noviazgo a distancia con él. 

—Bueno, sabes lo que dicen; amor de lejos, amor de pendejos. —Jolene habló sin pensar. —Una nunca puede saber lo que estará haciendo la otra persona. En ese tipo de relaciones, uno de los dos siempre termina siendo infiel.

—¡Dominic no es así! —Rosie lo defendió, enojada. —Él sería incapaz de traicionarme; yo confío en él. 

Jolene desvió la mirada, creyendo que cometió una estupidez. Ella intentó buscar las palabras adecuadas para disculparse, esperando no ofenderla más. Por un segundo, se le olvidó lo sensible que era su amiga. 

—Yo no dije que tu novio fuera así; solo repetí cosas que escuché. —atinó a decir, intentando aliviar la tensión. —Pero, ¿por qué ahora sientes que no fue buena esta relación?

Rosie bebió otro sorbo de agua, y limpió sus ojos. Ella no quería ponerse a llorar, pero le ofendió la insinuación de Jolene. Dominic era la única persona, en todo el mundo, en quien realmente confiaba. Sabía que él jamás rompería la promesa que se hicieron. 

—Es... es solo que lo extraño mucho. —respondió tras una larga pausa. —Nosotros éramos vecinos. Pasamos de vernos todo el día, todos los días; a hablar un par de veces a la semana. Hay veces en que ni siquiera coincidimos para una videollamada. 

Jolene abrazó a su amiga, notando su voz quebrarse. Trató de reconfortarla, y le dio ánimos. 

—Deberías dejar de hacerle los trabajos a la perra de Arlennys. —Jolene la regañó después de varios minutos, entre bromas. —No has tenido un solo minuto de descanso desde que esa flacuchenta te "contrató". —hizo comillas y rodó los ojos—. Quizás así tendrías tiempo suficiente para llamar a tu novio, y conversar más con él. 

Rosalie se separó de su amiga, sorbiendo por la nariz. Negó, pasando una mano por su rostro. 

—Jo, sé que no te llevas bien con Arlennys, pero ella me paga bastante bien. —Rosalie suspiró, cruzándose de brazos. —Si sigo así, quizás logre comprar la máquina de coser que necesito antes que se termine el ciclo. 

—Ella te trata como si fueras su esclava. —Jolene le recordó, elevando la voz. —Poco falta para que te pida que le copies también los apuntes de la clase. 

—Arlennys tiene un carácter complicado, pero ya me pagó adelantado por si la próxima semana nos dejan algo que hacer. —Rosalie carraspeó. —Y sabes que yo no tengo más apoyo que el de la beca. A mí tampoco me gusta esto, pero no tengo otra opción. 

Jolene se levantó, caminando hasta su mesa de noche. Sacó su billetera, y contó el efectivo que guardaba. 

—Escucha, si no es mucho el dinero que te falta, yo te podría prestar. —Jolene ofreció, suavizando la voz—. Ya luego me podrás devolver con lo que nos pagan al mes. 

—Gracias, pero no me gusta deberle a los demás. —Rosie negó, respondiendo con amabilidad—. Prefiero seguir ahorrando, y comprarla yo misma después. 

Rosalie terminó de coser y colorear los diseños que le faltaban antes de las ocho de la noche; y aprovechó en cenar con tranquilidad. Jolene bajó con ella al comedor, y se quedaron conversando con Garrett por casi dos horas en la estancia del edificio. Finalmente, después de mucho tiemp0o, Rosalie se sentía aliviada. 

La joven regresó a su habitación casi a las once, con una sonrisa en los labios. Dominic le había escrito mientras ella subía las escaleras, y ya tenía tiempo de sobra para conversar con él. Algunas de las dudas que tenía se esfumaron al leer su mensaje, y confiaba en que el resto se irían para siempre cuando hablara con él. Ella estaba dispuesta a hacer lo necesario para que su relación funcionase durante los cinco años que se quedaría en Francia. 

Rosie entró al baño, pero salió casi de inmediato al escuchar su teléfono sonar. Sin embargo, era Arlennys la que llamaba. Ella se extrañó; sin saber qué podría querer a esa hora. 

Rosalie, Eileen quiere contratar tus servicios también, y yo le he dicho que sí. Ella te llevará el dinero en la mañana. —Arlennys habló rápido, sin darle opción a responder. —Quiere que le diseñes el vestido para el proyecto final, y hagas el prototipo también. 

—¡Qué! —Rosalie exclamó, alterada. —Me juraste que nadie más se enteraría de esto. 

Eileen es de confianza; además, te pagará casi tan bien como yo. —Arlennys siseó. —Le ofrecí una tarifa un poco más baja que la mía. 

No entiendo. —Rosie carraspeó. —¿Por qué hiciste eso?

Porque quiero que mi diseño sea el mejor de la clase. Es por eso que yo pago más. —explicó con obviedad. —No quiero que el diseño de Eileen sea mejor que el que me darás a mí. 

Rosalie negó, llevando una mano a su cabeza. Todo eso debía ser una broma de mal gusto. 

—La entrega del diseño es pasado mañana. No podré terminarlo en tan poco tiempo. 

Apuesto a que sí; además, todavía falta un mes y medio para la presentación final del prototipo y la prenda terminada. —Le recordó. —Tendrás tiempo de sobra. Entonces, sí aceptas, ¿verdad?

Rosalie soltó un largo suspiro, llevando la vista a sus manos. Se estremeció al contar todas las heridas que tenía, y resopló. No le quedaba más alternativa que aceptar. 

—Sí —suspiró. —Pero solo a ella, y a nadie más. Ya no le comentes a nadie más sobre esto, por favor. 

Arlennys colgó a modo de respuesta, y Rosalie dejó caer su teléfono sobre su cama. Se sentó al borde de esta, rompiendo en llanto. El estrés regresó, y la cabeza volvió a dolerle. Ya ni siquiera la llamada de Dominic lograría alegrarla. Y no sabía si sería capaz de volver sonreír en mucho tiempo. 

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