Cap. 4: Persigue y vive en suspenso
Las luces del atardecer recaían sobre las siluetas de ellos dos, que de a poco iban desapareciendo de mi campo visual. Metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón, entreabriendo mi boca para dejar liberar un suspiro de cansancio.
—¿Que estás esperando, Fel?
—¿Ah?
Maritza se asomó hacia mí y le alcé las cejas, sacando la lengua, hice una sonrisa de la que ella rió y dio un paso hacia adelante para atravesarse en mi atención.
—¿Veías a la chica nueva?
—¿Nueva?
—Sí... ¿Como la llamaste? —Puso pose pensativa—. ¡Lop! Eso.
—Ah, ella —Resoplé—, no es nueva.
—¿En serio? —Parecía sorprendida y se puso a pensar de nuevo como si meditara el asunto—. No entiendo, conozco a todos en Houston y ella...
—Yo tampoco, pero la he investigado y tiene cuatro años estudiando aquí —Miré hacia escuela y luego a ella.
—¿En serio? —Asentí y ella pestañeó, achicando sus ojos hacia mí—. Para, ¿por qué la investigaste? —Me cuestionó.
—Por la misma razón que tú, supongo —Sonreí y nos vimos con una interrogante.
Por una parte, se sentía bien no ser el único confundido con esta chica, pero por otra, eso me restaba una oportunidad para averiguar de ella; y por otra diferente, Mat podría convertirse en mi aliada y ayudarme. Es una chica muy confiable, así que empiezo a contarle en resumen lo que ha pasado, desde que el balón de basquetbol salió del gimnasio y paró a los pies de Lop.
Hasta como se llama es curioso.
—¿De veras?
—Sí, y hasta hoy no supe su nombre.
—¿Y eso por qué? ¿Olvidaste preguntarle?
—No me lo quiso decir —Me sentía como un tonto, pero era lo de menos—, solo me dijo que era la que se sentaba en uno de los rincones de la clase y ya. Tuve que ir de profesor en profesor preguntando por ella, y el único que me lo contestó fue él mismo que me dejó trabajando con ella.
—Carobi, ¿No? Él es el único profesor que no es un maldito con sus alumnos; bueno, él y Danielle —Asentí—. Y esta chica... —Analiza la situación con una suspicaz mirada—. Sí, es muy extraño.
—Creo que mucho más que extraño —Volteó curiosa—. Es... misteriosa, o no sé cómo describírtela, es como si fuera un libro de suspenso que no sabes en que momento relatara algo, que no sabías y te intriga saber más, pero también te da miedo averiguarlo. Es alguien que se contradice a sí misma.
—Tres días y parece que la conoces bien —Me miró de una forma pícara, cruzándose de brazos.
—No, para nada —Negué haciendo labios de pato—. Es la primera imagen que me dio de ella y la única que me muestra.
—Interesante, ¿no crees?
—Creo que sí —Sonreí de lado.
—Me pareció simpática, ¿crees que podría ser su amiga?
—Mmm —Hice una leve mueca—. No la he visto relacionarse con nadie, a excepción del nieto del conserje Blake, hoy. Parecían cercanos de algún modo.
Abrió grande los ojos.
—¿Será su novio? —Miró por donde se fueron de quienes hablábamos, con sobre interés y negué riendo.
—No lo creo —Saqué las manos de mis bolsillos y me crucé de brazo como ella—. No la veo con mayores.
—¿Por qué? Tampoco es que sea tan mayor, solo le lleva dos años, ella es muy bonita y parece ser muy madura, y Henri es muy guapo, tierno e inteligente —Más que para mí, hablaba para ella, haciendo cálculos en el aire como si de una ecuación se tratase—. Harían bonita pareja.
—Los oí hablar antes de que empezáramos a ayudarte. Lop parece que solo lo quiere como amigo.
—Es eso, o te interesa la chica misterio.
—¿Qué dices? —Chisté con diversión—. No la conozco, solo digo, Henri le dijo que le gusta ella y Lop lo regaño cambiando el tema.
—Es su manera de ser, supongo —Se encogió de hombros—. Ahora, si dices que solo habla con él, debe haber algo más que una bonita amistad y si a Hen le gusta, hay más posibilidades que surja algo.
—¿Qué te hace asegurar tanto?
—No, la pregunta aquí es, ¿por qué lo dudas?
—Ya dije, los escuché y los vi —Viré los ojos con obviedad—. Ella no parece interesada y una relación no es de uno.
—Lo que digas, campeón —Me dio unas palmadas en el hombro—. Pero a mí no me engañas, esa barrita voladora dijo mucho —Fue alejándose de mí y retrocediendo para irse.
—¡Solo fue un gesto amable! ¿No puedo serlo? —Traté de excusarme.
—¡Claro! ¡Tráeme una Nutella mañana pues!
—¡Tal vez lo haga!
—¡Dale! ¡También traeré galletas!
—¡Excelente! —Reí por ultimo y se fue corriendo, dejándome solo y pensativo, viendo por donde se había ido la chica del rincón.
. . .
Reía fuerte mediante disgustaba de un pequeño show improvisado por los hermanos Blake. Hen intentaba hacer malabares con los platos plásticos del negocio de su padre mientras su hermano menor, Javier, discutía con él, sobre de porque en un apocalipsis un zombi vegetariano seguiría comiendo vegetales en vez de cerebros.
Lo más gracioso fue cuando terminando la discuta, Henri no pudo sostener más su acto y los platos cayeron sobre ambos hermanos.
—¿Cuál es la conclusión al tema, Javier?
El adorable y pecoso niño de doce años, delgado y bronceado, volteó sus bonitos ojos cafés mientras se rascaba su cabello castaño, luciendo una gran sonrisa.
—Comería ambos —declararon los dos al unísono y rieron chocando puños.
"Hermanos tenían que ser", sonreí, comiendo el último trozo que quedaba de mi Hot-dog. Tomando del refresco para pasar la comida, veo como Javier y Henri recogieron los platos y, a regaños de su madre, también los lavaron y volvieron a colocarlos en su sitio.
—Woff —Escuché sobré mi oreja y sonreí girando mi cuerpo para ver a Hen.
Me dedicó una sonrisa ladina e hizo una silla a un lado para sentarse conmigo, acostando su cabeza sobre su mano y su codo sobre la mesa
—¿Satisfecha?
—Sí, muchas gracias. A ti y a tu familia por recibirme.
—No hay de que, Lop, sabes que siempre eres bienvenida —expresó Javier, sentándose a mi otro lado.
—¿Enano, en que andas? —indagó Hen, observándolo sin gracia.
—Platico con LopiLop —Sonrió él, pasando un brazo sobre mis hombros.
Reí y acepté el abrazo, pasando mi brazo también por sus hombros.
—Hey —Levantó ambas manos de la mesa, celoso.
—Solo es un abrazo, Hen —Besé la mejilla pecosa de Javier, dejando boquiabiertos a ambos hermanos—. Y de despedida. Es algo tarde, debo irme.
—Buuu... —Javi se aferró a mi brazo oponiéndose a la idea.
—Javier —Lo alertó su madre—, ¿qué te he dicho de cuando Lop viene?
—Que se la deje a mi hermano y que no la espante para que regrese.
—Exacto.
Sonrió la señora Elena y yo me tapé la boca, aguantando reírme de la cara roja y avergonzada que puso Henri. La rechoncha y colorada mujer se volteó con media sonrisa de complicidad, dirigida a su hijo mayor.
—¿Ustedes que tanto hablan de este tema? —masculló Hen entre dientes y sus padres levantaron una ceja y partieron en risas.
—Tanto como lo hablas tú, hijo —atacó el señor JJ, sirviendo una hamburguesa a un tipo soltero que disfrutaba estar sin compromisos.
—Joder... —murmuró por lo bajo pasando una mano por su frente.
—Por eso, hermano mío —Javier se separó de mí y fue con Hen a hablarle al oído—, es que, si estás borracho, mejor vete a dormir directo y no hables —Le susurró, pero logré oírlo.
—Concuerdo —Asintió de vuelta y se levantó de la silla de plástico. Me tendió la mano—. Te acompaño hasta la parada de bus.
—Vale —Me alcé de brazos, era mejor resignarse o se pondría pesado—. Adiós, Jav, JJ, señora Elena.
—Espera, Lop, toma —Me entregó una caja con aroma a dulce—. Hen las hizo ayer ayudándome en la pastelería, y te guardé una caja.
Le dediqué una mirada al hijo mayor de la señora y él la desvió hacia el cielo, buscando en que escapar de mi acusadora expresión. Negué enternecida.
—Muchas gracias, señora Elena.
—De nada, querida. No dejes ni las migas —Me sonrió hasta marcar las arrugas de sus ojos y sus mejillas se pronunciaran.
—Y saludos a Indiana —pidió el señor JJ, echando salsa a las salchichas de otro cliente.
—¡Claro, desde luego! ¡Adiós!
Les di un abrazo a todos los miembros de aquella pequeña, pero encantadora familia amiga nuestra, y con Henri fui caminado hasta la vereda.
—Oye... —Alcé la mirada hacia él—. Ese chico que nos ayudó es Félix, ¿verdad?
—Sí, así es.
—Hum...
—¿Algo te preocupa? —Me detengo suspirando, aunque ya me imaginaba a dónde iba la conversación.
—No, solo me sorprendió, ¿qué hacía él ahí?
—¿Ayudar? —ironicé, sacándole un gruñido.
—Lop.
—No es nada, Hen.
—Pues yo lo veo muy extraño, apareció de la nada y empezó a ayudarnos porque tú lo hiciste —Reí en seco.
—El elefantito no mata ni una mosca.
—Yo sería más precavido —puntualizó, mirando alrededor como si alguien pudiese escucharlo.
—¿Más de lo que soy?
Se cruzó de brazos, suspirando.
—Es en serio, Lop.
—Vale, seré cautelosa, ¿feliz?
—Un poco —Eso dijo, pero sonaba todavía inseguro.
—Ahora, ¿podemos seguir? Quiero llegar a casa y dormir. Ha sido un largo día.
—Está bien, vamos.
Caminamos hasta la parada de bus, donde justo uno se estaba estacionando. Corrimos rápido y a punto de subirme, Hen me sostuvo del brazo.
—¿No hay abrazo de despedida para mí? —reclamó y rodé los ojos con media sonrisa.
"No cambia", pensé y me acerqué a él, me incliné y besé su mejilla.
—Buenas noches y gracias.
Susurré sobré su piel y dándole una última mirada me monté en el transporte, pasé la tarjeta pagando y me senté en uno de los muchos asientos libres con vista a la ventana.
Vi a Henri con una sonrisa por esta, él me imitaba, solo que con mucha más alegría transmitida. Dejé de mirarlo luego de un rato en que el bus arrancó y ya no se notaba nada de él, más que la sombra de alguien más que se acercó corriendo y tuvo que quedarse a esperar otro transporte público.
Sin importarme mucho, me recosté del asiento y deslicé mi mano sobre la cubierta de la caja con olores deliciosos. Pasé mi lengua remojándome los labios y entreabrí la caja para ver su contenido.
Como había dicho la señora Elena, había galletas: pasta seca, con chispas, de chocolate, de avena y miel, entre otras; todas con una exquisita pinta de una buena mano repostera. Sin poder evitarlo, y vigilando que no me viera el conductor, tomé una de las de chocolate y la mordí; la cubierta crujiente se deshizo en mis papilas gustativas al instante, en suaves y dulces oleadas.
Más sencillo y menos descriptivo: las mejores galletas que había comido en mi corta vida.
Terminé antes de que me viera el conductor y resaltará que estaba prohibido comer en el transporte. Cerré la caja con la felicidad adornando mi rostro, y, dejándola de lado, tomé mi mochila y busqué en su interior uno de mis cuadernos.
Fruncí el ceño al no verlo y fui sacando uno por uno los demás objetos, poniéndolos a mi costado; sin embargo, llegué al final y no lo encontré. Entré en pánico y guardé todo de nuevo, repasando en mis recuerdos las veces que vi la caratula de un dibujo a lápiz, de una chica asomándose por el globo terráqueo. De tanto guardar y guardar, recordé, tomé mi mochila y la caja, avisé al conductor que se detuviera, parando frente a mi instituto y bajándome a toda velocidad.
—No puedo creer que me pase esto...
Suspiré viendo la hora en mi teléfono: nueve y media. Debía darme prisa y encontrar ese cuaderno, pero había un ligero problema: todo estaba cerrado.
Pensé mis opciones. Si dejaba que mi cuaderno pasara la noche en la cafetería, alguien podría encontrarlo temprano, lo último que quería era que alguien leyera su contenido; si lo enviaban a objetos perdidos, no dudaba que cualquier rata chismosa lo abriera y lo leyera. Ese cuaderno era mi segunda mejor amiga, no quería perderlo.
A esas horas difícilmente podría contactar a Hen, quien deja el teléfono de lado para ayudar a su padre en el puesto, sería perfecto tener su copia de la llave del establecimiento.
—¿Qué hago? —Me pregunté viendo la estructura externa.
Fue cuando se me vino a la mente: una vez escuché que unos alumnos entraron para hacerle una broma a uno de los de los equipos deportivos, se metieron por un pasaje detrás de las canchas y colaron por la ventana del baño de los hombres, que, por cosas del destino, rompieron el día anterior a la broma para ingresar. Dado que aquello no tenía mucho tiempo, me imaginé que el director aún no ha encontrado el pasaje o arreglado la ventana.
Ese hombre se entretiene más bailando las canciones de Michael Jackson, que olvida por completo los demás asuntos. Ejemplo: procurar cerrar un pasaje por donde se pueden aprovechar para entrar y robar —lo cual últimamente ha sido muy frecuente—; pero Michael y el baile de los muertos, está mejor que la seguridad de los alumnos, ¿no?
—Creo que era por aquí...
Caminé un rato por la zona que me parecía que iba a las canchas, ladeando un terreno solitario y vistosamente peligroso, hasta que encontré lo que buscaba: una parte de la cerca, cortada lo suficiente como para entrar, tapada con enredaderas, ramas y hojas.
Pasé la caja de las galletas primero, dejándola a un lado sobre el suelo para no pisarla. Tiré mi mochila al otro y con cuidado de que ningún alambre de la cerca me cortara, pasé entre esta, liberando el aire retenido cuando ya estaba del otro lado y a salvo. Tomé mis cosas del suelo y caminé por los alrededores, buscando la ventana rota, pero en vez de esa, encontré otra que justo iba directo a la cafetería.
Miré por esta a ver si hallaba mi cuaderno, pero dado a que la sala estaba con las luces apagadas no me dejó de otra que pasar mis cosas y entrar también. Prendí las luces, y busqué por todos los lados el objeto hasta que di con él, bajo una mesa con olor a la limpieza que hicimos ese día, con hojas mojadas y, para mi desgracia, arruinado por completo.
—Aunque use el secador de pelo dudo que pueda recuperar lo que escribí... —murmuré con tristeza, viendo como mi aventura al infiltrarme en el instituto de noche había sido en vano.
Bufé en señal de derrota y me levanté del suelo, observando el objeto en mis manos. Entonces, escuche un ruido detrás de mí. Había alguien más en la sala y se acercaba, pensando que no me había percatado. Mi cuerpo se tensó un poco sintiéndolo muy cerca del ajeno, casi me acariciaba su respiración en el cuello. Una de sus gruesas manos tocó mi hombro y me hizo voltear hacia él.
—¿Qué haces aquí...?
Bufé y lo miré mal.
—¡Félix! —Quité bruscamente su mano de mi hombro—. ¿Estás loco? ¡Me asustaste! ¿Quieres darme un paro cardiaco?
—¡Perdón, cálmate! —imploró, recibiendo mis múltiples golpes con el cuaderno.
Los cuales detuve ante un estruendo fuerte. Miré a todas partes, algo había caído y cerrado de golpe. Visualicé todo el lugar y di con la causa: la ventana por donde entramos se había cerrado.
—Ay, no... —Solté mi cuaderno sobre la mesa y fui a la ventana para intentar abrirla. No lo hizo—. No, no, no, ¡se atascó!
—¡¿Qué?! —gritó él y vino conmigo, tratamos de nuevo y nada.
Era inútil y dado a que las puertas y demás ventanas estaban bajo llave y candado, no había nadie más y no parecía haber vigilancia o alguien que nos sacara...
—Estamos encerrados...
_______________
¡Holiwis, my loffes!
Hoy no es viernes, ni de chiste, pero si día para actualizar a mis distantes uwur
Claramente no sobreviví a mi cumple XD
Mejor ni hablarles de mi suertes, quien me conozca sabrá que soy una salada y siempre me suceden mil vainas
Pero bueno, vine a compensar y tendremos hoy y el viernes a Lop y a Félix 7w7r
¿Quién dijo maratón? Yo dije maratón :'3
Pero buenoooo
uuuuuuuuuh
¿Mat se une a la búsqueda? ¿Qué les pareció?
¿Qué me dicen de Henri? ¿Y la familia Blake?
¿Que chuchas con Lop y ese cuaderno?
Manita arriba si también queremos de esas galletas
En el próximo capítulo alguien saldrá lastimado :'v
Pero bueno, es todo por hoy 7w7r
Nos vemos pronto, mis distantes
Att: Keni
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