Cap. 3: Yo y mi lengua suelta
Vergüenza, era todo lo que podía sentir en aquel momento, además de un terrible dolor de estómago por no haber comido más que una bolsa de granola desde el almuerzo de ayer. ¿Por qué? Mi madre pensó que yo había hecho mercado y traía para la comida de la semana, tal como yo pensé que ella había hecho la compra; ¿qué resulta? Ninguna de las dos la hizo y no comió desde almuerzo de ayer.
Prologando, durante las tres primeras horas de clase, mi estómago había estado pidiendo sus víveres y nutrientes para tranquilizarse, pero lo único que conseguí comprar, en la máquina expendedora del pasillo antes de clases, fue la bendita bolsita con granola para disminuir mi ansiedad.
En definitiva no se puede acostumbrar a todo, menos al hambre, y yo lo que necesitaba era algo fuerte de que alimentarme o el león hambriento que tenía de estómago no me dejaría en paz hasta entonces.
Durante las clases, fue gracioso y en extremo bochornoso ver las caras de todos buscando al culpable de tales ruidos estomacales. Si alguien me identificó no lo sé, creo una de las profesoras se dio cuenta, pero solo negó divertida.
—Gracias, mundo... —murmuré, agradecida que el timbre sonara y ya fuera la hora del almuerzo.
"Oh, si... No tengo dinero", pensé y bufé, pegando la cabeza de la fría superficie de la mesa que ocupaba.
Ya no habiendo nadie en el aula, tomé mis cosas y salí también. De camino a mi lugar de siempre, detrás de las canchas, con una mano sosteniéndome el estómago que seguía con su banda sonora.
—Así no podré leer... —Me recosté de la banca y vi hacia el despejado cielo—. Debo resistir un par de horas más y ya...
Traté de convérseme a mí misma de aquello, cerrando los ojos e imaginándome otra cosa que no fuera comida, llevándome lo que quedaba de la granola a mi boca y de él a mi vacío estómago.
Pero hasta eso me llevó a un mundo donde reinaban Starbust, Mc Donnall's, K.F.C, Burguen King y otras empresas de comida rápida que, si quería que mi sistema biológico aguantara un poco más, ni debería mencionarlas.
—Wou, hasta esas nubes parecen pizza.
Musité luego de abrir los ojos y ver de nuevo como en el desolado cielo, conformadas de capaz de CO², me estaba haciendo una mala broma, provocándome una alucinación de una lluvia de hamburguesas y ositos de gomas.
Fue entonces que sentí como si el refresco que imaginé caer encima mío hubiera sido real, y ahora mi rostro estaba un poco mojado. Arrugué mi cara y tomé lo primero que tenía a mi alcance para secarme y poder ver al responsable, pero él terminó adelantándose, hablando cerca de mí.
—¿Ya estas mejor?
Ni tuve que ver para reconocer la masculina y afinada voz de Felixiano para darme cuenta de que era él; después de todo, ¿quién vendría a esta parte abandonada del instituto para mojarme la cara?
—Algo, —susurré, terminando de secarme y lo miré—, ¿por qué me mojaste?
—¡Parecías alucinar! Murmurabas cosas sobre comida... —Le causaba risa—. ¿Soy yo o tienes hambre?
Lo miré mal."Exagerado", pensé. Mi estómago respondió por mí a lo que él soltó una pequeña risa y se sentó a mi lado, dejando la botella vacía de agua en medio de ambos.
—¿Eres tú la responsable de los extraños ruidos en la clase?
—Sí, fui yo, ¿algún problema? —Lo acusé de reojo, no estaba para bromas.
—Sólo era una pregunta, no te enojes —Levantó ambas manos, intentando calmarme.
—No necesito escuchar comentarios innece...
Otro momento de «estomago rebelándose» apareció y me cortó la nota.
—¿Innecesarios? —Trató, pero su gracia fue evidente—. Es como si tuvieras días sin comer.
—Solo uno, no es para tan...
—¿No comes desde ayer? —No lo veía, pero podía sentir sus ojos sobre mí. Bufé.
—Ni mi mamá ni yo hicimos la compra y no hemos comido desde ayer.
—Oh...
Silencio total.
—¿Félix te comió la lengua el gato...? —Otro ruido de mi estómago y otro prematuro silencio.
Maldije internamente. No me molestaría si fuera que estuviera sola y mi estómago se siguiera quejando; pero tenía Félix que aparecer, ¿no?
Disimuladamente, quité un dedo de mis tapados ojos y vi al rubio con rulos. Permanecía serio, muy serio y no en este mundo. Juraría que estaba en una dimensión paralela pensando a-saber-que para a-saber-qué-otra-cosa. Y ya que hablo de gatos, hablemos del que mató a la curiosidad y murió sabiendo, pero sin vivir para contarlo.
—¿Félix? —Lo llamé moviendo mi mano sobre su rostro; mas, no obtuve respuesta.
Mis labios formaron una mueca rara y como último recurso chasqueé mis dedos frente sus ojos para lograrlo reaccionar, como en las películas, series o canales de hipnosis; de lograrlo la que se sorprendió fui yo.
—Wou, la televisión sirve aún, ¿quién lo diría...? —dije alargando la última silaba constipada.
En un movimiento casi despectivo, el rubio me había tomado y ahora lo único que veía era el suelo y su trasero, mientras que mi cuerpo y yo íbamos montadas sobre el hombro de Félix.
En vez de molestarme, resoplé, buscando paciencia, ¿ahora que hacía?
—Felixiano, bájame.
—No.
—Bájame —Volví ordenar.
—No.
—¿Te obligo?
—Inténtalo, si quieres.
Con ese permiso tan privilegiado, sonreí maliciosamente e hice que mi pie derecho fuera a golpearlo justo en el estómago, forjándolo a que se sostuviera a este y tuviera que bajarme.
—¿Era necesario? —preguntó adolorido.
—Te pregunté si querías que te obligara. Ahí lo tienes.
—Solo iba a invitarte algo de comer —Señaló hacia su derecha y vi que estábamos a unos pasos del comedor de la preparatoria.
—¿De la cafería? —Hice una mueca, negándome rotundamente a entrar.
—¿Dónde más?
—No te ofendas. Es bonito el gesto, pero la última vez que comí en la cafetería me llevé una indigestión a casa y acabé en la clínica, sin exagerar.
—No hablas en serio. La comida aquí no es tan mala.
—¿Eso crees?
Giré mis ojos y le señalé con estos, una mesa cerca de nosotros donde unas chicas hablaban simpática sobre las faldas de una tienda. O eso fue hasta que una de ellas vio algo rancia hacia su pastel de carne, y lo dejó a un lado para seguir con su charla.
—¿Ves? No soy la única que cree que este lugar necesita un nuevo menú, uno que no mande a sus alumnos de vuelta a sus casas, enfermos.
Ahora señalé a otra mesa donde un pobre chico, que antes repasaba para un examen, recogía sus cosas rápidamente para irse con la boca tapada, seguro al baño. Félix suspiró y se lo pensó.
—¿Prefieres un Hot-dog del puesto de aquí cerca?
Lo miré sorprendida, ¿sugería salir del plantel? Y yo que lo creía un niño bueno.
—No estaría mal —respondió una tercera voz detrás de nosotros.
—Maritza —Lo saludó Félix y ella se acercó y le devolvió el saludo.
—¿Qué tal? ¿Planes para el almuerzo? —Viró hacia mí y miré en otra dirección.
"Grandioso, lo que me faltaba, es la chica de la maqueta".
—No comer aquí, al parecer —Me señaló con la mirada.
Maritza siguió observándome, pareciendo que le era familiar, y ¿cómo no? La ayudé ayer a salvarse de caer sobre su trabajo. Sus ojos me inspeccionaron y al final volvieron hacia Félix, insegura de mí.
—¡Hey, Mat! ¡¿Vienes?! —La llamaron de la mesa de los deportistas.
—¡Si! ¡Ya voy! Adiós, chicos —Nos miró unos segundos, nos sonrió, vi que me observó otro rato y luego se fue con sus amigas.
—¿Soy yo o te miraba mucho?
Me encojo de hombros y me abstengo a responder.
—¡Félix! —Volvieron a interrumpirnos.
Me hice hacia atrás cuando un par de chicas delgadas, de cuerpos voluminosos, largas cabelleras y ropa que debería ser ilegal de portar por lo escotado y llamativo que resultaban ser —y así era al menos en la normativa escolar—, se acercaron y, sin percatarse de mí, pasaron entre nosotros, directas a Félix.
—Hola, Fel —canturreó una.
—¿Qué haces? —Le siguió la otra, pestañando en exceso, de manera "coqueta".
—Eh, bue...
—Ah seguro, interesante —Lo contaron ambas y él sonrió incómodo.
Rodé los ojos. "Estúpidas".
—¿Ansioso por el partido del viernes?
—Ay, no puedo esperar a que encestes la pelota ganadora.
—Sí... —Rió incomodo—. Ni yo...
Negué con la cabeza. "En realidad estúpidas".
—¡Genial! ¿Vamos a nuestra mesa?
—En otra, ahora estoy ocupado —Trató de señalarle y lo mire mal para que renegara su idea.
—¿Con que? —Ni se molestaron en voltear.
—Ay, no importa, seguro será grandioso.
—¿Sí? —Torció los dientes, no sabiendo que decir.
—¡Sí! —Corearon ellas, sonrientes.
—Ay, bueno nos vamos.
—¡Adiós, Fel!
—¡Eres grandioso! —Terminaron de gritar y se fueron.
—Graaaandioso —Me burlé de él y empezó a reírse por lo bajo.
Sonreí de lado, pobre chico.
Su risa se detuvo rápido cuando escuchamos algo chocar a poca distancia de donde estábamos. Félix y yo volteamos por reflejo y vimos hacia el interior de la cafetería. Dos alumnas, exactamente Maritza y Christina —una de las dos estúpidas que pasó en antes—, estaban en medio de una discusión.
—¿Qué no ves por dónde vas? —preguntó la morena agachándose a ayudar a una chica, que había tirados sus cosas sin querer cuando chocó con Christina.
Era Ana, la asistente de la bibliotecaria; recogía sus cosas con una velocidad presa de los nervios, provocados por ser unos de los blancos donde todo el alumnado de la cafetería depositaba su atención absoluta.
—Si lo hago, este estorbo andante —Señaló a Ana—. No lo creo.
—Cargaba con libros, ¿cómo te iba a ver?
—¿Insinúas que tengo la culpa?
—No lo insinúo, la tienes. Ahora discúlpate con Ana.
—No es nece... —Trató de intervenir la nombrada y Maritza la apartó, poniéndose delante, de frente a Christina.
—Oblígame.
—Ay, ¿qué dices, Chris? —Habló Paula, su clon—. Esta samaritana no podría obligarte a nada.
—Tienes razón —Rieron con burla, viendo a la morena—. No puede.
Maritza estaba roja de la rabia y, consumida por ella, miró mal al dúo Z de la preparatoria. Entonces miró la bebida que tenía en manos y una sonrisa forzada se dibujó en su rostro; veloz y brusca, tomó y obligó a darse vuelta a Chris, donde vertió el vaso dentro de su camisa y filtró el frío líquido con hielo.
La castaña no viniendo venir eso, empezó a hacer un bailecito gritando repetitivamente con suplicas: «¡Quítamelo, quítamelo!», una y otra vez, hasta que logró quitarse el hielo, dejando hecha su ropa un asco. Ahora era ella quien mataba con la mirada, sosteniendo un plato de pasta con una mano, con esa misma comida usó para contraatacar, lanzándola hacia la morena que ayudaba a Ana a levantarse. Justo le dio en la cara, y ahora parecían dos gatas rabiosas queriendo matarse.
—Esto no es bueno...
—¿Me lo dices o me lo preguntas? — Habló Félix a mi lado—. Debo intervenir.
—Espera.
Lo sostuve, esperando esas tres palabras mágicas que en cualquier momento algún imbécil diría, para avivar el fuego entre aquellas dos chicas:
—¡Guerra de comida!
"Ahí están". De ese grito nació el elocuente caos, todos empezaron a lanzar parte de sus almuerzos, otros se escondían de debajo de sus mesas y grababan como Maritza y Christina seguían discutiendo; por otro lado, el diez por ciento restante solo observaba el mundo arder.
En ese grupo estaba yo, aún aguantando el brazo de Félix contra su voluntad para que no quedara involucrado en aquello, aunque parte de mi quería dejarlo que fuera a ser el blanco de los que lanzaban, y yo quedarme ahí parada viendo si tenía la suerte de atajar algo bueno para la banda sonora de mi estómago.
—¿¡Qué está pasando aquí!? —gritó el director, entrando dispuesto a parar el desorden que se había establecido, logrando un silencio total cuando lo escucharon.
Lo que no duró mucho, pues el también recibió un poco de la boloñesa especial del día y que, de casualidad, vino del par que no dejaba de gritarse y callaron de pronto, palideciendo cuando vieron su cometido.
El director Morales se limpió de los ojos la salsa y de una mirada acusativa, les dijo a ambas alumnas que caminaran a su despacho, desapareciendo con ellas con un gélido aire de decepción. La cafetería quedó en un descabellado silencio, volviendo a sus conversaciones y vidas, mientras se limpiaban un poco la comida, olvidando lo que había pasado segundo atrás.
—Listo, ya puedes ir —dije a Félix soltándolo y él me miró con una sonrisa torcida.
—Gracias.
—Te hice un favor —Me despedí de él y caminé lejos de ahí por los persistentes ruidos de mi estómago.
Más tarde, el glorioso fin de clases llegó y, como nunca antes, tenía prisa que todos se marcharan para irme, pero Félix, pareciendo que quería lo contrario, se quedó hablando con Christina y Paula, retándolas por lo sucedido en el almuerzo.
"Ya terminaran", pensé, pero pasaron los minutos y ellos seguían en la discuta. Mis ojos eran un par de óvulos hirviendo en frustración, ¡estaba sufriendo! Revoltijos en mi estómago atacaban por el hambre y una fuerte migraña se le unía, por el simple hecho del que ese par de cacatúas no conocían la frase: «corta el rollo y da vuelta a la página».
En definitiva, estaba en mi límite gracias a esas dos —lo cual era difícil de conseguir—, esquivaban dar punto y final a su estúpida manera de desviar y certificar que "eran inocente". No bromeo, la tentadora opción de mordisquear mi lápiz que parecía un Pirulin de avellana y chocolate, ya me estaba jodiendo la paciencia; así que, cansada, olvidé de una mi ley de «mantener un perfil bajo» y me levanté de golpe.
Es cuando colgué mi mochila del hombro al caminar que, gracias a mi brusquedad, chocó con Chris cuando pasé a su lado cortando su teátrico. Si tuviera palomitas, la mitad me la comería y la otra se la lanzaría a la cara por pésima actriz.
—Ay, ¡óyeme tú! —gritó en mi dirección a mis espaldas.
"Oh, mala elección".
—¿Sí? ¿Asunto? —Me giré hacia ellas, ignorando la completa existencia de un sorprendido Félix.
—Me golpeaste a propósito —acusó al mismo tiempo que me reclamaba.
—¿Sabes la diferencia entre golpear y chocar al menos?
—¿Qué? ¡Es igual! —Tomé aire, llenándome de paciencia, porque si me daban fuerzas posiblemente la golpearía.
—No, no lo es. Choque es un incidente en que dos cuerpos impactan, golpe es más una agresión por fuerza bruta. Actualiza tu diccionario, Chría.
La boca de Christina se abrió formando una «O» en cuanto la llamé por ese simpático nombre, con que la molestaban sus hermanas por ser la mayor mimada de la familia; la mimada y llorona, la cría de la casa, y vaya que le quedaba.
El rojo se apoderó de su cara y seguro ya me tachaba en su lista negra. Es por esto por lo que no me junto con la gente, menos si tengo hambre.
—Eres una... —Arrugó su rostro y me miró con furia en sus ojos—. ¡¿Cómo sabes ese nombre?!
Sonreí de lado.
—Tal como sé que acusaste injustamente a Maritza de haber empezado la guerra de comida, cuando fuiste tú quien lanzó el primer espagueti y otro idiota quien gritó iniciando la guerra.
—¡Ella me echó hielo en la espalda y dañó mi nueva blusa!
—Ay, que horror, ¿no? —Fingí remordimiento en mi voz y rodé los ojos—. Eso te diría si me importara, pero no es el caso y la verdad aquí es que te hacía falta —Suelto una risa seca por la ironía—, a ver así si se te enfrían las hormonas alborotadas, que se te calienta todos los sábados con tu vecinito cachondo.
En medio de la furia, fue mezclándose la incredulidad y el temor de mis palabras.
—No sé de que hablas —Si que sabía.
—Claro que sabes, tal como sabes que tus abusos no tienen límites. El usar tus poderes sobre el director solo porque es tu tío y, ¿hacerte llamar inocente? Bah, eso murió en ti hace mucho —Sonreí cínica, dando un paso hacia ella, en el que ella retrocedió—. Y no es todo... no, claro que no.
—¿Quién demonios eres tú? —Negué con incredulidad—. ¿Cómo sabes todo esto?
Su voz subía áspera y chillona, no le gustaba nada. Y está, es mejor así.
—Sé muchas más cosas de ti que de cualquier otro estudiante —susurré con frialdad.
Y así dejándola con los ojos bien abiertos, me di la vuelta y salí del aula dedicándole una gélida y sobria mirada. Hace mucho que deseaba decirle todo eso, se había convertido en una bruja y lo de hoy fue la gota que desbordó mi paciencia.
—¡¿Quién es esa?! —Escuché a unos pasos las reacciones retardadas de Chris.
—No-no tengo idea —Respondió Paula—. Nunca la había visto.
—Yo tampoco —Gruñó Cris de la impotencia—. ¿Y tú Fel? ¿La viste?
—No... Jamás...
Admito, quedé un poco sorprendida, pensé que les contaría.
—¿Eh...?
Detuve mi paso al escuchar el ruido que hace las bolsas plásticas. Miré en varias direcciones buscando el responsable, y lo que hallé me intrigó. Un joven alto y bronceado, de musculatura visible en los brazo, con un traje de una pieza azul grisáceo amarrado a la altura del pantalón y una franelilla blanca; el asistente del conserje, sacando una bolsa de basura de la cafetería.
—Llevaré esto al vertedero —avisó él.
—Está bien, yo seguiré recogiendo aquí —accedió agradecida Maritza, asomándose.
Henri asintió y caminó a un par de puertas más allá de la cafetería que llevaban directo a la parte trasera, al vertedero de basura. Un par de minutos después regresó y cerró la puerta con llave, girándose hacia mí al sentirse observado.
—¿Aún aquí? —pregunté, acercándome a él.
—Me dieron trabajo extra —resopló, relajando una sonrisa—. ¿Qué hay de ti?
—Cosas mías...
Alzó una ceja. Iba a asentir, pero terminé callado, apretando mi estómago que volvió a rugir.
—Creo que alguien tiene hambre.
—¿En serio? No me di cuenta.
Sonrió, burlándose de mi sarcasmo.
—¿No has comido?
—Si... —Recordé la bolsa de granola—. Pero mira la hora, se hacen antojos.
—Pero no de esos en que el estomago parece león, Lop —Rió y giré mis ojos—. Es broma, no te enfades.
—No, tranquilo —Vi hacia la cafetería—. Así que... ¿Andas con Maritza?
—¿Qué, celosa?
—Ya quisieras.
—Mm sí, no es secreto que me...
—No cambies el tema, Hen —Lo reñí y el alzó los brazos rindiéndose. Volví a ver hacia la cafetería—. ¿Entonces? ¿Qué pasó?
—Supongo que sabes que ocurrió en el almuerzo de hoy.
—Estoy enterada muy bien después de que un puré de papa casi me diera en la cara.
Negó divertido.
—Bueno... —Se puso serio de nuevo, viendo desde la entreabierta puerta a la morena—. Christina ganó la batalla y el director sentenció de poner a que Maritza limpiara el desastre, sola.
—Me lo imaginé, luego de escuchar los chillidos de Chris en clases alagándose por salir victoriosa del desastre.
—Ujum...
Sonreí con algo de lastima. Maritza estaba trabajando mientras que la del dúo Z seguro ya iba a su casa, bebiendo limonada.
—Me da pena... No es justo que ella haga esto sola mientras la otra se va a la piscina de su familia —Hen me leyó el pensamiento—. Por eso me quedé a ayudarla.
—La vida no es justa, pero no nos obliga a no intentar ser justos.
Henri asintió dándome la razón y volteó a verme con una sonrisa, quedándose así por un largo rato.
—¿Qué? —pregunté inocentemente.
—No, nada... —Se ruborizó y alzó la vista, regresándola a mí a los segundos. Crucé mis brazos, dándole una mirada explicita para que hablara—. Es que... Lop, no... ¿Te gustaría ir a comer conmigo hoy donde JJ?
Henri era de esos pocos hombres simpáticos, que buscaban unas sonrisas amables y sinceras, en vez de pezones y vaginas mojadas. Algo tímido al hablar con chicas, reservado, cariñoso, tranquilos y fácil de entender. Y, sobre todo, alguien muy difícil de decir un «no» cuando te mira tan dulcemente.
Sonreí negando con la cabeza para asustarlo un poco y él se avergonzó, al punto bajar la cabeza y rascarse por debajo de la barbilla.
—Bue...
—Así que te llamas Lop.
Como ninja en sombras, Félix salió de la nada provocando un sobresalto a Henri y a mí. Rodé los ojos y lo miré con una sonrisa forzada al haber interrumpido el momento.
—Felicidades, descubriste América —No le di importancia a sus reclamos y demás preguntas y tomé a Henri del brazo para ingresar a la cafetería.
Dejé en un lado limpio mi mochila y me recogí el cabello, tomé un par de guantes, una bolsa y fui a recoger parte de la comida tirada.
—Lop, ¿qué haces?
—Ayudar, ¿no ves, Hen?
El asistente parpadeó, sin creer lo que dije y me observó recoger los desperdicios y meterlos en la bolsa. Resoplé.
—¿Te quedaras ahí parado? —Le pregunté y espabiló, negando rápidamente, poniéndose a hacer lo mismo que yo en el lado oeste de la sala.
Podía sentir la mirada de Maritza en mí y alcé la mía hacia ella, encontrándola frente a mí analizándome. Resoplé por segunda vez. No ayudaban a mi buena voluntad.
—Sí, fui yo quien te ayudó con la maqueta. Ahora deprisa, justiciera del almuerzo, mientras más rápido mejor.
Respondí la pregunta que se hacía desde que me vio temprano y volví a lo que hacía. Ella me miró un poco sorprendida de que de cierta forma leí su mente, y al rato volvió a su trabajo con media sonrisa en su rostro hacia mí, la cual le devolví.
Más tarde, ya habíamos recogido y todo estaba en bolsas de basura. Los tres chocamos palmas repitiéndolas con Félix cuando volvió con las cubetas de agua, cloro, desinfectante y limpiador de pisos de Mr. Músculos. Resulta que a los cinco minutos que empecé a ayudar, el rubio se le antojo imitarme y darnos una mano.
—¿Esto será suficiente? —cuestionó Félix y los tres asentimos con una sonrisa traviesa.
Maritza conectó su teléfono a las mini cornetas de Hen, volcamos el agua y el jabón en el piso, y con los cepillos empezamos a deslizarnos descalzos y limpiar los restos que quedaban. No mentiré, fue divertido usar la cafetería como pista de patinaje, al estilo rock-stars y, lo mejor, terminamos con mucho estilo.
—Wou, ya es tarde —presumió Maritza cuando ya estábamos afuera y Henri cerraba el portón del establecimiento.
—Nos tardamos más de lo pensado —murmuré y por no sé-qué-vez en el día, mi estómago gruñó.
—Si... Bueno te dejo con Henri, Lop. Vamos Mat —comentó de la nada Félix, dándose la vuelta para irse.
—Sí —Aceptó la morena y me miró—. Muchas gracias, Lop, por la maqueta y por hoy, igual a ti, Henri, muy amables.
—No fue nada —Le sonreí ligeramente.
—¡Igual, gracias y adiós! —Se dio vuelta para irse con Félix.
—Bueee... —Balbuceó Hen y reí.
—Vamos con JJ.
Hice un ademán con la mano que el entendió y caminó a mi lado, disimulando una sonrisa triunfante al morderse el labio superior. Entonces escuché que me llamaron, extrañada volteé y al hacerlo me cayó una barra de cereal y fresas en mis manos. Pestañeé incrédula y vi hacia Félix que se despidió con un saludo militar y, ahora sí, se fue con Maritza.
Inconscientemente solté una sonrisa.
Que chico más extraño.
_______________
¡Holiwis, my loffes!
Yo no sé, amo este capítulo XD
Siempre quise una guerra de comida en mis historias, no podía faltar y con esta encontré una oportunidad
Muchas peliculas XD
En fiiiiiin
LLEVO TRES DÍAS INTENTANDO SUBIR ESTE CAPÍTULO
Ya pensaba que no podría, pero hoy el internet está más simpático :'3
Así que pues, ahí vamos
¿Qué les pareció? XD
¿Les gustó Henri? Yo amo a ese hombre
¿Y que tal Mat?
¿Y Chris?
Uy, se la llevó feo con Lop xd pero bueno, se pondrá peor
Manita arriba si ustedes tampoco pueden con el hambre XD
La otra manita arriba por el trasero de Félix 7w7r
No sé que pensaba cuando escribí el cap, pero mientras lo editaba me reí bastante XD
Pero buenoooooo
En el próximo cap habrá mucha tensión y suspenso 7w7
Ya que estamos :'3
¿Saben que día es hoy?
Por las que estamos y por las que no pueden, no una celebración sino una conmemoración
Saludo, guerreras
Tenía algo más que mostrar, pero ya lo dejaré para el sábado
Sí, el sábado
El viernes no puedo
Es mi cumpleaños :'3
Así que, ahí nos vemoooos
ATT: Keni
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