Cap. 25: Camp houses

—¿Estás segura de esto, Lop?

—No pretendas echarte atrás ahora, Henri, ya conseguimos el permiso y estamos a media hora del vuelo.

—Sí, pero...

—Tarde —concluí, acomodándome en mi asiento. Miré a JJ de piloto—. Es aquí —avisé y desbroché mi cinturón en el mismo instante que la camioneta se estacionó.

No me pregunten cómo pasó, simplemente ocurrió. Luego de que Rulos llegara con el dúo dinámico, con la gran propuesta de viajar con ellos a la final de las nacionales, Henri y yo quedamos tan anonadados que no nos percatamos del momento en que Mat empezó a usar sus tácticas de persuasión, y manipuló nuestras respuestas hasta que diéramos el sí y nos dejaran con los boletos en la mano y el compromiso sobre nuestros hombros.

El resto es historia: Llegamos, les hablamos a nuestros padres, les explicamos lo sucedido, y como iría con Henri no hubo ningún problema. Lo demás fue armar el equipaje y dejar a Indiana en casa de los Blake hasta mi regreso; no pensaba dejarla sola en casa y sin nadie que la cuidara por esa semana, no podía descuidar a la única familia que me quedaba.

Con todos los preparativos listos, el lunes por la mañana arrancamos muy temprano; no obstante, antes de irnos al aeropuerto, pedí hacer una breve parada en Exótica.

Correcto, solo quedaba un pequeño —enorme—, problema que resolver: Mi nuevo trabajo.

Con todo el asunto del viaje casi olvidé a la señora Cavalet, de cuando le hablé de mi situación y le pedí que me dejara trabajar en su tienda. No había comenzado y ya se podía apreciar mi gran responsabilidad.

¿Lo más gracioso? Iba a hablar justo ahora con ella para decirle que no podría asistir esa semana por el viaje. Increíble, bastante; estoy segura que llegaría, le diría lo que pasó y ella respondería muy tranquila con un: «No hay problema».

Graaandioso, en serio.

Mi cabeza empezó a picar en cuanto me acerqué y noté a una persona sacar unas llaves. Al ver que las adentraba en la cerradura de la floristería, apresuré mi paso y coloqué una mano sobre el hombro del muchacho. Abai, el sobrino de la dueña, se retrajo asustado ante el contacto y volteó rápidamente.

—Tú eres... —Repasó mi rostro—. Tú eres una de los estudiantes que vino hasta el viernes por la semana de la caridad de Houston, ¿no?

—Sí, me llamo Penelope —Me enderecé y pasé una mano por mi cabello, esperando que no estuviera tan desordenado como acostumbraba—. ¿Está la señora Cavalet? Hablé con ella el viernes de un asunto, le pedí trabajo. Eh... —Alzo una carpeta con unos papeles que tenía en manos y se los muestro—. Mire, aquí tengo la autorización, documentos y...

—Ah, ya entiendo, eres tú —Exhaló un poco cortante, tomándolos sin prisas para verlos—. Parece que no te avisó al final. Siempre dejándome a los nuevos a mí, que molesto...

Su actitud me descolocó y desanimó en segundos.

—Disculpa, creo que no estoy entendiendo.

Fastidiado, pero divertido, dejó de ver mis documentos y sonrió a medias, fijando sus ojos mieles en mí. No sé ni que cara puse, estaba demasiado nerviosa e inquieta por lo que me fuera a decir, ya que de algo estaba segura solo con verle: no parecía ser del tipo de personas que se andaba con rodeos ni toleraba las tonterías.

—Naturalmente —Arrugué la frente sin comprender mientras él terminaba de darle vuelta a la cerradura y abría la puerta, dejándonos pasar a la tienda—. Escucha con atención, mi tía no está la ciudad.

—¿Cómo?

—Un socio la llamó el domingo temprano, el viejo retomará sus votos matrimoniales y quiere que ella se encargue de la decoración y las flores —Dio vuelta al mostrador y dejó su mochila, mi carpeta y demás pertenencias sobre unas gavetas detrás de él—. No vuelve hasta el sábado, posiblemente el domingo. Sin mal no recuerdo, el negocio es en Argentina, por lo que seguro descansará ese fin de semana por allá.

—Oh, también hace encargos internacionales.

—Por supuesto, tenemos cedes en toda Latinoamérica y un par en Europa, próximamente en Asia —explicó muy orgulloso de formar parte del asunto.

Eso me daba la última pieza que me faltaba para entender porque una simple floristería había aceptado participar a estudiantes de preparatoria, en una actividad de cuyos fondos irían a la caridad en plena temporada baja.

—Eso es increíble —Acepté un tanto entusiasmada.

—Ajá. El caso es que como esta tienda aún no tiene un gerente capacitado, la jefa me la ha encargado hasta su regreso. Y cómo yo me encuentro en pasantías me dijo que te diera esta semana libre y comenzaras el próximo lunes, para que no te estorbaran mis ridículamente duros horarios, porque posiblemente cierre antes de la hora y esté regresando en la noche —Hizo una mueca de cansancio—. No quieres eso.

—Entiendo —Me compadezco un poco, mirándolo bien parece bastante agotado—. Agradezco el gesto, pero el punto es que estoy dentro.

—Así es —confirmó con media sonrisa y sacó de su mochila algo doblado—. Es tu camisa, guantes y delantal; al llegar aquí debes cambiarte y hacer lo que ya se te instruyó en la semana de caridad —Me observó un poco, curioso—. ¿Podrás?

—Cuente conmigo —dije segura y tomé mi nuevo uniforme.

—Genial, te veo el lunes —dijo e hizo una señal de despedida, dándome permiso de retirarme de la tienda.

—Igual, ¡y gracias!

Una vez estando afuera doy una gran bocanada de aire y analizo el momento. A veces si tengo mucha suerte, muy pocas y se sentía extraño; no tuve ni que explicar nada, solo llegué y se ajustaron las cosas. Que miedo.

Traté de no darle vueltas al asunto y empiezo a caminar de regreso a la camioneta. En ella, encontré en primer plano la expresión de preocupación de Henri, esperándome con la cabeza apoyada del marco de la ventana.

Sonreí de lado y negué; entendía sus razones, pero también pensaba que debería dejar de preocuparse tanto por mí, me sobreprotegía mucho y eso me generaba inseguridad en lo que hacía. Es decir, nunca se lo dije, pero él era como mi modelo a seguir; desde que lo conocí siempre quise ser más como él: alguien trabajador y comprometido. A pesar de sus deficiencias en el estudio, él no se daba cuenta de las increíbles cosas de las que era capaz de hacer.

Cuidaba de la casa y su hermano menor, se encargaba de las labores doméstica, trabajaba medio tiempo como conserje para ayudar a su viejo abuelo; en la noche ayudaba en los puestos de comida rápida de su padre, y los fines de semana se lanzaba en la pastelería de su madre. Estudiaba para ser ingeniero y, aunque le cuesta trabajo, trataba de sobrellevarlo lo mejor que podía; hasta ese momento no había reprobado.

Sí, Henri era alguien de admirar. Por ello, si él se ponía nervioso de mis decisiones, debía pelearle para que entendiera que yo también podía, más ahora que mi madre me necesitaba.

—¿Y bien? —preguntó cuando llegué frente a su ventana.

Me encogí de hombros y abrí la puerta para entrar a la camioneta y dejar sobre su regazo mi uniforme. Me vio sin entender.

—Ya te explico. JJ al aeropuerto, por favor, vamos tarde.

—No me lo tienes que decir dos veces, hija, en marcha.

. . .

Múltiples pares de ojos recorrieron el lugar, acostumbrándose a la bonita vista mientras yo me dirigía de un lugar a otro con dos del servicio de limpieza, Tomas, Claus y el entrenador; revisando que todo estuviera en su lugar. Una vez que terminé, regresé con mi grupo, quienes no perdieron tiempo y dejaron sus maletas en la entrada para descansar de la carga.

—¿Qué le parece, entrenador?

—Tu abuela es muy generosa, es excelente el lugar. ¿Seguro que no habrá problemas?

—No hay alquiler preestablecido hasta el siguiente mes, no tiene ningún inconveniente. Las habitaciones ya están listas para todos, hay comida suficiente, más lo que trajimos todos, y el personal regresará para cuando nosotros volvamos a Santa Mónica para limpiar lo que quede tirado; del resto nos ocupamos nosotros.

—Fue un gran gesto de tu parte, Félix —dijo Tomás, pasando un brazo por mis hombros.

—Aún me sentía mal por no acompañarlos en la final de las estatales. Algo debía hacer.

—Imbécil, ya te dijimos que no importaba. No había nada que hacer —Me recordó Claus, dirigiéndonos con los demás.

—Vale...

—¡Escúchenme todos! —Me interrumpió el entrenador, tomando la hoja con el orden y número de las habitaciones. Todos se enderezaron de golpe y nos miraron—. Todo el equipo se quedará en la planta principal, síganme para ir dejándolos en sus habitaciones y, a continuación, iremos a la cancha trasera para la práctica, ¡¿entendieron?!

—¡Sí, entrenador! —gritaron de regreso y tomaron sus pertenencias para seguir al entrenador, dejándome solo con un puñado de lo que había de gente en la entrada.

Pude ver entre ellos a Lop y sonreí; no sabía cuánto me alegraba que al final viniera con nosotros. Luego de ella, estaba Mat, Ana y, observando cada movimiento que hacía como diciéndome «cuidado», estaba Henri, de brazos cruzados y el mentón elevado, esperado a que continuara.

Tragué en seco, su presencia me intimidaba un poco. Era como ver la versión más joven de mi padre, solo que en este caso él no me miraba expectativo de mi vida, sino para vigilar que no me acercara demasiado a su novia. Notaba que era muy celoso con ella.

—Bu-bueno —Mis palabras se trabaron, empecé a mover mi mano en el aire para que me siguieran—. Chicas, vengan.

—¿Chicas? —dijeron todas, dubitativas, haciendo referencia del otro chico que nos acompañaba. Henri alzó una ceja desdeñoso.

—Perdón, Henri, olvidé agregar que tú te quedas aquí con nosotros.

—¿Qué? —preguntó como quien quiere asegurarse de que escuchó bien.

—Sí, ya lo hablé con el equipo y están de acuerdo —Sonreí algo emocionado—. ¿No es genial?

—¿También haré sus rutinas de entrenamiento?

—¡No! —Me carcajeé ante su ocurrencia—. Solo si tú quieres puedes unirte, del resto eres mi invitado, igual que ellas —Señalé con la barbilla a las demás y él, tras meditarlo asintió un poco más convencido.

Volví a hacer la seña para que me siguieran; salimos de la planta principal al patio con la piscina y caminamos cerca del borde hasta el otro lado, donde dos casas, con la misma estructura de la principal, pero más pequeñas, estaban listas para ser abiertas y usadas. O al menos una de ellas, ya que en la otra estaba lo que yo llamaba el tiradero.

—¿Nos quedaremos aquí? —Saltó a dudar Mat, mirándome de reojo mientras los demás hacían un rápido repaso a la planta.

—Así es, ustedes, señoritas, tendrán el honor —Remarqué orgulloso, sacando mis llaves—, de quedarse en lo que mi hermana, los menores de la familia y yo llamamos: Camp Houses —Abrí la puerta y las dejé explorar, pasando después de Henri, que decidió seguirnos.

—Wou —dijo Ana, quitándose sus habituales lentes.

—¡Pido la latera de arriba! —Se apresura a reclamar Mat, subiendo su mochila a la cama de arriba.

Inmediatamente Ana le siguió y dejó sus cosas en la cama debajo de ella. Lop, con una sonrisa pequeña adornando su rostro, se queda en la otra lateral de arriba, dejando dos camas libres: la de abajo de ella y la individual de al lado de la ventana.

—¿También te gusta las alturas? —Le preguntó Mat, ya montada en su cama.

—A mí me dan miedo —manifestó Ana, quitando un pie de Mat que puso sin querer cerca de su cara.

—No, solo no me gustaría pegar la cabeza de la cama de arriba, pero no me gusta dormir cerca de ventanas —dijo tranquilamente, recostándose del pilar de la latera.

—¡Las cuevas mandan! —dijo Ana en su defensa y Mat rió.

—¡Equipo alturas! —contraatacó y acercó su puño para que Lop, rodando los ojos con diversión, lo chocara y sonriera.

"Creo que se llevarán bien". Pensé viéndolas con una sonrisa, acercándome a la mesa de dormir de la cama individual para dejarles su copia de las llaves.

—Aquí tienen, cierren de noche y cuando salgamos de la villa, pueden hacer toda la bulla que quieran, pero no olviden que nos espera una semana ocupada.

—Como usted diga, jefe —bromeó Mat y le hice una señal de advertencia con los ojos.

—Las dejo estar, pueden usar la piscina cuando quieran, estaré con el equipo, si necesitan algo no olviden avisarme. Ah —choqué mi puño con mi palma—. El almuerzo es a las doce, pueden empezar sin nosotros si nos quedamos mucho.

—Ya entendimos, Félix —dijo Lop, sacándose la chaqueta y poniéndola sobre su cama.

Tuve que pestañar un par de veces para sacar esa imagen de mi cabeza.

—¿Vienes, Henri? —pregunté al único invitado masculino y él, mirando de soslayo a Lop, negó.

—Me quedaré un rato, ¿importa?

—Ninguno, diviértete —Me despedí desde la puerta y salí de regreso a la planta principal.

Poco a poco, pasaron las horas y cayó la puesta de sol, junto con nuestro primer día en la capital. Como los partidos no empezaban hasta el día siguiente, nos tomamos el día para prepararnos y luego relajarnos en la piscina el resto de la tarde, nadando y divirtiéndonos hasta la hora de la cena.

El comedor de la antigua villa de mis abuelos nunca tuvo tanta gente y bullicio como esa noche. Entre las discusiones de Claus y Tomas, los gruñidos de Francisco, la revuelta de los gemelos, las burlas de Mat hacia Claus y las risas de todos; pasamos la comida y luego cada uno, al silbato del entrenador, se encaminó a su habitación.

—Nada mal para ser el primer día, creo que podremos mantener la casa en pie después de todo —comenté al entrenador, recibiendo una risa de su parte.

—En efecto, Félix, no fue mala idea venir —dijo secando el último plato y poniéndolo en la alacena junto con el resto—. Pero será mejor que vayamos a descansar también; mañana es el gran día y los quiero a todos al 201% de sus capacidades.

—Como diga entrenador, seco el mesón y regreso a mi habitación —dije tomando el paño de cocina.

—¿Y las chicas?

—Ya se fueron a la cabaña —informé secando el mesón.

—Que nadie se quede despierto tan tarde, quiero al equipo a las cinco para una carrera matutina. El que no esté o se quede de último, lavará los platos el resto del día —ordenó alejándose entre risas y yo asentí de la misma manera, terminando de limpiar.

"Será mejor que me esfuerce mañana en la carrera sino quiero ser el que limpie los platos de nuevo"; pensé, pasándome la manga de mi camisa sobre la frente para limpiarme el sudor. Dejé el paño de lado y di vuelta al mesón para salir de la cocina a la sala principal, con la intención de cerrar el ventanal que recordaba había quedado abierto; sin embargo, justo cuando voy a cerrar, me doy cuenta de dos sombras sentadas, una al lado de la del otro, en la escalera que iba a la piscina.

Con la curiosidad dominándome, me acerqué con cuidado y descifré el rostro de ambos: Henri y Lop. Estaban algo lejos, pero podía distinguir que entraban a un tema tenso, ya que discutían.

—Eres un celoso, Henri, debes dejarlo —dijo Lop, con su tranquilidad habitual, tomando la mano de Henri para quitarla de su rostro.

—Lo sé, ¿y?

—Estás molesto ahora —Podía aportar que había rodado los ojos.

—Tú me das razones: te estás riendo de mí y aún no me respondes.

—Es que no tiene importancia.

—¿Ah sí? Yo creo todo lo contrario, porque si fuera así ya hubieras respondido. Tú no sueles dar rodeos.

"Eso es cierto, siempre es muy directa". Lo apoyé en mi cabeza, asomándome un poco para verlos mejor. Lop lo miraba sin titubear, mientras que él fruncía el ceño ante la negativa de ella.

—Ya déjalo, Hen.

—No, Lop, dímelo, ¿por quién viniste? ¿Por Félix o por su hermana? —Tragué en seco al escuchar mi nombre y traté de agudizar mi audición para asegurarme de no haberme equivocado.

—Eso ya lo sabes: vine por ambos...

—Quisiera creer eso...

El tono de voz de Henri fue bajando de repente. Me extrañé y traté de mirar un poco más allá, sorprendiéndome ante la escena: Lop sostenía el cuello de la camisa Henri, sin intenciones de acercarlo a ella, sino de que la mirara con atención; Henri cayó en la trampa y terminó por aflojar sus defensas y tranquilizarse.

Volví a tragar saliva, el repentino jalón de Lop me puso nervioso a mí también. Ella podía ser muy audaz y temeraria cuando quería; por un momento creí que lo iba a besar, pero no, hizo algo mucho más poderoso: A veces solo se necesita una mirada para cerrar la boca y escuchar el alma.

—Por favor, Henri... Detente... —Lop susurró preocupada—. Esto no hace ningún bien a ninguno...

Creo que dijo algo más, pero no alcancé a oír, ya que, antes de darme cuenta, Lop lo soltó y se levantó de la escalera con la intención de irse a su cabaña; no obstante, en el momento menos esperado, Henri la imitó y fue tras ella, tomándola del hombro para que volteara.

Como intuía lo que vendría a continuación decidí darme vuelta yo también y dejarlos solos, pero algo en mi hizo que volviera a asomarme y ver como esta vez sí, se besaron.

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¡Holiwis, mis distantes!

(shora) estoy de regreso

Los que me siguen en instagram sabrán que han sido semanas duras para mí

Universidad, finales, drama, humor negro y tragedia

Pasan que cosas, ahorita estoy enferma incluso

Ya mejorcita, eso sí

Pero bueno, vamos a lo nuestro

Vaya vaya, que cosas

¿Lop con trabajo y suerte?

¿Viaje prometedor?

¿BESO?

Manita arriba si está potente el asunto

Otra, porque regresamos en una interesante parte

Y otra por ustedes, que los extrañaba

En el próximo capítulo sabremos de la historia de Henri bb

Y tal vez resolvamos algunas dudas

Ustedes no lo saben, pero amo esta parte de la historia

Ya estamos casi que a la mitad, ujuuuuuum

Pero bueno, no se pierdan, que en un rato subo otro capítulo

Les debo un maratón

LOS QUIERO MUCHOOOOO

Att: Keni




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