Cap. 11: Llamadas

Castigado.

Hasta nuevo aviso.

Y la herida tardaría más en sanar.

Grandioso.

Papá podía plantarnos quince cenas si quería, pero me ocurría algo que podía afectar mi futuro en el basquetbol y se convertía en el primero en reclamarme.

¡¿En que estabas pensando?! ¿Jugar con el hombro lastimado? ¿Estás loco? Tuve que pedirle disculpas al entrenador, ¿por qué no dijiste nada? ¿Y tú tía sabía? ¿Por qué no nos avisó?

Eso fue solo la cuarta parte de sus preguntas, mal puse mi trasero en el auto de mi tía y recibí su video llamada. Mi hermana estaba al lado y, aunque no podía verme realmente, no me quitaba sus ojos de encima.

En el volante Calista hacia una mueca mientras escuchaba los gritos de su hermano continuar; sin embargo, nada, absolutamente nada, me sintió peor que ver luego a mamá en la sala. Volteó bien me vio pasar la puerta, caminó rápido y se detuvo a medio metro, mirando la venda extendida hasta la mitad de mi brazo, debajo de la camisa de manga corta que la enfermera rescató del vestidor.

—A tu habitación, por la mañana hablamos —murmuró, dándome un apretón de manos.

Y así me dejó ir.

Incluso si estaba en extremo cansado, me costó mucho conciliar el sueño. Di demasiadas vueltas, el hombro me lastimaba, así que no podía dormir del lado derecho. Debió entrar la media noche cuando finalmente me dormí.

Al día siguiente, luego de asearme, mamá y tía Calista ya me esperaban en la cocina.

—¿Por qué? —Quiso saber mamá, pero las palabras se atoraron en mi garganta.

—Félix —Mi tía susurró y levanté la mirada—. Está bien, cariño.

Miré a mamá otra vez. Tomé aire y asentí, empezando a contar lo que pasó un par de noches atrás. Traté de omitir la razón verdadera para no tener que mentirle después, resumiendo que me metí para detener una broma pesada de la que me había enterado, y entonces aparecieron los ladrones.

Por supuesto, no funcionó.

Y claro, tuve que contar la verdad esta vez.

—¿Seguiste a una chica al instituto en mitad de la noche? —Los ojos pudieron salírsele.

—Una amiga... Se me hizo extraño y la sola idea de dejarla sola a esas horas...

—Entiendo, entiendo, pero ¿qué hacía ella ahí?

—No lo sé... —Me salió un suspiro pensativo—. No me dijo...

—¿Son cercanos? —Me sorprendió un poco.

—Eh, no exactamente —Negué, intentando no parecer tan abochornado como me sentía—. No es algo de conocer, no nos llevamos mal, sí, pero lo hubiera hecho por cualquiera...

Mamá y tía se vieron de reojo, interpretando una conversación visual por al menos dos minutos. Finalmente, mamá asintió y me miró.

—Vale, me encargaré de tu padre —Sentí que por fin podía respirar y pude antever que sonrió con diversión—. Pero no por lo que crees —Señaló mi hombro—. No quiero saber nada de ninguna actividad hasta que te hayas recuperado por completo; es decir: nada de basquetbol, entrenamientos, tampoco salidas...

—Mamá... —Traté de protestar, pero la voz se me cortó.

—Y ya envié tu constancia a la enfermería de Houston, así como también el permiso medico a Steve Bolton, tu entrenador. Te dejaré el teléfono para vigilarte, pero no te quiero ver en la sala de juegos, ni en la computadora.

—¿Y dónde haré los trabajos? —Tercié y lo pensó mejor.

—Muy bien, cambiaré la clave del wifi.

—¿No crees que es un poquito exagerado?

Sonrió, desconcertándome.

—No dijiste nada, Félix, y a conciencia de tu herida saliste al partido. Pudiste lesionarte de gravedad de no haber tenido más cuidado. No te castigo porque salvar a esa chica estuviera mal, te castigo porque no te cuidaste luego de hacer de héroe —Negó cerrando y abriendo los ojos—. Mi trabajo como madre es protegerte, así como enseñarte de que las acciones tienen consecuencias y, perdona, pero fue una egoísta idiotez poner tu bienestar físico para no perder un partido cualquiera.

—No era cualquiera... Queremos ir a las estatales.

—Y lo conseguirán —Me dio una de sus amables, pero duras miradas—. Con o sin ti.

Por muy raro que parezca, la idea no me desagradó de todo, pero si me dolió. Vale, me lo merecía. Agaché la cabeza y mamá se acercó a besarme la coronilla, cogió una manzana y salió de la cocina, directo al trabajo. Suspiré derrotado, viendo como mi tía me servía el desayuno con una sonrisa apenada.

—Pudo ser peor —murmuró y asentí, aceptando el tazón con cereales y fruta picada.

—Soy rubio, cogí una sartén y ahora estoy encerrado —Bufé, echando la leche del cartón—. ¿Disney no pensará hacer un live acción de Enredados? Me quedaría brutal el personaje de Rampunzel, solo debo dejarme crecer el cabello.

Yo empecé a comer y mi tía se sumió en la risa. Ladeé una sonrisa, contagiado de su humor.

—Anda, termina.

—¿Para?

—Yo también estoy castigada.

Sin entender un carajo, le seguí la mirada mientras masticaba los cereales. Mi tía pasó acariciándome la barbilla con afecto y tomó sus llaves del mesón, agitándola con diversión en mi dirección.

. . .

Había intentado con todas las posiciones cómodas que conocía en acomodarme sobre la cama, pero seguía sin pegar un ojo a pesar de que el sueño y las ganas no me faltaban.

Suspiré viendo al techo, estaba tan cansada; el cuerpo me pesaba y lo tenía hasta adolorido, la garganta me ardía, lo que no era para menos cuando los gritos sobraron del partido.

Había sido demasiado para un sólo día, ¡sentí de todo! Fastidio, atención, ansiedad, preocupación, emoción, satisfacción, ¿qué me faltó? Un desmayo, no creía soportar tanto sin razón al parecer.

Fue... Como un impulso.

No soy alguien de hacer sin pensar y ese sábado hice exactamente eso. Luego de que el partido terminara me tuve que escabullir para no enredarme más en aquel problema, pero la voz de Maritza me alcanzó y sus manos me atraparon antes de que escapara; quería que la acompañara a contarle todo a Felixiano, aprovechando que seguía en la enfermería.

Vaya error más garrafal, las dos —Maritza y Ana—, de no ser por Henri casi tumban la puerta, todo para darle la noticia de los resultados del partido. Naturalmente ganaron gracias a ella, todos del equipo estaban emocionados y tardaron un buen rato en relatarle los detalles a su querido compañero; cuyo, por suerte, no se percató de mi presencia en la sala de espera detrás de los elefantes, observándolo, verificando que estuviese bien y luego marchándome en silencio a casa.

. . .

No llegué tan rápido como me hubiese gustado, en la parada me encontré con uno de los jugadores del partido y dos de sus compañeros discutiendo; inmediatamente reconocí a Trébol, Daemon y Tristán, tres de los ratones de GWLA.

El último de estos estaba siendo molestado por los otros, acusándolo de casi arruinarlo todo con su falta hacia Félix. Empezaron a insultarlo y lo terminaron empujando a la banca de la parada, escapando en el bus que se asomó. Tristán se dejó caer, rendido y humillado. Se veía tan lamentable y estaba tan destruido, que no se inmutó sin quiera cuando descubrió que yo estaba ahí, observándolo, y se limitó a bajar la cabeza.

Entendiendo el mensaje me acerqué y tomé asiento al otro extremo de la banca, admirando la autopista nocturna y escuchando sus gemidos de dolor en silencio por los siguientes diez minutos. Pude haberle gritado y decirle millones de cosas, lo que hizo estaba destinado a pasarle a Félix, pero no dejaba de molestarme, ¿cómo se atrevió a golpearlo así? Menudo imbécil.

Sin embargo, él lloraba, lamentándolo...

No pude más y llamé su atención, prestándole una servilleta de la que no tomó objeción y la aceptó pasándosela por la cara, secando sus lágrimas.

—¿Valió la pena? —susurré en su dirección.

—No... —respondió cortadamente, tenía la voz quebrada—. No lo valió...

Asentí, un poco conforme.

—No sabía que fueras de Houston... —Intentó cambiar de tema y yo reí secamente.

—¿Te sorprende que no dejara mi dirección?

—No... Pero tú... —Miré de reojo—. Volverás a GWLA... algún día ¿Cierto...?

El silencio dijo mucho, ambos entendimos la respuesta y desviamos la mirada al otro bus que se estacionó. Me levanté.

—Penélope...

—Buenas noches...

—¡Espera! —Sujetó mi brazo—. Las cosas han cambiado, ya Ren... Ya se fue, puedes regresar...

—Te equivocas, Tristán... —Despendí en un tono bajo.

—¿Cómo podría ser...? ¿No se habían separado...?

Apreté mis manos formando puños de tensión. Tristán se contrajo, me soltó y dejó que caminara hasta el bus, clavando su mirada en mi nuca, esperando alguna respuesta, pero no podía dársela. Tenía prohibido siquiera mencionar su nombre.

Y sobre todo recordarlo...

. . .

—¿Lop? ¿Estás, hija?

La voz de mi madre me hizo volver a la realidad. El olor a desinfectante y los gritos de unos niños me devolvieron a la realidad. Rápidamente observé mi entorno y me ubiqué en el supermercado, con un paquete de arroz en mi izquierda y atendiendo una llamada de Indiana con la derecha.

Liberé aire que tuve retenido y asentí en respuesta a la pregunta, aunque no pudiese verme.

—Sí, ¿qué pasó?

—Te pregunté si querías un sándwich para cenar —repitió extraña.

—Ah... Si... está bien —Puse el arroz en la cesta.

—¿Te sientes bien? Te oigo decaída.

—Solo estoy cansada, no dormí anoche —confesé liberando un bostezo.

—¿Tuviste pesadillas de nuevo?

—Sí... —Ni me molesté en negar.

—Me hubieras llamado...

—No me gusta molestarte de noche... Y ya estoy algo mayor para eso... —Reí por lo bajo, ladeando una minúscula sonrisa.

—Nunca se es muy mayor para recibir el consuelo de una madre, te hubieras quedado más tranquila y hoy no estarías con sueño.

—Ma...

—Ya...entiendo. Está bien... —Se echó hacia atrás, suspirando.

—No eso, ¿quieres tortilla para desayunar mañana? —Desvié el tema tomando un cartón de huevos. Hice una mueca viendo el precio.

—¡No estaría mal! ¡Ah y no olvides las papas!

—Recuerda, estamos cortas de dinero... —murmuré con pesar.

Seguí con las compras, paseando entre los estantes y tomando lo necesario; hasta que llegué a la sección de frutas y vegetales, donde me detuve por las papas que me pidió mi mamá y seguí me camino hasta las cajas para pagar.

Entonces sonó mi celular anunciando otra llamada.

Alcé una ceja, el número no estaba registrado y hasta donde llegaba mi razón nunca le di mi número a nadie. "Debe ser un error", cancelé la llamada y seguí caminando. Volvieron a marcar, era el mismo número. "No es a mi quien buscan", colgué de nuevo, pero de igual manera a los segundos regresaron la llamada. "¿Entonces?", miré el número por última vez, debía ser un error, pero para que insistieran tanto era algo muy sospechoso. Dudé no entendiendo, imaginándome quien pudiese ser, y antes de que colgaran, presioné el icono verde y atendí la llamada.

—¿Diga?

—¡Al fin! ¡¿Eres tú, Lop?!

"No puede ser", pensé entornando las cejas al centro.

—Qué... Félix, ¿cómo rayos conseguiste mi número?

—Antes de que digas algo, quiero aclarar que lo hice con buenas intenciones y no te estaré molestando a futuros. Lo prometo.

Intenté no sonreír y negué.

—Responde.

—Estoy castigado hasta nuevo aviso.

—Justicia.

—Vaya, gracias —Rió y yo rodé los ojos, pensando en que no tenía remedio.

—Como sea —Suspiró arrastrando su diversión—. No puedo salir de casa y necesitaba hablarte, así me las arreglé con Mat para que convenciera a Henri de darle tu número; lo consiguió, me lo pasó y aquí estoy, hablando contigo.

—¿Todo eso para...? —No terminaba de unir los hilos.

—Agradecerte... por lo del partido.

Entreabrí la boca. Se había enterado.

—¿De qué hablas? —Me hice la desentendida.

"¿Las narices chismosas no pudieron olvidarme?". Elevé los ojos al techo.

—¿El partido? ¿Mat? ¿Reemplazo? Abogaste por mi mejor amiga para que jugara en mi lugar y no perdiéramos la competencia —Chasqueé la lengua, pensando que decir—. ¿Me lo negaras? Te-te vi incluso en la enfermería.

"Me vio...". Se me escapó una sonrisa. El chico era más perceptivo de lo que creía.

—¿Y? —Busqué ganar tiempo.

—Pues... Gracias, en serio...

—No fue nada...

Por un momento no contestó más; creí que la llamada se había cortado, pero al revisar seguía en línea. Sentí su respiración exhalar con suavidad.

—¿Felixiano?

Tocaron a mi hombro y volteé sobresaltada.

—Buenos días, señorita, ¿tarjeta o efectivo?

—Ah, perdón, tarjeta.

La cajera asintió y empezó a pedir mis datos de afiliación, se los di y continué la llamada mientras pasaban mis productos a la bolsa reciclable que les di.

—Félix, ¿hola? Debo irme...

—Oye... —Su tono pensativo me extrañó—. ¿Estás haciendo mercado?

—Sí, ¿por?

—Mira detrás.

Quedé desconcertada y despegué un poco el celular de mi oreja, lo pensé un poco y miré sobre mi hombro, abriendo los ojos de par en par al descubrir a Félix con una blanca sonrisa saludándole desde la otra caja.

—Estas son demasiadas casualidades...

_____________

ARG SOY UN DESASTRE! ya perdí las costumbres de las notas y ahora público, se me olvida, recuerdo, edito y publico de nuevo. No puedo conmigo :'v

pero bueno

¡Holiwis, mis distantes!

Algo corto, pero más esencial de lo que parece 7w7 ya verán mas adelante porqué

No se, pero me emocioné y quise publicar antes ♥ valoren mi esfuerzo que no es fácil estar en semanas finales de clases y tratar de medio actualizar XD

INTERCAMBIO DE NUMEROOOOOOOOOOOOS

¿QUE PASARÁ?

¿Y Félix?

¿LOP QUE TRAE CON TRISTAN?

¿Quién es Ren?

Yo sé, pero no diré 7w7 

En la próxima parte veremos un poco del sabor del pasado uwur

Ahí nos vemos

Los dejo, tengo perro calientes que hacer XD

CHAU CHAU

ATT: Keni ♥


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