Pincelada #3
Algunas personas opinan que el silencio permite interiorizar mejor los temas que rodeen a un individuo. Podría ser cierto porque Sakamoto Mashiro lo pone en práctica todo el tiempo. Incluso desde que gateaba, pues observaba con sigilo a los hombres de su familia mientras luchaban entre sí.
Mashiro proviene de Japón, específicamente de una familia militar, pero que seguía bajo el patriarcado. Es decir, en su casa los hombres debían estar en el campo de batalla y las mujeres debían quedarse sentadas en casa en espera de sus maridos. Eso no era del agrado de la pequeña silenciosa.
Su padre acostumbraba a entrenar fuera de casa y rodeado de sus amigos. Antes de irse, los sirvientes le colgaban una carreta al caballo donde iba montado, pues normalmente el viaje duraba varios días. Mashiro aprovechaba ese momento para esconderse dentro de la carreta.
Cuando llegaba al centro de entrenamiento, el olor a hierro oxidado era tan fuerte que la pequeña audaz se pellizcaba la nariz. El asombro se notaba en sus ojos abiertos como platos al ver la multitud de hombres. En su mente, los calificaba como caballeros, pues portaban grandes trajes de acero. En una ocasión cargo el de su padre. Era tan pesado que lo dejo caer en el suelo dando como resultado un gran estruendo, pero eso no le impidió probárselo. Con ese uniforme jugo toda su niñez y realizaba las mismas actividades que los guerreros en el campo.
Cuando Mashiro paso a convertirse en una adolescente, se había convertido en una mujer fuerte y ágil, lo que contrastaba con su físico. Sin conocerla, podrías creer que tan delicada como una flor, pero lo cierto era que al tocarla sacaba su kaiken para defenderse.
Todavía seguía viajando con su padre a escondidas, pero en su última oportunidad de ser así ocurrió una emboscada. Los guerreros del bando contrario atacaron sorpresivamente. Algunos cabalgaban hacia los hombres y les cortaban la garganta. Otros se defendían con sus lanzas, por suerte no muchos de ellos quedaron con vida, pero el campo del padre de Mashiro ya estaba bastante débil.
Había sangre por todo el piso. El olor a hierro estaba intensificado y comenzó a verse el fuego. El campo en el que Mashiro había aprendido tanto estaba siendo destruido. Eso le molestaba y claro, no se iba a quedar con los brazos cruzados.
La noche de ese día, Mashiro mantuvo los ojos en el jefe del equipo contrario. Para su suerte, el hombre no era lo que parecía. Su traje lo hacía verse grande, pero su estatura era menor que la de ella. Al estar sobre el caballo, no se notaba y, sobre todo, siendo tan habilidoso con el kaiken mucho menos.
Mashiro en una hora trato de idealizar un plan, pero tenía demasiados cabos sueltos. Ella sola no podría hacerlo. Necesitaba que alguien distrajera a los guardias. Su única ayuda eran los hombres restantes del equipo del señor Sakamoto.
Su padre no podría créeselo. Su propia hija estaba en medio de una situación tan arriesgada. Por nada del mundo quiso aceptar su plan, pero uno de los sujetos malheridos aconsejo que lo hiciera.
—Sakamoto, tengo una hija también. Ella me ha contado lo buena que es tu hija con el kaiken, la naginata y el yari —El viejo Sakamoto negó, por instinto—. La he visto con mis propios ojos. Ella vale por todos nosotros juntos. Es una posible bushi que podría convertirse en samurái, cosa que ninguno de nosotros pudimos lograr.
—No puedo creerlo. Tú, mi mano derecha, me has ocultado esto.
—Yo se lo pedí —interrumpió Mashiro. Luego, se arrodillo frente a su padre—. Quiero pedir tu disculpa, pero no la necesito ahora. Mas importante para mí en este momento es salvar el campo y salvarlos a ustedes. Por favor, ayúdeme con mi plan —Sakamoto era demasiado terco y por ningún motivo accedió. Sin embargo, si uso el plan de su hija, lo que no la incluyo. La dejo encerrada con los hombres malheridos para mantenerla segura.
Joseon era un nuevo comienzo para Mashiro. La casa del pintor era un buen lugar y más porque Kim TaHyung le permitiría a ella protegerlo, pero a cambio debía ser su musa.
Durante la bienvenida, no quiso acercarse a ninguna de las chicas. No le encontraba la necesidad. Solo quería cumplir con su labor.
En su habitación tenía todo organizado. Y no me refiero a la ropa y los muebles, sino a sus armas. Detrás de la puerta, tenía colocadas a la naginata y el yari, sus armas favoritas. Para casos de emergencia, dentro de su hanbok oculto su kaiken. Todo estaba listo, solo faltaba que sus servicios fueran necesarios.
Su puerta fue tocada, con una voz tímida invito a entrar al pintor. Ella le brindo una reverencia y lo invito a sentarse. Quiso mostrar su gratitud sirviéndole una taza de té, pero se le fue rechazada.
—He venido porque necesito desde ya tus ojos —mojo sus labios, pensativo—. Mi hermano está intentando deshacerse de mí.
—Pintor Kim, ¿quién es su hermano? —El coreano de Mashiro no era muy bueno, pero se las arreglaba para poder comunicarse. Mas adelante no iba a ser un problema porque se le enseñaría el idioma, pensó.
—Es el rey —suspiro —. Es bastante complicado, lo sé, por eso te pido tu total discreción. Nadie puede saber que soy el príncipe heredero. Te necesito ¿podrás?
—Usted no pertenece a mi país, pero me acogió en su casa cuando me plantee huir de la mía. Es mi deber servirle ahora y siempre. En caso de no hacerlo, prometo desaparecer.
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