35

Elina:

El carruaje con el que llego la reina de Arcaría nos traslada a mi y a ella al palacio, los nervios atacan mi estomago y siento nauseas, llevando la mano a mi estomago.

—¿Estas bien?—Pregunta ella al notarlo.

Aparto mi mano.—Si, solo estoy nerviosa.

—Trata de que no se te note.—Me pide.—Debes mantenerte fuerte cuando estés frente al príncipe.

—¿Cómo lo hizo usted?—Pregunto confundida.—Aguantar ver como lastimaban al hombre que amaba.

—Que amo.—Me corrige y sonríe.—Supongo que fue su mirada la que me hizo soportar.—Respira profundo.—No se puede negociar con Caelan esperando que no pondrá condiciones, hice todo lo que estuvo  en mis manos para librarlo de la muerte, deseaba que Emmet saliera de Lavinia sin un rasguño, pero al ser de ese reino, el príncipe lo utilizo para mandar sobre una vida que no era ni suya, pero que según el le pertenece como todo hombre que vive en su reino.

El corazón me duele.

—Princesa, el duque no es de Lavinia y tenemos una oportunidad en cuanto el siga aqui.—Asegura.—Sin embargo seamos cautelosas, el no se dejara manipular dos veces y menos si te ve llegar conmigo.

Trago saliva.

—¿Funcionara?—Le repito.—¿De verdad cree que funcionara?

—Lo hara, Elina.





Egan:

—Tarde para reaccionar ¿No lo crees?—Le digo a Sonia de Damaria, mientras las criadas se ocupan de mis heridas.

Estoy sentado sobre la cama pestilente de la celda, mientras dos mujeres hacen sus intentos de curarme, una delante mío y la otra se ocupa de mi espalda.

Una de las criadas se ve preocupada porque ya no quedan hiervas en el recipiente que trajo, solo alcanzaron a limpiar las heridas y a ponerme un tónico fabricado por Charity de Alejandría, cubrieron mi torso y espalda con las plantas que alcanzaron, pero sigue quedando espacio por cubrir.

—¿Qué sucede? ¿Ya terminaron?

—No, mi reina.

La segunda contesta.—Son las ultimas hiervas que llegaron de Althea, si queremos que las heridas sanen se necesitan más y a un doctor, solo hicimos que dejara de sangrar, pero necesitan examinarlo.

—No hay tiempo para eso, retírense.

Se marchan al igual que la criada que atiende a mi siervo, nos quedamos con ella y cuando pienso que va a cerrarla, dice:

—Largo.

Arqueo una ceja, siento la mirada de mi siervo sobre mi.

—¿Ver sangre apiado tu alma o como?—Suelto.

Ella no responde.

—¿O ya me aceptaste como parte de tu familia?—Bromeo.

Ella suspira.—Aun con esas heridas tienes tiempo de bromear, no estoy jugando.

—Ni yo, quiero una explicación.—Exijo.

—Aun no la quiero contigo.—Contesta y la observo tragar.—Pero despues de lo que vi, no quiero a Damaria bajo la sombra de otro dictador como Linnet.

—Lavinia siempre ha querido el poder, si no pudiste verlo...

—Ya vete.—Me interrumpe.—Antes de que lleguen...

—¿Irse a donde?

El príncipe aparece de nuevo con sus juguetes y sus hombres, afuera ha empezado a amanecer y ni me he percatado.

Sonia de Damaria palidece y lo peor es que no hay ninguna guardia escoltándola.

—Mi reina, me parece que usted iba a dejar escapar a mi prisionero.—Se le acerca y ella retrocede.

Me pongo de pie y mis manos van directo a mis costillas con el dolor punzante.

—Esto sigue siendo Damaria y yo soy su reina.—Le responde ella.—Tenga cuidado, príncipe.

—Tengo cuidado usted a quien le da su lealtad.—Menciona el.—Ya elegí a Damaria como el reino que se unirá al mío, no va a quitarme eso ¿No es asi?

—¿Duda de mi?

—Lo hago.

—¿Qué falta de respeto es esa?

—La que me da seguridad porque ya no confió en nadie, cuando ya dos reinas me han manipulado y una princesa me ha deshonrado.—Le responde.—No seré la burla de nadie más.

Los ojos de Sonia muestran miedo y cuando voy a acercarme, escucho unos pasos venir corriendo de las escaleras, casi enseguida un guardia se presenta.

—¡Príncipe!

Caelan de Lavinia se irrita.

—Habla rapido, estoy en medio de algo.

—La reina...—Pronuncia ocupando la atención de todos.—La reina de Arcaría esta aqui.

Tan rapido como el príncipe escucha el informe, la expresión se le cambia y los puños los cierra  apretando.

—Vaya, pero que sorpresa.

—Y también la princesa están aqui.—Capto las palabras.

—¿Qué mierda dijiste?—Suelto.

El guarda traga nervioso.—Elina de Damaria esta en el palacio.





Elina:

—Hace unos dias mientras tomaba el te con la reina Diana, le dije algo en lo que terminamos de acuerdo.—Me dice la reina de Arcaría mientras esperamos en el salón.—Que es absurdo que nosotras como reinas no podamos mostrar emociones.—Hace una pausa.—Respiramos como todos, tenemos un corazón y ... también sentimos dolor .. ¿Por qué mostrar eso te hace débil? —Suspira.—Pero no es que te haga débil.

—Reina Alexandra...

—Es verte segura cuando te plantes frente a tus enemigos y en situaciones como estas.—Continua.—Momentos como el de ahora en el que necesitas verte fuerte para que quienes te sigan no retrocedan. Un monarca es la cara de su pueblo, representan quienes son... asi que princesa no aparte la mirada, Caelan de Lavinia no es nadie aqui, usted si lo es.

Trago saliva y asiento, la puerta se abre seguido y veo al príncipe ingresar antes que mamá mientras la guardia de el esta al lado de ella.

Frunzo el ceño.

—Alexandra de Arcaría... —Pronuncia el príncipe.—Y la princesa de Damaria... ¿A que se debe que mis dos ex prometidas estén juntas?

—Majestad para ti.—Contesta Alexandra de Arcaría.—Soy la reina de Arcaría ahora, no me llames por mi nombre si no te lo he autorizado.

El príncipe se le acerca y nos rodea.

—Presumida ¿Piensas que tienes más poder que yo? 

—¿Preguntas lo obvio? No se porque hay estas libertades en un reino que no es el tuyo.—La reina hace una reverencia hacia mamá.—Yo vengo a ver a su majestad. Mi reina...

Mamá se acerca nerviosa y pone los ojos en mi.

—Elina...

—Es la reina Alexandra quien desea hablar contigo, yo no.—Los ojos de mamá lagrimean cuando me oyen, pero no causa ninguna sensación más que recuerdos dolorosos.

Mamá se vuelve hacia Alexandra.

—¿Qué es lo que sucede?

—Sus dos prisioneros, libérelos.

El príncipe Caelan se ríe.—¿Qué es esto? ¿Pretenden hacer lo mismo que Diana y crees que te lo permitiré?

La reina Alexandra no aparta los ojos de mamá, ella me mira y niega decepcionándome otra vez.

—Ya los he entregado a Lavinia, yo no puedo..

—Los prisioneros no han salido de Damaria.—Le interrumpe la reina.—Sigue siendo su orden la que se hara realidad.

—¡Alexandra, hija de...—Le grita el príncipe, quien se vuelve hacia mamá.—No lo hara, ya me los entrego.

—Silencio, la reina es quien debe hablar.

Mamá nos observa nerviosas y de nuevo al príncipe, quien niega y le da una mirada amenazadora, ignoro que ha pasado durante estas horas, pero ella parece dudar.

Sin embargo.

—No puedo hacerlo, no puedo solo entregárselos y ya.

—No lo haga.—Dice la reina Alexandra.—Estoy al tanto de sus leyes tan diferentes a las del príncipe aqui presente.

Trago saliva.

—Y creo que al seguir en Damaria es justo para los prisioneros tener un juicio.

—¡¿Cómo?!—El príncipe se exalta, pero la reina de Arcaría continua.

—Pero ya que eso tardaría mucho, tengo la propuesta de algo justo para ambas partes.—Dice confundiendo a mamá. —Y de paso será una oportunidad para que el príncipe Caelan recupere ese honor que tanto le aqueja haber perdido ¿No es asi?

Los ojos de mamá se abren mucho y el príncipe se encuentra intrigado, justo como la reina anticipo mientras veníamos hacia aca.

—Un duelo.—Prosigue la reina y la habitación se queda en silencio.—Un duelo entre el duque de Damaria y el príncipe Caelan.

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