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*Elina de Damaria en multimedia*

Egan:

Elina de Damaria.

Cuando pienso en la princesa son los vestidos de colores y floreados los que primero ocupan mi mente.

Atuendos largos y dignos de usar para la candidata en ocupar el trono de Damaria, me atrevo a afirmar no recordar haberla visto con colores oscuros amoldando su figura de princesa y comprendo su juego, o mejor dicho el juego de la reina, su madre.

Un juego sucio y hábil debo admitir, aunque no basta verla lucir los colores de Damaria para convencerme que merece ocupar más ese trono que yo, si bien pudo ganarse de alguna manera el afecto del pueblo usando esta psicología de vestidos, no son ellos quienes deciden.

—¡Hey, duque!

Parpadeo al escuchar a Jakell al otro extremo, el hijo de puta esta ebrio sentado sobre un mueble rojo mientras la meretriz restriega su cuerpo desnudo contra el suyo.

—¿No eres un duque?—Se burla mi amigo.—¿Por qué estas en mi burdel y no durmiendo en tu palacio, futuro rey?

—Un duque, me gustan los duques.—Murmuran las meretrices desnudas, mi amigo bebe de su copa y yo llevo la mía también, una de ellas deja de hacerle el oral a un pueblerino para poner los ojos sobre mi.

Me sonríe y vuelve a mamar la verga.

—Espero, rey... que hagas crecer mi negocio cuando subas a ese trono.

—¿Lo necesitas?

—Un negociante busca más.

Sonrio observando el salón, las orgias han empezado, izquierda o derecha, donde sea que mire encuentras vaginas y penes, orales o coitos, de todos los tipos, sexo para resumir y el enorme sillón rojo que ocupamos se haya justo en medio y con la mejor vista de todas, a unos metros hay unas escalera que te lleva a la oficina y aunque es más intimo, en esta clase de noches donde hombres y mujeres toman el control en orgias desenfrenadas, Jekell prefiere exhibir sus aventuras al publico.

No soy ajeno a esto, soy un participe más que disfrutan las manos que tengo al lado tocándome.

El burdel o casa de sexo, aqui no hay decencia y  la mayoría de noches cuando estoy en Damaria las paso aqui, claro que Jakell es dueño de este local y aprovecha el alcohol para recordármelo.

—Mi lord promete no olvidarme cuando suba al trono.—Murmura la meretriz junto a mi, desnuda igual  que las demás.—Le prometo cumplirle con mi compañía cuando sea coronado, si me acepta, yo...

Mueve su mano sobre mi verga y se detiene cuando Jakell empieza a reír, lo ve confusa y me dirijo claro hacia ella.

—¿Qué te hace creer que voy a necesitarte?

Su mano frena y se queda estática mientras la risa de Jakell sube.

—Por dios, no seas tan patética que no eres la única puta aqui.—Mi amigo señala hacia uno de los hombres atrás.—Ve y mámale la verga a uno de esos.

Ella se levanta furiosa y pasa al lado de Jakell, el mismo que le abofetea la nalga, la meretriz a su lado ríe junto con el.

—Amigo, tienes que dejar de ilusionar a estas mujeres. ¡Quiero más trago!

Se lo traen y me sirven a mi también.

—Da igual y ya vence a esa perra, Egan.

Reacciono antes de darme cuenta, pero ya he volcado la mesa de centro que nos separaba y donde apoyaba los pies hace unos segundos, los tragos se han volcado y el liquido se ha esparcido por la alfombra.

—¿Qué carajos acabas de decir?

La gente calla alrededor y las miradas se posan en ambos,  observo a Jakell tragar.

—Lo siento, aveces olvido que es tu prima.—Se disculpa con una reverencia patética.—No volveré a insultar a la princesa Elina.

Me pongo de pie y salgo del burdel.



(***)


—¡Su majestad!

Ned, mi siervo, un tipo subido de peso y que lo pusieron irritantemente a seguirme las 24 horas.

El viene en mi dirección.

—Duque...—Respira agitado al parar y lleva un papel en la mano, lo ignoro y saco un porro.

—Me preguntaba en cuanto tiempo tardarías en hallarme.

—Damaria tiene muchos burdeles, pero intuí que estaba aqui... pero no viene a buscarlo por eso.

—¿Entonces porque?

Me enseña el papel.

—La reina, ella lo invita al palacio.

¿Y ahora que trama esa mujer?




Elina:

—¿Qué fue lo que dijiste, madre?—No es verdad, apenas y me cabe la idea... no puede.

—Invite al duque a que viviera en el palacio.

Y si lo hizo.

Respira, Elina, respira.

—¿Por qué?

—Es mejor tener al enemigo cerca, viendo lo que planea.

—Madre.

—Ya lo he decidido, Elina.—Mantiene su palabra.—A final de primavera, se elegirá al próximo monarca y tu fecha limite para casarte habrá llegado a su fin, necesito mantenerlo cerca ¿Lo entiendes, hija mía?

Nos interrumpen los guardias.

—El duque ha llegado.


(***)



—Duque, nos complace tenerlo aqui.—Dice mamá.—Sera un honor que ocupe una de las habitaciones del palacio.

—Estoy complacido, aunque confundido también.—Egan me mira, al lado suyo se encuentra su siervo.

—No tiene porque, estamos a pocas semanas de que se declare al próximo monarca, creo que aunque es una competencia, debemos mantener la tranquilidad y la paz dentro del palacio.

—¿Invitarme lo demuestra? Se escucha segura, reina. —Vuelve a mirarme.—¿Sera que mi prima ya consiguió un esposo?

¿Prima? Usa el termino para fastidiarme y felizmente no estamos nada emparentado, ni compartimos sangre.

Puajj.

Y volviendo a su pregunta, no y no se que pretende mamá.

—Prefiero no tocar ese tema hoy, pero en pocas semanas lo sabrás.

Ya comprendo y por la reacción de Egan, el también, mamá quiere restregarle en la cara su victoria y que sea testigo a primera como se le escapa de las manos el trono.

—Instálese y lo esperamos para cenar.

Mamá se retira y  aprovecho para acercarme a Egan.

—Sepa que no estoy de acuerdo con esto.

Al oírme su siervo se retira, dejándonos solos.

—¿Nos trataremos de usted todo el tiempo ahora que ambos viviremos en palacio?

Respiro profundo y me le acerco.—Escúchame bien, Egan.

—Sera tu entonces.—Sonríe.—Y no te preocupes, aunque acepte esto no me quedare en palacio, ocupare una de las torres.

—Sigue siendo el palacio.

—Al menos te cruzaras menos conmigo ¿Eso es lo que quieres, no?

Mis labios se cierran.

—¿Qué te preocupa? A menos que no haya un príncipe aun.—Lo disfruta, el muy desgraciado lo disfruta.

No le respondo y paso de largo.

—No tienes que representar a Damaria todo el tiempo.—Me suelta.

—Cállate, me gusta vestir asi.

Se ríe y cuando intento irme por segunda vez, me sujeta del brazo.

—Tengo razón, aun no has conseguido un príncipe.

—¿Y  a ti que te importa?—Me quito su agarre.

—Me importa.—Responde y lo miro confusa.

El sonríe.

—Nos vemos en la cena, prima.

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