Día Nueve: Recuerdo Diana

Sentí que me echaban brasas candentes sobre la piel. Un desasosiego enorme se adueñó de mí y un tremendo nudo se me instauró en la garganta y, de repente, recordé lo que había sucedido hacía tres años, cuando Yoon Gi había tomado conciencia de la existencia de Pang Eo y el impacto le había hecho replegarse y dejar a la personalidad alterna campando a sus anchas durante días. En ese entonces su segunda identidad, lejos de pedirme ayuda, se había mostrado encantado ante la idea de llevar la voz principal. Sin embargo, ahora era diferente.

Algo catastrófico estaba ocurriendo y todo apuntaba a que tenía que ver con que Yoon Gi no había podido volver del shock. Esta vez no debía de estar escondido en algún rincón de su mente sino bloqueado, perdido en algún punto de sus recuerdos y con la regresión seguramente activa borrándole años de vida. Y lo peor era que no tenía ni la más remota idea de lo que hacer.

No conocía ningún tratamiento para algo así. No sabía por dónde tirar. Pero tampoco podía venirme abajo. Esta vez no. Quería salvarle. De un modo u otro. Del que fuera.

Por eso, en cuanto el secretario acompañó a Pang Eo fuera de la sala, argumentando no sé cuantas cosas sobre los papeles del traslado de tratamiento y la pulsera de seguimiento, entré en el foro de Psicología en Red del colegio profesional, en donde algunos colegas solían dejar sus dudas, y posteé un mensaje.

"Buenos días".

Los dedos me temblaron al comenzar.

"Estoy atendiendo a un paciente con TID que, debido a una serie de circunstancias, ha entrado en un fuerte estado de schock del que no puedo sacarle. Estoy preocupada porque él ya venía padeciendo una regresión que le había borrado gran parte de los tres últimos años de su vida y necesito urgentemente orientación" continué. "Su identidad alterna ha tomado el control y, por lo que me ha dado a entender, mi paciente está bajo un impacto tan fuerte que está barriendo con todos los recuerdos que le quedan a riesgo de desintegrarse a sí mismo". Una lágrima traicionera se me escapó al poner el punto. "¿Alguien puede recomendarme algo, por favor?"

Por supuesto, no obtuve contestación inmediata y no me quedó otra que esperar. Esperar e intentar mantenerme serena. Por eso, aunque lo único que me apetecía era abandonarme en una silla y quedarme pegada a la pantalla, accedí al ofrecimiento de Jimin, que había entrado a buscarme y se mostraba más que entusiasmado ante mi liberación, y terminé en el Centro Comercial, rodeada de boutiques de ropa y de escaparates atestados de gente, jugueteando entre los probadores.

Si algo no me caractizaba era ser una entusiasta de la moda. No iba vestida de cualquier modo pero no le terminaba de pillarle el gusto al hecho de pasarme horas metida en una tienda mirando si tal o cual cinturón cuadraban con tal vestido o si la blusa quedaba mejor abierta o cerrada o por dentro o por fuera del pantalón. Sin embargo, mi acompañante, entre las cosas que él mismo se probaba y las bromas que, para mi sorpresa, no paraba de hacer, logró hacerme pasar un buen rato que remató invitándome a comer en un restaurante especializado en pollo que encontramos al paso.

—Me alegra que estés mejor —observó, ya más serio, mientras me veía apurar con ganas los últimos pedazos de carne—. Saliste del interrogatorio muy desanimada. ¿Te preocupa que el juez te haya encargado el caso?

—Para nada. —Me limpié las manos con la servilleta—. Ahora que entiendo el perfil del autor estoy segura de poder resolverlo.

—Espero que eso no perjudique tu salud mental, noona.

—No te preocupes. —Desbloqueé el móvil—. Voy a estar mejor a partir de ahora.

Consulté el foro. Por fin tenía varias respuestas.

"Ingrésale". Fue la primera recomendación, la de de un tal Doctor Y. "Si le inyectan una vía de sedación, el aletargamiento le sacará del estado de ansiedad y frenará la regresión".

"No digas estupideces". le respondió alguien llamando Alex- Min. "¿Te sacaste el título en una tómbola o algo parecido? Dormir es un suceso inconsciente y los mecanismos de defensa también lo son así que la sedación no lo parará" Leí. "Hay que despertarle a la realidad y para eso yo recomiendo tirar de recuerdos gratificantes".

No, eso ya lo había intentado. No había servido.

"Lo mejor sería llevarle a un escenario que le ayude a debloquearse". Opinó un tercero. "Algún lugar que le estimule".

Uf, no creía poder encontrar ninguno. Su vida había estado tan llena de dificultades que dudaba de que algún espacio le evocara más cosas buenas que malas.

"Yo traté hace tiempo una regresión". La última contestación logró activarme y hacerme buscar entre las líneas. "Hice todo lo que se me ocurrió y lo único que funcionó fue la terapia narrativa, aunque no en el sentido de contarle escenas sino en el de facilitarle detalles que pudiera asociar con recuerdos diana para que los reconstruyera él mismo".

Recuerdos diana. Se refería a colocarle estímulos relacionados con un evento que hubiera sido importante y positivo.

"Fue complicado" seguí leyendo. "Y me temo que en tu caso lo será aún más ya que estando en shock no podrá escucharte. De todas formas, si tiene TID, la defensa quizás te pueda conectar a él".

Podía ser. Nada perdía con intentarlo.

—Entiendo que te sientas más segura sabiendo que mi hermano va a quedarse en Seúl. —La conclusión de Jimin me hizo dejar a un lado mi posible plan de terapia y levantar los ojos de la pantalla—. Yo también estoy feliz de que se le haya dado la oportunidad de volver a empezar pero... —Sus pupilas castañas se impregnaron en duda—. Dijiste que te distanciarías de él.

—Es verdad —reconocí—. Eso dije.

—¿Y no lo vas a hacer?

—Pues... —Me costó horrores responder; por nada del mundo quería lastimarle pero tampoco podía mentirle—. No, creo que no puedo.

Un incómodo silencio se instauró en la mesa. Jimin desvió la vista al plato y se puso a marear las hojas de verdura y yo me serví un vaso de refresco, que me bebí casi de un trago y sin respirar.

—Soy consciente de lo que significa que te diga esto. —Hilé las ideas como pude—. Tengo muy presente lo que ocurrió entre nosotros en la habitación y lo que...

—Está bien, noona —me cortó—. No te disculpes.

—Pero...

—Cuando me confesé y te pedí que te lo pensaras solo lo hice para no sentirme mal tan rápido —volvió a interrumpirme, con las pupilas pegadas al mantel—. Tenía claro que le elegirías a él así que no importa.

—No, sí que importa. —Mi comentario le hizo agachar aún más la cabeza; rayos, ya volvía a ser el mismo de siempre—. Te estoy lastimando.

—No, no lo haces —replicó—. Para mí está bien que sigamos como siempre hemos estado.

Me quedé en suspenso, sin saber muy bien qué responder. No estaba segura de que eso pudiera ocurrir.

—Pero Noona...

Antes de que me terminara de decidir a abrir la boca, soltó los palillos y una mirada pensativa y mucho más serena de lo que me habría esperado, buscó la mía.

—¿Cómo es posible que una persona contagie un trastorno a otra?

¿Eh? Me tomó varios segundos procesar el cambio de guión.

—¿Qué es exactamente lo que tenía Tae Hyung? —continuó—. ¿Delirio compartido?

Asentí, medio aturdida. Acababa de zanjar el tema.

—¿Y en qué consiste?

—Bueno, no es algo muy habitual —contesté—. Para que ocurra deben darse varios factores.

El Folie à Deux o, como se le conocía en el DSM, el Trastorno Psicótico Compartido, era una entidad poco común en la que una persona con un delirio de base conmúmnete apodada "caso primario" conseguía instaurar sus ideas en otra hasta el punto de hacerlas creer propias aunque, por supuesto, no cualquiera era susceptible de caer en ello. Se requería un cierto vínculo o, en su defecto, que el "caso inducido" fuera alguien psicológicamente vulnerable.

—¿Te refieres a que tenga otro trastorno mental?

—No necesariamente. Me refiero más bien a características como la baja autoestima, sentimientos de rechazo o la necesidad de agradar a otros, por ejemplo.

—¿Pero cómo pueden no darse cuenta? —Jimin se rascó la nuca, con las mejillas enrojecidas por la vergüenza de verse incapaz de entenderlo—. Si alguien tratara de convencerme a cerca de sacarle el corazón al cuerpo de alguien para hacer un ritual de purificación y casarme con el muerto, lo vería anormal.

—No cuando la desesperación te come la mente.

Desesperación. Esa era la clave. Estar "tocado" de antemano, autodestruido en lo más profundo del propio ser y, sin embargo, desear ser amado a toda costa. Esa circunstancia era la que nuestro individuo delirante utilizaba para encontrar víctimas y armar su espectacular puesta en escena.

—La angustia te hace aferrarte a quien dice tener la clave para hacerte feliz y, sin darte cuenta, te vas metiendo en su idea hasta que la compartes —finalicé—. Solo se vuelve a la normalidad cuando se rompe la comunicación con el sujeto. Es entonces cuando uno empieza a ser poco a poco consciente de sus actos.

—Por eso Tae Hyung se suicidó. —Dejó caer los codos en la mesa, alucinado—. Es... —Buscó la palabra adecuada—. Es impactante.

Despues de eso, estuvimos un tiempo intercambiando opiniones hasta que, entre unas cosas y otras, terminamos hablando de Jung Kook y una punzada de preocupación se me instauró el estómago.

Desconocía lo que le había pasado y me angustiaba que pudiera haber salido corriendo y anduviera por ahí, brotado y sin asistencia, de modo que, en vez de regresar al juzgado, decidí darme un paseo por la planta, con todas las esperanzas puestas en encontrarle allí.

—Jeon... —El auxiliar Swan echó el chicle a un lado y rebuscó, con una parsimonia increíble en el listado de pacientes. —El caso es que creo que sí... Le he visto... O no... No sé... —Pasó a la siguiente columna—. ¿En dónde? Ah... —Cambió de lista—. ¿En aislamiento?

Puse los ojos en blanco. Desde luego, no entendía cómo se las arreglaba para hacer su trabajo si no sabía ni dónde estaban sus pacientes.

—¿Lo busco yo? —me impacienté.

—¡Oh, mira, mira! ¡Aquí está!—Me agitó el papel en la cara, triunfante—. ¡Habitación dieciocho! ¡Dieciocho!

Respiré aliviada. Menos mal.

—Está en aislamiento y con sedación. —Su aire de entendido me resultó casi tan ridículo como que me tendiera la llave como si yo fuera una noble de Joseon—. Puedes entrar pero tienes que ir sola.

Ver a Jimin retroceder en busca de algún lugar en donde sentarse a esperar, sin objetar nada, me hizo sentir fatal. Se había tirado así todo el día y, después de nuestra incómoda conversación, quedarse al margen le remataría el ánimo.

—¿Por qué tengo que entrar sola? —me quejé—. ¿Dónde está escrita esa norma?

El auxiliar me miró como si estuviera viendo un fantasma.

—El otro día hicimos una sesión aquí y nadie protestó cuando se quedó solo con la expansividad de Jung Kook. —Me recargué en el mostrador—. ¿Qué ocurre? ¿Cambian de opinión según el tiempo que haga?

Mi interlocutor echó la silla hacia atrás y amplió el espacio con respecto a mí.

—No es que... —Titubeó—. Es lo que dijo y... Yo... —Tragó saliva—. Me intimida y...

—¿Quién? ¿Dark Ho?

No me respondió y tampoco quise seguir insistiendo. Ardía en deseos de soltarle algún comentario mordaz y de saltarme su ridícula indicación pero, como quería llevar la fiesta en paz con mi disociación, opté por comedirme, respirar profundo y perderme en silencio por el pasillo de las habitaciones, tratando de no mirar demasiado a los lados.

Cruzar el corredor donde Yoon Gi me había hecho saber que me echaría de menos, donde yo había dado el paso que nos vincularía al quitarle las correas de contención y donde Pang Eo me había salvado de morir asfixiada, seguía sin ser materia sencilla, y más si conllevaba pasar por la puerta doce que, por cierto, seguía abierta y vacía.

La habitación doce.

Me detuve ante la placa de latón. Ese lugar me seguía generando un sin fin de emociones difíciles de contener. ¿Podría Yoon Gi sentir lo mismo? Asomé la cabeza y contemplé la estancia, limpia y con esa paz propia de la soledad.

Allí nos habíamos conocido. Allí él se había convertido en mi anclaje y yo en el suyo.

¿Valdría como recuerdo diana?

—Hay que ver lo que has tardado.

Me giré a la derecha, lo justo para ver los ojos de Pang Eo relampaguear pero, antes de que pudiera hacer o decir nada, me encontré inmovilizada por las muñecas y con la espalda contra la pared.

Maldición; ¿pero cómo...? ¿De dónde...?

—Sabes que llevo muy mal esperar, ¿verdad?

Traté de no retorcerme cuando la punta de su nariz rozó la mía. Seguridad. Ante todo, seguridad.

—Solo te devuelvo un poco de la incertidumbre que te gusta regalar —me escuché improvisar—. Yo también llevo muy mal que no resuelvas mis dudas cuando te las pregunto.

—La duda es un mal necesario que hace que al tropezar te levantes con renovada resolución. —Su aliento se me coló por el oído. —Además, resulta que eres tu, amor, la que tiene que mover ficha ahora.

No pude evitar que un estremecimiento me recorriera de arriba a abajo.

—¿Por eso has amenazado al auxiliar Swan? —adiviné—. ¿Para que pasara sola a "mover ficha"?

—El un alivio que tu capacidad lógica se mantenga en aceptables condiciones —observó, burlón—. Con el hermanito inocente haciendo puntos por enamorarte, temía que se te hubiera contagiado su mediocridad.

Me soltó. La sangre comenzó a palpitarme allí donde me había agarrado y un aire fresco y extrañamente incómodo circuló entre nosotros mientras mis ojos oteaban la puerta. Lo suyo era salir y continuar con lo que había ido a hacer pero los zapatos se me habían pegado al suelo y mi voluntad se negaba a marcharse. Después de todo, Jung Kook estaba sedado y mi prioridad era comprobar el estado de Yoon Gi. Aquel parecía el momento perfecto para intentarlo.

—Si has venido hasta aquí, debes tener mucha prisa por ayudar a tu identidad base. —Saqué mi arsenal más exultante—. Si quieres que salve a Yoon Gi, vas a tener que colaborar un poco con la causa y llamarle.

—¡Oh, vamos, nena! —Su cara reflejó una teatral incredulidad—. Optar por el camino fácil es muy deprimente para el cerebro.

—Yo lo llamo optimización del tiempo —rebatí, y añadí—: Conecta con Yoon Gi.

Esta vez me acerqué yo. Sus ojos, profundos, me engulleron al inclinarse sobre mí.

—Se me hace mucho más sugerente que lo hagas tu —murmuró.

No me hizo falta más para entender.

Le así de las mejillas y acerqué los labios a los suyos y, al primer roce, la conciencia se me nubló y el mundo entero desapareció a mi alrededor. Me olvidé de mis responsabilidades, del caso y de todo, incluida la cámara de vigilancia del techo, de mi disociación y de Jimin, y, simple y llanamente, me dejé llevar por él. Devoré su boca con más ansiedad de la deseada y enredé mi lengua con la suya sin intención de parar. Me perdí en la sensación de sus manos, atrayéndome contra él mientras mi espalda chocaba contra la puerta, en su respiración acelerada bailando al ritmo de la mía y en su pulso alocado que anunciaba nuestro deseo dormido, y entonces me reencontré conmigo misma.

Me vi como años atrás. Me vi como nunca creí que volvería a verme. Me vi como realmente quería y, por fin, también fui capaz de verle a él.

—Yoon Gi... —Le llamé—. Yoon Gi... —repetí, sin parar de besarle—. Yoon Gi... Escúchame... Soy yo...

Mei ha activado un posible recuerdo diana.
Es el momento de una nueva sesión.
La terapia narrativa te espera en la próxima actualización.
No te la pierdas.

N/A: Este capítulo ha traído muchos conceptos.

Trastorno Psicótico compartido. Sobre este respeto quería aclarar que, como tipos de delirios hay muchos, no necesariamente tiene que ser un Clerambault, como en la historia. Se puede inducir cualquier tipo. Si tienen alguna duda o pregunta sobre este cuadro, déjenla aquí.

Recuerdos Diana. Se refiere a sucesos centrales en la vida de una persona. Aquellas cosas distintivas que nos han marcado.

Terapia narrativa. Es un tipo de terapia de corte constructivista basada en la idea de que el lenguaje puede modular nuestros pensamientos y afectos. Se puede usar para todo tipo de trastornos. Un ejemplo de este tipo de terapia sería cuando alguien, por ejemplo, nos dice algo tipo "El día ha sido horrible" y el terapeuta le solicita que busque una palabra menos intensa para expresar lo que siente, como podría ser "el día ha sido complicado". También se puede usar para inducir estados o conversaciones y sobre esto precisamente tratará la próxima actualización.

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