Capítulo 7 /// Bandada de cuervos

"En los ojos están todas las verdades que la boca no puede decir"
—Anónimo.

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Los ojos amarillos de Zarpa de Amapola se movían desconcertados en la multitud de gatos que se extendía ante ellas. Era una marea enorme de pelajes, donde la aprendiza atigrada apenas podía distinguir un felino otro.

La redonda y destellante luna blanca parecía estar posada como un pájaro sobre los Cuatro Árboles, junto a una leve brisa fresca que refrescaba el manto de Zarpa de Amapola después de una tarde de calor sofocante. Por alguna extraña razón, Estrella de Zarapito la había elegido junto a Grajilla y Zarpa de Abeja para su primera Asamblea, aunque la atigrada rojiza no estaba tan emocionada como su hermana; quién se había pasado el día entero hablando de lo alegre que se sentía.

Pero Zarpa de Amapola no le encontraba nada emocionante ir a reunirse con gatos de otros clanes, que en cualquier momento se podían convertir en sus rivales en alguna pelea. Y la atigrada jamás habría imaginado que eran tantos. Los nervios de su interior tomaron forma y se representaron como una roca helada en el pecho.

Junto al Clan del Viento, estaba sentada en el borde de la ladera sobre el claro donde se realizaban las Asambleas. Las sombras de los legendarios árboles se proyectaban sobre la masa de gatos que conversaban mientras aguardaban que la gran reunión comenzara.

—Parece que los del Clan del Trueno de volvieron a atrasar —comentó Celaje, mirando el claro con ojos entrecerrados.

—¿Estrella de Cárabo se habrá quedado dormido otra vez? —dijo burlesca Águila Escarchada.

—No seas pesada con Estrella de Cárabo —la regañó Vuelo de Hinojo, como si ella fuera una cachorra desobediente—. Ha sido líder por muchísimas lunas, y merece respeto en sus últimos tiempos.

La guerrera blanca y negro lo miró parpadeando, como si no creyera lo que escuchara.

—¿Perdón? ¿Es Vuelo de Hinojo el que dice eso? ¿El que la otra vez se burló de él diciendo "será mejor que ese viejo tejón se muera pronto, antes de que confunda a los ratones con cachorros"? ¡Incluso lo imitaste haciendo una conversación de mucha relevancia con tu campañol!

El guerrero veterano soltó un gruñido, y procedió a darse unas lamidas avergonzadas en su pecho blanco mientras Águila Escarchada ronroneaba con fuerza.

—¡Vamos, Clan del Viento! —aulló el líder de pelaje gris, lanzándose carrera abajo por la ladera, seguido de todos sus gatos. Zarpa de Amapola llenó sus pulmones con aire, y se unió a los demás para bajar a la Asamblea.

Zarpa de Amapola alzó su cabeza al cielo. Las frondosas ramas oscurecidas de los robles ocultaban los destellos blancos que eran las estrellas, aunque la luz de la luna parecía traspasar las hojas, y llenar todo con un dulce resplandor plateado.

Mientras la atigrada rojiza descendía por la ladera, acompañada por sus compañeros de clan, una pregunta que se había estado haciendo a sí misma desde la mañana regresó a ella. ¿Cómo Estrella de Zarapito relataría la muerte de Ala de Campañol?

No había querido referirse al tema en todo el día, probablemente porque él tampoco se sentía muy seguro de qué contar sin exponerle a los demás clanes lo nerviosos que estaban. Lo más probable es que contara la verdad, y sin darle mucha importancia. Después de un tiempo, el asunto quedaría completamente olvidado, y nadie sabría de aquel asesinato a sangre fría...

Pero, ¿y si no? ¿Y si alguien más moría?

Zarpa de Amapola tenía ganas de contarle a el líder sus sospechas sobre Regen, pero pensaba que este podía tacharla de loca. Después de todo, no tenía ninguna prueba fiable aparte de la imagen que había visto en la noche.

La aprendiza se había dedicado en los últimos tiempos a vigilar a Regen de la manera más cautelosa posible. Cuando no estaba entrenando, solía observar de reojo al proscrito gris azulado, en caso de que encontrara algo en sus acciones para delatarlo. Pero hasta el momento, el felino de ojos claros no daba indicios de ser el asesino.

Una parte de ella le decía que no era el que mató a Ala de Campañol, pero intentaba ignorarla lo más posible. ¿No era demasiado obvio? No llevaba ni una sola luna en el clan, y ya caía la primera víctima. Ella tenía que crear un plan, y por fín revelar quién era Regen en realidad, detrás de ese disfraz de buen y amable felino...

Estaba tan internada en sus pensamientos, que se había olvidado por completo del mundo exterior, y lo único que la regresó a la realidad fue el chillido alarmado de Grajilla.

Zarpa de Amapola parpadeó, y casi soltó un chillido tan alarmado como el de la otra aprendiza negra al verse así misma junto a Grajilla, las dos estaban echadas en el suelo, jadeando. Sin darse cuenta, la atigrada rojiza había chocado contra ella, y las dos habían salido rodando por el suelo como una ancha bola de nieve hasta terminar desaparramadas en el pasto.

La atigrada rojiza se levantó con el corazón acelerado, mientras su amiga empezaba a abrir los ojos tras el impacto. 

Zarpa de Amapola miró a su alrededor. Todos los gatos cerca de ellas las miraban perplejos, dejando las conversaciones a un lado para observarlas. Pero lo más vergonzoso de todo es que no eran solo miembros del Clan del Viento, si no felinos también de los otros tres clanes.

¿¡Qué he hecho!? Se lamentó la aprendiza de ojos amarillos, echando un vistazo a la gata negra. ¡Somos el centro de atención! ¡Grajilla va a odiarme!

—¿Qué es lo que miran, cerebros de ratón? —gruñó Zarpa de Abeja, desafiando a los gatos de los otros clanes que las miraban—. ¿No tienen nada mejor que hacer que mirarlas?

Ellos parpadearon ante la actitud desafiante de la aprendiza, y sin decir una palabra, se limitaron a volver a sus conversaciones. Aliviada, Zarpa de Amapola le agradeció a su hermana con un leve movimiento de cola y dirigió su mirada a Grajilla. La atigrada rojiza sentía el pelaje caliente de vergüenza, pero se forzó a sí misma a hablar con su amiga.

—L-lo lamento m-mucho, Grajilla —tartamudeó nerviosa con un hilo de voz, a la vez que la aprendiza negra se levantaba tambaleante—. E-staba pensando, tú sabes...

Para su sorpresa, Grajilla la miró con una bonita sonrisa, y sus brillantes ojos verdes reflejaron la luz de la luna en una mezcla maravillosa de vívidos colores. Era hermosa.

Repentinamente, Zarpa de Amapola percató en que tenía la boca entreabierta. Rápidamente la cerró, sintiéndose terriblemente tonta y avergonzada. Pero es que Grajilla era tan bonita...

—No tienes por qué disculparte —le ronroneó la aprendiza negra, chocando su nariz con la de Zarpa de Amapola, y haciendo que esta tuviera que reprimir un estremecimiento—. ¡Fue un poco divertido, de hecho!

—¿Eres tú, Grajilla?

Las dos aprendizas se separaron.

La voz chillona provenía de una gata, que a juzgar por su extraña mezcla de olor a pantano y pino pertenecía al Clan de la Sombra. Era tan solo un poco más grande que Grajilla, por lo que Zarpa de Amapola supuso que era una aprendiza a pocas lunas de distancia de ser guerrera. Su espeso pecho era de un blanco nevado, y sobre su nariz también había una mancha de ese color, pero todo el resto de su pelaje era de un gris que se inclinaba mucho al negro en aquella noche. Sus ojos eran de un bonito tono verdoso (aunque Zarpa de Amapola estaba segura que los de Grajilla eran muchísimo más bellos)

—¡Alamilla! —la saludó Grajilla, acercándose a la gata del otro clan, y chocando la nariz con la de ella. Por alguna razón, Zarpa de Amapola quizo que esa tal Alamilla desapareciera y la dejara estar a solas con su amiga, o por lo menos lo más a solas que se podía estar en una Asamblea—. ¿Cómo has estado? ¿Nacieron tus hermanos?

—¡Sí! —aseguró Alamilla—. Los verías... ¡Son muy tiernos! Aunque muy hiperactivos. Cuando mi madre sale al bosque, yo los cuido, y se pelean por quién muerde mejor mi cola —agregó, alzándola, y mostrando que le faltaban unos cuantos mechones de pelo.

Grajilla exhaló un ronroneo, y le lanzó una mirada dulce a Zarpa de Amapola, como invitándola a conversar.

—Ella es Zarpa de Amapola —la presentó frente a Alamilla—. Ésta es su primera Asamblea.

—Mmm... hola —la saludó distante la recién nombrada, observando con detenimiento a Alamilla. No quería socializar mucho con gatos de clanes enemigos, y menos con los del Clan de la Sombra. En todas las historias que ella había escuchado, eran descritos como orgullosos, siniestros, y nunca se habían llevado bien con los del Clan del Viento. La aprendiza gris y blanca parecía romper con esas creencias, pero Zarpa de Amapola aún no confiaba en ella.

—¡Hola! —le respondió con su chillona voz la otra gata, muy contenta.

—Zarpa de Amapola, ¿Quieres acompañarme?

La atigrada rojiza se giró hacia su hermana, parpadeando de confusión. Zarpa de Abeja parecía estar conteniendo alegría, pues aunque aparentaba estar seria, sus ojos brillaban y una pequeña sonrisa amenzaba con liberarse en su rostro.

Preguntándose que quería, Zarpa de Amapola se alejó de las demás con una pequeña despedida, y serpenteó con su hermana entre los muchos gatos que las rodeaban, hasta llegar a una parte donde habían tan solo unos cuantos veteranos aburridos y otros tantos aprendices inquietos. Torció una oreja.

—¿Qué pasa? —inquirió, preocupada por la manera en la que Zarpa de Abeja miraba a todos lados, como buscando un espía.

Dirigió la mirada a ella. Emoción chispeó en su rostro. Pareció dudar antes de acercarse a ella un poco más.

—¿Te gusta Grajilla?

En vez de negarlo o todo, o no responder, Zarpa de Amapola simplemente asintió con la cabeza, un poco avergonzada pero algo feliz. Aquellos hermosos ojos verdes, tan grandes y bellos...

Zarpa de Abeja chilló un poco, y dio un pequeño brinco propio de un cachorro emocionado.

—¡Lo sabía! ¡Lo sabía!

La atigrada rojiza ladeó la cabeza. Era momento de hacer una pregunta que tarde o temprano tendría que soltar, por muy incómoda o extraña que fuera.

—Y... ¿No te molesta que... me gusten las gatas en vez de los gatos? —el nerviosismo hizo que su voz carraspeara, pero de verdad anhelaba conocer la respuesta. 

—¡Claro que no! —dijo para alivio de la atigrada Zarpa de Abeja—. ¿Por qué debería? ¿Acaso es raro? ¡Al contrario, me gusta mucho! Las dos se verían muy tiernas juntas —agregó, divertida.

—¡C-cállate!

—¡La Asamblea está por comenzar! —anunció Lince Negro a unas cuantas colas de distancia de ellas. En la oscuridad, parecía tan solo una sombra, con dos destellos como ojos.

Efectivamente, desde lo alto de la Gran Roca, se alzaron cuatro siluetas recortadas contra el cielo. Zarpa de Amapola quedó impresionada con el tamaño de aquel perdusco, ni siquiera en el Clan del Viento había algo de tal tamaño. Sus bordes mellados relucían, destacando las figuras de los líderes que en ella se alzaban. Era una visión innolvidable, todos los gatos, olvidándose de sus rivalidades para compartir con los otros, como alguna vez habían hecho sus antepasados.

—Creo que esa es Estrella Rayada... —sugirió Zarpa de Abeja, apuntando con la cola una atigrada grisácea, de líneas atigradas tan oscuras que se destacaban a distancia. Sus zarpas de color azabache se mantenían firmes en la superficie de la roca —. La líder del Clan del Río. Los gatos de ese clan son tan raros... ¡Se creen peces!

Un aprendiz de apariencia robusta gruñó no muy lejos de ellas.

—¡Y ustedes conejos!

Zarpa de Abeja lo ignoró, y se quedó mirando atentamente a los líderes, al igual que Zarpa de Amapola.

Entre todos los líderes que se preparaban para empezar, el que se veía más demacrado era un felino de pelaje gris al que le faltaban mechones de pelo a lo largo de la espalda, y cuyo hocico era básicamente blanco, mostrando la edad con la que cargaba. Sus ojos eran opacos, y casi ni estaban abiertos. Era Estrella de Cárabo, sin duda. Zarpa de Amapola se preguntaba cómo había logrado subir cuando Estrella Rayada alzó aún más la cabeza para comenzar la Asamblea.

—Bienvenidos a la Asamblea, en esta bella noche de luna llena —dijo solemne, pero echándole un vistazo molesto a Estrella de Zarapito, quién estaba a su lado acostado en la Gran Roca como si estuviera en su lecho.

—Al menos cuando yo era pequeño los líderes no se echaban a su antojo en la Gran Roca —siseó con un suspiro un veterano atigrado.

—¿Quién desea comenzar? —inquirió la atigrada gris, mirando a los otros líderes con curiosidad.

—Creo que yo —dijo con rapidez Estrella de Zarapito, levantándose de un salto raudo.

—Como desees —le respondió Estrella Rayada, procediendo a pasarse una pata por la oreja mientras aguardaba que el líder del Clan del Viento comenzara a informar.

Por alguna razón, Zarpa de Amapola empezó a sentirse nerviosa. Sin darse cuenta, empezó a enterrar y desenterrar sus garras en la tierra, hasta que estas tomaron un tono polvoroso.

Al trasladar la vista hacia su hermana y Lince Negro, pudo comprobar que estos también no estaban del todo tranquilos.

—En los últimos tienpos, hemos gozado de una cómoda cantidad de presas en nuestro clan —dijo Estrella de Zarapito con total tranquilidad—. No han habido nuevas ceremonias, pero nuestros aprendices entrenan arduamente y todos nos sentimos bastante orgullosos de ellos, sin contar que Luz de Corteza espera cachorros y a Pequeño Chispa no le faltan más de dos lunas para empezar su entrenamiento.

—¿No va a contarlo? —dijo con un poco de desesperación Lince Negro, arrastrando su cola por el suelo—. ¡Debe hacerlo!

La atención de la atigrada rojiza estaba centrada únicamente en su líder. Era como si todos los demás gatos se hubieras esfumado como niebla, y sólo estuviera él.

Estrella de Zarapito abrió un poco más los ojos durante un latido de corazón, como si se hubiese olvidado de mencionar algo.

—También un solitario se ha unido a nosotros. Cuenta con mi total confianza, aunque prefiere conservar su nombre original.

Los murmullos entre los felinos comenzaron al instante. Si Zarpa de Amapola fuera de otro clan, también lo habría hecho.

—¿Y? —gruñó Lince Negro.

El líder de pelaje gris plateado echó una mirada a los otros gatos que lo acompañaban. Suspiró, y bajó la mirada a sus patas.

—Lamento informar que Ala de Campañol ha abandonado el clan. Era una guerrera joven, pero no era lo suficientemente leal para quedarse —dijo, con una nota de molestia—, siempre la recordaremos por su espíritu valiente y alegre.

Zarpa de Amapola quedó con los ojos abiertos como platos. Las palabras del líder resonaron en sus orejas. Abandonado el clan. Era una idea completamente descabellada. ¡Ala de Campañol había sido una guerrera terriblemente leal! ¿Acaso se había vuelto loco?

Zarpa de Abeja pareció quedarse sin aliento, y a la distancia, la atigrada rojiza vio a miembros del Clan del Viento bajando la cabeza para susurrar entre sí. Una reina blanca que parecía del Clan del Río y que estaba cerca de ellos enarcó una ceja con confusión.

—¿¡Está loco!? —gritó Lince Negro, aunque al instante se arrepintió y bajó el tono de voz—. ¿Por qué no dice la verdad y punto? Fue asesinada. ¿Qué tipo de líder es este...?

Estrella de Cárabo negó con la cabeza, como lamentando la pérdida.

—Creo que la recuerdo de hace unas Asambleas. Pobre Cuello de Escorpión... Quiero decir, Ala de Campañol.

Pero la confusión del líder del Clan del Trueno no apaciguó la furia de Lince Negro, que ahora se paseaba de un lado a otro como un río agitado.

—El espíritu de Ala de Campañol no estará feliz. ¿Abandonar el clan? ¡Era una guerrera increíble! ¡Por último lo hubieramos discutido como clan...!

Zarpa de Amapola no pudo hacer más que mirar a Estrella de Zarapito, que en silencio escuchaba a Estrella de Pinaza hablar.

¿Por qué miente?

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