Capítulo 2 /// Silueta de lluvia
"El poder de las palabras puede resultar amargo y a la vez liberador".
—Markuz Zusak.
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Zarpa de Amapola se agazapó detrás de la planta de largas y anchas hojas verdes, tratando de que el conejo, al lado opuesto del arbusto en que se ocultaba, no notara su lustroso pelaje atigrado rojizo.
En la cima de la ladera, la figura oscura de Grajilla parecía ser otra roca del páramo. Estaba quieta como si estuviera hecha de hielo, pero la brisa le raspaba el lomo y la cola. Zarpa de Amapola tragó saliva, tratando de recordar el plan. Ella bajará corriendo, asustará al conejo para que venga hacia mí, y entonces... yo lo mato.
El cielo era de un gris lleno de nubes oscuras, que anunciaban una larga lluvia, a pesar de que estaban en la estación de la hoja verde.
La aprendiza de ojos amarillos tenía buena memoria, pero ahora, que se sentía bajo la fulminante presión de su mentor, que la observaba fijamente dentro de un arbusto lejano, apenas lograba recordar su nombre.
No podía fallar otra vez.
El corazón de la pequeña se aceleró cuando la otra aprendiza hizo una señal con la cola. La atigrada asintió temblorosa.
De un latido de corazón a otro, Grajilla se lanzó ladera abajo. Sus lisos músculos se movían bajo su pelaje, y las largas extremidades que poseía le permitían correr de una manera muy elegante, o al menos así lo veía la atigrada rojiza. Su mirada era fiera, el conejo apenas la vio soltó una especie de chillido y salió disparado en dirección a Zarpa de Amapola.
Un susto de muerte se debió haber llevado al conejo al ver a la otra gata surgir de la nada con las garras desenvainadas, pero el susto que Zarpa de Amapola se llevó al ver que su futura presa pasaba al lado suyo, esquivándola como si nada, fue peor.
La atigrada rojiza soltó un alarido, corriendo tras el conejo, consciente de la furia que debía sentir Reyezuelo en ese momento. ¡Todo está saliendo mal!
Decepcionada de sí misma, Zarpa de Amapola perdió las ganas de correr, y antes que se diera cuenta, un rabo de color grisáceo desaparecía en una madriguera.
—¿Qué fue eso, en el nombre del Clan Estelar? —bufó Reyezuelo, saltando frente a ella con el lomo erizado—. ¡Fallaste dos veces seguidas! No te he enseñado a cazar para que hagas eso.
Zarpa de Amapola no pudo hacer nada más que encogerse donde estaba y bajar las orejas. Su mentor no mentía en nada, y eso es lo que más la lastimaba. ¿Qué es lo que me pasa? ¿Por qué no puedo cazar un simple conejo?
—Yo diría que Zarpa de Amapola lo hizo muy bien —dijo de pronto Grajilla, caminando hacia ellos y haciendo que la recién nombrada abriera los ojos como platos—. Ese conejo sí que era rápido... y era muy grande. En un momento casi se me escapa.
La atigrada rojiza sintió mariposas revolotear en su pecho frente a sus palabras, y a modo de agradecimiento inclinó un poco la cabeza ante la aprendiza unas cuantas lunas mayor. Era una buena amiga, que aparte era una excelente cazadora, y siempre la defendía cuando estaba en problemas. Y no puedo negar que es muy bonita...
Reyezuelo parpadeó.
—Bueno... tengo que admitir que el conejo era bastante grande... —comentó, reflexivo—. Y estamos en una estación de presas abundantes, así que... No te castigaré, pero que no se vuelva a repetir, ¿entendido?
Zarpa de Amapola asintió con los ojos radiantes de alivio.
—Ya... regresemos al campamento. La patrulla para buscar al proscrito ya debe estar por salir —dijo su mentor, encaminándose ladera arriba sin revisar si las dos gatas lo seguían.
Finalmente, Estrella de Zarapito, el líder del Clan del Viento, había aceptado el plan propuesto por Vuelo de Hinojo el día anterior. Estaba tan intrigado en conocer quién era el proscrito, que había encargado rápidamente a su lugarteniente, el padre de Zarpa de Amapola; organizar una patrulla que lo buscara por todo el territorio, e incluso en la granja cercana. La gata de ojos amarillos tenía muchas ganas de ir, a pesar de que estaba segura que no se lo permitirían.
Grajilla la miró, con los ojos verdes alegres y compasivos. No estaba muy segura por qué, pero la aprendiza atigrada sintió como si se hubiera quedado sin aliento para hablar.
—G-gracias, Grajilla —tartamudeó.
—No es por nada —ronroneó la gata negra, caminando junto a ella mientras avanzaban—. Reyezuelo sí que puede ser una bola de pelos gruñona, pero tu debes saber que se deja llevar mucho por las emociones.
—Sí, pero aún así no puedo entender por qué no capturé el conejo... —murmuró apenada.
—No te preocupes por eso, todos tienen días malos. Aparte, en la tarde, si logras cazar aunque sea un ratoncito Reyezuelo se olvidará de todo, lo prometo.
Zarpa de Amapola tuvo el impulso de restregar su hocico con el de ella, pero se contuvo.
Después de pasar al lado de un escuálido árbol sin hojas, quemado hace tiempo y lleno de ceniza en la base, alcanzaron al guerrero de pelaje gris y pronto entraron al campamento, donde los gatos seleccionados para la patrulla escuchaban las palabras de un esbelto atigrado naranja de ojos que recordaban el tronco de un roble.
—... Y nadie se debe quedar atrás. Probablemente no esté acompañado, pero no hay manera de saber si sus intenciones con nosotros son violentas —continuó diciendo. La joven captó la manera precavida en la que decía cada palabra.
Ala de Campañol, una joven guerrera que había sido elegida para ir en búsqueda del extraño, soltó un siseo.
—Claro que son violentas —murmuró molesta—. Todos los proscritos son iguales. Estrella de Zarapito debe estar loco para mandarnos a cumplir una misión tan tonta como ésta.
—Concuerdo contigo —dijo Rama Caída—. Antes de que nos demos cuenta, él y su pandilla nos mata—
—¿Quieres decir algo en público, Rama Caída? —lo interrumpió Celaje, con los ojos como rendijas.
Ala de Campañol y Rama Caída no dijeron nada más.
—Entonces nos vamos —dijo el lugarteniente, indicando con la cola a los demás que lo siguieran.
Era el momento perfecto.
—Celaje... —le soltó de pronto a su padre cuando esté pasaba por su lado. Llena de vergüenza, continuó—. ¿Puedo... venir con ustedes?
La mirada ámbar oscura del atigrado se hizo dulce.
—Está bien —respondió con simpleza—. Bigotes de Caña, quiero que—
—¿Por qué dejas que vaya? —bramó de pronto Vuelo de Hinojo. Estaba más enojado que de costumbre debido a que no había sido elegido a ir en la patrulla. Sus extraños ojos llameaban—. Es muy pequeña para ir, ¿quieres que el proscrito la mate?
Zarpa de Amapola se estremeció.
—Ningún proscrito la matará. Es una buena peleadora, y ya es momento que conozca a los proscritos. Este clan es famoso por todos los "visitantes" que tenemos, mientras más joven sepa cómo son, mejor —replicó tranquilo.
El guerrero veterano de pelaje blanco frunció la nariz, pero no dijo nada.
—Como decía, Zarpa de Amapola, tú irás con Bigotes de Caña en la parte trasera de la patrulla. Quiero que observes todo con atención —dijo el lugarteniente con una pequeña sonrisa, para luego volver a liderar a los guerreros fuera del campamento.
Zarpa de Amapola pudo haber saltado de alegría. ¡Laurel quedará sorprendida cuando le cuente de esto más tarde...!
Una delgada cola tocó su lomo.
—Cuéntame todo, ¿eh? —dijo Zarpa de Abeja, con una Grajilla alegre a su lado—. Tienes suerte, espero que te vaya bien.
Una gota de lluvia cayó sobre la nariz de Zarpa de Amapola, que tuvo un escalofrío.
—Apresúrate —le dijo Bigotes de Caña, yendo hacia la salida mientras más gotas empezaba a caer sobre todos.
Zarpa de Amapola se despidió y salió del campamento.
Pronto, lo que parecía una leve llovizna se transformó en una cruel lluvia. La aprendiza atigrada iba casi pegada al cuerpo de la guerrera, e intentaba que ninguna gota le cayera en los ojos y nublara su vista. Aunque de todos modos una ola de excitación le recorría cada parte del cuerpo, entregándole energía para mantener el paso con la patrulla.
El olor del proscrito parecía haberse disipado un poco, pero los rastreadores seguían husmeando cerca de las rocas y plantas en caso de encontrar un mínimo indicio de que el gato hubiera pasado por ahí.
La mayoría del Clan del Viento tenía pelajes cortos, lo que suponía una ventaja al correr por el páramo, pero no ante una lluvia tan brutal como aquella. Zarpa de Amapola iba calada hasta los huesos, pero no quería dejar que eso le impidiera seguir avanzando.
Cada vez más charcas empezaban a aparecer en el sendero, y hubo un momento en el que la patrulla tuvo que detenerse por completo, habiendo perdido el rastro del felino.
—¿No será mejor que regresemos? —sugirió esperanzada Ala de Campañol, temblando.
—No hemos llegado tan lejos sólo para decir que tenemos frío —gruñó Celaje—. Nos iremos de aquí sólo cuando encontremos al intruso.
Zarpa de Amapola se distrajo mirando cómo las gotas de lluvia impactaban contra el suelo y formaban pequeñas ondas al caer en pozos. Además del característico olor de la lluvia, la aprendiza sintió un olor a bosque y tierra que le sonaba terriblemente familiar...
—¡Creo que sentí al proscrito! —exclamó.
Todos los gatos se quedaron callados, y por unos cuantos latidos de corazón, lo único que se escuchó fue la lluvia, que ahora ya no era tan fuerte. Lince Negro dilató las fosas nasales.
—¡Tiene razón! ¡Por aquí! —dijo, dirigiéndose ladera abajo, agazapado y con los demás gatos yendo tras él, renovados de fuerza.
—Sabía que traerte sería una buena idea —ronroneó su padre, mientras las gotas resbalaban de sus bigotes.
Zarpa de Amapola hinchó su mojado pecho de orgullo, pero lo que vio a la distancia en la bruma hizo que se le helara la sangre.
Un gato caminaba hacia el resto de la patrulla. Su pelaje gris azulado estaba mellado y con muchas cicatrices, aunque era joven. Sus patas parecían hechas de ramitas; su expresión agotada, como si hubiera estado caminando durante lunas. Los ojos que poseía eran de un claro que le dio escalofríos. Los demás gatos se detuvieron.
—Mi nombre es Regen —se presentó—. ¿Ustedes son del Clan del Viento?
~.~.~.~.~.~.~.~.~.~
owo
Por cierto, Zarpa de Amapola es lesbiana.
Y diría que tiene con Grajilla es un amor más bien platónico :v
Nos vemos en el siguiente cap.
PD: Wattlag me borró la frase ;-;
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