V e i n t e

Antes de que lean, haré una aclaración (otra vez):

1. ¡Chicuelos! No tengo preferencias, por eso cuando me piden por privado una dedicatoria me niego. Yo dedico capítulos a quienes veo que apoyan la historia, la comparten, votan y comentan siempre y muchas veces, esa es mi manera de devolverles lo que hacen. Puedo ponerles pantallazos de todos quienes me han pedido dedicatoria, ya sea por cumpleaños o equis cosa, y que les he contestado lo mismo. Si quieren una dedicatoria, pues comenten o háganse notar de buena forma. Yo tengo una lista con quienes siempre los veo aquí, esa en mi forma de agradecerles.

2. Publiqué una nueva historia que se relaciona con DALL, su nombre es CATARSIS (seh, en mayúsculas porque soy ruda (?)) y trata sobre las bandas que se involucran en esta historia 7u7. Si quieres saber cómo comenzó todo, estás cordialmente invitado a leerla.

3. Es re tarde, así que de más encuentran errores y esas cosas (las corregiré pronto).

Ahora sí, no molesto más xD




El domingo 20 de septiembre pasaba tan silencioso como el sábado. Llevaba más de un día en que no cruzaba palabras con mamá, lo que hacía nuestra convivencia terriblemente incómoda. Extrañaba sus comentarios sobre la comida, la televisión y compartir con ella algunos momentos divertidos sobre los gatos, incluso que me reprendiera porque no les limpiaba la arena a los gatos o éstos iban a morder los cordones de sus zapatillas deportivas.

De verdad las horas pasaban como una eternidad en casa, igual que aquellos oscuros días tras la muerte de papá.

Esa comparativa llegó a mí como un vibrante recuerdo que se alojó allí durante varios minutos en los que solo me dedicaba a exhalar dióxido de carbono de mi cuerpo, porque no estaba haciendo nada que valiera la pena más que estar recostada en mi cuarto mientras Crush mordía mi ondulado cabello.

Tomé mi celular y busqué el calendario. La tentativa de querer retroceder para iniciar el viernes me invadió, pero preferí declinar la idea teniendo en cuenta lo endeble que estaban las cosas. Si mi teoría sobre las ramificaciones era cierta necesitaba viajar lo menos posible para no perjudicar futuros viajes, porque sí, para ese entonces creí que seguiría siendo alguien y no simplemente algo.

Dejé de lado las pretensiones para recordar mi primer viaje. Junto con los recuerdos y la aparición choqueante de mis nuevas habilidades, me pregunté que, si tú eres yo, ¿habría sido igual para ti? ¿Cómo descubrirías que podías retroceder en el tiempo? ¿También tendrían restricciones al viajar? Y en cuanto la invasión de preguntas arrasó como un tornado, mi celular vibró.

Tu mensaje era el primero en mis notificaciones.

«No lo descubrí», decía.

Otra invasión de preguntas se plasmó en mi celular. Le di a enviar mordiéndome las uñas hasta el dolor a la espera ansiosa de tu respuesta.

A una semana del 14 de febrero de tu próximo año recibí un mensaje que hablaba muy personales sobre mi vida, cosas que jamás pretendí contarle ni a la más cercana de mis amigas. Decía que vivía con mi madre y que le tenía cierto recelo, sobre mis aficiones poco éticas para las páginas de chat, sobre mi autoestima, mi relación amorosa, entre otras cosas. Al comienzo creí que se trataba de una broma absurda, llegué a creer que era necesario borrar todos mis datos personales de internet. Me puse paranoica, pero luego recibí un mensaje aún más extraño que el anterior.

¿Puedes adivinar cuál era ese mensaje? Tú ya lo debes conocer.

"Yo soy tú". Eras tú. Ante esto me ganó la curiosidad y continúe escribiéndote. Me dijiste que necesitabas juntarte conmigo el 14 de febrero en el parque Freig Russell a las 10:00 en la banca tallada con un corazón.

No pude creerlo, por fin estabas hablando más de lo habitual. Anhelé tener la oportunidad de preguntarte más, hacerte tantas preguntas hasta el desgaste. Comenzaba a fascinarme por el momento, y dentro de lo absurdo que puede sonar para ti, tenerte como una aliada que conocía mi situación me hizo sentir menos sola.

Llegó tu tercer mensaje.

Pero esa tarde no llegaste. Y esperé, y esperé porque aparecieras y me explicaras sobre los mensajes, pero nunca llegaste. No llegarás.

Me quedé quieta leyendo el mensaje.

¿Cómo que no llegaré?

No lo harás, me tendrás esperando por ti durante minutos pero jamás llegarás. Lo único que me hizo saber que tus mensajes eran reales fue una libreta roja donde me pides buscarte.

Una libreta roja, es decir, esto que te estoy escribiendo. Diría que es maravilloso llegar a la parte donde la idea de dejar una huella en este mundo se siente real, pero jamás mencionaste los motivos por los que empecé a escribir la libreta, y cuando te pregunté qué pasaría conmigo jamás obtuve una respuesta.

Sin embargo, esto, ahora que te escribo, tiene su sentido y su propósito: Dejaré de existir para que las cosas tomen su curso natural, pero ten presente que esto tendrá una consecuencia y tú dijiste las palabras mágicas que las desatarían.

"Yo soy tú" es una frase errónea, lo correcto es decir "yo soy como tú". Que tengas la misma maldición que yo y pasemos por cosas similares no quiere decir que seamos las mismas. Pero supongo que me dijiste eso en tu mensaje para que lo hiciera el día en que te escribiría a tu celular, antes del 14 de febrero, y porque dada mi decisión serías una versión diferente a mí.

Como una Yionne en/de otra dimensión.

Hola, Onne versión completamente diferente físicamente aunque con vivencias similares.

Tras tus mensajes y mi decepción por no tener una respuesta más allá de la información que me brindaste, recibí un nuevo mensaje de las chicas para salir al cine. Como no tenía nada más que hacer —además de esperar una respuesta que nunca me llegó— acepté la invitación. No tuve que pedir permisos a mamá, pero de todas formas, cuando me miraba al espejo, decidí decirle que saldría. A mitad de las escaleras me percaté que había visitas.

Mamá estaba sentada en el sofá siendo acompañada por una mujer embarazada a quien reconocí de algunos cumpleaños a los que me invitaba cuando con suerte sabía atarme los cordones de las zapatillas. A su lado, su hijo estaba sentado leyendo un libro y con los audífonos puestos. Asomada por la escalera, tuve una aglomeración de recuerdos en los que solía observar a ese chico siempre en compañía a una niña de cabello castaño que nunca estaba quieta.

Muy diferente a cuando éramos niños, el chico era todo un adolescente, con el cabello castaño revuelto y la quijada marcada. Tenía ese algo que lo hacía por encima de lo atractivo, quizá por su aspecto misterioso y serio.

De solo pensar que tendría que saludarlo mi estómago se convirtió en una olla hirviendo que expandió su calor por todo mi cuerpo. Volví a ocultarme detrás de la pared que separaba la sala de las escaleras y golpeé mis mejillas.

Necesitaba comportarme.

Inspiré hondo y salí a la escena. Mi aparición ni siquiera perturbó la lectura del castaño.

—Buenas tardes —saludé con mis manos sudorosas siendo secadas con disimulo en mis jeans.

—Oh, tú debes ser Yionne —me reconoció la amiga de mamá—. ¿Te acuerdas de mí?

Le eché un vistazo a mamá, como pidiéndole ayuda y luego volví a la embarazada rubia.

—Un poco —confesé.

—No te preocupes, eras una cosita así —midió mi estatura de niña con su mano en el aire— de pequeña cuando ibas a los cumpleaños de Felix. Eras la primera en estar presente cuando llegaba el momento de abrir la piñata, ¿lo recuerdas? —se dirigió a mamá.

Noté que mamá sonrió con melancolía y no hubo cosa más dolorosa verla solo asentir.

—Pero Felix nunca quería romper la piñata —empezó a quejarse de pronto, y de la pura rabia le dio un codazo a su hijo, perturbando así su lectura.

Antes de las presentaciones y más charla, me apresuré en una despedida.

—Yo voy saliendo al cine con mis amigas —informé—. Fue un gusto verla... verlos de nuevo.

Mamá volvió a mover su cabeza como respuesta, sin decir nada. Y tuve tanto miedo de acercarme para darle un beso de despedida creyendo que lo rechazaría, que preferí marcharme sin hacerlo.

Gastamos dos horas y media de nuestro tiempo y dinero viendo una película terrible. Las películas cómicas no servían para estrenarse en el cine y su humor iba en una decadencia perturbadora. Para colmos de males nuestro barril con palomitas se acotó a la media hora y en una discusión por quienes irían a comprar más las personas alrededor empezaron a abuchearnos y pedir que nos calláramos. Salir del cine parecía más la entrada al mismo paraíso.

Como el hambre permanecía, decidimos comer a una cafetería/pastelería. La sorpresa que nos llevamos al entrar fue unánime. Brendon trabajaba en esa cafetería. El instante en que nuestros traseros se sentaron en la silla, la avalancha de preguntas se aglomeró en el centro de la mesa apartada en la que estábamos.

Brendon llegó a atendernos sin percatarse de que éramos de Sandberg hasta que sus ojos se encontraron con los de Aldana. Diría que su confianzudo semblante se desmoronó de forma trágica en ese instante y las palabras se le atoraron en la garganta. Por otro lado, Aldana lucía calmada, aunque en sus mejillas se expandía un evidente rojo.

Tuve que cubrirme la boca para que no notaran que sonreía con una extraña mezcla de maldad y ternura.

—No tenía idea de que el amigo de Siniester trabajaba aquí —murmuró Rowin luego de que Brendon nos pidió la orden y se marchó.

—¿Por qué trabaja? —quiso saber su prima—. Es tan raro verlo vestido así...

—Es solo un uniforme —intervino María—, y creo que es becado. O algo así le oí decir a Tracy, ella solía hablar mucho de él. Creo que le gustaba.

—¿Gustarle el amigo de tu hermano no suena algo cliché? He leído muchas historias así y no me gustan nadita —Sindy se acomodó su pomposa cabellera con la espalda bien recta tras negar con la cabeza—, sobre todo porque Brendon luce como un chico bueno y ella es una víbora.

—Te recuerdo que Brendon no es ningún santo, si es amigo de Siniester puede andar en malos pasos —se unió Aldana—. En los mismos pasos turbios que él.

Internamente grité cuando blandió ese comentario, 1) porque a hablar mal del chico que le gustaba no tenía sentido a menos de que lo hiciera para ocultar algo o porque los desarmados celos la invadieron, 2) porque en el preciso momento en que lo decía Brendon se había situado tras ella con una bandeja que traía los postres que pedimos.

—Ah... —soltó el chico sin expresión— Ah... —siguió en un intento de decir algo—. Aquí tienen algunos de... de sus postres, pronto traeré lo demás.

Aldana quiso ocultar su cabeza entre los hombros.

Mientras las chicas seguían comentando la aparición de Brendon —ahora con la metida de pata de Aldana— noté que, en medio camino de vuelta al interior de la cafetería, Shanelle lo interceptó. La novia de Rust lucía algo contrariada, lo que era muy extraño ya que la mayor parte del tiempo su semblante era tranquilo. Le comentó algo a Brendon y él asintió. No tardó en salir de la cafetería con su ropa casual acompañado de la rubia, por lo que nuestra orden llegó a manos de otra persona.

Estuvimos unos veinte minutos comiendo, pagamos la cuenta por separado y salimos de la cafetería. Doble sorpresa al salir: Siniester estaba montado sobre su moto, con la chaqueta de cuero puesta y su cabello rubio más alborotado de lo normal. Con las chicas actuamos como si hiciéramos una caminata hacia un funeral para no tener algún tipo de problema.

Habría salido todo de maravilla de no ser porque un cabello peculiarmente rojo no puede pasar desapercibido para muchos, ni siquiera para el sucesor de los legionarios. Siniester chifló tan fuerte que nos detuvimos por inercia.

—Tú —llamó—, la roja.

Rojo no era, solo del pelo ¿por qué entonces me llamaba así? Claro, porque en Siniester el tacto era tan extraño como molesto. Se suponía que entre él y yo no había nada más que una tonta negociación por un muffin y algunos encuentros violentos entre nuestros brazos. Me inquieté por la confianza que demostraba al hablarme frente a mis amigas.

—Tu mamá fue a casa —dijo—. Que no lo haga más.

La sinapsis trajo como resultado el sábado, cuando mamá se había marchado sin decirme nada.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté sabiendo que su padre y él no se relacionaban.

—Eso no te incumbe.

Antes de que se volteara lo detuve. No sé qué clase de mirada blandí contra su persona como para que la mascara del sujeto pedante y testarudo se rindiera.

—Dime —exigí.

—No puedo —murmuró, y sus ojos se desviaron hacia la figura inexpresiva de su novia quien nos miraba con curiosidad—. Solo puedo decirte que desde ahora no pasaré por allá. Se acabaron las visitas. Ya no existirás para mí.

Un disparo hubiese dolido menos, apuesto a que sí.

Bajé la cabeza un momento y contuve cada maldita palabra hiriente que necesité decirle. Me limité a callar porque así creí que las cosas debían darse y para evitar más problemas. Solo respondí como lo hizo mamá conmigo, con un simple movimiento que escondían las verdaderas intenciones.

Una nueva y monstruosa invasión de preguntas por parte de las chicas tuvieron fueron respondidas con un simple «su papá y mi mamá fueron amigos en la universidad y las cosas no terminaron bien» que las dejó por satisfechas a todas, excepto a la perspicaz Aldana, quien prefirió ahorrarse las preguntas.

El lunes en clases de Lenguaje recibimos las notas por el trabajo en pareja. Evité a toda costa a Claus, que orgulloso de su perfecta calificación, hablaba con sus amigos como si aquella nota hubiera sido un hito tan grande como para tallarlo en la misma pileta de Sandberg. A mi lado, María se retorcía de la decepción porque no obtuvo una buena nota. A algunos asientos más atrás la situación era similar con Tracy, quien al recibir la hoja con la pauta no se compadeció al arrugarla una vez que pasaba junto a María.

Esa bola de papel le llegó a la pelinegra justo en la nuca. María no tuvo intenciones en girarse, pero yo sí; me agaché, recogí la bola de papel y se la tiré de vuelta. Suerte que el profesor Wahl seguía repartiendo pautas.

—Como desearía que Tracy dejara de hacer ese tipo de cosas —le comenté a María.

—Yo también, pero ella es así desde... uf, bastante tiempo, no creo que cambie ahora. Dicen que las personas no cambian.

—No sé, yo pienso que sí pueden cambiar, pero solo si están predispuestas a hacerlo. Tracy está acostumbrada a ser la clase de chicas que en las películas y libros son denominadas como las villanas. Tal vez quiere hacerlo y su orgullo se lo impide.

—Orgullo es algo que ella tiene de sobra —dijo y sacó la lengua como si quisiera vomitar—. ¿Qué hace que una persona cambie?

—¿Qué hace que un villano se vuelva el villano? —le pregunté en respuesta— No todos nacemos malos, es lo que yo creo. —A continuación, sin percatarme, agarré mi lápiz y empecé a trazar dibujos—. Creo que hay dos caminos, uno bueno y uno malo, dependiendo de nuestras vivencias decidimos aventurarnos por uno.

María sacó un lápiz de su estuche y trazó caminos entre los principales.

—Pero una persona no puede definirse como buena o mala, sus acciones sí —dijo firme—. Entonces puede que en el camino se desvíe al otro, o del otro se cambie al primero.

—Eso tiene más sentido —admití, desplegando mis ojos del cuaderno.

El timbre sonó y salimos de la sala tan pronto como pudimos. Mi estómago gruñía al solo pensar que Aldana me tendría guardado uno de sus ricos muffins, por lo que apuré a María jalándola del brazo para nuestro reencuentro. No obstante, mi estómago quedó en rotundo silencio el momento en que una melosa pareja se besaba en el patio del colegio.

Fue como chocar con una pared.

Decidí mirar hacia otro lado, encontrándome con un hilarante Claus que trazaba una más de sus aberrantes sonrisas.

Después del recreo me dirigía a la clase de Arte sin las chicas cuando me topé en el pasillo con Gilbertson otra vez. También estaba solo, sin su séquito que le celebrara hasta lo que defecaba. Intenté evitarlo, pasar de su existencia, cosa imposible. Alguien como Claus sabía llamar la atención, y por supuesto que él necesitaba tener la mía.

—Ya sé qué sucede —bisbiseó paseándose junto a mí como una serpiente enrollando a su presa—. Eres la chica B de Wilson.

—No —negué al instante, tentada a golpearlo por su provocativa. Seguí caminando hacia la sala y me siguió—. Métete en tus asuntos, Gilbertson.

—Tranquila, cariño, no le contaré a nadie lo que ocurre entre ese revoltoso y tú —continúo—. Ni tampoco tu otro secreto.

Me detuve.

—¿De qué estás hablando? —pregunté, palideciendo.

Claus se acercó lo suficiente a mí como para provocarme dar un paso que casi me hace caer. Me sostuvo con sus manos, lo que permitió acercarse todavía más, entonces, respirando junto a mi oreja, musitó un incomprensible «de nada».


***

¡CHAAAAAAAAAAN! Hola, mis muffins (qué hambre me da con decirles así xD) ¿Cómo va su inicio de año? :3 Como buen inicio de año les traigo un nuevo capítulo bieeen tempranito (son las 5:48) :D 

En este capítulo pasaron muchas cosillas, ¿cuál les gustó más? 7u7 ¡COMENTEEEN!

Que tengan un hermoso año y jamoneos gratis pa' tooh beibes <laaf3 





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