C i n c u e n t a y s e i s


Sherlyn.

Simple, ¿recuerdas?

Por supuesto, tu respuesta no lo fue tanto.

¿Te conozco?

Soy Yionne. Tuve que cambiar de celular, supongo que sabes los motivos.

Pero como siempre, todo se iba al carajo.

Ni siquiera sé quién eres.

Pensé que me estabas tomando el pelo, así que mi respuesta no fue tan amigable. No puedo imaginar lo confundida que estabas cuando leíste mi reticente respuesta:

No juegues conmigo, de verdad no estoy de humor. Estoy cansada, esperando que un psicólogo me reciba por lo de Polarize. NO ESTOY DE HUMOR PARA TUS JUEGOS.

Impaciente, recibí tu respuesta.

Si esto es una broma, pues genial.
Ahora te voy a bloquear.


Espera. ¿Qué? ¿Qué dices?


Voy a bloquearte. Adiós.


Sherlyn, no...


Dime que no hablas en serio.

Comenzaba a entender un poco qué sucedía. Y me asusté, no te mentiré. Me aterroricé de perder tu contacto y que me bloquearas por un absurdo mal entendido. Tú eres, después de todo, la primera que supo de mi habilidad, y quien me sacó de algunos malos encontrones.

Estoy hablando MUY en serio. No sé quién eres. Dentro de mi extenso repertorio de nombres, el tuyo no está. Creo que te has confundido o algo. Lo siento.

Solo una cosa tenía sentido en todo lo que estaba ocurriendo, así que lo escribí:

Entonces eres la Sherlyn novata.


¿?


¿No sabes nada sobre un diario? ¿Los viajes?


Me temo que no.


Diablos... ¿Qué pasó contigo? Yo soy tú. ¿No lo recuerdas?


Ya te dije que no.

Insistí:

Yo soy tú.


No lo creo.


Yo soy como tú.

Para mi desgracia, mis mensajes te parecían más una broma de, probablemente, los chicos de tu escuela. No te culpo, por supuesto, que alguien de la nada te dijera tantas cosas era... extraño, por buscarle una buena palabra.

¿Eres Peter? ¿Larry? ¿El coreano con ojos intimidantes? ¿Fredd?


No, soy una mujer. Me llamo Yionne, soy de Los Ángeles. 
Puedo decirte más detalles.


Bien. Te leeré.


¡Genial!

Escribía otro mensaje cuando llegaron tres tuyos.

Pero debes responder a dos de mis preguntas:

1. Que respondas quién soy yo.

2. Y quién eres.

Antes de poder responder a tus dos puntos, fue mi turno de entrar a la oficina de la psicóloga. La verdad, ahora me parece un desperdicio de tiempo el haber gastado un dineral en una sesión solo para conseguir un permiso y no dar declaraciones ante lo sucedido el 14 de noviembre, pero mentiría si digo que no fue de ayuda.

La idea de tener que ver a un psicólogo no me parecía del todo agradable. Todo lo contrario, en realidad. Me sentía un tanto obligada a contar sobre mí, y no quería, puesto que hay muchas cosas que yo le oculto a los demás. Creía que dentro de la oficina inspeccionarían mi cabeza, se meterían por mis oídos al cerebro para saber a qué me aferraba con tanta fuerza como para no querer hablar. Por ello me agarré a la idea de guardar silencio, contar lo que los demás querían escuchar: la historia de una adolescente normal.

La psicóloga —de la cual apenas recuerdo el nombre— se presentó y me pidió sentarme en una butaca contra la pared. Los recuerdos de la habitación en Polarize fueron inevitables, necesité pestañear un par de veces hasta comprobar que no estaba repitiendo aquel nefasto momento.

Descompuesta por la intromisión acelerada de los recuerdos, me senté con torpeza. La psicóloga fue perspicaz, había notado que algo me ocurría.

—Tranquila, no te pongas nerviosa —dijo—. Es normal en la primera sesión, pero te darás cuenta de que no es tan malo como todos dicen.

Hablando así me hacía sentir peor.

—¿Habías visto a un psicólogo antes?

Me encogí de hombros.

—Supongo que sí, pero nunca lo supe.

Ella arrugó las cejas y formó una pequeña sonrisa. Mi comentario le había causado confusión y cierta hilaridad que no pudo ocultar.

—¿A qué te refieres?

—Hay muchas personas en la calle, estoy segura de que una de ellas pudo tener un título en psicología.

Ya sonaba como Rust: a la defensiva.

—Ah, con que es eso —pronunció de manera vaga. Se acomodó en su silla, la cual estaba junto a una mesita de café llena de golosinas—. Para que seamos claras y no tengamos malentendidos, no quiero que te sientas atacada, tú puedes contarme lo que quieras. Sin presiones. Y todo lo que aquí digas, será confidencial.

—¿Cómo una especie de archivo secreto del gobierno? —Asintió. Era joven y su cabello parecía tener vida propia, pues bastaba un leve movimiento con su cabeza para que este se moviera con el mismo dramatismo de un comercial de champú—. Claaaaro, y cuando salga de su oficina por la noche y vaya a un bar para beber algo con sus amigos, hablará mal de sus pacientes.

—Eso sería muy poco ético. Yo no me rijo por esa línea.

Su mirada fue firme y franca, demostrando que decía la verdad.

No le conté mucho, solo le hablé de papá, de lo mucho que me había marcado su muerte, de lo que sentía al pensar en la muerte de Aldana, de lo atemorizada que estaba. Ni siquiera rocé el tema de mi habilidad o la responsabilidad que cargaba sobre mis hombros por ello. La psicóloga me escuchó con atención, anotó también un par de cosas y luego hizo pasar a mamá. Hablaron a solas, mientras yo estaba afuera, sentada en el mismo asiento de cuando llegué. Ahí me percaté de que tenía un mensaje no leído tuyo.

Y no, no quiero tu nombre, quiero tu historia.

Con toda la cháchara del interior por poco olvidaba que tenía pendiente responderte un par de cosas, lo que me tomaría bastante tiempo pensando.

¿Cómo se suponía que iba a responder quién eres y quién soy yo? Ese tipo de preguntas reflexivas iban más acorde a la sesión que había tenido hace un momento. Y apostaría todo lo que tengo que, aun con millones de esas reuniones, no podría llegar a responderte bien. Una persona no puede definirse con un par de palabras, no puedes decir quién eres si ni siquiera te conoces, y desde mi perspectiva tenía (y tengo) mucho que saber. Ni hablar de ti: tú solo me enseñaste lo que querías. Nada más. ¿Quién soy? Pues ni idea. ¿Quién eres? Espero que sigas perteneciendo a la raza humana.

Con la rapidez que mi ofuscado momento me permitió, te respondí de manera irónica:

Sería más fácil pasarte mi diario.


Buena idea. Puedes tomarle foto y yo lo leeré. A su tiempo, cuando me de la gana porque no quiero pecar de chismosa. Quiero entenderte.

Qué irónico, yo por un momento quería lo mismo de ti.

Suspiré con pesadez provocando que los pelos rebeldes de mi frente se movieran. Necesitaba cortarme el flequillo, hacer algo con mi cabello. Estaba harte de tener que mirarme al espejo y verme igual.

Pensé que sería buena idea tener algún cambio en mi vida. Si ya no vivía atada a una habilidad, podía empezar de nuevo y tener una visión diferente de la vida, quizás no tomarme a la ligera las cosas, ser cuidadosa con mis decisiones. Yo quería mantenerme aferrada a una convicción que me motivara a seguir caminando sin flaquear. Con mi habilidad solo veía al pasado, nunca al futuro, y tenía que desprenderme de este para avanzar.

¿Y bien? ¿Vas a responder o ya te cansaste de bromear?

Wow, la Sherlyn novata era... No, mejor dicho, es bastante estricta.

La primera exigencia es complicada de responder. La primera vez que me hablaste no dijiste mucho. Tu mensaje fue simple: yo soy tú. ¿Cómo así? Pues porque, en cierta medida, tú y yo nos conocemos. Y tenemos algo especial que nos une. No eres mi amiga, no eres mi enemiga. Solo eres una chica en Hazentown que vive con su madre y tiene un amor imposible. Eres estudiante en Jackson, y tienes a cuatro amigas... igual que yo. A veces ayudas a tu madre, quien suele trabajar mucho desde que "eso" ocurrió. Extrañas a tu padre, quizás tanto como yo lo hago con el mío. Eres una chica popular, tienes a un montón de admiradores (entre ellos los que mencionaste más arriba), pero no estás interesada en ninguno de ellos. Te gusta el novio de tu madre, y esa es una de tus peores cargas. Hablas poco pero observas mucho. Actúas en base a tu conveniencia y nadie más. Sonará tonto, pero eres una humana, común y básica que, como lo haría cualquiera.

Y sobre mí... Bueno, qué puedo decirte. Me llamo Yionne, pero puedes llamarme Onne. Nací en Los Angeles, California. Siendo todavía una niña mi padre falleció en un accidente, hecho que marcó parte de mi vida. Luego ocurrió "lo otro", eso que no puedo contarte desde un tonto celular. "Lo otro" por lo que empezaste a escribirme. Tu mensaje lo recibí un lunes. No sabes cuánto me asusto... Pero parecías alguien sensata y te hablé. No puedo decirte con exactitud quién soy, solo puedo hablar en base a los hechos en que he participado y dejar que tú respondas esa pregunta por mí. Estoy perdida, angustiada. Perdí a mi mejor amiga y parte de mí. Estoy asustada de mí misma, de lo que soy. De lo que me he convertido. Yo no soy una persona soy seis. Y no se debe a que tengo TID, es porque he vivido seis vidas. ¿Quién soy? No lo sé. Yo soy Yionne O'Haggan número 6.

No dijiste más.

Pese a sentir la obligación de hablarte porque deseaba tener algo de compañía y no sufrir en solitario, comprendí que te había aventado demasiada información en un mensaje. Dejé que pasara, que me hablaras por tu cuenta y no insistir en obtener más respuestas. Si había logrado convencerte con mis sinceras palabras, entonces serías tú quien tomaría la iniciativa.

Faltaba una semana para Navidad cuando a mamá se le ocurrió comprar los regalos. El gentío en el centro nos tenía al borde del colapso nervioso, puesto que las calles se habían llenado tanto que apenas podíamos avanzar con toda la cantidad de regalo que cargábamos. Que mi madre tuviera una familia tan extensa era un problema de magnitudes montañosas. Nos dividimos los objetos para equilibrar el peso y luego fuimos a dejarlos al auto. Para no quedar con un mal sabor de boca, fuimos a tomar chocolate caliente y charlar.

Entre eso, mi celular vibró anunciando un nuevo mensaje tuyo.

Tienes mucho que contar.





Esta es la calma antes de la tormenta... ¿tal vez?

amikosss, ¿cómo están? ¿Cómo está la situación en sus casas con lo del coronavirus? Cuídense mucho, y no se tomen las cosas a juego, porque pese a afectar en mayor medida a los de tercera edad, los jóvenes también están en riesgo de contagio. :( ¡Sean precavidos para no tener futuros lamentos!

Se les quiereeee~


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