C i n c u e n t a y d o s

Capítulo dedicado a RominaAndrade25 por sus comentarios <3

Recuerden que si quieren una dedicatoria, comenten, compartan y voten, eso me ayuda mucho ^^



Ambos chicos me miraron. Claus lleno de orgullo, Rust temeroso de una respuesta. Me sentí pequeña, indefensa y aplastada por la culpa. No sabía si responder o salir huyendo por la puerta para no verlo jamás, porque mentir no era una opción, mi expresión devastada lo decía todo. No obstante, incluso deseosa de que la tierra me tragara ahí mismo, Rust seguía esperando mi respuesta. Por supuesto, eso era

, quería escuchar desde mi propia boca una negación. Para su desdicha, y después de tantos malos ratos, mi respuesta fue diferente.

—Lo siento, Rust...

En ese instante, Rust Wilson fue la descripción gráfica de lo que es la decepción. Su espalda que antes estaba tensa, se empequeñeció y dejó a Claus en libertad, volviéndose hacia él.

—Lárgate —le ordenó entre dientes. Con su voz exhaló la furia que mi declaración poco concisa le provocó. Ya no sonaba el chico decepcionado, mismo que estaba lleno de complejos y no era malo sino más bien producto de diversas situaciones; era Siniester en su entonación más alta y vengativa.

—Sí, creo que ustedes tienen bastante de qué hablar —dijo mientras se acomodaba la ropa. Antes de formar un gesto de despedida, saboreó su pequeña victoria con una sonrisa y se dirigió a Siniester—: No seas malo con nuestra reina, culpa suya no es, después de todo, todos quieren unirse al lado ganador.

Un empujón lo obligó a abandonar su posición, Siniester perdía la paciencia con rapidez y, a juzgar por lo enojado que se mostraba, iba a patearlo de ser necesario.

La puerta se cerró con una lentitud tortuosa y una vez solos, el aire se me hizo asfixiante.

—Puedo explicarlo, ¿sabes? Yo...

—Estamos a mano —zanjó sin todavía poder mirarme a los ojos. Me daba la espalda con un semblante defensivo.

—¿Por qué?

—Por lo que te hice la vez que te llegó el disparo. Estamos a mano —explicó. Se dio media vuelta para por fin confrontarme. En sus ojos había un extraño vacío que opacaba el brillo de su azul. No conocía a este Rust, yo esperaba que reaccionara de manera impulsiva, que estallara en gritos, pero la calma con la que actuó me inquietó.

—¿Solo vas a decir eso? ¿No vas a enojarte, tirar cosas o algo por el estilo?

Emitió una risa nasal mientras regresaba a su cama.

—No estoy enojado. Ni decepcionado. Ni una mierda... A estas alturas creo que ya no siento nada y espero todo.

El desánimo en su tono de voz lo dijo todo. Estaba triste, contrariado, ya no sabía qué hacer. Si no hubiese estado en un hospital, probablemente ya habría buscado un par de cervezas y emborrachado para olvidar, igual a como lo hizo cuando fue con su madre.

—Ahora quiero estar solo —añadió.

—¿Estás dudando de mí?

Se acomodó y recogió sus piernas para abrazarlas y apoyar su cabeza en ellas. Desde esas posición que aparentaba ser un ovillo, una forma de esconder el dolor en su pecho, me observó sin ninguna expresión.

—¿Por qué te sorprendes? —inquirió— Lo hice desde nuestro inicio. Sabías muchas cosas sobre mí, sobre las bandas, sabías de la reunión y la complicidad entre Santa y tú siempre me pareció extraña.

El gruñido exasperado que eché al escuchar lo último provocó que mi garganta sufriera. ¿Cuántas veces tendría que negarlo para que cupiera en su cabeza?

—No soy de monarquía. Esa vez que me pediste mandarle un mensaje a Claus por lo de la reunión te lo dije: yo no soy apoyo a ningún bando.

—Pero lo ayudaste a él. ¿Por qué? —su inexpresividad quedó a un lado, ahora sus profundos ojos azules me miraban con desafío e intimidad en busca de una verdad cruel— ¿Por qué si no juegas a ningún bando lo ayudaste a él?

—¿Es que no sabes la clase de escoria que es? ¿Cómo manipula a los demás? Logra salirse con las suyas, y ni siquiera sé cómo. —Llevé una mano a mi pecho y sentí la compresión interna que traería todas mis ganas de llorar, por supuesto, por mi propio orgullo, me contuve—. No tuve opción, él supo algo de mí que usó en mi contra.

—¿El qué?

Me mordisqueé los labios antes de decirlo.

—Si pudiera decirlo...

—Me lo dirías —terminó por mí.

—Sí, claro que sí. La verdad es que lo he intentado muchas veces, pero tengo miedo que, al contártelo, algo me suceda a mí.

Volvió a acomodarse, esta vez dejó que sus piernas colgaran desde la cama. Se acercó a mí, que estaba estática junto a la cama, deseando que la repentina aparición de Claus solo hubiese sido una pesadilla y despertara ya del sueño. Rust tomó mi mano, lo que me permitió entender que esta era la realidad.

—No es necesario que digas nada ­—pronuncio en volumen bajo—. Solo te estoy probando. Tengo cara de idiota pero, aunque no lo creas...

—Eres el mejor de la clase.

—¿Ya ves? A eso es lo que me refería, siempre te adelantas. Como decía, no soy el idiota que aparento, es cuestión de unir las piezas del puzle que has dejado para saber que tú eres especial. —En mi estómago una masa de puros nervios empezó a crecer—. La primera vez que te vi y me llamaste por mi nombre cuando yo, supuestamente, jamás te había visto, supe que en ti algo andaba mal. No en sentido negativo, sin0 en su forma de decir que eras demasiado extraña. Pensé que eras alguien de Monarquía que pretendían tenderme una trampa, pero al final no: tú y yo estamos involucrados más allá de aquel día. Sería penoso saber que la chica que acabó de poner mi mundo patas arriba es enviada solo para joderme más la vida, ¿verdad? Es un pensamiento descabellado creer que Claus te contrató o algo por el estilo para cagarme más la existencia, porque lo que tú hiciste y lo que yo hice, lo que sentimos y cómo lo expresamos desde la primera vez que nos besamos, es la prueba de que nos une un solo sentimiento. —La seguridad con la que pronunciaba cada palabra y lo demostraba en su mirada, me decía a gritos que él ya sabía todo—. Te preocupaste de mí desde el primer día, me conocías al revés y al derecho, hablabas conmigo con naturalidad, tu familiaridad me trajo comodidad y el misterio que siempre representaste me pareció interesante. Ahora que me pongo a pensarlo con detenimiento, ¿no son muchas las coincidencias?

—Esto no es una casualidad —aseguré y él me dio la razón asintiendo.

—Lo sé, yo no creo en ellas, por eso no es una casualidad que haya escogido tu casa para esconderme.

Eso me tomó por sorpresa.

—¿Ah no?

—La primera vez que te vi no fue en tu cuarto, en realidad, ya te había visto mucho antes —confesó en un tono bajo, como si se avergonzara de reconocerlo, y jugó con mis dedos como un medio para alivianar su carga—. Yo quería saber quién era la mujer de la fotografía que guardaba mi viejo, así que averigüé de quién se trataba; esto me llevó a su casa y, por consiguiente, a ti. Las vi durante días desde lejos, rencoroso de la relación que ambas tenían. Luego se mudaron durante un tiempo y yo aproveché de ocupar su casa, hacerla mi refugio.

Y el muy cínico fingió no conocerme todo ese tiempo.

—Nos tenías el ojo puesto encima desde hace mucho.

Pese a que comentario fue hecho a fin de ofenderlo, Rust esbozó una sonrisa torcida que le hizo saborear la añoranza de esos viejos tiempos, aquellos en los que todavía seguía sintiéndose seguro.

—Sí —afirmó con total descaro—. Mis ojos guardaban mucho recelo, así que, una tarde, decidí entrar por tu ventana para saber qué clase de personas eran. De primeras, como dije antes, pensé que serías parte de alguna banda, conocías demasiado de mí. También pensé en la posibilidad de que supieras que las espiaba. Para descartar mis sospechas, las probé: primero con mis bestias, luego con mis visitas... Yo te observé todo el tiempo.

—Si lo que dices es cierto, entonces ¡eres un maldito idiota! Fingiste no conocerme y me trataste mal a propósito.

Como prevención, Rust se cubrió la cabeza con mi almohada. Yo no pensaba golpearlo, pero al parecer ya estaba algo traumado.

—No lo hacía adrede, lo de que no me gustan las pelirrojas es completamente cierto —habló debajo de la almohada—. Y tú, por muy especial que seas, me dabas cierta desconfianza.

Suspiré, tomé la almohada y la hice a un lado para ver su rostro. Rust no lucía enojado, ofendido o preocupado por lo que Claus había dicho, por eso me pregunté qué pasaba por su cabeza en realidad. Su actitud pasiva, la confesión repentina y el saber que desde hace mucho sospechaba de mí, evocó mi deseo de volver a casa y dormir una larga siesta para aclarar mis pensamientos.

—La única pregunta que ahora me falta es saber cuál fue tu deseo. Esa libreta que trajiste el otro día tampoco fue una casualidad —afirmó—. Tenías miedo de saber qué decía, lo que descubrirías en ella. Por eso ahora tengo la duda, ¿cuál fue tu deseo?

A ese punto ya me encontraba totalmente sorprendida; la boca entreabierta y la mente en blanco. Rust sabía desde un principio que algo ocultaba, y aun así me trató como a una persona normal, sin pedirme favores a cambio como otro lo haría, sin manipularme para su conveniencia. Él solo me dejaba existir sin presionarme a contarle las cosas contra mi voluntad. He ahí la enorme diferencia entre él y Claus. Sabiendo eso, me sentí con la libertad de contarle la verdad.

—Yo... —Pero no sabía que sería tan complicado— lo que pedí fue volver al día en que papá murió. —Ah, maldición, qué ganas de llorar tenía otra vez. El nudo en mi garganta impidió que tragase saliva, dificultó mi habla y dolió como no tienes idea—. Por supuesto, esto no ocurrió de la forma en que yo esperaba. Yo era una niña y estaba demasiado triste por la muerte de papá, pero un día mamá me dijo que, si quería hablar con papá, podía decírselo a la Luna y... al no obtener ninguna respuesta exigí e insulté sin saber que alguien más respondería.

—Mŏnn —formuló en voz baja, empequeñeciendo sus labios al pronunciar la palabra—, la deidad del cuaderno.

Le di la razón asintiendo.

—Así que obtuve solo una parte del deseo que pedí, un castigo con el que he tenido que acarrear años.

—¿Cuál?

Mi respiración se aceleró. Mis ojos picaron. En mi pecho una contracción dolorosa se formó. Un extraño bochorno invadió mi cuerpo. Temblé y necesité tomarme un tiempo, ordenar mis pensamientos. Decidirme. ¿Realmente iba a decirlo? Estaba a punto de entrar en un colapso nervioso pues mis intenciones eran hacerlo. A la mierda todo, a la mierda lo que pasaría. Si por una vez en mi jodida vida iba a contarle a alguien sobre mi habilidad, ese sería Rust, el motivo por el que había iniciado esta especie de bucle.

—Puedo viajar en el tiempo.

Hubo silencio.

Esperé.

Esperé todavía más.

Nada de lo que sentí en mi tercer viaje, aquella vez que le contaría mi secreto al cura, pasó. Me sentía bien, sin dolores, sin aprensiones, solo aguardando algo que jamás llegó.

Toqué mi pecho, sentí los fuertes latidos de mi corazón y me dije: "estoy bien".

Le sonreí a Rust con mis ojos llorosos y él me respondió con otra sonrisa.

—Lo sabía.

—No puedo creer que haya podido decirlo.

Rust se echó a reír como si lo de hace un momento no hubiese ocurrido.

—¿No puedes creer...? ¿Estás bromeando? —preguntó— ¿Te es difícil haberlo dicho y no saber que tienes una habilidad? ¡Puedes viajar en el tiempo, Pelusa! Y yo lo descubrí.

Por supuesto, el orgulloso de Rust tenía que echarse flores a sí mismo.

—Acabo de confesarlo —repuse con obviedad—. Y sí, se me hace extraño, no había podido.

Me senté sobre la cama para meditar sobre ello. En la iglesia, frente al cura, no había tenido tanta libertad, el dolor en mi pecho, mismo que sentí antes de la confesión, fue tan poderoso... Incluso me caí al suelo y volví al día en que regresé a Los Angeles. Ahora, junto a Rust, la situación era diferente, y pese a que me sentía aliviada y menos frustrada, me pareció por demás extraño. ¿Qué había cambiado esta vez?

Rust se acomodó a mi lado y me dio un pequeño empujón en el hombro.

—¿Esto quiere decir que ya sabes qué ocurrirá conmigo?

Sus ojos habían vuelto a brillar con la gracia que solo un niño puede demostrar. Se veían vivos, atrayentes y receptores a cualquier movimiento.

—Sí y no. Puedo viajar en el tiempo, pero solo al pasado. —Me detuve para presenciar algún hecho que me perturbara, que algo pasara, pero todo seguía con total normalidad—. Este es mi sexto viaje; el más extraño, cabe decir.

—¿Y en todos ellos nos conocimos?

—Y en todos ellos nos enamoramos —respondí.

Frunció el ceño.

—Que mal gusto tengo.

—Idiota.

Lejos de amenazar con golpearlo, preferí echarme hacia atrás y mirar el techo. Seguía sin convencerme sobre lo que había dicho. Antes quería que todo fuera una pesadilla, ahora agradecía que fuese realidad y, además, que Rust se lo haya tomado tan bien.

Su rostro apareció en mi campo visual y su peso a mi lado me llevó hacia un lado.

—¿Cómo se supone que viajas?

Oh no, era el momento de las preguntas.

—Tengo que concentrarme y desearlo. Aunque las cosas no son tan simples, hay un par de cosas que necesito acatar. Por ejemplo: no puedo viajar al día del accidente de mi padre, tampoco impedirlo, ya que gracias a esto obtuve el poder. Tampoco puedo viajar dentro de un mismo día o más allá del nacimiento de mis padres.

Alzó una ceja mostrando su lado escéptico.

—A ver... Quiero que lo demuestres.

Bufé con incredulidad y me senté en la cama.

—¿No te basta con todo lo que sé?

—Es que incluso sabiéndolo es... —se revolvió el cabello en busca de una palabra, como si fuese tan simple definir mi situación— increíble.

—Sí, bueno, cuando eres responsable de tantas tragedias, no es tan increíble —balbuceé para mí sin pensarlo. Rust logró escuchar lo que dije con claridad y se acomodó a mi lado a la espera de más explicaciones. Parecía un niño de ocho años dispuesto a escuchar una gran historia—. He tenido que ver muchas cosas, incluyendo tu muerte y la de mamá. También la de María. —Cerré mis ojos para disipar cualquier imagen grotesca de su suicidio—. Intenté arreglar tu vida, fue un desastre... Lo que tengo no es el superpoder que te hace un ser heroico, más bien un villano.

—Creo que te desprestigias demasiado.

—Créeme, mis ideales son muy egoístas.

De manera repentina, Rust apretó mis mejillas y me obligó a verlo cara a cara. No me había percatado que durante todo ese tiempo lo evitaba mirando hacia cualquier otro lado.

—Intentar arreglar mi vida no creo que sea algo egoísta —me dijo de manera pausada, con las cejas arqueadas y los músculos de su cara moviéndose al compás de sus palabras.

Tomé sus manos para que me soltara.

—¿Y qué te parece forzar mi existencia?

—Eso... ya es algo diferente —Hubo silencio—. Pero piensa: si no la forzabas, jamás me hubieses conocido, y eso es un error terrible.

Incluso después de saber que por mi culpa ya no estaba completamente seguro, él trataba de levantar mis ánimos con su tonto comentario. Agradecí para mis adentros haberle contado todo.

—Eres la segunda persona que sabe sobre esto de los viajes.

—La primera es Claus.

Asentí.

—La vez que tuve que subirme a su auto, por tú culpa cabe recalcar, me confesó que él también sabía de esto. De hecho, Claus podía viajar en el tiempo hasta que el poder que tenía le fue arrebatado y se me dio a mí. Ahora está convencido de que la habilidad le pertenece. —Rust lo insultó entre dientes—. Antes de que Jaho muriera, me dijo que estaba preocupado por uno de los trabajadores de su padre y que necesitaba saber si se encontraba bien...

Me tragué las palabras en cuanto recordé que esa información me la diste tú y que gracias a tu mentira, yo le di la información a Claus.

¿Sería correcto hablarle de ti?

¿Qué le diría?

¿Qué recibía mensajes de una persona desconocida llamada Sherlyn quien no sabía si estaba de mi parte o por su cuenta?

Tú eres un misterio. A veces me apoyas, a veces no. Manejas las cosas para tu beneficio, pero también lo haces por el mío. No sé si sea buena entregarte tan grande responsabilidad, solo espero que al leer esto aceptes mi petición.

¿Eres la buena o eres la villana?

—¿Qué pasa? —preguntó al quedarme en silencio.

Negué con la cabeza y continué:

—Bueno, yo le dije que el tipo se suicidaría, que eso salía en los periódicos, pero en realidad fue un asesinato oculto bajo esa fachada. Claus y sus hombres tomaron la ventaja y lo mataron.

—Hijo de puta... cuando lo vuelva a ver yo...

—No le hagas nada —zanjé—, puede ser peligroso.

Rust siguió preguntando cosas sobre a mi habilidad y luego sobre mis viajes. Le conté cómo nos conocimos anteriormente, lo que había sucedido en mi primer viaje y su primera muerte el 25 de diciembre. Estaba algo receloso con todo lo que decía, le parecía una fantasía, y yo le di la razón. Luego hablamos sobre la libreta, sobre Mŏnn y finalmente, cómo forcé mi existencia. Unos minutos más tarde, pese a lo ansioso que se mostraba sobre el tema, le corté el entretenimiento; necesitaba volver a casa.

—Hagamos algo —le dije poniéndome de pie para arreglarme—, en mi próxima visita te contaré más, ¿qué te parece?

Rust imitó mis movimientos cuando se colocó de pie pero no dijo nada. Su rostro serio me siguió hasta la puerta donde esperé que se despidiera con algún comentario tan particular de él.

—Yionne —me detuvo y me agarró desde el abrigo.

—Se siente raro cuando me llamas por mi nombre.

Una sonrisa era lo que esperaba como respuesta, mas en su lugar obtuve un inesperado abrazo de su parte.

—No le digas a papá —murmuró cerca de mi oído.

—¿Sobre qué?

—Voy a escapar de aquí y me mantendré oculto —confesó—. Ya no me siento seguro y puede ser peligroso para él. Imagina si Claus le habló...

—Tranquilo —me aparté para detallar su cansado rostro—. No creo que Claus diga algo estúpido.

—Claus nunca dice algo estúpido, todo lo que sale de su boca está dicho con un motivo. —Tuve que darle la razón—. De igual forma, voy a escapar, estar aquí es aburrido. No te diré dónde voy, pero te aseguro que volveremos a vernos.

Aceptar que una vez más él se marcharía justo cuando estábamos en buenos términos, rompió una parte de mi corazón. Sin embargo, entendía sus motivos. ¿Qué otra cosa podía hacer? Si quería salvarse el culo debía ocultarse.

Para salir del trance en el que se había hundido, golpeé su frente como si lanzara una canica.

—Prométeme que no harás nada impulsivo y te mantendrás a salvo.

Frunció el ceño y, mientras frotaba donde lo golpeé, dijo:

—Lo prometo.





WWWWWWWWWWWWWWWWWWWWOWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWW Hoy nos enteramos de muuuuchas cositas :0 ¿Rust espiando a Murph y Onne? ¿Onne contando sin problemas sobre su habilidad? Af... katapazandah.

El próximo capítulo se llama "14 de noviembre". Sí, chamas, después de como 1234567876 años, por fin sabrán qué pasa en esa fecha.

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Aersh si la man que se creó la cuenta vhaldai en ig y después la abandonó la borra para cambiarme el usuario lpm...

En feeen, los loveo <333

Ah, pásenle un ojo a La opción correcta 7u7

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