El polígrafo parte 4

  — ¿Y haz...? —Perdiendo el hilo de sus pensamientos, cuando bajo sus bragas sobre sus caderas, ella gime suavemente, luego mordisquea el lóbulo de mí oreja en reproche, cuando sonrío ante su falta de concentración.

— ¿Alguna vez has perdido la oportunidad de tener sexo oral, porque estabas demasiado ocupado riéndote de alguien?

¡Dios!, imaginarla de rodillas es casi más de lo que puedo soportar... Suavemente, tiro de una de las barras de sus pezones, simulando indiferencia, y le pregunto:

—No lo sé, ______. ¿Lo he hecho?

_______ inclina la cabeza hacia un lado con fingida consideración, atormentándome con obvio deleite. Entonces, se pone de rodillas y lleva mi polla al interior de su boca, jugueteando con la cabeza con su lengua, y todo lo que puedo hacer es dejar que la pared me sostenga y tratar de mantener el control.

Cuando lleva mi polla profundamente en su garganta, mis rodillas se debilitan, y me inclino sobre la mesa buscando apoyo, mientras ella continúa lamiendo y succionando, volviéndome loco. Ante mi bajo gruñido de aliento, ella se ríe, y la vibración del sonido casi me envía por encima del borde.

—Mierda, ______, estoy cerca...

Interpretando correctamente la advertencia, ella retrocede, lamiéndose los labios de una manera que me hace desear que no lo hubiera hecho. Sin embargo, sus siguientes palabras me convencen que he tomado la decisión correcta.

—Te quiero dentro de mí, Chris...

Tira de mi mano, y me desplomo sobre una de las sillas alrededor de la mesa de conferencias.______ se sienta a horcadas con un ronroneo, y cuando me lleva a su interior, superficialmente al principio, luego deliciosamente profundo, sus labios se mueven contra mi cuello en una plegaria ininteligible y sin aliento. Ella se siente increíble alrededor de mi polla, caliente y apretada, y murmuro una maldición en su oído cuando empieza a montarme.

—Me pregunto qué haría tu máquina con esto.

Obtengo un vistazo de su sonrisa salvaje, antes de olvidarnos por completo del polígrafo, elevándonos juntos con sincronía instintiva. Los gemidos de ______ son desenfrenados, y aunque escucharla me enciende más de lo que creí posible, tengo que apagar los sonidos con mis labios, cauteloso de lo lejos que los sonidos podrían viajar.

— ¡Oh, Dios!... tan bueno...

Sus grandes pechos rebotan y se balancean mientras ella se mueve, y yo los acuno en mis manos, haciendo girar mi lengua sobre sus tensos pezones perforados, una vez más. Ella tiembla y aprieta fuertemente mis hombros, jadeando una súplica, y extiendo la mano entre nosotros para frotar su clítoris, gimiendo cuando se aprieta alrededor de mi polla y casi me empuja por encima del borde

—Córrete para mí, _______ . Córrete ahora.

Ella aprieta su clítoris contra mis dedos, mientras amortigua los gratificantes gritos de liberación contra mi cuello. Su respiración entrecortada contra mi piel me da una sacudida final de excitación, y reprimo un gemido, dejando que su orgasmo me lleve el resto del camino hacia mi propio clímax, introduciéndome en ella, una y otra vez, mientras remonto mi orgasmo.

Durante un largo rato, somos incapaces de hablar, nuestra comunicación se ha reducido a murmullos ininteligibles y caricias. Como era de esperar, ________ es la primera en hablar, sus palabras espesas por la diversión.

— ¿Besas a los detectives con esa boca, ______? —pregunto, intrigado por su lenguaje, inusualmente ordinario.

Ella lo hace, con un disfrute lento y seductor, que me hace desear tener el tiempo y la energía, para pasar todo el día aquí con ella.

Recupero su sostén del piso, junto a nosotros, y deslizo los tirantes por sus brazos, en un amable recordatorio de que los dos tenemos trabajo que hacer. _______ suspira, tomando la indirecta de mala gana.

— ¿Tenemos que volver a trabajar?

—Sí —le digo, todavía apegado al formato de respuesta de "sí o no" de la prueba del polígrafo. Es más fácil que tratar de averiguar cuánto ha cambiado en nuestra relación; eso tendrá que venir más tarde.

—Lo sé —se queja, encogiéndose de hombros y poniéndose de pie, de manera algo tambaleante. Para cuando he seguido su ejemplo, ella ha enderezado su traje, quedando sin un el pelo fuera de sitio. Una pequeña y secreta sonrisa, hace curvar las esquinas de sus labios, pero por lo demás, no hay señales de que algo ha ocurrido.

Yo quiero más que esto, mucho más que un apresurado encuentro en el trabajo. Quiero llevarla a casa y esposarla a mi cama, juguetear con ella hasta que grite por misericordia, y después follala hasta que termine en una neblina de euforia.

No es hasta que he abierto la puerta, que le hago la pregunta más importante de nuestro pequeño juego de "sí o no".

— ¿Quieres venir a casa conmigo esta noche?

Ella me dirige una sonrisa traviesa, seductora y alegre. Podría decir un millón de palabras, pero sólo elige una.

—Sí.

Cierro la puerta detrás de mí, antes de cambiar de opinión acerca de volver a trabajar.

 ------------------------------------------Fin------------------------------------------------------------

Espero que les haya gustado y el próximo os sera de Johnny Storm 

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