C A P Í T U L O UNO

Sweet Poison

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Balanceo mis caderas al ritmo de Earned it ( The weeknd) paso mis manos provocativa por mis pechos, luego por mi abdomen y por último hasta mis caderas, me doy la vuelta quedando de espaldas a los ojos hambrientos que me observan, me sujeto del tubo y bajo meneando mis caderas, enredo una pierna y giro con agilidad y suavidad dando una vista excelente de todo mi cuerpo, luego camino por la pasarela.

Un pie delante del otro, luciendo mis tacones negros, tiro mi melena hacia adelante sin dejar de menearme, muevo mi torso y subo mis manos hasta mi cabello para acomodarlo, me permito mirar al público, sonrío al fijarme en sus rostros lujuriosos, me encanta saber que tengo ese efecto en los hombres. Les doy la espalda nuevamente y emprendo una caminata hasta donde estaba inicialmente, me agacho y pongo mis manos en el suelo, seduciendo, tentando y retando a todo aquel que me observa, se que quieren más y eso es lo que les daré.

Me levanto y apoyo mi espalda en el tubo, engancho mis dedos en las tiras del camisón rojo, las deslizó por mis hombros lentamente hasta que cae al suelo, dejando a la vista mis pronunciados pechos y mis largas piernas, la multitud enloquece y evidencio como el suelo se llena de billetes, también escucho obscenidades que solo me hacen sonreír, esas palabras ya no me resultan asquerosas, sino patéticas, no hay ni una que no conozca.

Continuo moviéndome, jugando con el tubo y siguiendo la coreografía. Disfruto cada minuto en la tarima, me encanta sentirme la dueña del mundo cuando estoy en acción. La música se va apagando poco a poco, me preparo para el paso final, sacudo levemente mi trasero y cuando es el momento me abro de piernas en el suelo como toda una bailarina

-¡Y esa, caballeros, fue Sweet Poison! - Exclama el presentador cuando salgo del escenario recibiendo aplausos.

Sonrío satisfecha y me dirijo a mi camerino, allí me espera Coco la chica que se encarga de maquillarme y vestirme, me encanta que conectemos de tal forma que siempre consigue el efecto que me encanta; sensual y peligrosa.

-¡Estuviste genial! - Dice en cuanto me ve - Tendrás varios pedidos esta noche, Sweet.

-No me conformo con cualquier peso - Digo mientras me quito el antifaz negro que llevaba puesto - Sabes lo que siempre digo.

-De los ceros depende la intensidad de tu trasero - Completa por mi y yo sonrío porque lo recuerde.

-Aunque pensándolo bien, tienes razón, no me caería mal hacer unos cuantos privados, quiero comprar algo así como...

-Lencería - Vuelve a completar por mi y ambas reímos.

- Ya me conoces, probablemente te traiga algún regalo si me va bien esta noche, te vendría bien mostrárselos a tu novio - La molesto mientras me cepilla el cabello.

Me quedo en silencio mientras ella me cambia el look para la tanda de pedidos que se aproximan. Le permito a mi mente divagar y pienso en lo extraño que resulta que me guste mi trabajo, ambo bailar y seducir, aunque para la mayoría de las mujeres de mi industria es una obligación, pero yo lo disfruto.

Obviamente tuve que acostarme con algunos hombres para llegar a donde estoy, no demasiados para cultivar mi prestigio, lo que quiere decir que prácticamente supe que escalones pisar para llegar a ser una de las strippers más pedidas de la ciudad. No trabajo en cualquier lugar y mi nombre nunca pasa desapercibido, un show de Sweet Poison es costoso y no cualquiera puede pagarlo, por eso vivo rodeada de lujos, cobrando por lo que me gusta.

Siempre voy a pensar que las mujeres debemos dejar de ocultar que sentimos placer y simplemente disfrutarlo ¿Qué hay de malo en eso? Yo soy un ejemplo de ello, una hija de religiosos que salió puta a más no poder, eso soy y no me avergüenza serlo, al contrario, me encanta.

-Sweet, Black te necesita en su oficina, está radiante de felicidad, supongo que conseguiste a un pez gordo - Sonrío y espero a que Coco termine con mi cabello.

Me pongo de pie y me pongo el conjunto que ella eligió, es hermoso, el color dorado y los detalles delicados resaltan mi piel, los ligueros dorados se pegan a mis muslos como una segunda piel y el encaje hace a mis pechos más provocativos. Al terminar de admirarme en el espejo me pongo un albornoz para ir a la oficina de Black.

-¿Me llamabas? - Digo cuando entro a la oficina.

Un hombre ancho vestido de traje alza la cabeza calva para mirarme con una sonrisa radiante, al parecer su asistente no mintió cuando dijo que estaba alegre.

-Un cliente ha pagado cuarenta mil dólares por un privado de Sweet Poison, sabes que no cualquiera paga esa suma - Me informa y siento como una sensación de emoción me recorre el cuerpo.

-¿Quién es? - Pregunto intentando no mostrarme muy ansiosa.

-Se presentó como Marcola, pero aunque supiera no podría decirte su nombre, Sweet, sabes lo que significa ¿Verdad?

-Si el cliente paga más de cuarenta mil dólares, puede tocar, pero no penetrar - Recito la norma dentro de mi contrato - No te preocupes, sé manejarlo.

Un detalle que se me había olvidado mencionar, entre más alta sea la tarifa, más a disposición del cliente estas, los cuarenta mil dólares es solo uno de los niveles, no hay penetración. Si seguimos subiendo encontraremos un paquete donde se permite todo, asusta, lo se, pero este es mi trabajo, el que escogí ¿Hay algo malo en disfrutar y llenarse los bolsillos de dinero en el proceso?

Lo único malo, que estoy segura es el detalle que hace que las mujeres odiemos este trabajo, son los clientes desagradables, aquellos que no nos encienden sexualmente y que al contrario, nos dan arcadas por lo asquerosos que nos resultan. Camino con algo de curiosidad hacia el cuarto VIP donde se realizan ciertos tipos de privados, el que voy a hacer, por ser de tal cifra, no cuenta con el vidrio que impide a la persona acercarse, por lo que voy a estar cara a cara con quien sea que se decidiera a pagar esa cantidad.

Analizo mis posibilidades ¿Y si es un viejo gordo y asqueroso? Me centraré en su billetera ¿Y si la tiene pequeña? Me centraré en su billetera ¿Y si me atrae? Disfrutaré y me centraré en su billetera. Pensamiento positivo, siempre. Me pongo el antifaz, nadie puede ver tu rostro por más dinero que pague y tampoco conocer tu nombre real.

Abro la puerta y respiro profundo, dentro veo las paredes rojas y los sillones negros brillantes, luego mi sitio de trabajo; el confiable tubo y espacio para bailar, más allá está oscuro, alumbrado con la luz tenue de los bombillos del techo, camino como mejor se hacerlo, con el mentón en alto y haciendo que el repiqueteo de mis tacones suene invadiendo todo el lugar.

-Caballero, Sweet Poison está lista para brindarle un recuerdo inolvidable- Hablo cuando por fin veo la silueta de mi acompañante

Va vestido de manera casual pero gracias a mi conocimiento de marcas se que nada de lo que lleva baja de los mil dólares; zapatillas negras, jean gris y una camisa manga larga que se ajusta a su cuerpo permitiendo ver que es acuerpado, tiene una barba perfectamente marcada, haciendo un candado en la parte de sus labios ligeramente carnosos, sus ojos, son de un oscuro intenso gracias a la iluminación del lugar y por culpa de su antifaz no puedo ver más, el accesorio me impide ver las facciones restantes de su rostro. Me gusta.

No recibo respuesta de su parte, así que prosigo a dar el siguiente paso, tomo las tiras de tela del albornoz que me aprieta la cintura y comienzo a desenredarlas con lentitud. Mientras lo hago, la melodía de "Horns de Bryce Fox" ambienta el espacio.

-No recuerdo haberte pedido que te la quitaras - Su voz intimidante llega a mis oídos causando que un escalofrío me recorra de pies a cabeza.

-Lo siento - Me disculpo optando por el papel sumiso, a juzgar por apariencia es de los típicos controladores que te ponen al mil.

-Tampoco pedí que te disculparas - Vuelve a hablar bebiendo de su trago.

Camino hacia él y siento su aroma en mi nariz.

-¿Soy el primero? -Pregunta haciéndome reír.

-El de hoy, sí - Digo sin preocuparme por ocultar la ironía de mi voz.

-Puedes quitártelo ahora - Ordena y obedezco, tiro del nudo y dejo que la tela caiga al suelo, dejándome solo con el conjunto dorado de antes.

-¿Ahora qué quieras que haga? - Pregunto con las manos en la cintura.

-Siéntate - Obedezco andando hacia sus piernas pero me hace una señal para que me detenga - Allí, no sobre mí - Dice señalándome los asientos de enfrente.

Es extraño. Sin rechistar le hago caso pero a mi modo, tomo asiento cruzándome de piernas permitiendo ver mis muslos y mis pechos cuando me inclino hacia adelante atenta a lo que va a decirme.

-Así que pagaste cuarenta mil dólares para verme sentada, debo admitir que es el fetiche más raro que me ha tocado - Bromeo y sus ojos me silencian detrás de su antifaz.

-No vine aquí para tocarte - Dice haciendo que comience a estresarme.

Su acento, es extraño y embriagador, tiene un timbre grueso e imponente al tiempo que misterioso, pero aburrido, solo me ha hecho preguntas estúpidas y no puedo negar que me encantaría que me susurrara cosas sucias al oído.

-¿Por qué pagaste para poder tocarme? - Hablo pero esta vez no consigo que se enfade.

-Quería tentarme, saber qué tanto puedes hacer para volverme loco, pero me doy cuenta que no es mucho - Responde apoyando los codos en sus rodillas.

Una puñalada directo a mi ego, cabrón.

-¿Tentarte? Si ni siquiera me dejas tocarte, ni seducirte y ni siquiera hablar - Me defiendo intentando mantener la cordura - ¿Vas a dejar que lo haga ahora?

-He dicho que no vine aquí para tocarte- Repite haciéndome soltar un suspiro de irritación.

-Bien, pero supongo que al menos viniste a verme ¿No es así? Deja que te enseñe lo que puedo hacer cuando estoy en acción.

Sin levantarme me abro de piernas, deslizando las yemas de los dedos por mis muslos, calculando y disfrutando mis movimientos al tiempo que sus ojos comen mi cuerpo, llevo mis manos hasta mi pecho y juego con las tiras, pasándolos tentativamente por mis hombros, queda poco para que mis pechos salgan al contacto con el aire, me detengo un poco cuando el hombre apoya su espalda en la parte de atrás del asiento, no puedo evitar sonreír. Acabo de ganar.

Tres, las tiras caen completamente.

Dos, voy a mi espalda para desabrochar el sostén, lo hago con lentitud.

Uno, escucho el click y estoy a punto de soltar la prenda de encaje hasta que...

-Detente - Ordena - Vuelve a vestirte - Se pone de pie y me da la espalda para ir a buscar más trago.

Frustrada me lo pongo nuevamente ¿Qué le pasa? ¿Por qué no me deja seducirlo?

-¿Qué mierda quieres? - No controlo mis palabras y me arrepiento infinitamente cuando lo digo, sin embargo, no me detengo - Por si no lo notaste, esto es un sitio donde la gente se toca mutuamente, se masturba y se folla sin contemplaciones, no es un simple bar.

-Cuida tu boca - Responde tranquilamente y me irrita que se controle tan bien - Regla uno, a mi no me cuestionas.

No puedo evitarlo y rompo a reír, ya no lo soporto.

-Continúa, quiero escuchar las demás.

-Regla dos, de mi no te burlas - Dice y luego le da un sorbo a su trago.

Muerdo mi labio con una sonrisa que no me molesto en ocultar.

-Regla tres, me obedeces.

Paso saliva porque su seriedad intimida aunque me cueste admitirlo.

-Regla cuatro, no te desnudas si no te lo pido.

-¿Qué es esto? ¿Tu versión de los diez mandamientos o algo así?

-Regla cinco, no me interrumpes cuando esté hablando y la regla seis la conocerás luego ¿Has entendido?

-Supongo - Me encojo de hombros - Pero la primera regla es algo estúpida - Me levanto para llenar mi vaso dejando mi trasero expuesto a su mirada - Quieres una mujer que no te cuestione ¿Estamos en la edad media? Además, es aburrido, en vez de una mujer quieres un puto objeto sexual.

-¿No es eso lo que eres tú? -Pregunta y me veo en la obligación de devolvérsela peor.

-Eso soy, tu puto objeto sexual durante esta hora - Camino hacia él y me siento a horcajadas encima de sus piernas sin recibir un regaño - Un puto objeto que a pesar de que no debería hablar, ni cuestionar, ni retar, lo hace porque es y será mucho para ti, solo imagina, si soy así como objeto ¿Cómo seré siendo una mujer en todo el sentido de la palabra? Sería una jodida tortura para ti - Susurro en su oído.

Siento su respiración agitada, no sabría decir si es por la furia o por la excitación. Luego hace algo que simplemente no me esperaba.

Me alza sujetando mis muslos con brusquedad, luego me deja en el suelo con rapidez quedando a mi espalda, sujeta mi cabello con fuerza por la nuca y me estrella contra la pared dejando mi mejilla pegada a la fría pared.

-No sabes con quién te metes, Sweet - Dice cerca a mi oreja.

-Pregúntame cuanto me importa - Respondo destilando furia y recibo un tirón de cabello hacia atrás.

-No vine a tocarte ni a contemplarte, vine a descifrarte y vaya que tienes razón cuando dices que eres una jodida tortura - Habla con ira sin debilitar su agarre - Hoy eres un animal indomable, pero pronto vas a obedecerme y voy a disfrutarlo tanto, joder, tanto.

-Tu dinero no va a conseguir eso - Digo intentando soltarme pero me aprieta contra la pared pegando su entrepierna.

-Cariño, no has entendido aún, a un animal indomable se le encierra, se le castiga y se le vuelve obediente, eso voy a hacer contigo - Dice depositando un beso en mi cuello - Ten por seguro que no voy a parar hasta que consiga mi meta.

-Jodete - Digo entre dientes con tanto enojo que apenas me reconozco.

-No Sweet, no voy a joderme solo, vamos a jodernos juntos -Susurra haciéndome respirar más fuerte - No va a ser la última vez que sepas de mi.

Suena la música que índica que solo han pasado los primeros quince minutos.

-Cuando seas mía, vas a desear haberme conocido antes - Vuelve a hablar y me nalguea tan fuerte que un suspiro ahogado sale de mi boca.

Suelta su agarre y sale de la habitación dejándome sola, caliente, húmeda y vulnerable. Justamente todo lo opuesto a mi.

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