❝ Voy a soñar contigo toda la noche ❞

— Señorita Rose - Escuché a la secretaria decir mi nombre, me levanté en seguida ganandome las miradas de los hombres de traje. No eran lascivas, ni coquetas, mas bien eran de molestia y desprecio.

La mayoría me conocen, pero el otro pequeño por ciento deben creer que soy ingenuamente estúpida, que tendré este trabajo solo por ser una mujer atractiva.

Y se equivocan, lo único que interesa es que tan buen chantajista aportador eres.

Me acerque tranquila, mientras la puerta de la oficina se abría y Scourge salia de ella, dedicándome una mirada triunfante y se sentaba de vuelta a esperar mi salida.

— Adelante - La escuché y sin mas entré a la oficina, un azabache sentado en una silla aburrido y jugando con su celular, y a su lado un hombre serio con gafas cuadradas.

Me senté frente a ellos. Esperando algo mientras el hombre solo se dedicaba a escribir en una libreta con una pluma bastante cara. Lo sé por que me robe una de esas cuando tenía catorce.

— ¿Señorita Rose? - Pregunto y solo alzó la mirada hasta que ascendí — Tiene antecedentes penales además de una denuncia por robo, no consume drogas pero anteriormente bebía. O sigue, como sea, conocida como una gran apostadora en todo New York - Siguió escribiendo mientas tachaba algunos párrafos.

— Parece que hizo bien su tarea - Comenté con toque de diversión, ¿Quiénes se creen para ver la información personal?.

— Demuestre lo que sabe hacer - Sacó de un cajón los que parecía ser una baraja. Acercándola a mí mientras él seguía en su lugar.

— ¿Quiere qué juegue con usted? - Pregunté tomándolas, sigo mirando al azabache sobre su silla, quien sigue sin despegar mirada de su celular altamente caro.

— No, claro que no, los juegos así no son para nada de mi gusto - Sonrió tan estúpidamente — Jugarás contra ella - Señaló una computadora portátil con un brazo mecánico. ¿Cómo no me di cuenta de eso hasta ahora?.

— ¿De verdad quiere que juegue contra una máquina? - Solté una risa sin poder creerlo, ¿es que acaso juegan conmigo?

— Si no puedes engañar una simple máquina, las Vegas tal vez no sea lo tuyo - Lo escuché hablar, fruncí mi ceño molesta mientras agarraba las tarjetas y las ponía con fuerza sobre la mesa.

— Las Vegas, si son lo mío, y puedo probarlo - Victoria, es lo que me llevaré de esta oficina, de esta empresa. Y respeto.

— Adelanté - Comencé a repartir las cartas con velocidad, ante la atenta mirada dele hombre con gafas, y sin tomar en cuenta la mirada del azabache.

— Damos gracias a todos ustedes por venir y participa, lastimosamente, no todos pueden obtener el puesto que han venido a requerir.

El señor de gafas, el anterior que ví dentro de la oficina salió con una libreta forrada de cuero. Después de terminar mi juego con esa computadora, puedo mirar que estaba a poco de ganar. Pero admito que fui descuidada y la estúpida máquina terminó ganando con una mala jugada que no viene venir.

Y presiento que algo ya estaba arreglado por ese sujeto azabache. Lo presiento, o si no, por el mismo hombre de las gafas.

— Mucha suerte rosita - Me susurró Scourge, viéndome con esa mirada de que me deseaba todo lo contrario. Cínico.

— A continuación mencionaré a los elegidos - Sonrió al leer la hoja de papel en su cuaderno - Scourge The Hedgehog

Me cruce de brazos, decepcionada y molesta. Supongo que solo era por sentido común que él terminara ganando.

— Adiós a todos perdedores - Saludó con descaro mientras pasaba frente a los demás hombres con traje, al pasar a mi lado solo me dedico una sonrisa cómplice y un guiño perverso.

Los hombres bufaron molestos y uno que otro con muecas de enojo salieron de la oficina molestos, realmente decepcionada mientras yo me quedé sentada esperando a que Scourge regresara para volver juntos.

Eso si el tipo del traje no lo obliga a quedarse.

— Señor... - La secretaria de hace unas horas llegó a interrumpir el discurso que de seguro iba a darle a Scourge. Y molesto apenas y la miro sobre su hombro. Le susurró algo que no podía entender aun después de acercarme entre los asientos.

Le entregó un papel nuevo señalando detalles hasta que la vista de ambos, incluyendo Scourge se posó sobre mi.

En el intento de no hacer una mueca, tosió y agarró el papel como si de basura se tratara.

— Señorita Rose, usted también puede venir - Parecía que iba a saltarle una vena del enojo en su frente. Mis ojos se abrieron en par realmente emocionada.

Aún manteniendo mi ego, caminé despacio hasta llegar al lado de mi compañero, sonriendo victoriosa y él mirándome cómplice. ¡Así se hace Amelía!, viajaré a las vegas con todo pagado.

— Ustedes dos, los quiero aquí a las siete y media de la mañana, sean puntuales, al joven Shadow no le gusta esperar. Los recogeremos aquí, tengan lo necesario en la mano - Se alejó un poco, pero regreso antes de volver a la misma oficina — Y compren ropa nueva si es necesario - Me observó de abajo hacía arriba con descaro mientras nos cerraba la puerta en la cara.

Estúpido.

Eso Rose, tragatela toda bebé - Musitó con lujuria. ¡Por dios!, sé que es grande pero puedo meterla toda por mi boca y mientras el hace gestos con su boca y esos comentarios sucios no puedo disfrutar de mi helado si sigue haciéndolo.

— ¡Basta ya Scourge!, ¿Acaso no puedo chupar una paleta en paz? - Dejé la paleta de chupar la paleta, es que es increíble.

— Sabes como me traes desde la oficina. Y aún así te atreves a jugar conmigo, moviendo tus labios sobre la paleta, ¿Creés que no sé que te imaginas mi pene dentro de tu boca? - Reí para mis adentros. Dejando la paleta dándole una mordida en la punta que seguro le erizó la piel.

— Tranquilo Scourge, lo de la oficina solo fue una entrada, puedes buscar y elegir el motel que quieras - Seguí disfrutando de mí helado. Entiendo que lo dejé a medias, pero no fue para tanto.

— ¿Entrada?, ¿Desde cuando eres tan buena en las entradas? - Pregunto curioso y molesto. Todo lo que sé, según él, me lo enseñó por completo. Pero gracias a los libros una aprende de todo.

Scourge, por dios hay gente aquí - Ambos ocultos en una bodega del edificio. Después de ser ganadores compartieron miradas victoriosas.

Y fue cuando un hombre de limpieza paso cerca de ellos cuando caminaban al elevador, viendo como por equivocación el hombre dejó la puerta abierta de su bodega. Y fue cuando ambos compartieron miradas.

— Nadie nos verá - Susurró con desdén.

A ella se le ocurrió la brillante idea de hacerlo sufrir, como le gusta. Con placer, dio un tremendo giro a la jugada de Scourge cuando ella se colocó de frente. ¿Scourge quería enrollarse en la bodega?, iba a enrollarse en la bodega.

Encerrándolo en la esquina de la bodega. Él comenzó a respirar con dificultad, intentando poner su rostro de la forma mas inmutable posible. Tratando de ignorar la mano que subía desde su rodilla hasta su entrepierna.

La poca luz de la bodega, el foco casi fundido hacían que los ojos de la eriza brillaban con la poca luz. Sintiendo la caricia que esta ejercía sobre su pantalón.

Dios Amelia - Estaba entre y molesto y excitado, que esa jodida chiquilla estuviera poniéndolo de esa forma, y tratar de controlarlo lo hacían dispararse como una bala — Solo bajate los pantalones y haré lo que quieras .

Ante las suplicas morbosas que el erizo hacia, ella se negaba rotundamente mientras seguía disfrutando del momento con el poder que ahora tenía.

— Yo debería decirte eso - Sonrió, y después, siendo atraída por la atenta mirada del erizo. Desabrochó el botón de su pantalón.

Haciendo que el erizo se estremeciera ante el contacto con su mano y sus boxers, la fina tela que solo necesitaba bajar para encontrarte tal pistola larga y dura.

Tragó grueso cuando la chica se agacho hasta tenerla frente a su entrepierna. Lo acarició con suavidad sobre la tela, escuchando sus gemidos bajos, se levanto de vuelta besando su cuello, sus mejillas. Hasta que sintió como el mismo le había regresado el juego.

Scourge no era de esos tipos sumisos, ni se dejaría controlar. Daba batalla, claro que lo hacia. Era simplemente él.

Bajaté los pantalones ahora o juro que voy a hacerte un hoyo tan grande en el trasero que me importa poco la tela - Advirtió excitado, pero ella siempre tenía otros planes.

Simulando bajarse los pantalones con lentitud, restregando sus caderas contra las de él mientras sin que él lo notara, se fue acercando hasta la puerta.

Tanto era su deseo, que su mente se nublo cuando apretó uno de sus muslos. Pero no se esperaba para nada lo siguiente.

El sonido de la perilla abrirse y la eriza saliendo de la bodega, con una sonrisa maléfica y divertida en los labios.

Dejándolo en bóxers, con una maldita erección y con las manos estiradas. Ella soltó una risita juguetona mientras cerraba la puerta para que pudiera subirse los pantalones. Tampoco lo iba a dejar al descubierto.

— ¡Maldita sea Amelía! - Le grito tras la puerta — ¡¿Qué voy a hacer con esta maldita cosa ahora?! - Aunque no lo veía. Podía imaginarlo señalar su erección..

Tú sabes que hacer - Susurro coqueta, atenta a los sonidos eróticos que estaba haciendo Scourge dentro de la bodega. Ella solo esperaba que terminara para que pudieran irse juntos.

— ¿Ya terminaste o vas a seguir jugando? - Volvió a preguntar realmente harto y molesto de tanta mierda de juegos que ella hacia con él.

Ella sabia muy bien que a Scourge no le gustaban tantos rollos, si vas a tener sexo con él, solo hay que tenerlo y ya.

Ella ascendió contenta, dejando el palo de la paleta sobre una servilleta, lamiendo el liquido de vainilla de sus labios.

— ¿Sigues duro cariño?.

— Jodete Rose. 



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