❝Sucio casino❞

La pequeña pelota de metal salta entre las casillas, negras o rojas, pares o impares.

No importa el tiempo que tarde en detenerse, la sensación de excitación en mi pecho incrementa, debería sentirme mal, lo sé. 

Estoy apostando más que mi vida, un territorio entero que ni siquiera es mío y que bien podría traernos grandes consecuencias a todos los que vivimos en las cercanías de los barrios bajos. 

Pero no puedo evitarlo, la apuesta es interesante y apuestas de este tipo, todo o nada, son las que más me gustan. 

Carmelo tampoco puede contener su emoción, está claro que ya tenemos algo en común y nuestras miradas brillantes nos delatan.

— ¿Tienes miedo? - la rata me sonríe con arrogancia mientras me analiza. Creo que no esperaba que me hiciera cargo de la situación, después de todo Scourge está aquí. 

— Por supuesto que no - respondo con la misma sonrisa, carente de arrepentimiento.

El silencio vuelve a gobernar el salón, las palabras no son suficientes para describir lo que sentimos. Atenta, observo la ruleta bajar la velocidad, la pelotita comienza a imitarla poco a poco. 

El calor aumenta, puedo sentir mis orejas calientes por la presión, inevitablemente miro a Scourge, apuesto a que se muere de ganas por darse un tiro en la cabeza y verlo desquiciarse por el juego es interesante. 

Una parte de mí me decía que debía huir con él cuando tuve la oportunidad, me embarqué en un viaje con riesgos a futuro, pensé que era demasiado hasta que comencé a conocerlo.

Shadow me mostró otros planes, un mundo de riqueza y riesgo que atraparon mi atención, su modo sobreprotector que tiene conmigo y su carácter posesivo que me vuelven loca.

Sin duda el dinero fue su principal llamativo, pero después... me fue imposible sacarlo de mi cabeza. 

Es astuto, pero al mismo tiempo conoce tan poco del mundo, fuera de su preciado edificio y hoteles cinco estrellas hay muchas cosas que podría enseñarle. 

Aprieto los puños mientras me muerdo la lengua, es increíble hasta donde fue capaz de meterse en mi cabeza, ese completo idiota necio, incluso en estos momentos que deberían ser solo míos estoy pensando en él. 

Por eso lo hago, estoy aquí por él.

Porque no pude darle la espalda cuando me necesitaba, la antigua yo hubiese escapado con el dinero, en cambio me quedé con él esa noche en el hospital.

La ruleta va cada vez más lento, siento el toque de Scourge en mi cintura mientras me apega a él, no queriendo soltarme ni ver el resultado que está a punto de llegar. 

— ¡Aquí viene! - grita Carmelo con las manos unidas, el rostro de Scourge se endurece tras lo dicho y entonces, la ruleta se detiene revelando la casilla ganadora con el número impar.

Recostó sus manos en el barandal, la vista de la ciudad era mil veces mejor desde el penthouse. Claramente se pueden apreciar todas las luces neón, brillantes.

Es una vista hermosa, pero su mente y pensamientos agrios opacan toda la belleza resplandeciente.

No estaba contento, para nada contento. Bufó mientras se masajeaba la cien, no podía dejar de pensar en ella y lo que seguramente, el sucio de Scourge estaría queriendo hacer.

Así es, porque se quedará queriendo. 

Confiaba en que ella no haría... ¿No haría qué? ni siquiera tenían un compromiso. Nunca quiso creer que llegaría a sentir preocupación por una mujer después de Rouge, pero ahí estaba, comiéndose la cabeza de angustia por saber si estaba bien, si estaría en problemas.

Gruñó y se alejó del borde, creyendo que debió de haberla acompañado también, pero claro, Amy nunca le perdonaría algo así.

Confiaba en ella, sin duda alguna su trabajo sería excepcional.

Lo cierto era que temía perderla por culpa de Mephiles, no había recibido ni una sola llamada de Rouge desde que escapó del grupo de su hermano, y a juzgar por eso, dudaba que la murciélago siguiera con vida...

El tema del asesino de hace noches también le viene preocupando, algo peor, era que no tenía ni una sola información sobre el sujeto.

Cansado, iba a regresar a la sala cuando sintió la vibración en su celular, el número de la pantalla era desconocido y dudó.

Se aseguró de mirar alrededor, no quería más sorpresas de asesinos acechándolo. Lo bueno era que el nuevo hotel de Blaze estaba perfectamente situado, ni un edificio a los lados.

Contestó la llamada y se pegó el celular a la oreja mientras respondía con molestia.

— ¿Qué quieres? - espetó el azabache, imaginando quién sería.

¿Así le hablas a tu hermano mayor? 

— Nunca te he tenido respeto - Shadow clavó la vista en los anuncios destacados del centro, sabía de sobra que hablar con él era peligroso, pero tampoco es que le llamara por nada — habla. 

Escuchó la risa de su hermano del otro lado, recordando viejos tiempos. 

Dime, ¿no crees que ha sido suficiente? - preguntó con un ligero tono sombrío, Mephiles estaba molesto. 

— La verdad que no - contestó con arrogancia — pero no te molestes, falta poco para que todo se desmorone.

No sabes lo que dices - resopló el mayor — no voy a permitir que tú envidia arruine lo que he construido, ¿sabes todo lo que tuve que hacer?

— Llegaste demasiado lejos Mephiles, cruzaste el límite cuando me inculpaste por los crímenes que cometiste.

Por favor... ¿esa broma te molestó tanto?

— Me alegra que no tengas el coraje para decirme todo esto a la cara, de lo contrario ya no tendrías tu estúpida nariz operada - exhaló para tranquilizarse, esto era lo que Mephiles quería lograr, desesperarlo.

Agradece que no estoy tan resentido, tengo un trato que te puede interesar - el tono persuasivo del erizo solo le hacía ponerse rígido.

— No me interesa escuchar tus mentiras ahora - iba a cortar, no tenía nada que hacer, pero perder el tiempo escuchando a Mephiles era la última cosa que quería hacer. 

¡Espera! ¿ya no te preocupa la eriza?

Se congeló y cerró los ojos, ya lo sabía, era obvio que ella sería la siguiente dentro de los sucios planes de su hermano.

— Si le haces algo, créeme Mephiles... que te haré de la vida un infierno. 

La amenaza de Shadow reflejaba su ira, los iris que destellaron por el otro lado de la línea no solo centellaron, sino que sus palabras confirmaron lo que ya sabía.

Era tierno para Mephiles, Shadow era como una pequeña cría llorando por atención.

Para eso es el trato - dijo — podría ofrecerte un final lleno de comodidades a su lado, dejaré que mis hombres dejen de buscarla y no te meteré en más problemas. Pero dame el regalito que te dio mi mujer.

— No sé de qué me estás hablando, que yo recuerde nunca tuviste una mujer - sonrió con sorna.

Estás agotando mi paciencia, no mientas, te conviene aceptar idiota. 

 Suerte ofreciéndole tratos a los demás, yo ya no me lo creo.

Y colgó, su paciencia también estaba en el límite e intentaba controlarse. No podía ir a buscarlo a la oficina para darle su merecido porque sabía de sobra que sus hombres lo estarían esperando.

Suspiró y entró por fin, cerrando las puertas de cristal del balcón mientras se relajaba por la fragancia del perfume de Amy. 

Ya quería tenerla de vuelta. 

La carcajada sale de mis labios anunciando la victoria.

Tomo a Scourge por los hombros para agitarlo por la emoción, ¡ganamos! en toda la maldita cara de la reina rata.

— ¡Lo hice! - si no tuviera puestos los tacones de aguja, estaría dando saltos.

La ruleta se detuvo perfecta en la casilla impar de color negro, dije que no perdería y lo dicho es un hecho.

Cuando la emoción disminuye, giro para encontrarme frente a frente con el rostro desilusionado y molesto de Carmelo.

La pantera albina nos mira a ambos, angustiada por los resultados y por la reacción de su jefe.

— ¿Cumplirás tu palabra? - me dirijo a él y parece recobrar la conciencia.

Tarda unos segundos, mientras tanto, Scourge se encarga de celebrar a mis espaldas gritando una y otra vez lo tonto que fue haberse metido con los mejores apostadores de New York.

Lo admito, me gusta el título.

La rata suspira al acomodarse el sombrero, le da la vuelta a la mesa con la ruleta y nos invita con una seña a que regresemos al sofá.

Al acomodarnos, Carmelo mira a la pantera con una sonrisa mientras alza los hombros, restándole importancia a la apuesta.

Como si no le hubiera dolido perder, por favor.

— Lo dejamos a la suerte y ese fue el resultado, mi amor - ella voltea a verme con recelo — no seamos malos perdedores y trae algo para beber, todas las victorias deben ser celebradas.

— Y queremos las más caras - la retorcida risa de Scourge parece exasperarla, pero se retira tras dar una pequeña reverencia.

Cuando las puertas se cierran, le miro atenta a la espera de las respuestas que prometió.

— Llamé a Scourge para el cargamento, de verdad me hace falta producto y mi comprador lo necesita con urgencia - continúa — tiene grandes planes para expandirse y necesita conseguir más ganancias.

— ¿Y quién es su comprador? - frunzo el ceño.

Carmelo forma una mueca antes de mirarme, pero ¿podría ser...?

— Mephiles.

— ¿Qué mierda? - escupe Scourge, los dos compartimos miradas llenas de confusión.

— Espera, él ya tiene el casino ¿pero dices que vende droga también? - pregunto consternada.

Sus ojos avellana resplandecen bajo las luces mientras asciende, en tanto, las puertas se vuelven a abrir para dejar entrar a Taner y algunas meseras que sirven encima de la mesa del centro.

Él espera hasta que las meseras desaparecen para continuar, Taner vuelve a quedarse a su lado detrás del sofá.

— Mephiles vende la droga dentro del casino. No conforme, agrega ligeras sustancias de la droga a todas las bebidas que se consumen, parece que está desesperado.

La cruel verdad que suelta me petrifica, no quiero creer en lo que dice pero tampoco tendría alguna razón para mentirnos.

¡Está haciendo adictas a las personas a propósito!

— D-droga en las bebidas ¿y qué pasa con los que se hicieron adictos? 

— Los que trabajan en el casino se percatan del comportamiento extraño, para no asustar a los clientes los separan para que no se sospeche - relata y Scourge parece escéptico. 

— Dices esto como si conocieras todo ¿es que tienes más relación con él de lo que aparentas?

— Soy su distribuidor más grande, además, sus practicas de trabajo no son tan seguras como aparenta porque llegaron hasta mis oídos.

— Si no es un gran secreto ¿por qué no se ha hecho nada? - me levanto del sofá, totalmente indignada por la reacción tan empática que tiene aquí — si tú la vendes, ¿no procuras que sea al menos por voluntad propia?

— No puedo inmiscuir en negocios que no me pertenecen, a menos que me afecten directamente. 

Carmelo parece ignorar completamente las acciones de Mephiles como si fuera algo tan común, ¡no tiene por qué serlo!

Abrumada observo a Scourge con rostro serio, al notarme es claro que no sabe qué decir.

— Odio admitir que la reina rata tiene razón... - me susurra bajo, al mismo tiempo elije una de las bebidas del centro cuando me indigno.

— Pero tú no haces eso... - pongo las manos en mis caderas con frustración. 

— Si me permite, señor - la pantera alza la voz — podría solicitar un acuerdo con estas personas.

Carmelo la observa escudriñando su rostro de hielo, nosotros nos quedamos al margen y evito morderme los labios, cualquier ayuda extra sería fantástica para derrocar a Mephiles de una vez.

Cuando nos regresa la mirada, se acomoda ligeramente el saco del traje con suma incomodidad.

— Sería interesante, sin Mephiles aquí... pero el problema es que es mi mayor comprador - tiene razón — perderlo a él sería el fin de uno de mis ingresos. También sería una pérdida para tu amigo aquí presente.

Señala al verdoso con la mano, la presión se está haciendo palpable y no puedo actuar como si él fuese un santo.

No puedo poner en peligro su negocio, aunque no me guste y también sea cínico de mi parte no preocuparme por todos los adictos que compran. 

— Aunque ya pagué por el cargamento - dice — de todas formas, no pensaba volver a hacer negocios con el idiota de tu novio así que, ¿por qué no? nada es más interesante que ver un imperio en las ruinas.

— ¿Eso significa...? - Scourge bebe un trago, yo prefiero mantenerme centrada.

— Hagan lo que quieran, pero me quedo con el cargamento - puntualiza — no puedo dejar que se entere de que estuvieron aquí, así que anunciaré tu visita en secreto. Sé discreto.

— Oh no, eso es imposible mi ratón amigo - la mirada traviesa de Scourge revela parte de su personalidad, es evidente que ser discreto no está en plan.

— Mi señor - Taner habla con tono discreto, Carmelo asciende alzando su trasero del sofá para acercarse a nosotros. 

Cuando Scourge hace lo mismo, nos da un ligero apretón de manos para despedirnos.

— Entonces, ¿puedo contar con tu ayuda? - mantengo firme el apretón mientras me mira. 

— Me ganaste una vez, no seas pretenciosa - niega ligeramente con una sonrisa — te revelé información, ya debería ser suficiente.

Soltamos nuestras manos cuando la pantera se aproxima, su mirada helada atraviesa a Scourge antes de mirarme. 

— Taner los acompañará, váyanse pronto. 

— ¿Vas a delatarnos? - Scourge lo acusa antes de tiempo. Nos da la espalda y lo mira por sobre su hombro. 

— Debería hacerlo, pero esta noche estoy contento. 

Después de salir de la habitación, la pantera nos guía por el pasillo por donde llegamos, las salas privadas aún están abiertas y las presentaciones  de las bailarinas no se detienen.

Las luces parecen ser cada vez más fuertes, y el olor a cigarrillo inunda el ambiente, deberían tener extractores por aquí...

Aún me pregunto si lo que dijo Carmelo es real, no me puedo fiar de él tan ciegamente. Debería decírselo a Shadow de todas formas, seguro que envía a alguien a investigar y si se confirma, su hermano tendrá más cosas que explicar.

Perdida en mis pensamientos, me detengo abrupta al chocar contra el pecho de alguien, mi nariz arde pero pongo ambos brazos al frente para separarnos. Cuando alzo la mirada noto unos ojos verdes muy oscuros, me reflejan por completo y cuando me separo lo suficiente puedo apreciar su rostro.

— Perdón, no estaba prestando atención - giré a los lados para buscar a mi acompañante, creo que me separé de ellos. 

— No importa ¿buscas a alguien? 

Su pregunta más que interesarme, me inquieta. 

Cuando nuestras miradas se vuelven a encontrar, me doy cuenta de las malas intenciones que se forman en su rostro, cuando intento empujarlo sostiene mi brazo con fuerza, me muevo hacia la luz y sus púas de un azul electrizante se alzan amenazantes. 

— No hagas nada estúpido - dice al tiempo que me arrebata la bolsa, mi celular está dentro.

— Mierda... - puedo sentir la punta del arma cerca de mi abdomen, ¿Cuándo sacó el arma? y yo separándome así de Scourge en el peor momento — ¿qué quieres?

— Tengo que llevarte a un lugar, así que espero la mayor de las cooperaciones si quieres salir ilesa - su mirada es amenazante. 

Camino con él por otro pasillo, ya no puedo ubicar por dónde llegué y pedir ayuea será en vano considerando el lugar.

Todo se está volviendo más oscuro hasta que puedo divisar la salida de emergencia al fondo, deberían ser unas escaleras. 

Cuando llegamos, alguien la abre primero y me petrifico al verlo de frente y tan cerca. 

— ¿Ya la tienes? - su tono me hace resoplar, el cobalto me suelta y no puedo evitar mirarlo con recelo. 

— Demasiado fácil - alza los hombros sin dejar de apuntarme, daría más pelea si no estuviera él aquí — el carro debería estar listo, vámonos antes de que comiencen a buscarla. 

El erizo que antes intentó matar a Shadow me analiza, su rostro es afilado y es más alto de lo que recuerdo. Si intento pelear saldré perjudicada, no podría superar su fuerza y por aquí no parece haber una oportunidad para mí, aún.

Me obligan a entrar, en efecto son unas escaleras. El mercenario va por delante mientras el azulado va a mis espaldas, vigilando con mucha confianza. 

Las escaleras son un maldito problema, me sostengo del barandal mientras bajo para no tropezar, nunca pensé que los tacones podrían ser de utilidad, me ayudan a ganar tiempo.

Grito asustada cuando siento el empujón de una mano a mis espaldas, por suerte logro sostenerme para no irme de cara por las escaleras. Al darme vuelta para encarar al responsable, su rostro refleja el mismo enojo que el mío.

— ¡¿Por qué vas tan lento?! 

— ¡Usa tú unos malditos tacones y dime si es fácil, imbécil! 

— Cállense - silencia el oscuro con irritación viéndonos desde un par de escaleras mas abajo.

— Nos quita tiempo - me señala con frustración. 

EL erizo de negro mira mis zapatos, puedo ver sus claras intenciones al acercarse para arrancármelos pero me aferro a sentarme en el escalón.

 — ¡Y-yo lo hago! - frente a su mirada me quito los tacones con facilidad, creo que perdí la oportunidad de retrasarlos. 

Todo se inunda en un silencio incomodo cuando volvemos a bajar, los pocos escalones ya nos indican la llegada a la puerta del estacionamiento. 

¿A dónde me llevan? el cobalto me quitó el celular y presiento que me usarán como una moneda de cambio, podría intentar evitarlo pero... la presencia del mercenario me impide hacer estupideces.

Presiento que no tiene mucha paciencia, pero el cobalto tampoco me toma enserio, podría aprovechar su descuido para escapar si se presenta la oportunidad.

















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