❝ No es una advertencia ❞

— ¡Dejame!, no quiero verte esta noche - Gritó fastidiada, alejándose de su amante verdoso mientras caminaba por el casino.

— Rosita, no seas así - Le contestó, acercándose con prisa por que los hombres de seguridad comenzaban a ponerle atención. La jaló del brazo para atraerla — Escúchame, deja tus dramas para después.

— ¿Dramas, Scourge?, entiende que puedo hacer esto sola, puedo ganar dinero por mi cuenta sin tener que estar juntos - Trató de explicar.

— Sé que eres capaz, eso y de mucho más - ¿Doble sentido? — ¿Quieres comprobarlo? - Recibió un golpe en el hombro, la rosada se alejó de él con una sonrisa en los labios, su enojo estaba disminuyendo.

— Después y con todo el gusto - Le contestó contenta, Scourge sabía cómo ponerla de buenas.

— No quiero perderte de vista, ¿Ya viste cómo estas? - Dijo sin abandonar el lado coqueto, realmente le empezaba a preocupar estar en el casino.

Eran como una pareja que sabía jugar y se divertían, pero algo andaba mal, lo presentía y sus sentidos nunca se equivocaban.

— Gracias, pero puedo cuidarme sola - Observó como se perdía entre las mesas, subía a una de las partes privadas. Estaba dispuesto a seguirla pero Clint y sus malditas órdenes lo traían hasta los huevos.

Alejó cualquier pensamiento pendejo en cuanto se cruzó con una murciélago albina. Tenía que seguir a Amy, le preocupaba aunque sabía que ella. podía cuidarse sola, pero con su carácter se metía el cosas que no debía.

Por ejemplo, conocer a Scourge fue un error, uno del que no debía ser parte. Pero ahora es el único que puede protegerla en este lugar.

Las cartas se reparten, y me conformó con seguirle el juego a los hombres en la mesa. Nunca me había sentido de esta forma, tan... ¿Aburrida?, Estoy consciente de que he jugado esto desde que era pequeña.

Pero realmente, ¡Diablos!, ¡Quiero el dinero!, pero esto se esta volviendo. repetitivo.

El hombre de la esquina grita que ha ganado, pierdo el dinero y me alejo de la mesa aunque los demás intenten detenerme. Niego y finjo cansancio.

El vestido que traigo es azul bajo, no tan escotado, no mucho que enseñar y lo agradezco. Las pestañas me pican y quiero quitarlas.

¿Dónde estarán los baños?, decido caminar, en busca de alguno hasta que encuentro a una de las chicas con charolas llenas de tragos.

Me acerco aliviada, no puedo soportar más las pestañas. Me detengo a medio camino cuando el sonido de un vaso suena estrellándose en el suelo, una mujer de espaldas se queja y la mujer no tarda en recoger el desastre.

— Disculpa - Llamé su atención, alzó la mirada y me atreví a preguntar. Me señalo con cortesía y ascendí. ¡Por fin!

No me detengo y entró, el olor no es repugnante, esta bien decorado y era de esperarse.

Me acerco al espejo y con cuidado quito las pestañas postizas, ahora está mejor, no sé para que las necesito, mis pestañas ya están lo suficientemente largas.

Acomodo el maquillaje de sombras que tengo puesto, el auricular de Clint comienza a sonar y me encierro en uno de los baños.

— ¿Sucede algo? - Me recargo en la puerta, tiro las pestañas al cesto de basura y espero a Clint

La señal se escucha mal y apenas puedo entenderle, no lo entiendo por más que intentó arreglar el audífono, no funciona, al menos no aquí dentro.

Salí acomodando de nuevo el audífono en mi oreja, mire por última vez mi reflejo en el espejo.

Por la puerta entra una murciélago albina, con escote y un cuerpo de envidiable. Estoy segura que Scourge querría una de esas.

— ¿Eres nueva? - Me pregunta, sus largas pestañas me dejan en claro que son postizas, su rostro esta casi tan maquillado como el mío.

— Solo paso a divertirme un rato, no creo que todos vengan aquí todos los días - Creo que el audífono está listo.

— Reconozco la cara nueva de alguien que entra a un casino por primera vez, puede ser excitante o incluso fatal, se te nota el brillo de felicidad y emoción - Me guiña cómplice, me limito a sonreírle.

— Este lugar es asombroso - Menciono mientras ella se aplica labial.

— Es el mejor casino que puedes encontrar - Musitó — ¿Te gustaría acompañarnos?, te ví jugar hace unos minutos, parece que estabas aburrida, ¿me equivoco? - Su mirada afilada podía ponerme el pelo de punta.

— ¿Estabas mirándome? - Pregunto sin querer creerlo, es extraño.

— Te invito a un lugar, es más divertido que estar con un montón de hombres ebrios y tontos queriendo apostar, créeme, dejate llevar - Su invitación suena sospechosamente mal, pero nada puedo perder.

Asciendo, pasamos por varias mesas con gente ligando hasta llegar a una sala más privada. Los sillones son negros, las paredes tienen algunas decoraciónes doradas que me encantan.

El lugar parece decorado especialmente para ella. Me invita a sentarme a su lado mientras un hombre con saco comienza  a repartir las cartas.

— ¿Solo seremos tu y yo?- Le pregunte, no parece que nadie valla a a unirse. ¿Qué es lo que quiere?.

— ¿Esperabas a alguien? - Me observa interrogante, entre cierra sus ojos y no se apartan de mi mirada.

— En lo absoluto - Contesto sosteniendo la mirada, el hombre de saco termina de repartir y soy la primera en tomar las cartas.

— Pensé, que tal vez esperabas a tu novio, ¿problemas en el paraíso? - Suelta divertida y aparta la mirada a las cartas, ¿esta mujer nos esta vigilando desde hace mucho?.

— Nada que no pueda arreglarse - Comento despreocupada.

— Se ven bien juntos, me gustan las parejitas, eso si, es un completo mirón. Hombres, así son todos.

— Tiene su toque cuando lo conoces, no es igual a los demás, creeme - Digo con sinceridad, me mira de soslayo no muy convencida.

— Si tú lo dices - Es la primera en tirar y continuamos el juego en silencio, parece querer sacarme algo, ¿debería relajarme?, estoy demasiado tensa.

Y creo que lo sabe, nos vio juntos a Scourge y a mi, ¿Cómo no sentimos su mirada?, él y yo tenemos ese "sexto sentido" de que algo anda mal, de que algo es sospechoso y no podemos calmarnos.

— ¿Qué te preocupa? - Menciona cuando estamos por terminar, se recarga en el sillón cruzando sus piernas. Mostrando aquellos largos tacones negros y caros — Puedes decirme, soy todo oídos - Mueve sus orejas.

— Solo es este lugar, tan grande y con tanta decoración que no se en que gastar el dinero primero - Suelto una risa poco creíble y me arrepiento, sigo tensa y el ambiente comienza a ser incómodo.

— Ya veo... ¿De dónde eres querida?.

— New York - Me acomodo en la parte del sillón, bajando un poco el vestido.

— ¡Lo he visitado!, es maravilloso cuando llega la Navidad, es fabuloso, siempre quise vivir ahí en un departamento. Pero me ves aquí - Señaló el lugar con orgullo.

— ¿Y por qué no vas?, deberías buscar alguno por ahí.

— Desearía poder hacerlo - Sonó decaída, el juego estaba por terminar.

— ¿Qué te lo impide?... - Siento un escalofrío, ¿algo esta mal?, volteo a los lados y veo hombres con traje que no estaban aquí antes.

— Tu jefe lo impide - Menciona y tira la última carta que tiene, ha ganado — Es decepcionante, estarías mejor en New York - Trato de levantarme pero unos brazos fuertes me lo impiden.

Alguien se encarga de tapar mi cabeza con algún tipo de saco negro y puedo escuchar el tono de un celular, intento liberar mis manos y apretar el audífono, ¡pero no puedo!

— La tengo, aún queda el erizo en la planta baja, ¿puedes con él?, ¡¿Cómo que no esta?! - Relajo mis manos, los hombres siguen sosteniéndome con fuerza. Respiro profundo y solo escucho la conversación.

Al menos no lo han atrapado, ¡¿Por que nunca le hago caso a nadie?!.

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