❝Luces neón❞

Atención, contenido sexual

Definitivamente cansados, habían tomado un par de tragos luego de haber demostrado su talento en la pista, ciertos roces que provocaron un aumento en su temperatura fué la diferencia, la cereza de un delicioso pastel.

¿Qué decir sobre el shot de tequila bajando y quemando su garganta?, ese calor en el área.

Posiblemente fue el alcohol el que los motivó a continuar, a olvidar los problemas que por un momento parecían imposibles de resolver.

Tanto peso sobre los hombros lleva a la perdición.

Las miradas se tornaron afiladas, sus movimientos cada vez más cercanos al cuerpo ajeno, incitaban a tocar u acariciar.

Sus púas rosadas que se movían tan libremente, su cuerpo meneandose de un lado a otro con el cuerpo del erizo detrás.

Por otro lado, el macho también tenía atributos que la hacían pensar en cosas no muy correctas.

Los músculos de sus brazos contraerse cuando le tocaba la cintura, sus dedos acariciando diversamente su espalda cuando la música del oso se tornaba pegadisa pero con un ritmo lento.

Los orbes rubí del azabache le provocaban, lejanamente de ver la silueta de su cuerpo, era como si sus ojos le desnudaran el alma.

De repente, él la jaló del brazo hasta poder sacarla de ese mar de gente, las luces neón de la discoteca empezaba a ser un complemento de la excitación crecer cada vez más.

— ¡Shadow!, ¡¿a dónde vamos?! - tratar de detenerlo era imposible, posiblemente no la escuchaba pero mientras más se alejaban, era posible entenderse, aunque no recibió respuesta. 

Después sintió que había hecho algo mal o que quizá a él no le había gustado algo por que, cuando llegaron a la salida y Shadow comenzó a caminar con ella agarrada de su mano, entendió que era hora de volver a la realidad.

Pero luego de pensarlo y asimilarlo, no imaginó que Shadow tomaría un camino diferente hasta ponerla contra la pared de ladrillos a un costado de un restaurante de comida tailandesa, sólo para besarla.

Sintió como su cuerpo al inicio se quedaba hecho piedra, siendo sus labios guiados por el azabache.

Una fuerte descarga casi eléctrica recorrió su espalda hasta llegar a los hombros, y el pequeño cosquilleo en la zona del vientre, cerró sus ojos y correspondió por instinto, siendo ella quien profundizara el beso cuyas intenciones eran mayores.

El azabache con las manos puestas en su rostro, apretándole las mejillas mientras ella bajaba sus manos y le apretaba la cintura masculina hasta tener su pecho y pelo rozando contra su diminuto cuerpo en comparación a él.

Tuvieron que separarse para recuperar el aliento, y cuando volvieron a mirarse, sintieron una conexión extraña, una fuerza bastante persistente que los obligaba a querer juntarse como si fueran imanes.

— ¿No habías dicho antes que no me besarías? - dijo él — si tu amiguito viera esto...

— Probablemente me dejé llevar - añadió con una sonrisa ladeada — y no me molestaría continuar, por mí el puede volver a donde quiera - retomó el beso  tomando por sorpresa al azabache, él no dudó en corresponder entre algunas pequeñas risas que provenían de la hembra.

— Si te subes a la camioneta, quizás te lleve a otro lugar - sugirió él.

— Papá decía que no subiera a camionetas de desconocidos - el tono juguetón de su voz le comenzaba a gustar.

— Ya no somos desconocidos - aclaró Shadow.

La parte difícil fué conducir sin accidentarse en el proceso, ambos querían llegar al hotel.

Cuando llegaron al cuarto, estaban de suerte, no había señales de Migthy o Clint despiertos y sigilosamente se escabulleron hasta el dormitorio del oscuro.

A duras penas lograron abrir la puerta, se daban besos pequeños pero profundos, algunas caricias desesperadas subidas de tono.

Él cerró la puerta con fuerza mientras la recargaba contra la pared, un deseo intenso que pronto se esparcía por ambos seres. Tocó sus muslos y los acarició, jalandola de ellos hacía arriba para montarla sobre el mueble de madera fina de su habitación.

Sus besos se volvieron prolongados, siendo ambos quién devolvían la emoción y el sentimiento, la pasión y el deseo era mutuo, y el sabor exquisito.

Las manos con pelaje negro, cubierto por unos guantes blancos bajaron por la cintura de ella, la ropa le daba una figura perfecta, la silueta lo enganchaba, lo tenía plenamente hinoptizado.

Amy se quitó ese caliente abrigo que la tenía loca, era demasiado cuidado para esa lujosa tela. Al hacerlo, su blusa se levantó un poco mostrando el vientre plano que provocó curiosidad en el contrario.

Las manos de ella acariciaron su ancha espalda oscura con delicadeza, sentía las cicatrices de las astillas y los cristales que había tenido incrustados anteriormente, un recuerdo doloroso; tenía que ser cuidadosa con esa área si no quería lastimarlo.

— ¿Te duele? - preguntó tras un pequeño jafro, las yemas de sus dedos estaban haciendo movimientos circulares alrededor de las marcas sin presionar en la zona.

El doctor había recomendado reposo, y lo que iba a pasar no era específicamente un reposo.

— Sólo cuando hago esfuerzo - respondió sincero, siendo él quien tocara sus mejillas con la punta de su nariz para darle confianza.

Subió sus manos subiero por la blusa que traía puesta, su piel estaba caliente y Amelia sólo podía sentir la tela de los guantes en su espalda.

Un chasquido que la hizo dar un pequeño salto y soltar un pequeño gemido, fué por haber sentido una brisa por su pecho, hasta que sintió a ambas chicas caer y marcarse en la tela fina de la blusa.

— Carajo... mira como se te marcan - Sonrió satisfecho cuando lo notó, su cuello tenía un olor que lo volvía impaciente, sus manos eran rápidas, pero quería tener tiempo para acariciar, tocar, y explorar todo detalle de su cuerpo.

— Totalmente naturales - bromeó con él como ya era una costumbre. Ella lo ayudó acariciando las púas traseras, apretandolas puntas algunas veces.

Shadow la cargó por la cintura hasta llegar a la cama, un movimiento rápido hasta que terminó sobre ella en ese amplio colchón con sábanas negras que olían a él, a su deliciosa colonia.

Al tenerlo encima le imponía poder, un macho al que admirar y respetar, sin embargo Amelia no era sumisa, no le gustaba serlo y su personalidad no combinaba con dejarse tocar.

Si alguien la iba a usar, prefería ser ella quien los usara.

Pero aunque éste no era ese caso donde debe despertar y huir a la mañana siguiente, no estaba acostumbrada a ser quien reciba todos los modos que el macho pueda ofrecer.

Tiró desde sus hombros, aprovechando que la espalda estaba en recuperación, observó como su rostro azabache había formado una pequeña mueca.

— ¿Te parece si lo intentamos así? - sonrió con cierta lujuria incluida, siendo totalmente bien recibida por parte del erizo que estaba debajo.

Se había acomodado en su pelvis masculina, siendo su centro de atención al momento de quitarse los jeans apretados que fueron al suelo en un par de segundos.

— ¿Quieres controlarme? - dijo él con sorna, tenía ganas de soltar una carcajada.

— Quizás  - ella se inclinó para besar esos labios nuevamente, probablemente su adicción — necesitas alguien que tenga un poco de coraje.

Susurró entre besos, agitando su pelvis contra la entrepierna masculina para molestarlo.

Su tanga negra la había dejado en el suelo sin que el azabache se diera cuenta, por eso, entre el roce de pelvis fué fácil levantar el amigo de la entrepierna.

— Parece que... sabes lo que necesito - se mordió el labil inferior, estaba seguro que la humedad de la eriza estaba provocándole ansias.

— Seguro que si - besó su pecho, siendo ella quien pasara su nariz por ese blanco pelaje que tiene en el pecho, tan suave, él siempre lo mantiene a la vista.

— El pelaje parece ser tu debilidad... rosada - dijo él cuanto notó la insistencia en su pelaje blanco, por dios, ¿creía que no la había notado?, las miradas se sienten y mucho mejor cuando se trata de las insistentes. 

— Tengo otras debilidades que, prefiero reservarme - sonrió con malicia cuando sintió las manos enguantadas cogerla de la cadera para rodar sobre la cama grande.

Los besos fueron repartidos en sus labios, sus lindos labios pintados con un ligero rosado que le agradaba que fuera natural.

El erizo se montó sobre ella, poniendo una mano a cada lado para sostenerse e inclinar su rostro para volver a degustar entre besos.

Besos que pronto subieron de temperatura. No estaban siendo rudos al inicio, aunque ganas no faltaban, pero entre risas y sus comentarios un poco burlones y algunos tercos, los ponían felices. 

— No me preocupan - soltó bajando sus labios al cuello rosa, encontró la fuente del dulce olor a frutos además del shampoo. dejó un ligero chupetón mientras ella, sentía que por primera vez en mucho tiempo podía divertirse de más en una cama.

Sus delgados dedos bajaron por su espalda, desde las púas traseras hasta la cola del macho, cuya mano curiosa, logró comportarse y no apretar la ni arruinar el momento.

Volvieron a dar la vuelta sobre la cama cuando ella logró encontrar debilidad en su agarre.

— Te faltó aquí - su sonrisa de lado a lado muy socarrona. Le acarició ambos pectorales aprovechando que estaba por encima.

— Seré más cuidadoso, pero no volverá a pasar - reveló con orgullo, sintiéndose muy contento porque estaba con ella encima, una escena que le provocaba más calor en la zona de abajo.

Le ayudó a quitarse la blusa que cubría sus senos, eran medianos, de un tamaño que era perfecto para sus manos, encajaban tan bien que apretarlos parecía ser, satisfactorio.

Recibió jadeos femeninos ante el tacto, se retiraron los guantes, toda prenda que tuvieran puesta y que aún quedara, como aquella pequeña tanga que le cubría la intimidad.

La silueta femenina era atrayente, preciosa y con aspecto tan provocador y sexy que Shadow sintió que nunca antes había conocido a una chica igual a ella, y tenía toda la razón.

Años y años teniendo sexo con modelos vacías y falsas, con cuerpos nada sinceros que sólo usaba para calmar su placer. Hasta que conoció y Rouge, y esa es otra historia.

Sus manos oscuras acariciaron las curvas de la cintura hasta que llegaron a las caderas, sonrió con malicia y empujó su pelvis contra la femenina.

Amy inclinó su cabeza hacía atrás ante los movimientos, se repetía una y otra vez, su cuerpo llegaba al cielo y al mismo tiempo él la tiraba a lo profundo del infierno, justo a su lado.

El miembro duro de Shadow entró por su pequeña entrada hasta hacerla gritar. Las manos de ella pasaron a los costados del erizo, inclinándose para mover su parte trasera y mantener un ritmo constante mientras daba pequeños saltos sobre el cuerpo del erizo.

Dos almas corrompidas por el producto del odio, la codicia. Se estaban fundiendo tan fácilmente entre el calor de la pasión. Esa tensión que alguna vez existió se estaba desvaneciendo totalmente.

Shadow se levantó, cogiéndola por las nalgas, fuertemente la pegó a la pared y comenzó a dar embestidas duras y profundas, ella ayudó acomodando sus piernas a ambos lados de la cintura del macho.

Ella nunca había sentido placer similar a tan salvajes encuentros. Rodeó la espalda herida con sus manos suaves y delicadas. Besó el cuello del azabache mientras este se agachaba para morderle el lóbulo de la oreja, ella gimió en respuesta.

Sus pies rosados se movían tan rápido como las estocadas tocaban su fondo, ese punto dulce perfecto.

Ni ella ni él habían sentido tanta necesidad. Estaban casi derramando baba sobre ellos. Shadow sentía la fuerte necesidad de marcarla, de dejar una y mil marcas sobre su cuerpo para que todo aquél imbécil que intentase tocarla, supiera que ella tenía un dueño.

Esa sensación le estaba molestando, él no era un erizo de compromisos pero, sus instintos como macho alfa lo doblegan y quieren hacerle saber a todo mundo que Amy Rose, es suya y sólo suya.

— Mía - mordió su cuello y lamió el lóbulo de su oreja totalmente satisfecho, acercándose al ardiente clímax.

Ella tembló bajo su figura, su espalda hacía fricción con la pared, sentía los dedos y uñas cortas de Shadow apretarle ambas nalgas, y aquella palabra, esa pequeña palabra que sonaba tan posesiva mientras el macho gruñía de placer, la llenaban completa.

Literalmente.

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