❝Juegos divertidos ❞

— La respuesta es no, jugar contigo es como meterse con el diablo amor - Agarra la baraja de mis manos regresándola a su caja, acomodándola perfectamente, la deja en la mesa, que exagerado.

— Ya hemos jugado antes - Saco de vuelta la baraja, miro las esquinas doradas y el color pastel de estas, observando los naipes de color brilloso, un regalito de mi primer gran apuesta, las cartas no tienen truco, no soy así. Pero sin duda son especiales para mí.

— Y por jugar contigo perdí cinco mil dólares en una noche - Me observa sin quitar esa sonrisa de su rostro, tiene razón. Guardo la baraja dejándola en la mesa.

— Mejor lee mi futuro, hace más de una semana que no haces lectura - Se sienta frente mío, espera ansioso mientras observa cada movimiento, hace tiempo que dejé de hacerlo, pero él siempre se sorprende por mi capacidad. Uno de sus compañeros me entrega las cartas, las agarro.

— Como quieras, si prefieres esto que hacer buenos negocios - digo sacando las cartas, acomodándolas al revés, moviendo de derecha a izquierda con la mirada atenta de Scourge sobre ellas  esperando impaciente. Agarro el mazo y extiendo las cartas delante de él — ¿Qué quieres saber? - Pregunto atenta.

— Mi futuro - Continua sacando cinco cartas aún sin verlas, me entrega una por una sin mirar.

Levanto la primera, El juicio, la siguiente fue la imagen de un hombre colgado, la rueda de la fortuna, la emperatriz y por último, la muerte...

Todas las cartas estaban invertidas, esto no puede ser bueno, no es nada bueno.

Alzo la vista observando sus ojos, buscando respuestas me observaba con esa pizca de coqueteo.

— Estas siendo egoísta... creo que tienes un lujo innecesario - Señalo a la emperatriz — Vas a quedarte estancado por un buen tiempo - Observo las cartas, mirando el significado y volviéndolo una conversación — Tomarás una mala decisión, podrías morir - Al último señalo la carta de la muerte — ¿Qué estás haciendo?... - Le pregunto preocupada, él en que se ha metido esta vez.

— .... - Se queda callado tras unos minutos mirando las cartas sobre la mesa, haciendo un ademán con su mano para que dejara de preguntar. ¡Quiero saber!, sabe que nunca me equivoco y que siempre tengo la razón con estas cosas — No debes preocuparte por nada - Se levanta hasta llegar a mi lado, acaricia mi mejilla con dulzura y un toque coqueto.

¿Qué mosco le picó?, baja recorriendo mi cuello con delicadeza, ante la incómoda proposición, sus amigos se marcharon dejándonos solos en este espacio tan incómodamente cómodo para él.

Me separo de pronto, no voy a meterme con él, lo mire de nuevo, observando sus ojos un tanto dilatados, el olor raro de su boca a parte del alcohol, su chaqueta de cuero con olor a vinagre...

¿Es Heroína?

— ¡Quiero que la busquen cuanto antes!, ¡Esa maldita niña se acaba de llevar siete mil dólares en una puta jugada! - Golpeo furioso la mesa de enfrente, meneando las bebidas y una que otra tirándola al suelo.

— Tal vez no debió apostar con ella señor, sabe que ella no se anda con juegos - Comentó su servidor.

— ¡¿Alguien te pidió tu opinión?!, ¡Vayan a buscarla! - Gritó, casi quitándose los pocos cabellos de su cabeza, mirando a sus servidores con odio pues ninguno se movía a sus órdenes — ¡¿Qué están viendo?! - Ante el sonoro grito, salieron casi huyendo de la oficina.

Debían atrapar a aquella eriza, antes de que saliera del club o su jefe los mataría a todos.

— ¡¿Estás consumiendo drogas?!, ¡Scourge esto es demasiado! - Saco de su chaqueta la bolsa con polvo dentro, que asco. La extiendo a un lado alejándola de mí, no quiero ni ver esa cosa de nuevo.

— Pruébala conmigo - Se acerca de nuevo, puedo ver el duro bulto en sus pantalones y su horrendo olor a vinagre combinado con su perfume. Intento alejarlo de nuevo pero su agarre se hizo más fuerte. Ya no esta pensando con claridad y es claro que no regresara por un buen rato.

— No voy a probar ni una mierda, aléjate de mí si no quieres salir lastimado - Advierto cansada, Scourge drogado no es nada bueno ¿qué droga es ésta? ¿Calienta hormonas o algo así?, creo que la heroína causa ese efecto y a éste imbécil se le ocurre consumirla.

— Sé que te gusta - Susurra con una risita en mi oído, sube sus manos por donde no debería. Consigo que calme su agarre dejándome "Llevar"  ante sus caricias le sonrió coqueta. Creé tenerme a sus pies cuando no se espera una buena patada en la entrepierna — ¡Argh! - Calló de rodillas al suelo, sobándose mientras me mira molesto.

— Tranquilo, si no es conmigo es con alguien más - Agarro mi paquete de cartas de la mesa — Si es que aún tienes ganas - Me burlo divertida y salgo del privado.

Sé que no es algo de que reírse, esto es serio, Scourge nunca tomaba en serio estás cosas de la droga, juró nunca consumirlas y ahora me encuentro con esto.

Corro bajando las escaleras, llego de nuevo al principal, entre tanta gente podía ver a gran salida rodeada por los cables de luz neón. Apresuro el paso al ver los subordinados del señor Howard buscando a alguien con la mirada, maldita sea ¿es que nadie sabe perder?.

Entro a la pista y me abro paso entre las parejas que bailan tan pegados, para mi suerte llego a la salida sin problemas, parece que Howard no tendrá su dinero de vuelta y parece que yo me podré divertir esta noche.

Afuera del club, entre la noche y la gente haciendo fila para poder entrar, camino de vuelta a casa, unos departamentos muy viejos y desgastados con gente de gran corazón. Comparto departamento con una madre e hija por hace más de doce años. Agradezco la hospitalidad, pero yo siempre llevo la mayor parte del dinero a ese lugar.

Muchas personas de los departamentos de al lado también son buenas, la mayoría nos conocemos entre sí pero otros, solo se dedican a lo que uno no quiere que sus hijos se conviertan. Por lo tanto procuramos evitarlos.

Entro al callejón oscuro para poder llegar más rápido, veo como un destello de luz casi al fondo de éste estaba encendido, con niños pequeños alrededor ¿Qué hacen tan noche? me acerco curiosa. Parece que juegan dados callejeros.

Un zorro pequeño jugaba con los dados ante la expectante mirada de los demás al rededor, tirándolos de una vez sacando un doce.

— Pierdes, se termina el juego - Sonríe maliciosa una coneja, el zorro no dejaba de mirar los dados con desilusión, a veces la suerte no está de tu lado o solo es una vil trampa. Miro como la coneja tomaba los billetes y los contaba con una sonrisa burlona, me recuerda a mi niñez.

— No, ¡Yo no puedo perder! - El zorro abraza su cola con desesperación, buscando otra salida, otra partida, una nueva oportunidad.

— Perdiste y ya no tienes dinero ¿Qué me das a cambio? - La coneja menciona molesta, los niños alrededor comenzaron a burlarse del zorro sin detenerse.

— ¿Qué tal trescientos dólares? - Me acerco más a ellos, me observan de arriba a abajo con misterio y otros con horror, la coneja abre sus ojos con una expresión divertida, una pizca de brillo malicioso y otra de preocupación — Espero que puedan aceptarme en su jueguito - Me hinque de rodillas frente al tablero de cartón, con los dados encima y la coneja sin apartar su mirada.

— Trescientos, ¿segura que tienes esa cantidad? - Pregunta interesada.

— Realmente la tengo - Saco de mi bolsillo la cantidad exacta, la lanzo sobre el tablero ante los asombrados ojos pequeños de esta y del zorro. Me entrega los dados, ocultando su risa burlona.

— ¿Lista para empezar? – Pregunta sonriente.

— ¿Podrías explicarme un poco?, hace años que no jugaba con los dados – Mentira, llevo haciendo esto por mas años de los que ella tiene de vida.

— Una vez hecha la apuesta, estas van en dirección de las agujas del reloj, cada jugador tiene la opción de cubrir o no toda la apuesta del tirador, ósea usted. Después haces rodar el "Dado del comienzo" – Me explica con detalle, sin dejar pasar ninguno.

— El juego termina si se saca siete, once, dos, tres o doce, si se saca un siete u once ganas el juego, te llevas el dinero, y si alguien apuesta con otro jugador de que el tirador gana se dobla el dinero, si se saca dos, tres, o doce pierdes y los que apostaron a tu favor tambien, ¿quedó claro? – Ascendí natural, siguió explicando varios puntos y bases necesarias para poder jugar y sacar dinero.

Cuando termina, observo sus movimientos al momento en que tome los dados, los agito en mis manos con certeza de que el juego es una porquería. Después de seis segundos tiro los dados al tablero... Dos

— Parece que usted ha perdido – Comenta desilusionada, toma con sus pequeñas manos los trescientos dólares que había apostado, los niños de alrededor miraran asombrados mientras yo me levantaba del frio suelo.

— ¿De verdad? – Digo amenazante, sus orejas se agachan con temor y sus ojos se encuentran nuevamente con los míos como si fuera su pesadilla — ¿Por qué no jugamos otra vez?, creo que la suerte estará de mi lado en la siguiente.

— Creo que mi madre debe estar esperándome... ¡Las apuestas terminaron! – Agarra los dados con la intención de irse, pero la agarro con fuerza impidiéndolo.

— Vayanse todos antes de que les diga a sus madres que escaparon de casa – Miro a todos los infantes — ¡AHORA! – Les grito molesta y corren alejándose con sus bolsillos llenos de monedas.

— ¡Suéltame! – Me grita la coneja, jalando y apretando mi mano para que la dejé libre.

— ¿Y dejarte ir?, ¡Mocosa!, ¡estás en graves problemas! – La jalo del brazo, agarrando sus dados guardándolos y caminando al departamento. Solo quiero que su madre le dé una buena lección por esto.

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