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No se habían dejado de besar, la había llevado hasta el interior de el establecimiento torpemente y luego la dejó recostada en lo que sería la mesa donde atendería a las mascotas. Su cabello plateado se desparramada, los ojos verdes deslumbran de deseo pero pese a eso sus manos solo se habían dedicado a acariciar su cabeza y apretar su cintura. Se separaron con su respiración agita y elizabeth gimió cuando la fuerza de su rubio empezó a aumentar por la creciente excitacion

—Meliodas —

—Por favor golpearme o quitarme—ella contuvo el aire—No se cuanto tiempo más pueda controlarme — susurro grave sin apartar la mirada de sus labios cereza, al diablo con su maldito miedo ella lo amaba y deseaba pertenecerle, cuando los ojos de meliodas se desviaron a el piso avergonzados ella se le lanzó encima como siempre lo había estado haciendo antes y lo acorralo en el suelo con unos ojos brillando de hambre, para su buena suerte él era esa comida

—Creo que la que no va a controlarse soy yo—y se lanzaron a besarse una vez más iniciando con un duelo de lenguas que ninguno quería perder, solo existían sus jadeos iniciales y sus manos desesperadas tocando cada parte de sus cuerpos que habían extrañado. Ya no había vuelta atrás.

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