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—Ahhh señor— 

—Meliodas, me llamo meliodas— su corazón se agito al escuchar el nombre  de aquel rubio 

—¡Mhhh! Señor meliodas— esos eran verdaderos jadeos de placer, nada fingido, nada de hipocresía en su boca. Besaba su botón rosado, pasaba su lengua y cuando veía cómo jadeaba se lo llevaba a la boca chupando con intensidad, habían sido reacciones tan intensas que la joven frente a él se había quitado todo lo que la cubría permitiéndole que sus labios vaginales acariciaran su miembro, era algo indescriptible, algo delicioso que quería sentir siempre, una fricción que le aceleraba el corazón. Soltó su pecho derecho solo para llevar su mano sobrante hasta su suave trasero sacándole un respingo

Primero lo acaricio, luego trazo círculos con la yema de sus dedos sacándole suspiros y cuando finalmente él apretó su nalga derecha...ella no puso soportarlo más 

Le bajo a bóxer revelando su erguida intimidad que la dejó sorprendida, para estar chiquito la tenía grande. Se le subió encima bitando como el miedo había vuelto a sus ojos hermosa menté verdes pero antes que que pudiera hacer algo mas; ella lo introdujo en su suave cavidad de uno solo sonriendo. Mierda, por eso amaba el sexo 

—¡Gyaaaa!— su gemido nada masculino bastó para que ella acunara su rostro y acariciará sus mejillas rojas. El rubio soltaba lágrimas, jadeaba fuerte mientras parecía querer embestirla con fiereza solo necesitaba un empujón de valentía, ese suave empujón terminó siendo un beso apasionado que la dama le había dado. Devoro su boca con brusquedad consiguiendo que él hundiera sus manos en su cabello plateado mientras gemía en su boca, él era delicioso 

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