Capítulo 37

Capítulo 37



Pabellón del Imperio, sur de Solaris – 1.836



Las palabras de Laurent lograron despertar un auténtico huracán de opiniones y comentarios entre los presentes a excepción de Iván, Nessa e Iris, los cuales habían quedado totalmente en shock ante su ofrecimiento. Estaba mintiendo, Nessa estaba convencida. Toda aquella interpretación formaba parte de un plan magistral no solo para recuperar el control de la búsqueda, sino para alzarse como el gran salvador a ojos del Emperador. Y ya de paso, para recuperar a su hijo. Malestrom sabía que Iván se había convertido en una pieza clave en aquella aventura y ganar su apoyo le iba a abrir muchas puertas.

Era vomitivo. Nessa quiso gritar a Iván que no le creyera, que le estaba engañando, pero el magus tan solo había necesitado aquella demostración de fingido amor paternofilial para volver a caer en sus garras. Después de tantos años tratando de ser el hijo perfecto para ganarse su amor, aquella demostración de cariño no solo defendiéndolo ante Cysmeier, sino reconociéndolo como sangre de su sangre delante de todo el Alto Mando, le había hecho perder de vista la realidad.

Había vuelto a caer en sus redes... y por el modo en el que Iris le miraba, con una mezcla de fascinación y miedo, era probable que ella también. A Sebastian, sin embargo, no le engañaba. Ni a él ni al propio Gared, el cual le miraba con desprecio abiertamente. Ambos sabían qué clase de persona era Laurent Malestrom, y ni aquella puesta en escena ni su labia iba a poder cambiar su imagen.

—¡Majestad! —exclamó el Almirante, desviando la mirada hacia Lucian—. No necesitamos al maestro Malestrom para llevar a cabo la operación. Buscaremos a otro magus si es necesario, pero la decisión debe ser nuestra. ¡Toda esta operación...!

—Calma —intervino Eryn Cabal con frialdad—. Que no cunda el pánico antes de tiempo. Estamos aquí para evaluar los distintos puntos débiles de la operación, y es evidente que este es uno de ellos. —El agente desvió la mirada hacia su compañero Luther Valens e hizo un ligero ademán de cabeza—. ¿Necesitáis un magus capacitado para llevar a cabo el ritual? Nosotros nos ocupamos, no hay problema. Sin embargo, creo que no es el foro adecuado para debatirlo... —Cabal se cruzó de brazos, pensativo, e hizo un ademán de cabeza hacia Malestrom—. Yo tengo más preguntas.

Agradecido ante su intervención, pues había logrado cortar de raíz el tema, Liraes volvió a tomar asiento en la gradería al ver que Malestrom regresaba a su silla. Cysmeier, sin embargo, permaneció unos segundos más en pie, mirando con fijeza a Iris. Cuanto más la veía allí, en pie junto a sus dos compañeros, totalmente en shock ante lo que acababa de suceder, más deseaba sacarla de allí cuanto antes.

Y creía saber cómo.

—No estoy dispuesto a volver a perder a legionarios por una causa como ésta —sentenció con determinación—. Majestad, cincuenta de mis hombres murieron a bordo de la Leviatán. Sus cuerpos fueron localizados en una cala, ahorcados, y sabe el Sol Invicto qué otras atrocidades sufrieron antes de morir. ¿Y todo para qué? ¿Para buscar una leyenda que ni tan siquiera sabemos si existe? —Negó con la cabeza—. Me niego a olvidar lo que le sucedió al capitán Sertorian y su tripulación. Me niego en rotundo, y si la única forma de conseguir que esta locura no siga adelante es prohibiendo la participación de mis hombres en la travesía, que así sea.

—Legatus —respondió Lucian con dureza—, acordamos que aguardarías hasta el final de la asamblea para tomar tu decisión.

—Es cierto, es lo que acordamos, Majestad, pero tengo un mal presentimiento. Las promesas de aventuras sin fin conquistan a las almas aventureras, y más a aquellos a los creer que pueden cambiar el pasado les devuelve las ganas de vivir. —Cysmeier negó con la cabeza—. Lo lamento, compañeros, pero no se puede cambiar. Ojalá se pudiese, pero es imposible. Lo que sí que podemos cambiar, sin embargo, es el futuro, y la sombra del Rey Elberic es más alargada que nunca. ¿Cuánto tardará en atacar las fronteras de Albia? ¡De nuestra Albia! ¡El lugar de mis tropas es en el frente, no perdidos en mitad del océano!

—¿Pero y si esas tropas pudiesen cambiar el futuro, Gared? —reflexionó Loder Hexet en tono conspirador—. ¿Y si esta fuese la oportunidad que siempre hemos esperado de cambiarlo todo? Majestad, quizás sea atrevido decirlo, y probablemente se trate de un simple presentimiento, pero tengo la sensación de que esos tres jóvenes van a cambiar nuestro destino.

Las palabras inspiradoras de Loder lograron que un asomo de sonrisa se instalase en los labios de su hijo. Aquella reflexión era más propia de sus hermanas que de su padrastro, por lo que escucharla de su boca fue especialmente importante para él. Nadie como Loder Hexet para poder ver luz a través de un océano de sombras.

—Puede ser —admitió Gared—, pero por desgracia creímos lo mismo con Frédric y nos equivocamos. ¡Creímos ciegamente en él y le arrastramos a la muerte, Loder! ¿¡De veras queremos hacer lo mismo con ella!?

Una sonrisa amarga se dibujó en los labios de Hexet. La misma sonrisa que le había acompañado siempre que se había visto obligado a anteponer los intereses del Nuevo Imperio antes que los personales.

—Es por el bien de todos —sentenció—. Ahora que hemos juntado todas las piezas, es cuestión de tiempo de que otras naciones intenten apoderarse de lo que nos pertenece por justicia. ¿De veras se lo vamos a permitir? —Hexet negó con la cabeza—. Majestad, como bien dice mi compañero Eryn Cabal, yo aún tengo preguntas, pero puedo asegurar que creo en esta causa. Creo y confío ciegamente en que podemos cambiar el oscuro futuro que nos depara el destino, y que ellos son la clave. —Le dedicó una fugaz sonrisa a Nessa—. Estoy convencido de ello.

Sin dejar que las palabras de su padrastro marcaran el fin de una reunión que lejos estaba de su desenlace, Lucian se puso en pie para llamar la atención de todos los presentes. Al igual que muchos otros, él aún tenía muchas dudas que necesitaba y ansiaba aclarar.

Dudas que tan solo Nessa podría responder.

—La agente Nessa regresará de inmediato a su país, pero se ha comprometido a regresar en cuanto sea reclamada por este consejo. De hecho, me he encargado personalmente de tratar este tema con la agente Lira. No obstante, es probable que, en caso de que el veredicto sea afirmativo, lo trate directamente con el voivoda Leif Kerensky. Nessa es una pieza clave y necesito aclarar con él las implicaciones. Hasta entonces, la agente firmará un contrato de confidencialidad cuya ruptura tendrá un precio muy elevado. —Lucian clavó la mirada en ella—. Yo mismo me encargaré de que se cumpla en caso necesario... Pero volviendo a la batería de preguntas, me surge la duda de si, una vez liberado el demonio, será necesario que la agente volkoviana viaje a bordo junto al resto de la expedición.

Era una duda razonable, aunque hiriente. Nessa sentía que Lucian quería deshacerse de ella lo antes posible, y le dolía. Desafortunadamente, a aquellas alturas poco podía decir o hacer. Se sentía atada de pies y manos por sí misma, por haberse comprometido.

—Me temo que sí —respondió Malestrom, el mayor conocedor de la materia de los allí presentes—. A pesar de que yo mismo podría efectuar el ritual para atar a Didizeth a nuestro plano una vez que Nessa lo haya convocado, tan solo responderá ante sus órdenes. La unión que hay entre recipiente y entidad no se puede romper.

—¿Significa eso entonces que la agente Nessa se verá obligada a colaborar con nosotros en todo momento? —preguntó Hadrian Gelt—. Porque cada vez que queramos volver, el demonio tendrá que llevarnos de nuevo al inicio del camino, ¿verdad?

—¿Cuántas veces se supone que quieres visitar la Torre del Destino, Hadrian? —respondió Hexet con una sonrisa en los labios, tratado de apaciguar la tensión reinante.

El piloto se sonrojó ante la pregunta. No podía disimular ni su entusiasmo ni su interés.

—Me he comprometido a colaborar —aclaró Nessa—, pero no sé hasta qué punto voy a poder participar en esa expedición. Como ya dije anteriormente, sirvo al Imperio de Hierro, así que...

—Estoy convencido de que podremos llegar a un acuerdo con el voivoda —aseguró Loder—, ¿verdad, Lucian?

El Emperador asintió con gravedad.

—Podríamos hacerlo, sí... aunque admito que me inquieta el depender de una agente que ya ha demostrado en otras ocasiones su falta de lealtad al Nuevo Imperio. Para aquellos que no lo sepan, Nessa forma parte de la red de arpías de Diana Valens, y durante cierto tiempo estuvo infiltrada en nuestra organización. Si bien es cierto que durante ese periodo colaboró estrechamente con la Oficina de Inteligencia, la realidad es innegable: era una espía. Es por ello por lo que, a pesar de haber podido certificar que no operó en nuestra contra, me cuesta aceptar su participación en todo esto. —Lucian respiró hondo—. No puedo confiar en ella.

—Y sería un error hacerlo —le secundó Eryn Cabal—. Por suerte, al igual que se puede llegar a un acuerdo con un demonio, también se puede negociar con las arpías, Majestad.

—Negociar con arpías... —reflexionó Cysmeier—. ¿Y de veras estamos dispuesto a ello, Majestad? Después de que su líder nos traicionase, ¿ nos vamos a rebajar a ello? ¡Son mentirosas y traicioneras! ¡Dadle ahora la mano y lo lamentaremos eternamente!

—Probablemente tenga razón, legatus: dudo que nadie de los aquí presentes olvide ni a Volkovia ni a la mismísima Reina de la Noche —reflexionó Malestrom—. Sin embargo, no hay otra alternativa: la necesitamos.

Cysmeier asintió levemente.

—Siempre y cuando sigamos con esta locura. Cortemos de raíz todo esto, Majestad, y ya no lo digo solo por las vidas de los nuestros. Si esta arpía nos ha traicionado una vez, ¿quién cree que no va a volver a hacerlo? Desde luego, yo no.

—Yo tampoco —admitió Lucian—. El engaño forma parte de su naturaleza, es innegable. —El Emperador dejó escapar un suspiro—. Ni tan siquiera tengo claro de que haya hecho lo correcto dejándola volver a su país. Es cierto que colaboró para frenar al grupo terrorista que atentaba contra el rey Emrys Daeryn, pero...

Dejó la frase a medias.

Un silencio incómodo se apoderó de todos los presentes, incluida la propia Nessa. La tensión era insoportable, pero las acusaciones eran aún peor. A pesar de ello, valoró la posibilidad de quedarse y seguir escuchando sus insultos. Le dolía enormemente escuchar de la boca de Lucian que no confiaba en ella, pero hacía bien. ¿Le traicionaría en caso de ser necesario? A Nessa se le rompería el corazón, pero lo haría. Era una arpía, y actuaría como tal hasta el final de sus días.

Así pues, ni era de fiar, ni tampoco tenía por qué aguantar nada de lo que estaba sucediendo. Había colaborado con la causa y se había ganado su libertad; aquel juicio iba más allá de lo que merecía. Muchísimo más allá.

Tanto que Nessa abandonó la sala, cerrando de un fuerte portazo al salir. Sabía que dejaba el futuro de la misión en manos de Iris y de Iván, pero no le importaba. En el fondo, quizás desvincularse de toda aquella gente era lo mejor que le podría pasar...




—Estas son las consecuencias de colaborar con extranjeros, no aguantan la presión —comentó en tono jocoso el legatus de la Nova Cruor, Cormax Dein—. Por cierto, Majestad, yo también tengo una pregunta, ¿puedo?

Aún con la mirada fija en la puerta y los puños muy apretados, Lucian tardó unos segundos en responder. Había supuesto que tarde o temprano su comportamiento acabaría provocando aquella huida, pero no había sido voluntario. Lo hacía porque era lo correcto, porque tenía que castigarla por lo ocurrido, pero le dolía verla así. Irónicamente, Nessa había demostrado mucha más lealtad que algunos de los que aseguraban serlo fiel. Sin embargo, la realidad era la que era, y aunque en algún momento quisiera acercarse a ella y retomar la amistad que había nacido entre ellos, no podía. Era lo mejor para todos.

Era lo mejor para él.

—Sigamos, sí —dijo al fin, volviendo a centrar la atención en Iván y en Iris—. Legatus, dispara.

—La verdad es que tengo muchas preguntas —admitió Cormax—. La aventura que proponéis es fascinante. De hecho, incluso sabiendo el desenlace de la última tripulación resulta de lo más tentador embarcarse en ella. No obstante, tenemos que ser claros: ¿de cuánto tiempo y soldados estamos hablando? Si la Malleus Solis se cierra en banda, quizás haya llegado el momento de que la Nova Cruor amplíe horizontes.

—O la Florian Gelt —intervino el legatus Oskar Orsini—. De hecho, estoy convencido de que mi querido Hadrian Gelt está ansioso por subir a ese barco.

—¿Tantas ganas tenéis de ahogar a vuestros hombres? —Cysmeier negó con la cabeza—. Estáis locos. Además, si realmente creéis que lo que esta gente necesita son stryders es que no entendéis aún de qué va esta locura.

—Magi, legionarios, marinos, pilotos... —Sebastian Liraes negó suavemente con la cabeza—. Lo que necesitamos son hombres valientes que deseen enfrentarse al destino, caballeros. Necesitamos un barco y tripulación, sí, pero sobre todo confianza. Necesitamos que creáis en esto... que creáis en nosotros, y creo que la mejor forma que hacerlo es que nos dejéis demostrar lo que realmente somos capaces de hacer.

Había más preguntas, pero Lucian no dejó que las lanzasen. Aquellas últimas palabras del Almirante Liraes le habían hecho comprender que jamás saciarían su curiosidad con teoría. Lucian ansiaba encontrar un motivo por el cual no dejarles ir, y aunque había varios, la necesidad de saber qué se ocultaba más allá del océano era superior a cualquier otra razón.

Sí, Liraes tenía razón, necesitaban que creyesen en él y en los suyos. Que creyesen en la causa... y él creía. Como bien había dicho su padre, creía que podrían cambiar el destino de todos.

—Ha llegado el momento de reflexionar —anunció Lucian, silenciando las distintas conversaciones que habían despertado durante la breve pausa—. Iris, Iván, gracias por vuestra colaboración, a partir de este punto no requerimos vuestra presencia. Sea cual sea el veredicto, os informará el Almirante.

—Gracias, Majestad —respondió Iván.

—¿Y qué hay de Albia? —preguntó de repente Eryn Cabal.

Prefiriendo no saber más, pues sabía que de entre todos, probablemente aquel fuese uno de los temas más espinosos, el magus tomó la mano de Iris y tiró suavemente de ella hacia la salida. Cerraron la puerta tras de sí, atravesaron el corredor que conectaba con el salón principal, ahora a mayor velocidad, y, ya alejados del tribunal se detuvieron para recuperar el aliento.

El corazón les latía enloquecido.

—Ya está, ¿no? —preguntó Iris en apenas un susurro—. Ya ha acabado.

—Creo que sí...

—Entonces vámonos: necesito que me dé un poco el aire... porque sigues queriendo venir a casa, ¿no? Después de lo que ha dicho Malestrom...

Iván negó con la cabeza.

—¿Sigo siendo bienvenido?

—Por supuesto.

—Entonces está claro. —Tomó su mano de nuevo y ese encaminó hacia la salida—. Además, tienes que presentarme a la tal Elisa... ¿dices que es una pretor de la Casa de la Noche? Siempre quise conocer a uno de ellos.




—¿Albia? —preguntó Loder con confusión—. ¿Qué quieres decir con qué pasa con Albia, Cabal?

La mera mención del país norteño logró que un tenso silencio se apoderase de la sala. Eryn había sido muy valiente al sacar a relucir aquel tema. Demasiado incluso.

—Seamos sinceros: nuestras posiciones son cada vez más cercanas —explicó el director de la Oficina—. ¿Por qué no compartir esta travesía con ellos entonces? Al fin y al cabo, si no queremos que mueran nuestros hombres, ¿por qué no proponer que sean los suyos? Siempre podríamos enmascararlo tras una muestra de cercanía.

—Albia no vive sus mejores momentos precisamente —les recordó Lucian—. La sombra de Elberic es cada vez más alargada: ¿cuánto tardará en atacar la frontera? ¿Días? ¿Semanas? —El Emperador negó con la cabeza—. Y sin hablar de la enorme cantidad de refugiados que están llegando desde el este, huyendo de la guerra en Dynnar... no, por el momento no me lo planteo. Al menos no hasta que tomemos una decisión. —Se puso en pie—. Sé que tenéis muchas preguntas, yo mismo las tengo, pero ha llegado el momento de decidir si debemos seguir invirtiendo el tiempo en esta cuestión o no. Almirante, son sus últimos minutos antes de la primera votación: si quiere decir algo más, es el momento.




—¿Lo tenéis ya todo, chicas?

De pie frente al coche de alquiler con el que viajarían hasta Barnia para tomar uno de los barcos de regreso al continente Gynae, Nessa no pudo evitar sentir tristeza al mirar por última vez aquel lugar. No significaba gran cosa para ella, solo eran edificios y jardines, pero sí lo que simbolizaba. Aquel complejo, al igual que el Palacio del Despertar o la propia Solaris, habían marcado su vida en los últimos años y dejarlo era doloroso.

Era triste.

Pero había llegado el momento. Nessa dedicó una última mirada a la imponente estatua de mármol que se alzaba frente al edificio principal, donde el Emperador Lucian Auren padre apuntaba al horizonte con su espada, y asintió con la cabeza.

—Sí, podemos irnos —confirmó.

—¡Perfecto! —exclamó Hurón—. Este lugar es demasiado soleado para mi gusto. —El agente cerró el maletero y le lanzó las llaves a Lira—. ¿A Barnia, entonces?

—A Barnia, sí —sentenció Lira.

Abandonaron el complejo en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. En el caso de Hurón y Lira, la visita había sido corta, pero había servido para hacerles entender las dimensiones de la amenaza a la que se enfrentaba Gea. Por el momento el Velo estaba golpeando el Nuevo Imperio con especial dureza, concentrando la mayoría de los ataques en él, pero era cuestión de tiempo de que se extendieran al resto de naciones. De hecho, la propia Volkovia ya estaba sufriendo las consecuencias. Desafortunadamente, no era el momento para pensar en ello. Gea se encontraba en un momento complicado, en una etapa de transición, y si bien la amenaza era evidente, las naciones tenían otras prioridades.

Sea como fuera, estaban satisfechos de haber cumplido con su misión y regresar con un regalo extra. La reaparición de Nessa había sido una sorpresa mayúscula, y aunque solo fuera por ella, había valido la pena el viaje.

—Tardaremos cerca de una semana en llegar a Volkovia —comentó Hurón, rompiendo el silencio reinante—. Habíamos valorado la posibilidad de coger una nave algo más rápida, pero dadas las circunstancias creo que a los tres nos irá bien tener un poco de tiempo para pensar.

—La verdad es que sí —admitió Lira—. Ah, por cierto, Nessa, al recoger tu bolsa se ha caído algo. Es una nota con un número de teléfono de un tal Iván Elder. —La agente la miró a través del retrovisor—. Ese es el magus, ¿no? El hijo de Malestrom.

Sorprendida, Nessa cogió el trozo de papel que Hurón le pasaba y comprobó que efectivamente era la letra de Iván. Al parecer, le había dejado su número apuntado en algún momento sin que ella se diese cuenta.

Iván...

Nessa mantuvo la mirada fija en el papel durante unos segundos, sin saber qué decir. Le entristecía no haberse despedido de sus compañeros, pero sobre todo de él y de Iris. Las últimas horas habían sido tan tensas que ni tan siquiera había reparado en ello.

Desvió la mirada hacia la ventana, a través de la cual ya se veían los vastos campos casi desérticos que cubrían el sur de Solaris, y alzó la mirada hacia el cielo. En la lejanía, varias figuras aladas lo atravesaban formando bonitas figuras geométricas.

—¿Sabes, Lira? —comentó Hurón despreocupadamente, fingiendo no haber visto la expresión sombría que en aquel entonces teñía de tristeza el rostro de la arpía—. En el fondo aún quedan bastantes horas para que parta ese barco. ¿Qué tal si nos damos una vuelta por Solaris? Es probable que no volvamos en mucho tiempo, así que...

—Buena idea —respondió ella sin apartar la vista del frente—. Eh, Nessa, ¿cómo lo ves? ¿Nos damos un último paseo por Solaris?




Elisa ya les estaba esperando en el patio de la casa cuando Iván e Iris llegaron. Las dos amigas se fundieron en un cálido abrazo, como si hiciera años que no se veían, y mientras que se decían una y otra vez cuánto se habían echado de menos, Iván aprovechó para vaciar el maletero y cerrar la puerta tras de sí. Seguidamente, dedicándole una sonrisa sincera a la fachada de la casa, asintió con satisfacción al ver que Valhir surgía de entre las ramas de uno de los árboles para posarse sobre su hombro derecho.

—Eh, amiguito, no te pierdes una, eh —le dijo con cariño.

—Llegó hace unas horas —exclamó alguien desde la puerta.

Iván desvió la mirada hacia la entrada y en los escalones vio que había una cuarta persona: alguien cuyo nombre no recordaba pero sí su rostro.

Tristan alzó la mano a modo de saludo.

—¿Qué hay, magus? ¿Te acuerdas de mí?

—Nunca olvido a la gente que intenta matarme —respondió él con una sonrisa gélida en los labios—. Podría haberme partido la cabeza en esa bañera.

—Pero no lo hiciste —dijo Tristan con diversión.

Sorprendida ante su presencia, Iris acudió a su encuentro para saludarle con un beso en la mejilla. Seguidamente, tirando suavemente de su brazo, lo plantó frente a Iván.

—Iván, te presento a Tristan —anunció—. No sé muy bien qué hace aquí, pero él y su hermano se han portado muy bien conmigo. Me han estado cuidando mucho durante estas semanas. Y sí, es el que te llevó hasta la bañera. —Rio con diversión al recordar la escena—. Sol Invicto, parece que hayan pasado años desde aquel día y en realidad ha sido solo una semana.

—Una semana en la que ha pasado prácticamente de todo —suspiró Iván. Tomó la mano de Tristan y la estrechó con fuerza—. Un placer, soy Iván Elder.

—Iván ha trabajado conmigo durante esta semana, Tristan —aclaró Iris—. Nos conocimos hace unas semanas, en las Espinas de Sangre... bueno, es un poco largo, pero digamos que nos hemos hecho amigos. Además, Iván era amigo de Frédric.

—¿Ah, sí?—El legionario cruzó los brazos sobre el pecho, adquiriendo una expresión adusta—. Curioso, no te había visto nunca por aquí.

Como respuesta, Iván puso los ojos en blanco.

—Ni yo a ti, ¿y? —Negó con la cabeza—. En fin, es bastante tarde y se me caen los ojos... ¿qué tal si entramos y tú te vuelves a tu casa, Tristan?

Antes de que pudiese responder, el teléfono de Iván empezó a sonar.




—Creía que no te ibas a despedir.

—Yo también lo creía, la verdad, pero...

Una hora después de que los hermanos llegasen, el coche de Lira, Hurón y Nessa se detuvo frente a la casa de los Sertorian. La arpía había dudado de si debía llamar a Iván o no, pero el saber que era posible que no volviese a verle le había hecho decidirse. Tanto él como Iris habían sido piezas clave de su regreso. De hecho, sin ellos no lo hubiese conseguido, por lo que quería despedirse de ellos.

Quería, aunque solo fuese por un instante, disfrutar de lo mejor que había descubierto en Solaris. Y alentada por Hurón y por Lira, así había hecho.

—Pero lo importante es que estás aquí —sentenció Iris con alegría, sujetando las manos de Nessa con las suyas—, y me alegra que así sea. ¿Cuándo te vas?

—En unas horas —respondió ella—. Cogeremos un barco en Barnia.

—¿Y después?

Iván respondió por ella.

—Ya se verá. De momento lo importante es que regreses a casa y recuperes tu vida, Nessa. Cinco años es demasiado tiempo.

—Lo es, sí —admitió ella—. Os doy las gracias por lo que hicisteis por mí. De no ser por vosotros dos creo que aún seguiría encerrada en esa prisión...

—Bueno, fue extraño —respondió Iris—, pero me alegra que saliera bien. —La joven tiró de sus manos hacia ella para abrazarla con fuerza—. Te voy a echar de menos, Nessa. Aunque haya sido poco tiempo, pero me ha gustado volver a verte. Espero que nos volvamos a ver pronto.

Nessa sonrió cuando Iris le besó la mejilla a modo de despedida. La siguió con la mirada hasta la puerta de la casa, donde Tristan y Elisa la esperaban, y no la apartó hasta que entraron. Seguidamente, haciéndoles un ligero ademán de cabeza a Lira y Hurón para que volvieran al coche, centró la atención en Iván.

Tomó la mano del magus cuando él se la tendió.

—Las cosas han cambiado mucho en cinco años, si te arrepientes de ir a Volkovia siempre puedes volver —dijo Iván con cordialidad—. Tienes mi número de teléfono.

—No soy de las que pide ayuda —respondió Nessa—, pero lo agradezco. ¿Hace falta que te diga que no debes fiarte de Malestrom? ¿Qué intenta utilizarte?

Iván negó suavemente con la cabeza, con diversión.

—¿Tengo cara de idiota?

—No sé de qué tienes cara, la verdad —dijo ella, y apoyó la mano sobre su pecho, a la altura del corazón—, pero te late demasiado fuerte. No dejes que juegue contigo.

Una simple sonrisa bastó como respuesta. Iván asintió con suavidad y alzó la mano para acariciar su mejilla por última vez.

—Yo no creo que fueras a traicionarnos —dijo Iván a modo de despedida—. Creo que, a pesar de ser una arpía, eres de fiar.

—Eso es porque me conoces poco.

—Puede ser... cuídate mucho, Nessa.

Se despidieron con un suave beso en los labios que a ambos les supo amargo. Nessa apretó con suavidad su mano, comprendiendo que con aquel adiós que estaba a punto de cerrar una etapa muy importante de su vida, y salió a la calle, donde sus dos compañeros la esperaban.

Cogió las llaves al vuelo.

—Conduce tú, anda —le dijo Lira—, eres la que mejor conoce este sitio. Además, te irá bien para despejarte. Ahora larguémonos de una vez por todas.

—¡La madre patria nos espera! —exclamó Hurón con ironía—. No la hagamos esperar. ¡Hasta siempre, Solaris!

—Hasta siempre —repitió Nessa.

Hasta siempre.




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top