Capítulo 29
Capítulo 29
Palacio de Verano, Delphys – 1.836
—¿Lo habéis conseguido?
La teniente Lynette Olvian les estaba esperando en el aparcamiento de la villa de Delphys cuando llegaron. La militar había tenido la tentación de seguirles para ofrecerles su apoyo, además de vigilarles, claro, pero Liraes le había recomendado que no lo hiciera. Verse involucrada en el robo de documentación a un maestro tan destacado como Laurent Malestrom podría complicarle notablemente las cosas. Así pues, no había tenido más remedio que quedarse en la villa junto al resto de los miembros del grupo de estudio, esperando con ansiedad su inminente llegada.
—Creo que sí —respondió Iván tras bajar del coche y cerrar la puerta—. Tengo que confirmarlo, pero algo hay.
—¡Genial!¿Ha ido todo bien? ¿Os han visto?
—Ha ido bien —confirmó Nessa. Le lanzó las llaves y entró en la villa tras Iván, algo más animada que su compañero—. Tenemos que revisar todo el material, pero estoy convencida de que algo sacaremos. ¿Sabemos algo de Iris?
Se detuvieron en el vestíbulo de entrada para evitar que el resto de colaboradores escuchasen la conversación. Por decisión de Sebastian, nadie debía saber absolutamente nada de lo ocurrido aquella mañana fuera del grupo implicado.
—Salió hace veinte minutos aproximadamente —informó Lynette para tranquilidad de Nessa e Iván—. ¿No os ha dicho nada?
—No nos ha informado, no —respondió Iván con cierta sorpresa—. Bueno, no importa. Mientras esté de camino, lo demás da igual.
Lynette asintió.
—Por favor, necesito que reviséis toda la documentación lo antes posible. Es importante que mantengamos la discreción en todo momento, así que, una vez tengáis resultados, nos los transmitiréis primero al Almirante y a mí. En base a ellos valoraremos la forma de compartir la información con el resto del grupo.
—Nos pondremos a ello de inmediato —aseguró Nessa—. ¿Dónde podemos ir?
Iván y Nessa se instalaron en una de las salas de reuniones de la planta baja, lejos de donde el grupo de trabajo seguía con el estudio. Habían traído consigo un total de tres cuadernos, pero en sus mentes había mucho más. Ambos habían aprovechado el tiempo para indagar, y aunque no habían logrado responder todas las cuestiones que hubiesen querido, nuevos interrogantes les impedían pensar con claridad.
—"Didizeth" —exclamó Nessa, mostrándole el cuaderno rojo—. Aún no lo he abierto, pero ya siento escalofríos.
—Puede ser muy interesante —reflexionó Iván—. De ahí seguro que sacas algo, estoy convencido. Yo me he decantado por sus cuadernos más actuales. En uno de ellos aparece tu nombre en varias ocasiones, así que doy por sentado que voy por buen camino.
Ambos se sumieron en una profunda lectura que les mantuvo en silencio durante largo rato, sumergiéndose en el conocimiento de Laurent Malestrom. Sobre Didizeth había muchas incógnitas, sobre todo respecto a su etapa más presente. Desde que abandonase el reino de Nymbus donde había permanecido temporalmente, Malestrom había perdido su pista, dando por sentado que la hallaría por las tierras de la brujería, al otro lado del océano. De su etapa más temprana, sin embargo, había mucha información. Según Malestrom, en tiempos pretéritos Didizeth había formado parte del orfeón de Tejedoras de la Torre del Destino. De todas, ella era la de mayor talento, con una mente privilegiada y un don para hilar el destino como nadie. Era la más prometedora de todas. De hecho, tal era su don que los dioses la eligieron para tejer el futuro de los hombres. Un futuro que en gran parte estaba definido por los dioses, pero en el que de vez en cuando Didizeth cometía alguna de sus travesuras y añadía sus propias ideas sin consultar.
A pesar de ello, era la creadora de destinos por excelencia.
Y aunque tejió durante siglos, con el paso del tiempo Didizeth empezó a aburrirse de crear destinos que ella no podría vivir. Deseaba vivir alguna de aquellas magníficas aventuras que las Tejedoras creaban para los hombres, y abandonó la Torre. Su decisión la convirtió en una proscrita a ojos de los dioses, que no dudaron en condenarla a vagar eternamente por el Velo por su traición. Sin embargo, Didizeth, que de estúpida tenía poco, había dejado escrito un destino prometedor para su persona. Un destino en el que, utilizando para ellos a los humanos, podría burlar el castigo de los dioses y disfrutar del mundo que ella misma había ayudado a crear...
Malestrom aseguraba haber conocido a Didizeth en otra vida. Antes de nacer con su última reencarnación, el maestro había compartido con su alma el suficiente tiempo como para no solo haber quedado cautivado por su historia, sino también para comprender que Didizeth era uno de los pocos seres que podía cambiar el curso de la historia.
Y era precisamente por ello por lo que la buscaba con ansia. Porque si alguien podía llegar a la Torre del Destino, esa era ella...
—Quería utilizarme para atraer a Didizeth y así poder atraparla —confirmó Nessa, pensativa—. ¿Hace cuánto que la buscaba?
—¿Toda su vida? —Una sonrisa amarga se dibujó en los labios del magus—. Que ironía. Imagino que quiere utilizarla para que le guíe hasta la Torre.
—Eso pensé al principio, pero según explica, los dioses le prohibieron que regresara y ocultaron las Islas para que no pudiese llegar hasta la Torre. Es decir, aunque lograse convencerla, no podría llevarle... al menos en la teoría.
—Tú lo has dicho, en la teoría. —Iván se cruzó de brazos—. Estoy convencido que, de una forma u otra, ese demonio es la clave.
Siguieron estudiando los diarios en busca de respuestas. En los estudios de Malestrom, la princesa Victoria tenía una gran importancia. Según el magus, el inmenso poder de la joven era la clave para, llegado el momento, poder atraer a Didizeth hasta una de sus prisiones de cristal. Sin embargo, a diferencia de otros demonios, aún no había dado con el ritual para poder atrapar al demonio. Malestrom necesitaba conocer más en profundidad a Didizeth, y para ello era vital tener en su poder a Nessa.
Malestrom hablaba también de otros tantos hechizos y búsquedas que llevaba en paralelo. La autopsia de los cadáveres de la Galería de Arte ponía en evidencia que el Velo estaba más cerca que nunca, y aunque no se sentía identificado con aquellos seres, insistía en que su naturaleza era mucho más próxima a la suya que a la de los humanos.
Y no solo la suya.
Iván hacía tiempo que era sujeto de estudio. Siempre lo había sospechado, pero el ver por escrito que su padre estaba observándolo para valorar sus capacidades le resultaba un tanto hiriente. Al parecer, no cumplía con lo esperado. A pesar de su tenacidad y fortaleza mental, Malestrom resaltaba su escasa capacidad mágica, al menos en comparación con lo esperado, y lo clasificaba como un fracaso más.
Un fracaso como lo había sido Lia, Mancel y Frédric antes que él.
Era decepcionante. Aunque en el fondo siempre había sospechado que Laurent le consideraba una decepción, le entristecía poder confirmarlo. Llevaba años esforzándose por ser el mejor, y aunque sus limitaciones mágicas le habían impedido desarrollar poderes suficientemente vistosos como para destacar en la Cúpula, su constancia en los estudios le habían elevado enormemente dentro de la cadena. Iván era tremendamente sabio para lo joven que era, y la Corona lo sabía. De hecho, muestra de ello era no solo que estuviese allí, participando en el grupo de trabajo, sino también que le permitiesen colaborar en las clases de Victoria.
Unas clases que Malestrom jamás había querido dejar de impartir...
El rostro de la joven princesa acudió a su mente. Iván tenía la sensación de que se le escapaba algo, de que la verdad se encontraba muy cerca, casi a su alcance, pero era incapaz de juntar las piezas.
Necesitaba más.
Le entristeció ver el nombre de Iris en el cuaderno de Malestrom. Apenas la mencionaba en un par de ocasiones, pero era evidente que no tardaría en convertirse en su nuevo objetivo. Uno a uno, Malestrom había atraído a sus hijos para tratar de encontrar en ellos lo que buscaba, y aunque por el momento no había tenido éxito, no se daba por vencido. Alguno de ellos tenía que haber heredado todo su potencial. Alguno de ellos tenía que cumplir con las expectativas, y visto lo visto, sus esperanzas recaían en ella.
Al menos temporalmente, claro. Conociendo a Malestrom, otros tantos chiquillos debían estar creciendo por todo el país sin padre, a la espera de que sus capacidades se desarrollasen y el magus se interesara por ellos.
Era lamentable.
La llegada de Iris interrumpió la lectura. La joven entró en la sala de estudio con expresión algo más seria de lo habitual, y tras saludar a los presentes, tomó asiento en una de las sillas, de brazos cruzados. No traía demasiadas novedades, pero tanto Iván como Nessa se mostraron especialmente interesados en que les contase todo.
—¡Venga, Iris! ¡No seas así! Algo te habrá dicho, ¿no?
Iris les explicó varias veces la conversación, respondiendo a sus preguntas con lo poco que había logrado sacar en clave, y durante largo rato reflexionaron sobre las incógnitas que les dejaban sus estudios. Didizeth era una pieza clave para alcanzar las Islas, era evidente, y también el firmamento que marcaba su camino. Por desgracia, sus coordenadas seguían siendo un misterio.
—Malestrom dijo que estuvo trabajando con mi hermano —reflexionó Iris con cierta incomodidad, evitando mirar a Iván a los ojos—. De hecho, el hechizo del sótano es suyo. Generó una especie de espejo para que pudiese ver en todo momento el firmamento de su terraza. Al parecer, le ofreció unirse a él.
—Pero Frédric lo rechazó —recordó Iván con amargura—. Él era leal al Almirante.
—Tú lo conociste.
Las palabras de Iris sonaron a acusación a oídos de Iván. No habían tenido demasiado tiempo para poder conversar, pero era innegable que, de haber querido, podría habérselo confesado durante la cena en su casa. O antes, mientras hacían la cena. Es más, Iván había barajado la posibilidad de hacerlo, pero no se había atrevido.
Le habían faltado las fuerzas.
Era un tema demasiado delicado. Tanto que Iván barajó la posibilidad de abandonar la sala de estudio. No quería enfrentarse a aquella conversación, y mucho menos después de haber mentido abiertamente a Nessa al respecto. Por desgracia, no se lo permitieron. Antes incluso de que se lo plantease, la arpía se situó estratégicamente en la puerta, cerrándole el paso, y se cruzó de brazos.
—Dice Laurent que me ocultas algo —prosiguió Iris—. Es eso, ¿verdad? Tú conociste a mi hermano.
—¿Malestrom te dijo eso?
Iris asintió.
—Sí, y sé que es cierto. Sé que me mientes.
—Eso no es cierto.
—¿De veras crees que me he tragado eso de que tu aparición en el hospital fuese casual? —Iris se puso en pie—. Mientes. Llevas días mintiéndome. Sé sincero: ¿qué quieres de mí?
—Por el Sol Invicto, Iris...
Sintiendo las palabras de Malestrom repetirse una y otra vez en su mente, envenenándola, Iris alzó la mano, ordenándole silencio. Necesitaba decirlo todo para poder liberarse. Era como si aquel secreto la consumiera: como si la destruyese por dentro. Necesitaba saber qué estaba pasando, necesitaba saber la verdad, y lo necesitaba antes de que la desconfianza y el miedo la destruyesen.
—Todo esto es una trampa, ¿verdad? Empiezo a creer que sigues trabajando para él: que habéis orquestado todo esto entre los dos. La liberación de Nessa, tu expulsión de la Cúpula... todo.
—¿De veras? ¿¡De veras crees toda esa mierda!? ¡Sol Invicto, Iris! —Iván parpadeó con incredulidad—. ¿Es que no ves que te intenta poner en mi contra? ¿¡Es que no ves que te está manipulando!? ¡Sea lo que sea que te ha dicho, es falso!
—¿Estás seguro? —Iris sacudió la cabeza—. ¿Y cómo lo puedo saber? ¿Acaso tengo motivo para creer lo contrario? —Le señaló—. ¡Di la verdad de una maldita vez! ¿Qué me escondes? ¡Me ocultas algo!
Sintiéndose contra las cuerdas, Iván se encaminó hacia la puerta, ansioso por salir. Quería irse; quería huir de aquel maldito lugar y no mantener nunca aquella conversación. Sin embargo, Nessa no se movió. Aunque mantenía su postura de no querer entrometerse en aquel tema, consideraba que era lo justo. Aquella causa jamás iba a salir adelante si no eran sinceros los unos con los otros, y su regreso a Volkovia dependía de ello.
—Hazme caso, Iris, no te conviene saber la verdad —dijo Iván a la defensiva—. ¡Nessa, aparta, me largo de aquí!
—¡No vas a decidir tú por mí qué tengo que saber o no! —aseguró Iris con brusquedad—. Conocías a Frédric, ¿sí o no?
El magus se acercó aún más a Nessa, tratando de apartarla, pero ésta no se apartó. De brazos cruzados y con expresión pétrea, estaba dispuesta a permanecer allí hasta el final, pasase lo que pasase.
Estaba atrapado.
Demasiado atrapado como para seguir mintiendo. Iván cerró los ojos, sintiendo auténtica amargura al comprender que no iba a poder seguir ocultando la verdad, y dejó escapar un largo suspiro.
—Le conocía, sí —admitió al fin, sin mirarla a la cara—. No coincidimos durante demasiado tiempo, pero nos conocíamos. De hecho, por eso sabía dónde vivías: ya había estado anteriormente en tu casa. Solo fue una vez, pero...
—¿¡Habías estado en mi casa!? —Iris parpadeó con incredulidad—. ¿¡Y por qué no me lo dijiste!?
Iván volvió a mirar la puerta, suplicante, pero Nessa negó con la cabeza.
—Joder... —murmuró—. Pues porque no me atreví, Iris. Las cosas se han complicado tanto en las últimas semanas que no sabía qué hacer. Y sí, nuestro encuentro en el hospital fue casual, pero hasta cierto punto. Malestrom me ha expulsado de la Cúpula, eso no es falso, y me ha dejado en la calle. Y de hecho no sabía qué iba a hacer cuando te vi aparecer en el hospital. —Hizo un alto—. Me lo tomé como una señal del destino y aproveché las circunstancias para intentar quedarme a dormir en tu casa.
Perpleja ante la inesperada explicación, Nessa no pudo evitar que una expresión de pura sorpresa se reflejara en su rostro.
—¿En serio? ¿Tú no sabes lo que es un hotel, o qué?
Iván se encogió de hombros.
—Sé lo que es, por supuesto, pero no he estado nunca en uno. Llevo toda la vida con mi madre, después con uno de sus hermanastros, y ahora con Malestrom... —Se encogió de hombros—. Para alguien como yo no es fácil moverse en la sociedad de Solaris.
La confesión resultó muy humillante. Tanto que Iván no pudo evitar que una carcajada nerviosa escapase de su garganta. Le encantaba decir que se había criado prácticamente solo, pero lo cierto era que siempre había estado bajo el amparo de alguien.
Hasta entonces.
Ahora estaba totalmente solo.
—Eres despreciable —sentenció Iris—. Saliste de debajo de las faldas de tu madre para meterte en las de tu padre. Y cuando tu padre te expulsó trataste de meterte en las mías... es repugnante.
Nessa parpadeó con incredulidad. Para Iván e Iris aquella conexión familiar no parecía ser una novedad, pero para ella era algo totalmente nuevo.
Algo muy inesperado.
—¿¡Malestrom es tu padre!?
—Sí, mi padre. —Iván se encogió de hombros—. Joder, Nessa, yo...
—¡Te aprovechas de todo el mundo! —exclamó Iris—. ¡Te crees que puedes hacer lo que te dé la gana! ¡Que eres el rey! En serio, ¿tú te crees que soy estúpida, verdad? Que podrías meterte en mi casa como si nada.
—¡Eh, no te pases!
—¿¡Que no me pase!? —gritó Iris—. ¡Eres un cerdo!
Aquel último insulto logró acabar con la paciencia del magus. Hasta entonces había soportado todas las acusaciones sin enfrentarse a ellas, pues en el fondo eran ciertas, pero llegado a aquel punto no iba a permitir que siguiese adelante. No cuando no sabía de lo que hablaba, y mucho menos estando Nessa delante.
No era justo.
—¿Y tú te cabreas porque te considere una estúpida? —replicó Iván, alzando el tono—. ¡Vamos, Iris, no nos engañemos! Muy lista no eres precisamente: solo hay que verte. ¿Qué has hecho desde que has llegado a Solaris? A parte de joderla, me refiero.
—¡¡Eh!!
El magus ignoró la queja de Iris.
—Querías sinceridad, ¿no? Pues esto es lo que hay. Sí, intenté aprovecharme de ti y de tu situación. Estabas igual de jodida que yo, o puede que más, así que, ¿por qué no? El destino me sirvió una oportunidad en bandeja de plata, habría sido absurdo dejarla pasar. Además, eres una Sertorian. ¡Una maldita Sertorian!
—Sí, ¿y?
Iván respiró hondo. Algo en su interior le decía que era el momento adecuado para liberarse del secreto con el que cargaba. Que después de su demostración de intenciones, poco importaba lo que aquella verdad pudiese ocasionarle a Iris. Al fin y al cabo, había demostrado el desprecio que sentía por él. ¿Qué menos que devolverle parte de ese desprecio abriéndole los ojos?
Sí, se lo estaba ganando a pulso. Se había dejado manipular por Malestrom y se había puesto en su contra, por lo que no merecía otra cosa. Merecía sufrir al menos parte de lo que él había sufrido durante toda su vida...
Y sin embargo, no se lo dijo. Por mucho que quisiera hacerlo, por encima de la rabia y la frustración estaba el sentimiento de protección, de cuidar de los de su sangre, y aunque en aquel entonces despreciaba a Iris, no quiso hacerle daño.
No se lo merecía.
Volvió a respirar hondo. Sentía la mirada de las dos mujeres fija en él, expectante. Esperaban a que dijese algo importante, algo que probablemente cambiase el rumbo de la conversación, pero no lo hizo. No valía la pena.
—Mira Iris, en el fondo da igual —dijo al fin—. Me intenté aprovechar de ti, sí, pero las cosas han salido como han salido, así que demos por finalizada esta conversación. Esta y todas, sí así lo prefieres. En el fondo, en cuanto esto acabe no habrá nada que nos ate. Olvidemos que nos hemos cruzado el uno en la vida del otro, y...
—¿Matasteis a mi hermano? —interrumpió Iris, alzando el tono de voz de nuevo—. ¡Sé sincero, Iván! ¿¡Le matasteis!?
Una desagradable sensación de irrealidad se apoderó de Iván. El magus fijó la mirada en Iris, creyendo leer en sus ojos la realidad oculta tras aquella pregunta, y dibujó una sonrisa amarga.
—Te ha ofrecido unirte a él, ¿verdad? —comprendió, logrando con su pregunta que el pánico se reflejara en los ojos de Iris—. Te ha convencido de que esta causa está perdida y no quieres cerrarte puertas. Quieres asegurarte de que no es un asesino.
—¿Es eso cierto? —intervino Nessa con perplejidad—. ¿Te ha dicho algo para que te unas a él, Iris?
Iris separó los labios, pero no llegó a emitir ninguna respuesta. No era necesario. Incluso sin decir palabra, ambos supieron la verdad.
—¿Sinceramente? —Iván dio un paso al frente—. ¿De veras quieres saber si le mató? Pues no lo sé, nunca lo supe, pero si tuviese que apostarme algo, diría que sí. Diría que él no se manchó las manos, pero que se encargó de ordenar que le matasen... ¿y sabes por qué, Iris? Porque Laurent no soporta que le traicionen, y Frédric lo hizo.
—¡Pero mi hermano no trabajaba para él! —replicó ella a la defensiva—. ¡No le traicionó!
Iván asintió, totalmente de acuerdo. Era cierto, no le había traicionado. Al menos no como colaborador, pero sí como hijo. Frédric había sabido que aquel hombre era su padre, y en vez de unirse a él, le había dado la espalda para seguir con Liraes. Le había rechazado, y eso era algo que Laurent jamás le había perdonado.
Jamás.
—Haz lo que quieras, Iris, pero ten cuidado con Laurent. Le conozco mejor que nadie, y te aseguro que si te conviertes en una molestia te matará. A ti y a todo aquel que se interponga en su camino.
—Eso te incluye —intervino Nessa, apartándose de la puerta.
Le incluía, sí. Iván sonrió con amargura ante aquella gran verdad, la cual había tenido muy presente desde el principio, y asintió con la cabeza. Acto seguido, dando por finalizada aquella incómoda conversación, abandonó la sala, dejando tras de sí a Iris con los puños apretados, furiosa, y a Nessa con una extraña sensación de opresión en el pecho.
Le hubiese encantado que las cosas hubiesen sido diferentes. Iván habría querido construir una nueva familia junto a la que era su hermana, y quizás darle un nuevo sentido a su vida. Disfrutar de una nueva etapa.
Desafortunadamente, Laurent lo había vuelto a estropear todo.
Una lástima.
—Nos vemos.
Agotada, Iris se dejó caer en el borde de la mesa y se cubrió el rostro con la mano. No entendía lo que acababa de suceder, pero le disgustaba enormemente. Se había dejado llevar por el nerviosismo y el miedo, y aunque estaba convencida de haber hecho lo correcto, no podía evitar sentirse culpable. No le gustaba discutir con nadie, nunca le había gustado, y mucho menos con Iván.
El mismo Iván que la había protegido cuando la oscuridad había caído sobre ellos en su casa, mientras se ocultaban en el baño. Sin motivo. Sin saber qué iba a pasar.
Sin necesidad.
Dejó escapar un suspiro.
—Me lo ha ofrecido, sí —admitió Iris, dedicándole una fugaz mirada a Nessa—. Pero en ningún momento me lo he planteado. Es solo que...
—Que en realidad sí que te lo planteas —comprendió la arpía—. Porque Malestrom no se te mete en la cabeza, sino en el corazón. Es como una gran araña: te atrapa en su red de mentiras y magia, y para cuando te das cuenta, ya estás en su poder.
—No se portó bien contigo, ¿verdad? Me cuesta recordar lo que pasó. De hecho, apenas tengo recuerdos de ti en la Cúpula. Es como si, de alguna manera, los hubiese borrado.
—Si no lo recuerdas, no puedes actuar en consecuencia —resumió Nessa con gran acierto—. Muy propio de un magus capaz de leer la mente. Pues no, no se portó en absoluto bien conmigo. Si Iván no hubiese movido los hilos para que me sacasen de allí, lo más probable es que a estas alturas estuviese muerta.
Iris la miró con una mezcla de sensaciones. Había una pregunta que no dejaba de formularse desde el inicio de toda aquella historia, y aunque dudaba que Nessa conociera la respuesta, necesitaba formularla.
Necesitaba saber más.
—¿Y por qué lo hizo? ¿Por qué te ayudó? Si realmente sabía lo que iba a pasar con Malestrom, ¿por qué se arriesgó? ¿Acaso os conocíais de antes?
Nessa negó con la cabeza.
—No. No sé por qué lo hizo, pero le debo la vida. De hecho, se la debo dos veces. —Nessa sonrió sin humor—. No creo que sea una mala persona, Iris. Hace cosas extrañas, sí, y hay bastante malicia en él, pero si realmente es hijo de Malestrom, ¿qué otra cosa se podría esperar de él? —Negó con la cabeza—. Por cierto, en el despacho de Malestrom encontré una carpeta llena de documentación sobre tu hermano. No quise traerla porque no quiero meterme en vuestros asuntos personales, pero le eché un vistazo por encima, y te puedo asegurar que le estaba vigilando. No sé si realmente él estuvo detrás de su muerte, pero desde luego, en caso de haber querido hacerlo, habría tenido información suficiente para ello. —Dejó escapar un largo suspiro, como si se hubiese quitado un gran peso de encima—. En fin, ya lo he dicho: ahora tú decides. Haz lo que quieras, pero si me permites un consejo, ten cuidado con ese hombre. Si todos le temen, por algo será.
Nessa apretó suavemente el hombro de Iris y salió de la sala de estudio. Por un instante tuvo la tentación de salir a la playa, donde estaba convencida de que encontraría Iván en compañía de Valhir, pero no salió. Aunque le apetecía consolarle, no quería entrometerse más de lo necesario en aquella historia. Con suerte, en menos de una semana estaría de camino a Volkovia, por lo que cuantos menos lazos estableciera, mejor.
Dedicó una fugaz mirada al salón que conectaba con la terraza y se encaminó a la planta superior, donde encontró paz en su habitación. Nessa cerró la puerta con llave, cosa que nunca hacía, y corrió las cortinas, sumiéndola en la oscuridad. Seguidamente se encerró en el baño y se plantó frente al espejo de pie que había junto a la ducha.
Su propio reflejo le miró desde el cristal, expectante.
—De acuerdo, me prometí a mí misma que no lo haría, pero... —dijo en apenas un susurro—. Didizeth, ¿estás ahí? Tenemos que hablar.
Aunque quiera parecer muy malvado, y a veces actúe como tal, en el fondo no lo es tanto... ¡Iván es un claro ejemplo de que las malas compañías pueden ser terribles! XD
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