12. La sombra de la diosa

Hebe caminaba por las solitarias calles de la ciudad, ya no se escuchaba el sonido de los carros o las risas de los niños, la madrugada había caído y caminaba por una calle de casas muy grandes y bonitas, estas decoradas con muchas luces.

—Deja de seguirme— soltó Hebe mirando de reojo.

—No lo hare Hebe— exclamo el demonio al otro lado de la calle— Hare me convertiré en la sombra de la diosa.

Hebe lo miro mal y siguió caminando, aquel demonio se había pegado a ella sin su consentimiento y aunque quería huir de él, siempre la encontraba. Un gato pasaba la calle y se tiro a la mitad, el demonio bajo del tejando por el que había estado caminando y corrió hacia el gato, el animal se erizo y corrió por la calle.

—No debías asustarlo— reprocho Hebe mirándolo.

—Es solo un gato— la miro a través de sus ojos negros— ¿Sabías que los animales tienen la habilidad de ver lo bueno y lo malo que habita en la tierra? Ven fantasmas, demonios y ángeles— la señalo.

—No soy un ángel — le replico pasando a su lado— Ahora lárgate, no quiero tu presencia cerca mía.

Unas risas hicieron que ambos dejaran de verse, Hebe camino hacia la calle donde provenían la risa y miro a unos niños que jugaban afuera de su casa persiguiéndose sin parar de reír.

—Oh, carne fresca— hablo detrás de ella el demonio sobresaltándola.

—Vete, no te quiero cerca y no voy a permitir que espantes a esos niños— señalo Hebe.

El demonio se ocultó en la oscuridad y desapareció, Hebe espero que saliera, pero pasaron los minutos y el no volvía, luego, escucho el grito de un niño quien corría con lágrimas en sus ojos de regreso a su casa seguido de los otros niños que tenían rostro asustadizo.

—Es tan divertido— exclamo el demonio a su lado, sobresaltándola.

—¿Cómo te has atrevido a hacerle eso a los niños? — señalo mirándolo— Eres un monstruo.

El demonio rio.

—No soy un monstruo Hebe, soy algo mejor que eso, soy un demonio— le sonrió.

Hebe dejo de verlo cuando escucho las voces de los humanos salir de la casa, los niños arrastraban a sus padres hacia la oscuridad y señalaban.

—Aquí estaba y nos espantó— hablo una niña apuntando con su dedo.

—Aquí no hay nada Liliana— negó su madre y se arrodillo frente a su hija— Sabes que no me gustan las mentiras.

La niña negó con la cabeza.

—No te estoy mintiendo madre, había algo aquí— volvió a señalar el lugar.

Su madre se levantó y paso una mano sobre el cabello castaño de su hija.

—Es hora de ir adentro, es tarde y los niños no deben jugar hasta altas horas de la noche solos— hablo la mujer y se adentró junto con los niños.

Liliana, la niña que había señalado en donde había visto la cosa que los había asustado miro por unos momentos el lugar y luego regreso corriendo a su casa y la puerta se cerró tras entrar. Hebe sintió que el bien se debilitaba, cuando las personas no les creían a sus hijos y simplemente los ignoraban diciendo que estaban jugando, ellos como seres del bien perdían su poder ante la situación y era ganado por el engaño del demonio, miro de reojo al demonio que sonreía para sí mismo, victorioso por haberle ganado al bien, comenzó a caminar hacia atrás lentamente, debía alejarse de ese demonio y se internó en la oscuridad, el demonio se giró cuando ya no vio la vio cerca de él y sus ojos negros la buscaron en la calle.

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