♔ 3 ♔

Lloyd caminó entre los escombros, con la cabeza gacha. Sus zapatos movían las piezas de madera con cada paso que daba. Solía haber piezas de oro, pero los vándalos de la ciudad se habían llevado hasta el más pequeño pedazo. Encontró una tablilla de piedra partida a la mitad y la recogió. En ella estaba grabado su nombre como el Dios de la vida.

Lloyd cerró los ojos y se permaneció rememorando su vida antigua unos minutos. Las personas solían acudir de todas partes para ir a rezarle. En ese entonces, era un Dios reciente. No había automóviles, ni celulares. Algunas personas tenían que recorrer distancias enormes caminando para ir a verlo. A Lloyd le daba orgullo saberlo. El precio por escuchar a esas personas eran cinco yenes. Por cinco yenes, Lloyd les concedía milagros, siempre que estuviesen dentro de su capacidad.

Era un niño altanero. Se sentaba en su trono tallado de jade y esperaba a que las personas llegaran y lo llamaran "divino" o "amado". Algunos de ellos incluso le dejaban regalos en los escalones del Templo.

¡Vaya, su Templo! No sólo era bonito, era bellísimo. Había toda clase de árboles y arbustos florales creciendo a su alrededor. Además, había estatuas de gorriones, garzas y ciervos. Cualquier cosa que dejara en claro que esa era la casa del Dios de la Vida.

Entonces, un día las personas dejaron de ir a visitarlo.

No lo hicieron todas de golpe, sino que fue de poco a poco. Lloyd se quedó esperando en su trono de jade, con su sonrisa de amo del mundo. Y esperó, y las flores se secaron cuando no hubo nadie que las regara.

-Ya vendrán -se dijo Lloyd, aún sintiéndose importante. Se rehúso a regar él mismo las plantas, ese era el trabajo de alguien más.

Nadie las regó. Pasaron los días, y luego semanas. La sonrisa de Lloyd se borró paulatinamente, hasta que desapareció por completo. No quedó rastro de ella. El chiquillo presumido había pasado a ser un niño desnutrido, de piel pálido y ojos muy abiertos. Así fue como Wu lo encontró.

Lloyd nunca le dio las gracias por lo que hizo por él y, probablemente nunca lo haría. Ahora que estaba de regreso en su Templo destruido, comenzaba a sentir un ardor atroz en el pecho. Pensó que quizás era culpa. Siempre había despreciado a Wu creyendo que el anciano lo cuidaba porque creía que era débil y lo veía como su mascota.

-A sus ojos sólo soy un pajarillo que se cayó de su nido -había pensado en más de una ocasión.

Ya no veía las cosas de esa manera. Después de todo, gracias a Wu había conocido a Cole, Zane, Jay y Kai.

Lloyd iba a inclinarse para recoger la tablilla con su nombre, cuando escuchó pasos. Retrocedió un poco hasta quedar oculto detrás de un árbol seco. Una pareja joven llegó caminando a donde había estado. La mujer estaba embarazada y su esposo la ayudó a hincarse entre los escombros. Luego, él la imitó.

-Por favor, por favor Seiki-sama le ruego que ayude a nuestra familia -pidió la mujer, cerrando los ojos.

Lloyd permaneció en silencio, oculto detrás del árbol, observando a la pareja. Ambos permanecieron un rato más orando y luego se pusieron de pie. El hombre se agachó y dejó un paquete en el suelo, sobre la tablilla rota de piedra.

-No es mucho, pero esperamos que le agraden nuestro obsequio.

La pareja se fue por donde había llegado, permitiendo a Lloyd salir de su escondite. Recogió el regalo y lo abrió. Dentro había una cajita de madera con comida casera y humeante. Olía delicioso. Volvió a cubrir la caja, pensando en que lo mejor sería compartirla con sus shinki.

Miró la tablilla bajo sus pies por unos segundos hasta que se decidió a levantarla. La llevó a donde aún quedaba una columna decolorada de pie. La recargó contra ella, sonriendo. Entonces, algo colorido llamó su atención. Estaba al fondo y no coincidía con los colores opacos del lugar.

Caminó con cuidado hasta el que antes era el patio trasero del Templo. Su cascada estaba destruida también. A penas la mitad de ella se conservaba casi intacta. Lloyd se quedó estupefacto al ver listones de colores enlazados a la estructura de la fuente. Ondeaban con el viento. Eran bastantes.

No podía creerlo. Era la primera vez en siglos que regresaba a visitar su Templo, pensando en que el lugar estaría tan olvidado como el mismo día en el que lo dejó. Pero no era así.

Las personas aún lo recordaban.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top