Por la mano de mi Dios
Demasiadas cosas pasaron, el dormir cómodamente es algo que quedó solo en mis recuerdos.
Ya han pasado mas de tres semanas desde esa terrorífica escena. Los rostros de miedo de mis compañeros todavía están grabadas en mi mente.
—Todo es mi culpa. —Digo con una voz quebrantada tomándome la cabeza, sentado en aquel callejón de la ciudad.
Solo veo gente caminar entre las calles grises, cada uno siguiendo su camino y uno que otro ojo curioso mirando a estos jóvenes vagabundos.
—Eso no es verdad. —Responde mi amigo acostado entre cartones mirando a la pared y tapado con diarios de quien sabe que.
—¡Lo es Jung, todo lo que pasó es mi culpa, yo desee que todos desaparezcan de una vez por todas ese día! —Grito con dolor en mi garganta y comienzo a llorar otra vez.
—¡Ya basta! —Exclama mi amigo con algo de enojo dándose vuelta, me mira a los ojos y correspondo a su mirada con mis ojos llorosos —esto no es tu culpa, tiene que haber otra explicación. —Concluye más calmado, levantándose y yendo a buscar que comer, entre los basureros de un restaurante apartado a unas calles de dónde dormíamos.
Cada día después de esa mierda... cada día fue peor que el otro. Ahora somos personas sin identidad, varados sin nombres ni apellidos en este mundo, o mejor dicho, nuestros nombres y apellidos le pertenecen a nuestros yo pasados.
Nadie quiso dar trabajo a unos chiquillos indocumentados, y así como suena pasamos nuestros días mendigando para poder comer algo de vez en cuando. El sabor de la comida de basurero me da asco, aunque a veces tenemos suerte y sacamos algo fresco.
Odio este lugar... me odio a mi mismo, a todos. Si no lo hubiera deseado nada de esto estaría pasando. No estaría oliendo el nauseabundo olor de este callejón, no estaría deseando mi muerte con cada día que pasó en esta tortura... yo.
—¡Aarik! ¡Aarik! —grita Jung con alegría corriendo hacía donde me encontraba.
—¿Que pasa? —Respondo desanimado sin sacar la cabeza de entre mis rodillas.
—¡Mira! —Responde levantándome la cabeza mostrándome un fajo de billetes.
—¿De dónde mierda sacaste esto? —Pregunto incrédulo.
—Estaba dentro de una bolsa negra en la basura. —Me dice intentando contar el dinero con entusiasmo.
—¿Que? ¿Así sin mas? —Digo aún estupefacto.
—Deja de preguntar tanto, hoy cenaremos comida caliente, —me interrumpe levantándome de mi lugar —vamos levántate, iré a comprar lo necesario, algo mejor para mantener el calor y ropa limpia.
—¿y yo que hago? —Pregunto ya parado pero con algo de desgano.
—Tu compras pan y algo para beber, ¡arriba ese ánimo! —Responde sonriente golpeando mis hombros con sus palmas —te dije que algo bueno tendría que pasar. —Concluye dejando en mis manos dinero suficiente para comprar aquello y sobrar.
—Esta bien. —Respondo con un poco mas de ánimo sobando mi cuello.
Terminando nuestra conversación Jung y yo separamos caminos, y transito por las frías calles de la ciudad en busca de un negocio donde conseguir lo necesario.
Pasó tiempo desde aquello y no se a que se deba, pero Jung tiene razón... no puedo culparme continuamente por lo que pasó ese día.
—Como extraño escuchar música... —Digo sin pensarlo demasiado.
Mi vida, mi antigua vida, la echo tanto de menos. Ahora no es mas que un vago recuerdo al que no puedo regresar aunque Dios interceda por mi. Nuestras almas están malditas por el incierto destino que nos arrojó desprotegidos a este oscuro pasado. Mis viejos problemas se ven tan diminutos a comparación con lo amarga que puede ser la vida... nada tiene sentido.
Al cruzar una esquina la luminosidad de un local alumbra mi rostro como la luz de la esperanza alumbrando a unas almas desdichadas.
—Lo encontré. —Pienso disponiéndome a entrar, puedo notar la mirada de la gente sobre mi ¿que sentirán? ¿miedo, lastima? ¿o quizás asco?
Pacientemente espero mi turno sobando mis manos para hacerlas entrar en calor. El frio abrazador del invierno azota sin piedad esta selva de concreto. Por suerte Jung consiguió unos viejos abrigos desechados, aunque tienen algunos agujeros. Es mejor que estar desnudos.
—¿En que puedo servirle? —Pregunta la mujer que atendía aquel lugar, pero pronto se percata de mi imagen —oh lo siento, no nos sobró nada. —Finaliza intentando con esas palabras despacharse de mi rápidamente.
—No quiero caridad, —respondo con algo de molestia —tengo con que pagar. —Aclaro poniendo el dinero sobre el mostrador bajo mi mano.
—Mil disculpas, —dice retractándose —¿entonces que va a querer señor?
—¿Ahora soy señor? —Pienso intentando divisar lo que vengo a buscar —voy a querer... —Balbuceo sin finalizar mis palabras cuando las elegantes botellas de vino captan mi atención, después de tanta mierda, no creo que me haga daño —¡Quiero el mejor vino que tengan! —Digo con entusiasmo.
—En seguida señor, —responde la empleada con una sonrisa falsa trayendo en sus manos una botella tan hermosa que pedía a gritos ser bebida por mi persona —aquí tiene. —Finaliza entregándola en mis manos, y recibiendo mi dinero por el que disfrutaba de tan buen trato.
—Quédese con el cambio, —digo preparándome para salir del lugar, y escucho sus balbuceos detrás de mi espalda pero no le presto atención— no me interesa. —Respondo con un meneo de manos y empujo la puerta para salir de ese lugar.
Rápidamente me apresuro a destapar la botella. Es algo difícil pero con mis muelas logro quitar el corcho con fuerza.
El delicioso néctar pasea por mi faringe como un suave y cálido manantial celestial.
—No me importa lo que suceda de ahora en más, a la mierda con todo. —Pienso tragando cada vez más del buen fruto de la vid.
Después de un tiempo mi conciencia casi desvanecida camina tambaleante sin rumbo por las calles y pasillos abultados de gente disfrutando de la noche en algún bar apartado.
La noche tan oscura como mi vida parece que será eterna. Mis pasos inciertos no saben hacía donde me llevan, cada uno pide permiso al otro para dar un paso más, mientras beso la boquilla de la botella con detalles dorados intentando tomar mas de ese néctar, como se besa apasionadamente a un amante prohibido.
El tiempo pasa y me detengo en una esquina, no se donde estoy, no se quién soy ¿acaso tiene importancia?
Levanto mi cabeza tratando de orientarme, entonces la veo. Ese lugar... El principio de este infierno.
La gran estructura se impone delante mío cual ogro a punto de aplastar mi cabeza.
—¡Maldita escuela! —Vocifero pateando una columna y por poco pierdo el equilibrio —¡Maldita seas! —Grito con furia y mis lagrimas vuelven a brotar.
Con fastidio decido entrar y con el fin de dedicarle más maldiciones al asqueroso lugar.
Entonces mis oídos captan las pisadas de alguien, esta dentro de el lugar donde escapamos Jung y yo. Mi salón o lo que se supone que sería en un futuro.
Con una curiosidad alegre producto de mi borrachera decido ver quien esta dentro.
Al llegar veo dentro, entonces mi sonrisa escapa rápidamente de mi semblante.
—Si... —Dice con notas altas y cambiantes rápidamente a bajas, una criatura agazapada inspeccionando la tierra —fueron dos. —Continúa con su espantosa voz levantándose poco a poco de su lugar.
Mis ojos no comprenden lo que se le presenta delante suyo ¿Que son esas grandes cosas en su espalda? La oscuridad de la noche no me deja ver con claridad. Entonces la imponente criatura de aproximadamente dos metros se percata de mi presencia y voltea a verme. Su rostro es humano y su cabellera larga y platinada refleja la luz de la luna, su torso y brazos también lo son, pero sus pies. Sus pies parecen de águila. Pero no, lo que tiene tras de su espalda son ¿alas?
Una sonrisa de oreja a oreja se establece en su cara al verme y sus ojos blancos como los de un ciego se iluminan poco a poco.
—Si, -vuelve a decir extensamente con su extraña voz cambiante de agudo a grave —fueron dos los que escaparon de la mano de mi Dios. —Finaliza empezando a reír como si estuviera ahogándose.
Rápidamente suelto la cara botella de vino de mi mano y escapo tan rápidamente que creo que se me olvidó que estaba ebrio y la espantosa criatura alada comienza a darme caza volando en pedazos el umbral de la puerta con su fuerza al salir.
—No voy a poder escapar de eso, —pienso con desesperación y miedo -necesito un lugar donde esconderme.
—¡Mi Dios, mi Dios, no deben escapar de mi Dios! —Grita la bestia mientras me persigue con una risa felizmente enfermiza.
—Mierda esa cosa quiere matarme. —Pienso buscando un lugar donde esconderme con desesperación.
Mis ojos inquietos ven una pared a medio hacer, no es mucho pero si no me oculto pronto estaré muerto. Con la fortuna de que la bestia no vio donde me escondí rezo dentro de mi corazón por mi vida. Pero es una estupidez, es el mismísimo Dios quién esta reclamando mi cabeza.
—No me veas, no me veas. —Repito una y otra vez dentro de mi mente, mientras veo su inmenso cuerpo asomarse por la pared intentando buscarme.
Una de sus patas se aferra a la pared con sus puntiagudas uñas desprendiendo un poco de concreto que entra directamente a mi nariz. Y mantengo mi respiración aguantando con todas mis fuerzas el impulso de toser.
Los segundos parecen horas y no soporto más la falta de oxígeno.
—Vete de aquí por favor. —Pienso desesperadamente sintiendo poco a poco como mi visión se nubla.
De un momento a otro la criatura con apariencia monstruosamente angelical bate sus alas volando hacia arriba destruyendo parte del incompleto techo.
Rápidamente doy una bocanada de aire casi ahogado con una tos de muerte.
Lo que sea que haya sido esa cosa ya se ha ido.
Con el ritmo cardíaco aun en alza salgo corriendo de ese lugar como aquel fatídico día dando traspiés en la oscuridad.
Las oscuras calles apenas iluminadas parecen no tener final. Con miedo intento encontrar el lugar dónde Jung y yo acostumbramos dormir.
—¡Allá es! —Expreso con un poco de alivio llegando —¡Jung!¡Jung! —Llamo agitado a mi compañero con las manos en las rodillas tratando de recuperar el aliento.
—¿Aarik? —Pregunta Jung acercándose a mi —¿donde estabas? Pensé que te había ocurrido algo ¿y porque hueles a alcohol? ¿Te fuiste a emborrachar idiota? —Pregunta con el enojo necesario como para darme una paliza.
—Espera Jung, espera, —respondo agitado levantando la mano— tengo que explicarte lo que pasó. —Finalizo con la voz entrecortada.
—¿Que me vas a explicar idiota? —Responde indignado.
Pero antes de que pueda decir algo se oye un ruido detrás de nosotros haciéndonos dar la vuelta como dos gatos asustados.
—¿Quien es el? —pregunta Jung con miedo.
—Según dijo ese comerciante al que le abrimos la boca estos chiquillos tocaron nuestro dinero del rescate de ese pobre diablo. —Dice un hombre con traje negro.
—Así que fueron ellos. —Responde un hombre calvo y alto sacando del bolsillo de su traje una manopla de acero.
—¿Que carajos? —Me pregunto en voz alta sin entender aún que estaba pasando.
—Esperen yo fui quien tomo el dinero, no le hagan nada a mi amigo por favor. —Dice Jung poniéndose entre medio de ese hombre y yo.
—Me importa una mierda. —Dice imponente el mafioso calvo impactando a Jung hacía la pared y dando un paso me propina un golpe de manopla en las costillas fracturando unas cuantas.
—¡Ah! —Grito al sentir el dolor de mis costillas perforando mis órganos.
Pero antes de poder terminar de gritar asesta una patada en mi pierna izquierda provocando un ruido de huesos rotos destrozandola hacía atrás que me provoca la caída al no poder mantenerme de pie, para después darme un rodillazo con todas sus fuerzas en mi cara fracturando mi tabique.
—¿Que pasó? —Balbuceo cayendo de espaldas al suelo con la cara ensangrentada y el cuerpo destrozado.
—Ustedes pedazos de mierda van a morir aquí, tu y tu amigo el chino —Decreta el mafioso sacando una pistola nueve milímetros de su cintura.
—Perdóname Jung... todo esto es mi culpa. —Pienso entre lagrimas y sangre mirando a mi querido amigo inconsciente en el suelo.
—Bien le haré un agujero en el cráneo a este primero, —dice martillando la pistola que apuntaba a la cabeza de Jung —esto es por joder a la mafia rusa —finaliza a punto de gatillar.
Pero antes de disparar un largo brazo desde arriba aplasta la cabeza de ese hombre sacando los ojos de sus cuencas, salpicando de sesos la pared.
—¡¿Que mierda es eso?! —Grita con espanto uno de los mafiosos— ¡esa porquería se cargó a Dmitry! —Esboza sacando sus armas y los demás lo imitan, disparando a aquélla criatura.
Es esa cosa, el ángel que envío Dios para acabar con nuestras vidas.
De uno en uno destroza con sus brazos y patas a esos hombres, partiendo a la mitad sus cuerpos, aplastándolos contra el suelo quebrando sus columnas con sus poderosas patas. Las balas lo impactan y hacen sangrar pero parece no hacerle nada.
—Por la mano de mi Dios, —dice con su horrorosa voz altibaja —todos deben morir. —Finaliza después de masacrar a esas personas dirigiéndose despacio hacía mi con una sonrisa siniestra debajo de esos ojos blancos.
—No. —Balbuceo con dificultad, mientras me toma del suelo con una extraña calma mirándome a los ojos.
Su sonrisa de disfrute es espantosa, poco a poco rodea mi cabeza con sus brazos y se dispone a acercar la palma de su mano hacia mi rostro.
Su palma brilla tanto como aquélla pared añil que empezó todo.
Con desesperación intento zafarme pero solo provoco risas de parte de la bestia. Entonces clavo mis dientes como un animal salvaje en el brazo de aquel monstruo, tan fuerte que mis dientes frontales se clavan a su carne y se desprenden de mis encías manchándola con su fría sangre azul.
—¡Ahhh! —Grita la criatura— ¡mi sangre no! —Vocifera soltándome de repente y dando un fuerte movimiento con sus alas se eleva hacia el cielo alejándose de nosotros.
En el suelo... mis ojos se apagan poco a poco, no se que pasó, no se porque pasa esto. Creo que esta vez si es mi muerte.
—¿Quien lo diría? Al final si es posible morir en un sueño. —Pienso mientras veo a mi alrededor un campo verde de flores rodeado de espesas nubes.
Me preparó para morir en paz... pero una extrañamente familiar voz detrás de mi oído pero como si estuviera pegada a mi crebro me quita de mi ilusión.
—Aun no.
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