Capítulo IV: Siempre estaré a tu lado
Capítulo IV: Siempre estaré contigo
Corrimos a trompicones por el pasillo derecho. Parecía que nunca se acabase y las voces que habíamos escuchado momentos antes cada vez parecían más cercanas. Cogía a Sinae por la mano, arrastrándola tras de mí para que se diese más prisa; a su vez rezaba interiormente para que una puerta o al menos una salida decente nos esperase al final del pasillo. No tardamos ni dos minutos en comprobar que el pasillo no tenía salida. La desesperación se pintó en nuestros rostros; empezamos a buscar alguna cosa que nos ayudase a salir de aquél lio. Sinae se giró de repente y dijo:
-¡Dioceus, creo que he encontrado algo!
Me volví hacia ella y vi que estaba señalando una pequeña brecha en la pared de roca. Aparentemente parecía una brecha normal, pero si se observaba detalladamente se podía apreciar que la muesca había sido hecha a propósito con el fin de camuflar algo en su interior. Sinae introdujo una parte de su mano en la brecha y accionó un botón oculto, el cual hizo abrir una parte de la pared hacia un lateral. Sin pensárnoslo dos veces nos metimos dentro y cerramos tras nosotros la entrada. Ahora nos encontrábamos en otro pasillo.
-¿Crees que este pasillo nos puede llevar al exterior? - preguntó Sinae.
-Si te soy sincero, no tengo la más remota idea. - contesté.
Aún sin saber a dónde íbamos, Sinae y yo avanzamos por el nuevo pasillo, en busca de una posible salida y, sobretodo, respuestas a todas las preguntas que teníamos.
Anduvimos cerca de media hora.
-¿Dónde crees que llevará este pasillo? - pregunté.
- Lo más seguro es que acabe en una sala más grande, fuera de este laberinto de pasillos o en el exterior.- contestó Sinae.
De repente un sonido a cadenas retumbó en el pasillo. Daba la impresión que un trol o alguna criatura enorme se hubiese levantado de mala uva y arrastrase algún arma muy pesada por el suelo... Si no era eso (ojalá no lo fuese) no teníamos ni idea de lo que podía ser; lo peor de todo es que se acercaba a una velocidad trepidante porque el sonido era ya estremecedor.
No nos hizo falta escuchar mucho más para saber que teníamos que correr otra vez. Cogí a Sinae de la mano y tiré de ella, sacándola de su estupor. Cuando el ruido era ya apabullante, cesó de golpe. Un silencio incómodo llenó el pasillo. Daba la sensación que fuese la calma antes de la tormenta. Sinae tiró de mi brazo un par de veces para alertarme de algo... Delante de nosotros había una criatura muy pequeña, de apenas dos palmos de alta. En apariencia era inofensiva, incluso la podríamos considerar adorable si no fuese por la nimiez de que llevase unas garras de acero arrastrando tras de sí. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro. No nos movimos.
- Es un Redrum- me susurró Sinae - solo atacan cuando ven que su presa está acabada. Me extraña ver uno aquí ya que suelen vivir aislados en pequeños grupos en las montañas Revenoir... Eso me hace pensar que...
Entonces el Redrum alzó las garras y profirió un grito desgarrador que nos perforó los oídos. Era un sonido muy desagradable, como el llanto de una criatura que agoniza y la risa de un demente.
Antes de dejarle hacer cualquier otro movimiento, reanudamos nuestra carrera desesperada. Yo le había dicho a Sinae si nos podíamos enfrentar al Redrum y salir impunes... ella por toda contestación solo había bajado la mirada.
Mientras corríamos por el pasillo, me giré un momento hacia ella y entre jadeos dije:
-No te preocupes, mientras dure esta pesadilla, siempre estaré a tu lado.
Ella solo me miró un poco más fijamente de lo normal y creo recordar un amago de sonrisa en sus labios.
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