3|Momento de brillar.


—Ustedes dos deberían besarse para disipar la tensión.

Comenta Sami.

No me da tiempo de contestar al ver a Gael lanzándose del techo sin antes gritar:

—¡Ahí te voy San Pedro!

San Pedro ni siquiera lo va aceptar por tantos pecados acumulados. Es más, ni se va asomar a la puerta para recibirlo.

Echo andar tan rápido como mis piernas me lo permiten hacia la alberca, solo veo burbujas salir a la superficie, la adrenalina me corre por las venas que en un instante me lanzo al agua.

Abro los ojos y veo a mi mejor amigo tratando de nadar, estiro mi mano hacia el cuello de su camisa para sujetarlo del torso. En breves instantes lo acerco hacia las escaleras hasta que nos sentamos en el primer peldaño donde el agua nos llega a los pies.

—Pero, ¿qué chingados te pasa?! —. Ees lo primero que digo al mirarlo a los ojos que los tiene rojos por el cloro. No debería ser duro, pero me ha dado un susto —, por poco y me cago en los pantalones, Gael.

Comienza a reírse frente a mis narices agitando la cabeza ocasionando que el agua me salpique en el rostro. Esto inaudito.

—¡Eso fue maravilloso!

—¡Fue estúpido! —.Le doy un empujón y se ríe más fuerte —. Por un segundo creí que iba a quedarme sin mejor amigo, ¿a quién le iba a pasar las respuestas en el examen?, ¿con quien iba a pistear los domingos y escucharía sus quejas del Cruz Azul?

Gael parpadea y estalla a carcajadas. Presiono la mandíbula reprimiendo las ganas de seguirle, su risa indiscreta siempre es pegadiza.

—A la mierda.

Comienzo a reírme con él hasta que me duele la panza.

—¡Mira Ludmi, está vivo!

Sami no tarda en llegar a la orilla de la alberca. Gael intercambia una mirada dubitativa conmigo y encojo los hombros.

—Vaya susto que nos diste —le comento poniéndome de pie, estiro una mano para ayudarlo a reincorporarse —. Sami estuvo a punto de ir por ti y llamarte por los altavoces.

Mi mejor amigo frunce el ceño con confusión y mira a Sami regalándole una sonrisa.

—Hubiera esperado por ti —le comenta.

La chica de peluca lila suelta una risa nerviosa y sonrío en mis adentros.

—Alabado sea, estás vivito y coleando, hurra —interviene Ludmila sin ánimos —. ¿Nos podemos ir, Samantha? .

—Quiero quedarme un rato más —suelta un suspiro de chica enamorada. Lo identifico con facilidad al tener una hermana menor que pasa por los mismo —.Me gustaría invitarte a bailar, eh, si quieres.

—¡Sí quiero!, pero primero, debo ir por mi ropa —ríe avergonzado.

Gael pega un salto lleno de emoción y entrelaza su mano con la chica para irse corriendo hacia el interior de la casa.

—Y pensar que hace unos minutos lloraba por su ex —comento siguiéndolos con la mirada —. Qué cosas.

—Crecen tan rápido —. Veo a Ludmila en modo amiga orgullosa abanicándose con la mano.

El silencio se hace presente poco después entre nosotros, abro la boca en busca de las palabras correctas, pero Ludmila comienza a alejarse. Cierro los ojos negando con la cabeza, ella en serio me ha sacado de su vida.

Al parecer no será posible arreglar el malentendido.

Meto las manos en los bolsillos de mi chamarra empapada cayendo en cuenta que llevo conmigo el celular y las llaves del auto, todo sigue en su lugar. Trato de desbloquear la pantalla, pero ya no responde. Ahora no me queda más remedio que conseguir otro, genial.

Mis ojos siguen a Ludmila que se detiene frente a la barra para pedir una bebida. El chico que estaba antes con ella se acerca por detrás envolviendo su cintura entre sus brazos, el corazón se me encoje, pienso que debería ser esa persona, pero recuerdo lo gruñona que es y se me pasa.

«Ni tú te lo crees».

No, para nada.

Ludmila es hermosa e inteligente, tiene notas sobresalientes en su licenciatura y eso que no la he visto tomar apuntes, de acuerdo, eso suena demasiado acosador de mi parte. El caso que también es terca, gruñona y testaruda, discutir con ella es como hacerlo con una pared.

Si nuestros amigos no fueran unidos, ni de coña me la encontraría hasta en la sopa, es imposible, antes nos llevábamos relativamente bien, no éramos platicadores, pero había momentos que sacábamos temas de conversación. Todo eso fue hace un año.

—Percibo olor a Otaku.

—Hola, Marion, también es bueno verte —la chica me guiña un ojo antes de darle un sorbo largo a su bebida.

—¿Por qué tan solito, Arturito? ¿No tienes con quién pasar el rato?

—Ya me he divertido lo suficiente —señalo mi ropa húmeda con una mueca.

—¿Y no te gustaría pasar la diversión al siguiente nivel? —.Se acerca de manera peligrosa llevando una mano sobre mi pecho —. Ya sabes, en un lugar más privado.

Su rostro acaba a centímetros del mío. No lo negaré, Marion es una belleza exótica, demasiado candente, pero que no te engañe su imagen, porque detrás de ello hay una mujer que me ganó las olimpiadas de ajedrez y representó la universidad a nivel nacional.

Para ser un empate lo arreglamos en el armario del conserje. Fue un beso inocente, que sus mentes cochambrosas no los engañe.

—Habíamos quedado que no se iba a repetir —le recuerdo entrecerrando los ojos —. Fue algo de una vez.

Marion plasma un puchero fingiendo decepción.

—¡Daniel, joder! ¡Me lastimas!

—Disculpa —la rodeo.

Desconozco la razón del porqué mis piernas se dirigen hacia el chico que forcejea a Ludmila obligándola a caminar, trata de soltarse de su agarre.

Nunca he sido valiente, ni me creo un superhéroe, pero mis padres me inculcaron que debemos intervenir en situaciones en donde se requiera ayuda inmediata y esta lo es.

El tipo la está lastimando la muñeca.

—Te vas conmigo, porque te lo ordeno.

—No voy contigo ni a la esquina, hijo de puta, estás borracho hasta no más —Ludmila hace un movimiento rápido con una mano y la pierna provocando que el chico sea derribado cayendo de culo en el césped —. Y si te acercas a mí, te mando al hospital estéril.

—¡Serás zorra!

Antes de que pueda ponerse de pie, yo actúo cona agilidad tirando de la mano de Ludmila y echar a correr sin detenernos, esquivamos a varios en la entrada a tal punto de llegar a una parte desolada de la casa donde la música se escucha lejano.

—¿Te lastimó? —. No espero a que me responda cuando ya la estoy revisando.

—No, él se llevó la mejor parte —contesta tratando de recuperar el aliento sin mirarme.

—¿Segura? ¿Quieres que vaya por Sam o alguien? —. Suelto su brazo de inmediato al sentir que arde como lava.

Ludmila alza la cabeza encontrándose conmigo, fuerzo una media sonrisa y lo único que recibo es una expresión escéptica. Ya me lo esperaba.

—Puedo arreglármelas sola, gracias.

Asiento con la cabeza.

—H-Ha sido una noche alocada —prosigo. Mi pierna izquierda sufre un tembleque.

—Mmm, ya —desvía la mirada hacia los arbustos —. Escucha, odio pedir esto, pero, ¿podrías llevar a Sam al apartamento? No quiero arruinarle la diversión con tu amigo, se ven a gusto y yo me quiero largar.

Bajo la mirada viendo mis zapatos dándole vueltas a la situación.

—Supongo que no hay problema.

—Vale, gracias.

Pasa a mi costado apartándose la peluca rosa dejando ver su cabello castaño enmarañado en un chongo.

—Ludmila, yo quiero...

—No quiero escuchar nada sobre el asunto —se gira. Nuestras miradas se encuentran —. Ya no hay nada que lo pueda arreglar.

—¿Qué? No, no, yo solo quiero la dirección del apartamento.

Su cara es todo un poema. Mis labios se curvan hacia el cielo como burla al haber malinterpretado el tema.

Cierra la boca con arrepentimiento y asiente.

Me dicta la dirección que almaceno en mi cerebro al no tener celular.

—Lo tengo, gracias.

Se encoge de hombros restándole importancia, se da la media vuelta para luego perderse entre los arbustos.

—Ludmila —mi voz sale dubitativo.

—¿Qué quieres?

—Ese color de peluca no te queda.

Me hace una señal con ambas manos.

—Vete a la mierda.

«¡Aaaaah! Arturo, era tu momento de brillar».

—Soy un pendejo.

Me estrello la mano sobre la cara.

Leer tantas historias de romance y poner en práctica la teoría es patético, solo ocasiona que tenga altas expectativas.

Tengo un sabor amargo en el paladar. Respiro hondo calmando mis chacras para no perder los estribos.

#FArturo.

Jujuju. Que tensión entre ellos. O.o

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